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Holanda dos noches, dos días

Faltaba una semana para Semana Santa y todos mis amigos habían decidido donde pasarían esos días de fiesta, eran cinco días, desde el miércoles a la tarde hasta el martes y eso era mucho tiempo, también mucho dinero para gastar y mi bolsillo no estaba en el mejor momento.

Hacia un mes que compré mi moto soñada y me había gastado todos mis ahorros que con tanto esfuerzo acumulé. La decisión me venía dada, no tenía que pensar si ir con unos u otros, me quedaría en mi aburrida y pequeña ciudad, donde no tenía que pagar alojamiento y todo el gasto se reduciría a las cervezas compartidas con los que estaban igual que yo, dar algún paseo y hacer sentadas en la calle, con suerte podría ser en alguna terraza.

Escuché el sonido del móvil anunciando la entrada de un wasap, estaba preparándome algo para cenar, calentar lo que mamá me deja en el frigo cuando me lo llena, no me aceleré y esperé hasta que lo que estaba en la sartén comenzó a sacar vapor y oler tan bien.

-Hola!  Se me aceleró el corazón al ver quien lo enviaba.

-Voy a cenar. ¿Qué tal?

-Aburrido de estar solo.

-Vete a dar una vuelta.

-Tengo que preparar un viaje a Inglaterra, al otro lado del mundo para estar el lunes, tengo que hacer combinaciones de horarios.

-Siempre estás viajando, ¡qué suerte la tuya!

-Ja ja ja, ¿tú crees? Vosotros tenéis ahora unas largas vacaciones y yo tengo que trabajar.

-Vacaciones para quedarme en casa, no es para tenerme envidia.

-Puedes venir a pasar unos días conmigo, el sábado y domingo que tengo libres.

-No lo vuelvas a repetir que me voy para allá.

-Venga, decídete, te estoy hablando en serio.  Ya comenzaba a soñar y tenía que pararme.

-Ya me gustaría, pero ando mal de dinero. Nunca he estado en Holanda.   Podía haber añadido que en pocas partes fuera de España, pero eso ya lo sabe él.

-Solo tienes que pagar el viaje de avión, el resto lo tienes gratis.

-De cuánta pasta se trata?

-Más o menos cuatrocientos. No es para cagarse.  Para él no lo sería, buscando todo lo que tenía llegaría a esa cantidad y con ello tenía que pasar lo que faltaba de mes. Podía pedirles a mis padres, pero me jodía mogollón, bastante hacían llenándome el congelador y la nevera. Ganaba escasamente para pagar el alquiler y poco más.

-No te prometo nada, tendré que endeudarme con mi madre.

-Inténtalo por lo menos, ¿no quieres pasar aquí dos días? Me encargo del resto de los gastos.

¿Qué si quería ir allí? Lo deseaba, no sé para qué, para verle y volver a casa.

El tiempo pasaba y la comida se había enfriado en el plato cuando terminamos de hablar.

No acababa de entender nuestra amistad.

Unax era y representaba lo que me gustaría ser a mí y yo resultaba todo lo contrario.

Él vivía en una gran ciudad, yo en una pequeña. 

Tenía coche desde los dieciocho años, yo bicicleta y ahora una moto a la que echaba combustible a duras penas.

Había estudiado una carrera en la universidad, un máster en otro país, imposible comparar con la FP II que yo había hecho.

Sabía inglés y francés, mi pobre inglés donde lo máximo que podía hablar era para pedir una cerveza, y el español lo hablaba mejor que yo.

Es atractivo, varonil, guapo, el mejor, y no quiero verme a mí mismo como soy.

No somos grandes amigos, de esos que siempre están juntos, que han estudiado en el mismo colegio, ido a la misma universidad. Nada de eso.

Nos conocemos desde pequeños, de vernos en el verano solamente unos meses, algunos años unos pocos días. Vivimos a sesenta kilómetros de distancia uno del otro y desde hace un año solo nos hemos visto personalmente unas horas las Navidades pasadas.

Totalmente diferentes en todos los sentidos, y, sin embargo, y pesar de ser tan distintos, tanto, tanto, me escribe wasaps, me llama por el móvil y cuando podemos nos encontramos, casi siempre para contarnos como transcurre nuestra vida, la mía que cabe en una hoja de papel y la suya con la que se puede escribir un libro.

Quería verle, vaya que quería y también me ilusionaba el viaje, le pediría mi madre algo de dinero y sabiendo para lo que era me lo daría, Unax siempre la había gustado y solo veía en él cosas buenas.

