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Categoría: Confesiones

La azotea..

…No hay ruidos en la azotea…puedo oír cómo silba el viento y me hace recordar que la ventana del baño esta lo suficientemente abierta para que entre el aire. Todas las noches son rutinarias, desde preparar alguna taza de café con un minuto y cuarenta y cinco segundos en el nivel diez del microondas, tomar un puño de galletas, apagar la luz y dirigirme a mi recámara para distraerme un poco de los problemas del trabajo viendo la televisión.
No hay ruidos en la azotea…pero esta noche si,…no recuerdo haber dejado algo como para que hiciera ruido, quizá sea que las cadenas de los tanques de gas esta suelta y con el viento se arrastran, pero…las cadenas no dan pisadas ¡Un escalofrío recorre mi cuerpo de solo pensar que debo subir para investigar que es lo que hace ese ruido, que ha llegado a intrigarme . Tal vez después suba…
De nuevo oigo ruido y me decido a subir, pensando en que quizá hay alguien y es lo que ocasiona los ruidos, me levanté de mi cama, me puse solo una bata delgada, de seda, suave, unas pantuflas y me dirigí a la cocina por unas pinzas, las mismas para apretar la llave de los tanques, son llaves pesadas, pensando en que estas me defenderían de algún extraño que se pudiera encontrar en la azotea, cerré la puerta de la terraza y subí, conforme iba subiendo los latidos eran mas fuertes y constantes que los ruidos extraños de la azotea, terminé de subir, y no había algo que provocara ese ruido, me acerqué tan cautelosamente como pude a los tanques y chequé la cadena, estaba bien puesta, pesada, fría, con el candado cerrado, los tanques como vigilantes de la noche, tranquilos, parados, silenciosos, me voltee para ver alguna otra opción que pudiera encontrar y fue cuando lo sentí… me vió de frente, a los ojos, tapó mi boca, y nunca dejé de verle los ojos, los mismos que recuerdo cada vez que cierro los míos, detuvo mi mano donde tenia las pinzas y me llevó a una esquina de la azotea, ahí se acercó a mi, arrimó su pene, listo para violarme, me arrebató las pinzas y las aventó lejos, fuera de mi alcance, sin dejar de taparme la boca, con la otra mano bajó el cierre de su pantalón con habilidad, nerviosismo, desesperación, abrió mi camisón, bajó mi ropa interior y me penetró tan fuerte, tan sediento de una panocha tibia, el hecho de someterme me intranquilizaba, pensaba que eso no me estaba pasando, que seguramente era una pesadilla que finalmente cuando el despertador se apiadara de mi, me haría despertar y abrazar mi almohada con el temor de que pudo haber sido realidad, sin embargo lo estaba siendo. El frío de la noche me hacia temblar quizá mas que el temor que sentía el tener a ese extraño que con fuerza y decisión me había embestido..
Quitó su mano de mi boca y la tapó con su boca, con un beso, caliente, hambriento, el mismo que yo respondí, dejó de forzarme, y empezó a hablarme, a decirme cuan deseoso estaba de mi cuerpo, que me vigilaba y esperaba cada mañana de fin de semana para verme subir a la azotea para guardar alguna cosa en el cuarto aquel de las cosas viejas e inservibles, me sorprendió la paciencia con la que me describía cada uno de los detalles que conformaban esa vigía, tenía voz suave, que rimaba con el aire de esa noche, me dijo cosas al oído, algunas tiernas, otras que me excitaban al oirlas, el escuchar que me decia como su pene estaba erecto al pensar en mi, cuantas veces se masturbaba al verme, como chupaba mis pezones duros, levantados de placer, mi panocha ansiosa de sentir con fuerza como entraba su pene, cómo llegaban a un entendimiento, sin dolor, restregándose en ella, después lo sacó y aun chorreando se bajó a chupármela, yo solo le detenía con mis manos su cabeza, levanté la vista al cielo y vi como las estrellas estaban pendientes, silenciosas, cerré de nuevo los ojos y se puso de pie, de nuevo me dijo al oído las ganas que sentía por penetrarme por mi ano, me volteó y temerosa por saber la unión del placer y del dolor, accedí a recibirlo, entró con fuerza, sin piedad, al mismo tiempo que yo grité y por un momento me sentí complacida, el placer que me hacia sentir como loba aullando bajo la luna, con la fuerza de querer ser escuchada por mi lamento placentero por ser embestida por alguien extraño… sus entradas y salidas rítmicas, calientes, su pene jugoso, carnoso, venoso, dando gusto a mi ano, entre dolor y placer, no dejaba de pensar en controlar esa combinación, que no me hiciera desfallecer, que me mantuviera alerta para terminar juntos, para venirnos en un mismo momento, con una mano se sostenía de mi cuello, como amansando una yegua rebelde ante el placer, sometida a sus fantasías, se movía cada vez mas rápido, y mas, y mas, hasta que nos venimos, y cuando se venía en mi, escuché el grito mas fuerte que jamás haya escuchado. Éramos dos extraños bajo la luna, en una azotea, sintiendo el aire apenas justo para un par de cuerpos calientes, que se habían entendido y coincidido en un lugar.
Dejó que su pene saliera de mi ano, como despidiéndose cortésmente, agradecido, flácido, había cumplido su cometido, el me volvió a vestir con mi bata, escuché cómo subía sus pantalones, como iba vistiéndose, al mismo tiempo que me pedía que no volteara, que le diera tiempo de irse, de desaparecer así como apareció, yo bajé la cabeza até mi bata y me di la vuelta, con una lágrima en los ojos. Jamás lo volví a ver, y de vez en cuando subo a la azotea, quizá para demostrarle que irónicamente lo extraño, pero cada vez que oigo un ruido en la azotea, mi cuerpo se eriza y pienso en sus ojos...
Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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2 comentarios. Página 1 de 1
rosa_marchita
invitado-rosa_marchita 08-10-2003 00:00:00

debieses cambiar, creo, ese término de "panochita", por vulva...tal vez.

vic
invitado-vic 19-07-2003 00:00:00

Si fue historia real pues que padre... Me gustaria ser ya quien se asome por la azotea ya que a estas alturas nunca he tenido sexo y desde luego que lo sedeo, me gustaria tener una novia como tu.

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