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Categoría: Incestos

Indiscreción

A veces me disgusta cuando tengo que elegir lo que voy a escribir, la pornografía siempre ha estado prohibida. A pesar de que hoy en día hay sitios para la gente que nos llena de placer esta perversión. Sin embargo, de pronto te encuentras gente que critica esta práctica. Lo curioso es que para criticar forzosamente tuvieron que haber leído, y para haber leído tuvieron que buscar el sitio. Una cuestión más ¿Por qué? No lo entiendo. Habiendo tantos libros tan buenos tan bien narrados, a veces hasta da envidia la exquisitez que manejan algunos para tocar el tema sexual. Verdaderos poetas que rinden culto a Eros. Los temas que surgen de la imaginación de mi imaginación. No tienen como intensión retratar a nadie, algunas de mis narraciones nacen de sucesos que han sido reales. Algunos pura fantasía y lo dejo a su imaginación ustedes son quienes deciden si puede ser cierto o falso.

Esto nace de una persona franca que llama a las cosas por su nombre, a la verga le llama verga y la panocha le llama panocha. Hacemos gente muy tímida entre hombres y mujeres. Así como también hay gente muy audaz también entre hombres y mujeres. Dirá la mujer que el hombre y el hombre que la mujer. Por esas calles donde todos transitamos, existen probabilidades. 

A veces depende de las circunstancias, de las oportunidades que puedan surgir. Todos cometemos indiscreciones y estas a veces obran en contra de uno mismo.

Artemisa, fue creada entre gente muy franca. Acostumbrada a expresar su sentir sin temor basados en la verdad. Esto resulta bueno, ¿cuantas veces uno de nosotros, nos quedamos por temor con ganas de expresar nuestro verdadero sentir?  Muchas veces, a mi pasa muy seguido. Sin embargo, esto para Artemisa resulto contraproducente. Casada ya, algunos años atrás con Héctor, vivía una vida plena de dicha a su lado, ella no se cansaba de expresarlo. Esto no tiene nada de malo, pero dentro de su franqueza contaba sus intimidades con Héctor. Esto con el afán de exaltar las dotes amatorias de su marido, por ahí el refrán dice: no le cuentes a tus mejores amigas que tu marido es un tigre en la cama porque no faltara la calenturienta que quiera comprobarlo. Por algo será. Rosaura escuchaba constantemente las charlas de Artemisa. Ella soltera y sin conocer las delicias que del sexo le contaba su hermana. Picaba constantemente su curiosidad. Héctor llego a ser para ella como semi dios del sexo. 16 años acompañaban entonces a Rosaura y ya padecía cierto furor sexual entre sus piernas. Muchas ocasiones terminaba con las pantaletas mojadas después de la charla con Artemisa. Y es que Artemisa le contaba a detalle todo lo que le hacia su marido.

—anoche hubieras visto, desabrochó mi blusa y se dedicó a ver mis pechos con mi sostén aun puesto, sus ojos miraban mis pechos y estos parecían salir de sus orbitas. Para excitarlo aún más me senté sobre la cama y empecé a abrocharme la blusa. Pero él no me dejo, detuvo mis manos, abrió mi blusa y comenzó a besar y chupar mis melones. No pude evitar emitir un gemido. Esto lo provocó y me arranco el sostén y ya libres mis tetas succiono desesperado uno a uno, pero sin lastimarme. Me sentí en el paraíso no podía dejar de gemir, al contacto de su lengua húmeda en mis pezones. Yo estaba enloqueciendo mis pechos siempre han sido una parte muy sensitiva. Héctor es increíble cada que me coge me hace sentir como su fuera la primera vez. De pronto parece enloquecer por mí y eso me excita y me hace perder la razón, me liberó de sus brazos, solo para poderme quitar la falda y mis calzones empapados por mi exaltada pasión, motivada a su vez por sus ardientes caricias. Su mano ansiosa frotaba mi panocha, mientras estrujaba con suavidad mis pechos. Enseguida se empezó a quitar la ropa con tanta prisa que se le atoraba ya en los pies ya en las manos. Su verga se veía enorme hinchada a más no poder. Enorme y grueso hasta me hizo apretar las piernas de deseo. Tal parece que adivino lo que había provocado en mí. Pues abrió mis piernas y de un limpio empujón me lo metió hasta el fondo. Todo su enorme pedazo de carne hinchada reposaba dentro de mí. Quería gritar de gusto hacerle saber el inmenso placer que me estaba provocando. Lo logré porque empezaron las embestidas rápidas y profundas. Sentía su punta albergarse hasta mi vientre. Sentí que mi orgasmo estaba próximo él lo notó y empujó con toda su fuerza me vine y casi me desmayé mientras el descargaba su caliente leche en mis entrañas. La inocente y cándida Rosaura se pasaba y escuchando y observando las gesticulaciones que Artemisa hacia al relatar sus experiencias. Todo esto llegó hasta ella, activando todas las terminaciones nerviosas que iban a parar a su entrepierna.  ¿Cómo podría evitar ver a Héctor y contener las ganas de tirársele al cuello? Esto estaba tomando un rumbo que de ninguna manera deseaba.                             