De pequeños y durante el verano nuestras madres se veían en el pequeño parque del pueblo, jugábamos sus hermanos, otros niños y yo. Ellas no eran amigas al principio, pero simpatizaron.

Ellos tenían un chalet muy bonito y nosotros vivíamos en una urbanización vulgar y corriente, aunque tenía piscina, a veces nos invitaban a la suya y nosotros también lo hacíamos.

Así fue pasando nuestra niñez, adolescencia y juventud. Ahora éramos hombres viviendo en un mundo difícil y complejo sobre todo para mí.

Unax tenía siempre las chicas que quería, casi todas ellas se morían porque las hiciera caso y conseguía que le masturbaran y chuparan la polla, no presumía, era cierto en lo que yo podía ver.

Por mi parte siempre quise ser una de esas chicas con las que él estaba, sí, mi amigo me gustaba y lo sabía con certeza desde que teníamos trece años, ese día que fuimos a las piscinas municipales por una celebración que había allí.

Antes ya me había dado cuenta de que los chicos eran lo mío con todo el problema que conllevaba, la vergüenza que me originaba constatarlo, también me gustaban las chicas, pero no de la misma forma y con la misma intensidad. Unax fue hasta ese día mi mejor amigo de verano, luego todo cambió, mis sentimientos hacia él ya no fueron los mismos.

Para cambiarnos y ponernos los bañadores nos metimos en una misma cabina y entre risas y bromas nos desnudamos, me quedé sin hablar y no podía dejar de mirarlo, era extraordinario todo lo que veía de nuevo en él. Nunca le había visto desnudo completo, y ahora viendo todo el conjunto me parecía el ser perfecto. Sobre todo, me llamaba la atención lo que descubría en su cuerpo, su culo redondo y blanco contrastando con el resto de la piel, su pubis cubierto de una masa de vellos negros cuando a mí me comenzaban a nacer, una verga morena preciosa colgando junto con su bolsa escrotal morenita y donde resalaban sus huevos redondos.

-¿Qué? ¿No te vas a poner el bañador? 

-¡Oh! Disculpa.  -él estaba con su bañador puesto y yo como tonto, con él mío en la mano y con una incipiente erección que yo no veía.

-Venga, póntelo, estas excitado y van a pensar mal de nosotros. -señalaba mi polla con la mano y me puse rojo, creía que me daba algo, era lo más bochornoso que me podía pasar y él sonreía con una sonrisa de picardía en los labios.

Pensaba desde aquel momento que mi amigo me evitaba y me hablaba menos, tenía que buscar y darle una explicación que me justificara, y unos días más tarde estábamos esperando enfrente de las escuelas, sentados en un banco a la sombra de los plátanos, haciendo tiempo hasta que llegaran otros amigos y mirando a chicos pequeños que jugaban en el patio.

No sabía cómo empezar y después de los saludos nos quedamos en silencio.

-Mira Unax, tengo que hablarte de lo que pasó el otro día en los vestuarios de la piscina.  Levantó la mirada del suelo y me miró, normal, sin parecer curioso.

-No es lo puedas pensar.

-No pienso nada, sé que eres marica, o gay, o como se diga.

-Cómo puedes decir eso, es mentira, no te había visto desnudo hasta ese momento y me llamó la atención.  –me atragantaba y notaba que él no me creía.

-Arturo, a mí no me importa lo que seas, eso es cosa de cada uno, pero lo sé.

Me iba a poner a llorar de un momento a otro, los mocos resbalaban de mi nariz y se unían a las lágrimas en mis labios.  Sacó un pañuelo de papel de su bolsillo y me lo alargó.

-Límpiate y deja de llorar, te van a ver si viene cualquiera.  –me soné los mocos y me limpié las lágrimas. La había jodido bien, había perdido a mi mejor amigo. Me tranquilicé y le miré con timidez.

-¿Y ahora?…, no me tendrás de amigo y yo…, yo quiero ser amigo tuyo.

-Ya te he dicho que a mí no me importa, eres mi amigo y siempre lo has sido, seguiremos igual, tendrás que tener cuidado y que no te descubran.

Teníamos trece años y Unax razonaba como un chico mayor, muy mayor, llegaron los amigos y dejamos de hablar, no lo volvimos a hacer en todo el resto de la tarde y al anochecer le vi cuando se metía con una amiga entre el verde oscuro de las plantas para ocultarse de miradas indiscretas. En otro momento hubiera sentido celos, ahora me conformaba con que nuestra amistad no se hubiera estropeado del todo y me marché para mi casa.

Los dos días siguientes me quedé en la piscina de mi urbanización, sin salir para no verle, temía que hubiera algún tipo de rechazo por su parte. Al tercer día, a la mañana, se presentó en mi casa, mamá le abrió la puerta y les escuchaba hablar desde mi habitación. Sabía que en un momento estaría presente al escuchar sus pisadas en los escalones de madera.

-Creía que estabas enfermo.  –sonreía como siempre y vino a sentarse a mi lado en la cama, me dio un empujón con su hombro pegando fuerte en el mío y me tiro, me puse derecho y entonces fui yo el que le pegó, no con tanta fuerza como él pero se tiró como si lo hubiera sido, al cabo de un momento peleábamos entre grito hasta que me dominó y terminé rindiéndome.

-¿Me invitas a tu piscina o vamos a la mía?

-Si te quedas a comer te invito. –rápidamente se quitó la camiseta y el pantalón corto, llevaba el bañador puesto, comencé a desnudarme para cambiarme y le miré con apuro.

-No pasa nada, somos chicos, cámbiate ya.  –sonaba a una orden y lo hice con prisas, muchas prisas.

Desde entonces me vigilaba a mí mismo y evitaba todo signo que pudiera delatarme, alguna chica me masturbó la polla, nos la chuparon alguna vez la misma chica a los dos y cualquiera pensaría que los dos chicos hetero y perseguidores de niña se pasaban a veces.

No sabía lo que nos pasaba, pero durante el resto del año nos llamábamos a veces, inclusive cuando estaba en otros países lo hacía y yo siempre esperaba, inclusive cuando Íñigo apareció deseaba sus llamadas.

Íñigo, resultó alguien pasajero, unos besos, mucha ilusión puesta en él después del fracaso con dos novias a las creí querer y con las que follé, disfrutado del sexo hetero y contándole todo a Unax, nos lo decíamos todo, también él lo hacía y sus conquistas se contaban por decenas. Nunca supo que había intentado salir con un chico, fallé en nuestra sincera relación de amigos, Íñigo quería ir muy rápido y para él todo consistía en follar, no era lo que yo quería o necesitaba.

No tuve que suplicar a mi madre el dinero para el viaje. Le dije lo que Unax me había propuesto y que no tenía suficiente dinero, no es que anduvieran muy bien económicamente, papá estaba en el paro y vivían de su sueldo de maestra, los billetes aparecieron por milagro de alguna caja donde guardaba sus reservas para imprevistos.

El lunes pude enviarle un wasap para decirle que tenía el dinero y que me diera instrucciones. En ese momento estaba en Inglaterra, pero el martes a la tarde volvía a Holanda. No creía que fuera para ponerse muy contento, pero Unax, dentro de su seriedad y siendo tan inexpresivo le noté algo satisfecho, yo sí que lo estaba, luego, cuando nos despidiéramos y estuviera a solas llegarían los lloros.

El viernes al mediodía mis padres me llevaron al aeropuerto para coger el vuelo que me llevaría a Ámsterdam, estaba nervioso, a punto de sufrir un ataque de nervios al avanzar hacia Unax que me esperaba, no tuve que esperar para recoger el equipaje, total para dos días con mi mochila tenía suficiente.

Hacía menos de tres meses que le vi, aunque fueran tan solo unas horas, y me parecía distinto, hubiera saltado sobre él para abrazarlo y besarlo hasta cansarme, pero sabía que no tenía que haber mariconadas, solo cosas de chicos machotes, y alargue la mano para saludarnos como siempre, con dos palmadas de ida y vuelta.

Me sorprendió que después del choque de manos se acercara y me abrazara, un abrazo breve pero menos es nada.

-Cómo estás chaval, bueno no se para que pregunto, si te veo igual.

-Y tú lo mismo, no cambias.  –me quedé mirándole, recreándome en su persona y se echó a reír, reíamos los dos mientras me dirigía al parking para recoger su coche.

-Tenemos un poco más de una hora de camino, ¿estás cansado?

-Por estar contigo que se joda el cansancio.  –me estaba excediendo, pero él solo sonreía con aquella sonrisa pícara que a veces me dirigía.

Emprendimos el viaje, Unax no sabe holandés, total su empresa le ha enviado a estar un año aquí y no tiene intención de estudiarlo, se entiende en ingles con la poca gente que lo habla, siempre creí que aquí todos lo saben y no es así, son muy pocos los que lo hablan.