Héctor llegó aquel día a su casa, ella se encontraba sola, su madre había salido de compras y cuando esto sucedía no tenía hora de regreso. Todo aquello sucedió tan rápido tan increíble. Héctor esperaba encontrar a Artemisa. Pero esta había decidido acompañar a su madre.

— ¡hola cuñadita! ¿Cómo estás?   

Rosaura contesto visiblemente nerviosa.

—bien… tu ¿Cómo estás?   

—bien gracias, ¿Dónde está tu hermana?    

—fue con mamá de compras.   

—aah… o sea que estas solita.

Rosaura asintió con una sonrisa.

—Ven aquí --le susurró al oído--. No te preocupes por nada. Arrodillándose frente a ella, Héctor le quitó los zapatos, le sujetó las piernas y las acaricio ligeramente. 

—¿qué… es lo que haces?

Lo dijo tan quedito que Héctor casi no la escuchó. Estaba nerviosa y la notaba excitada. La rodeó con sus fuertes brazos y le acarició la espalda con las palmas de sus manos, toda su piel se erizó cuando él le abrió el sostén y deslizó los tirantes en suave mimo por los brazos hasta dejarlo bajar al piso. Espera por favor no ves que me muero de vergüenza. Héctor supo entonces que su cuñada no había sido jamás tocada por un varón. Ella, se sentía completamente perdida. Y a la impresión de estar frente a él tenía que agregar la atracción intensa que sentía por Héctor. Cualquier mujer tenía que estar loca para no sentirse atraída por él, cuando él la tentaba, ya fuese con un suave frote de sus dedos o el firme aferre de sus manos en su trasero, Rosaura se sentía al borde del orgasmo. En todo momento había sentido un ligero cosquilleo desde su vientre hasta su zona intima.  Así de afanoso era el deseo que sentía por Héctor. Era la locura más grande que estaba cometiendo en su vida, más la forma que utilizaba al rozarla con los dedos, la volvía loca. La ternura con la que él la trataba, su mirada intensa, llena de pasión. Arrasaba con la poca oposición que ella pudiera ofrecer, mientras la besaba, tomó su mano y la posó en su abultado paquete y le enseñó como frotarlo. Rosaura, parecía extraviada en el tiempo jugueteaba con el poderoso arpón que tanto deseaba. Ella suspiraba al notar el buen tamaño y rigidez de la verga. El masajeaba sus tetas y poco a poco bajó su mano hasta palpar su abultada felpa. Su movimiento era el de un hábil tahúr, movía su dedo dentro de ella con gran maestría, atacando con suavidad su sensible clítoris. Ella se retorcía de placer. No había marcha atrás, sería de Héctor porque ella así lo deseaba.  —Rosaura levantate ya hija es muy tarde.  

Había sido un sueño, una hermosa fantasía. Maldijo el momento tan inoportuno en que su madre le había despertado, si tan solo hubiese podido sentir la sensación de la verga de Héctor en su panochita, probablemente hubiera muerto de placer. No tenía idea, qué pasaría si algún día se quedase a solas con él, porque ella estaba segura que ya no sería dueña de sus de sus actos.

Aquella noche, Rosaura quedo de verse con Artemisa en casa de esta. Saldrían a acampar el fin de semana en compañía de Héctor. Llegó por la tarde a casa de Artemisa ella le había dado las llaves porque era posible que ella y Héctor llegaran tarde.  Transcurrieron las horas sin que ninguno de los dos llegara, era la media noche. Héctor llego primero.

— ¡Hola Ros!  ¿Aún no llega Artemisa?            

—no, aun no. Habrá tenido algún contratiempo, supongo.

Tiempo tenía que Héctor había descubierto que Rosaura se ponía hormonal con su presencia. Nunca había querido sacar ventaja de esa situación. Amaba a Artemisa y si por una santurrona razón era rechazado y delatado la pasaría mal. Así que mejor guardaba su distancia.  Estaba inmerso en su pensamiento cuando timbro su teléfono.

—hola mi amor ¿dónde andas?     

—¿qué crees amor? que se me complico. Salí muy temprano a Toluca, pues la intención era regresar hoy mismo. Pero no va a ser posible. Regreso mañana. Te encargo a Rosaura preguntale si quiere regresar a casa o se queda a dormir.

—no te preocupes ahora la llevo.   

—chao amor te veo mañana que sueñes conmigo.   

—y tu conmigo amor chao.  

—Ros, Artemisa vendrá hasta mañana, hay dos opciones te llevo ahora mismo a tu casa o te quedas a dormir.  

Rosaura dudo un poco, pero la realidad es que deseaba quedarse a su lado, estando solos todo podía suceder. De momento se sintió apenada por sus torcidos pensamientos. Pero no estaba dispuesta a hacer lo que no deseaba.

—Ya es muy tarde además debes cenar algo.

 Héctor no deseaba cenar, pero no quería sonar cortante.                    

—solo un vaso de leche fría.