-Cuéntame cosas del pueblo. Yo iba algunas veces por allí, no está tan lejos de donde vivo, pero los amigos son mayores, casados algunos y con hijos, todo va cambiando.

Le hice reír a veces con las anécdotas que tenía para él, algunas las sabía, pero yo las repetía ahora personalmente.

-Ahora de verdad Arturo, ¿qué te pasó con Isabel, era la chica perfecta no?

-Prefiero hablar de otra cosa, ya te lo expliqué.

-Pero no las razones que tuviste para cambiar tan rápido de parecer.

-¡Déjalo!  -si le dijera la verdad, no me entendería y posiblemente se molestara.

 “Lo hemos dejado porque a pesar de que es una buena chica, guapa y folla muy bien, no termino de sentirme a gusto con ella, porque prefiero a los hombres que, aunque me reprima es lo que más me va, y por último, porque tu existes y estás aquí para recordarme que es a ti a quien quiero, que siempre te he querido”

Si lo supiera ahora ya no volvería a dirigirme la palabra. Por eso cambié la conversación y que fuera él quien hablara de sus cosas.

-¿Y tú? ¿No vas a tener a alguien en serio?  -soltó una carcajada que me hizo sonreír.

-Te has vuelto agudo para cambiar la conversación y no dar explicaciones.

-Yo no puedo adquirir compromisos ahora, sabes que no paro en ninguna parte, ¿quién iba a querer algo serio conmigo?   -yo, yo quería algo serio con él, aunque no estuviéramos juntos más que un día al año.

La casita donde vivía no parecía nada desde la calle, una primera planta con salón y cocina comedor, un pequeño jardín posterior y en el piso alto un solo dormitorio y el baño.

-No has traído mucho equipaje, el baño y el dormitorio están arriba, puedes cambiarte si quieres…, y para dormir, bueno, no hay más que un dormitorio con una cama, aunque sea grande, yo dormiré aquí abajo al lado de la calefacción.  –me señaló el sofá que tenía al lado de una gran estufa de gas imitando a una chimenea antigua.

-Ni hablar, yo dormiré en el sofá, bastantes molestias te causo.

-Que no, estas en mi casa y eres mi huésped.

-Por qué no podemos dormir en la misma cama, tú dijiste una vez que éramos chicos, ¿te acuerdas?  -yo le miraba con cara de, “pues qué bien que voy a dormir a tu lado”, y él se puso a reír.

-Tienes razón, si a ti no te importa, está bien.  –subimos a la habitación, el delante y no podía dejar de apreciar su culo tan bonito y duro que se adivinaba apretado en su pantalón.

La habitación era abuhardillada, grande y bonita con ventana a la parte trasera de la casa y una cama grande como había dicho él, el baño era pequeño, suficiente para dos personas si estaban haciendo cosas diferentes.

Tenía ganas de orinar y cerré la puerta, cuando salí Unax ya había bajado a la otra planta.

-Vamos a llevar el coche al aparcamiento, te enseñaré la ciudad que no tiene mucho que ver y luego vamos a cenar, hoy habrá más gente en los bares.

Dejamos el automóvil y estábamos cerca del centro, Unax me aseguraba que era una ciudad muy pequeña y no tenía mucho que ver, pero la plaza del ayuntamiento me encantó y el viejo molino restaurado también, la cantidad de canales que tenían se me hacía extraño acostumbrado a mi paisaje de todos los días.

-Mañana te llevaré a Róterdam o a La Haya, donde quieras, son ciudades más importantes, ahora vamos a cenar.  –Luego me daría cuenta de que el restaurante al que me llevó estaba cerca de su casa.

La cubanita resultó que, cuando llegamos, estaba lleno y tuvimos que esperar, no teníamos problemas ya que hablábamos sin parar tomando su cerveza más fuerte que la que estaba acostumbrado a beber. Sería efecto de la bebida, pero me sentía flotar escuchándole hablar, sin presumir ni hacer ostentación, de sus numerosos viajes y su trabajo del que estaba encantado.

No podía dejar de mirarle, de sentirle muy próximo, más cercano que nunca. Mis reprimidos sentimientos hacia Unax volvían a aflorar y no quería volver a pasarlo mal, pero, ¿quién se resistía a un chico así? Saludó a unos chicos que conocía y me presentó a dos compañeros que trabajaban con él. Era buena gente, pero me molestaba que nos hubieran interrumpido, lo quería para mí.

-Creo que no estoy acostumbrado a esa cerveza Unax.  –me sentía mareado, alegre y dichoso, él comenzó a reír.

-Sí que es cierto es, se sube a la cabeza muy pronto.  –me costaba subir la escalera y en el baño me lavé la cara con agua fría y la boca y oriné, Unax hizo lo mismo cuando yo terminé.

-Tápate, a la noche aquí hace más frio que en planta de abajo.

-Estoy sudando, será por lo que he bebido.  –estábamos tumbados, paralelos, sin tocarnos y de repente me golpeó con el codo, como hacíamos a veces jugando de niños, le respondí sabiendo que ahora se entablaría la lucha donde terminaría dominándome. Me miraba desde arriba senado en mi abdomen, como un niño juguetón y los años no hubieran transcurrido.

-Ríndete, estas vencido.  –respiraba sofocado del esfuerzo y pesar de ello elevaba mi cadera para hacerlo caer. Misión imposible, sujetó mis manos por encima de la cabeza, teníamos las caras casi pegadas y sentía su aliento que expelía sibilante.

Me soltó repentinamente y volvió a tenderse como estaba.  Se había roto el encanto, me sentía tan a gusto dominado, con él encima de mi cuerpo, habíamos terminado sudando y me levante para ir al baño a beber agua.

Se giró para mirarme.

-Arti, ¿me vas a decir porque terminaste con Isabel?  -Arti era como me llamaba a veces. Quizá fuera la valentía que me daba el alcohol y la necesidad de hablar de una vez y pasara lo que tuviera que pasar.

-No es lo mío.  –se elevó apoyando la cabeza en la mano y el codo sobre el colchón, sin hablar esperando que siguiera.

-Unax, me gustan las mujeres y también los hombres, recuerdas…  -habló sin dejarme continuar.

-No lo he olvidado nunca, sigue.

-Dijiste que no te importaba lo que fuera, quería saber lo que podía sentir con un chico y se lo aclaré a Isabel…, es una buena chica y lo siento por ella que me quiere de verdad, pero no puedo mentirle a ella, tampoco a mí mismo.

-Íñigo, un compañero de trabajo que me acompaña a hacer reparaciones me gustaba, debe de conocer a los homosexuales por el olor y supo que yo lo era. Terminamos por salir, al cine, a pasear, a beber.

-Esto no me lo habías contado, ahora tienes novio, es toda una sorpresa y si estás bien con él me alegro, por ti y por él, por la suerte que ha tenido.  –Unax pensaba que aún seguía con Íñigo.

-No estoy con él, lo dejamos.  –me giré para mirarle, continuaba con la cabeza apoyada en su mano mirándome un poco más alto que yo, le brillaban los ojos y se fue acercando despacio hasta llegar a apoyar sus labios sobre los míos. Me quedé quieto, asombrado, estaba soñando y aquello no podía ser cierto, pero sus labios se movían frotándose contra los míos, era cierto, Unax me besaba, suavemente pero un beso que nunca nos habíamos dado. ¿Era una prueba? ¿Quería gastarme una broma?  Empujé su pecho y cayó sobre la cama.

-¿Qué haces?  -cogió mi nuca con la mano izquierda y me aproximo a su cara.

-Besarte, cualquiera se daría cuenta. –me arrastró hacía él hasta volver a unir sus labios a los míos, a frotarlos, eran suaves, cálidos, una hermosa pesadilla, moví la cabeza para apretarlos un poco y me separé.

-¿Es una broma? Unax no me hagas esto, es muy cruel.  –en lugar de detenerse pasó el brazo por mi cintura para apretarme a su cuerpo y empezó a besarme toda la cara, desde la frene, los ojos, la nariz y volver otra vez a mi boca.

-Arti, no me río de ti, te quiero Arturo, creo que estoy preparado para podértelo decir, estoy seguro, como también de que tú me quieres.

-Es un sueño Unax, pellízcame para que despierte.  –reía levemente en mi oreja y me la mordió.

-Es real, estoy aquí, a tu lado Arti y te quiero, dímelo tú, quiero escucharlo de tus labios.  –volvió a morderme la oreja, ahora fuerte, en el cuello hasta que solté un pequeño grito por el dolor.

-Me sientes, te estoy mordiendo, dime que me quieres, dímelo.  –le abracé el cuello y comencé a llorar, a tirar unos lagrimones enormes que se me metían en la nariz cuando respiraba.

-Te quiero Unax, te amo, te quiero, sí. Muérdeme otra vez más fuerte.  –lloraba, reía y era yo quien lo besaba, ahora sabía que era cierto y me costaba reconocerlo a pesar de sentirle abrazarme y sus labios besarme ahora más fuerte y exigentes, apretando los míos y pasando la lengua por ellos queriendo abrirlos.