Rosaura acudió a la cocina y le trajo el vaso de leche. Héctor la bebió de un sorbo. Después se quedó mirando a Rosaura esta se sonrojo al darse cuenta que había robado su atención.  Rosaura se levantó a recoger el vaso y al estirar la mano Héctor la tomo y la mantuvo sujeta. Fue momentáneo como estudiando el terreno. Todo el día había hecho planes para el momento de estar a solas con su mujer. Ahora todos sus planes se habían hecho talco. El mundo es de los audaces y quizá el destino le había puesto a Rosaura en el lugar indicado. Total, si no aceptaba le suplicaría que no le dijera a su mujer, pero si aceptaba menudo agasajo se iba a dar. Voy a poner mis cartas sobre la mesa, voy a descubrir si es cierto que esa puchita se anda mojando por mi culpa. Para ser galante, Héctor le sobraban argumentos. Una copa de Martini tal vez. ¡Claro!  Eso era lo que le esperaba a Rosaura al regresar de la cocina. Una melodía suave, la sombra de tu sonrisa de Engelbert  Humperdink. Si desde luego, luz tenue, y acercamiento disimulado.  La mano de Héctor estaba estirada con la copa servida.

—ven cuñadita charlemos antes de ir a la cama.

Esta fue una frase con mensaje subliminal, que Rosaura capto al segundo. Su corazoncito dio un vuelco dentro de su pecho. No fue precisamente una charla, fue un intercambio de miradas ardientes de deseo. Luego de dos copas. Héctor yacía de rodillas frente a Rosaura, besando sus manos, en un ritual de adoración que a Rosaura transportaba a las nubes. Su largo cabello sobre su espalda, mirada fija en aquel que ella consideraba un dios del amor, sus piernas mal cubiertas por su falda, que poco fue perdiendo su lugar. Y entonces surgió el sortilegio, sin dialogo sin promesas. Dos seres deseosos abandonados a sus justos impulsos. La blusa y el sostén de Rosaura, habían desertado de la misión a la que habían sido asignados. Héctor besando los duros pezones de Rosaura que suspiraba cual sollozo. Lo que menos mostraba él era prisa. Su parsimonia resultaba expectante para la ansiosa muchacha. Aun así, el sueño se hizo realidad y falda y calzones también abandonaron su sitio. Héctor la cargo y la lleva a la recamara. Una vez en ella, Héctor se acomodó tras ella y frotaba su clítoris con una mano, Rosaura gemía, pero activa empuñaba ya la enorme verga de Héctor. Y la sobaba con tal ternura como si temiera hacerle daño. Momentos después Héctor incrusto un dedo en su cerrada cavidad. Calando la estrechés de su reducto, retiró discretamente la mano de ella y apunto su aguijón en la entrada de su vagina y la insertó poco a poco hasta incrustarla por completo dentro de Rosaura, ella tan solo abría su boca soportando valientemente la invasión de su virginal trinchera.

De esa forma Héctor gozo de la primera vez de su hermosa cuñada, sin saber que con ello se metería en lio enorme.

No puede ser secreto lo evidente, fue una dulce entrega. Al día siguiente, Héctor despertó, debido a una suave mordida que Rosaura aplicó a su labio inferior. Ella apretó su mandíbula hasta asegurarse que su campeón había despertado.                  

—te amo Héctor ¿qué vamos hacer?

El suspiro adormilado entonces cayo en la cuenta del lio que había desatado, cubrir la demanda de dos hambrientas vaginas no era problema, pero tener contentas a las dos sería labor casi imposible. Rosaura insistía besándolo, esperando una respuesta favorable para ella.

—escucha, esto no es fácil. Artemisa no cederá tan fácilmente.

—yo tampoco.  

—seamos razonables tu aceptaste sabiendo que esto era prohibido para ambos.    

—sí, hasta estaba dispuesta a ser la otra, pero resulta que te quiero para mí.

Héctor rasco su cabello desesperado, prácticamente Rosaura lo tenía de los huevos. No quería dejar a Artemisa, pero su calentura estaba a punto de terminar con su matrimonio. Jugo su carta intentando ser convincente.

—¿no temes pelear con tu hermana?   

—por ti voy a pelear hasta con el mismo diablo.   

—¿y tu madre crees que callara sin decir nada?                 

—ya te dije que no me importa.

Después de dos intentos comprendió que no tenía escapatoria. Y decidió que pagaría las consecuencias de su idiotez.                  

—mira Rosaura estoy bien consiente de mi pendejada, soy hombre y voy a pagar el precio de mis actos, pero tu también, me voy, dejo a tu hermana y a ti también.    

—No seas cobarde.   

—no lo soy, voy a esperarla y yo mismo le diré que cogimos como dos locos. La voy a enfrentar solo para ver con qué cara le dices que voluntariamente me diste las verijas.     

—le diré que me forzaste.

—buena idea, a mí no se me ocurría como decírselo, qué más da Rosaura en mi actual condición lo que sea me da igual, perdí a mi mujer por pensar con la verga.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 10
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