-¿Por qué ahora? ¿Qué ha sucedido Unax?  -me abrazaba a él desesperado, temiendo que se evaporara, no entendía nada.

-En Navidad, ¿recuerdas? Fuiste a mi ciudad a comprar.

-Iba por verte, no compré nada, tampoco entonces tenía dinero, pero sí para el autobús.

-Lo sabía, yo también quería verte, te necesitaba Arti, te lo iba a decir y otra vez fui cobarde y cuando el autobús arrancó quería correr detrás de él y retenerte, como otras veces mi decisión llegaba tarde.  –me acariciaba la espalda mientras me besaba en la frente.

-No quiero perderte y tenía que decírtelo, te gustan los chicos y cualquier día me encontraría que estabas con otro. No me habías dicho lo de tu compañero de trabajo.

-Te amo a ti Unax, siempre te he amado, los demás solo me gustan, ¿a ti también te van, ¿no?  -me separé para sonreírle con picardía.

-No Arti, a mí no me gustan los chicos, me gustan las mujeres y tú, hasta ahora solo tú y siempre te he querido, aunque no lo quisiera reconocer te amaba, me sentía bien a tu lado y creía que era pura amistad, no era cierto, me engañaba y era lo correcto ser solamente amigos.

-Sin mariconadas.  –se puso a reír.

-Era un tonto. Ahora lo sé, lo he pensado mucho, muchísimo Arti, ya sabes cómo soy y esto es lo que siento, lo mismo que tú.

Nos seguíamos besando acariciando nuestros cuerpos, nos habíamos quitado la ropa, nos mirábamos nuestros cuerpos de hombres hechos, teníamos veintisiete años, con vello en el pecho los dos, él más que yo. Estábamos muy bien aún, Unax magnífico, acerqué la mano para tocarle con temor el pene.

-Puedes hacerlo, es tuyo, mira cómo te llama. –sonreía ante su gracia. Tenía una verga preciosa, recta, toda ella igual hasta el glande que era más gordo, rojo púrpura, estaba excitado y le salía una gota de precum en la boquita de otro rojo. La cogí, me encanto sentirla en mi mano. Era la primera polla que agarraba aparte de la mía. Comencé a pasar mi mano por su tallo, subiendo y bajando el pellejo, acariciándole los testículos que me parecieron grandes y pesados.

Todo era una novedad para mí y me excitaba hasta el punto de que mi cuerpo temblaba.

-Yo también quiero tocar la tuya, hagamos un sesenta y nueve. Entendí que tenía que chupársela, deseaba hacerlo y tenía miedo la vez, de hacerle daño, de decirle que nunca lo había hecho y no sabía cómo hacerlo.

-Tienes que enseñarme, no sé chupar una verga.  –dejó salir una risa loca que me puso rojo.

-Pero has estado con ese compañero tuyo, ¿qué pasa Arti?

-Nunca hicimos nada, ni le he visto la polla, menos tocársela o chuparla.

-Entonces estamos igual los dos, será diferente que mamar un coño, pero eso lo aprendimos y esto no se nos resistirá.

Y poco a poco, las ganas, el deseo, el instinto nos guiaban, eran suficientes motivos para la primera vez, todo resultaba diferente a hacerlo con una mujer, su verga resultaba deliciosa, ese trozo de él que penetraba en mi boca me encantaba, me gustaba mucho, había probado mi precum y el suyo me sabía mejor, alguna vez nos arañábamos con los dientes pero no importaba, nuestros deseos no morían por esas pequeñeces, volvíamos a insistir a probar hasta que los dos suspirábamos y teníamos las pollas a reventar de duras.

Había realizado un viaje para conocer un país y…, no, realmente había venido para verle a él, no salimos de casa para nada, no comíamos más que lo imprescindible para no desfallecer, teníamos que conocernos en otros aspectos más placenteros, aprendimos a mamarnos las pollas, hicimos el amor como hombres, me desvirgó, con paciencia, con dolor, con placer y quedó claro que por ahora él no me la iba a dejar meter, solamente fue una vez la que me penetró porque mi culo resultó herido por su flecha del amor, muy herido y teníamos que dejar que mi ano se pusiera bien. No nos importaba, nuestras bocas estaban para darnos placer.

Recogía mis pocas pertenencias en la mochila, solo había usado un slip y una camiseta, me había sobrado la ropa. Terminé y nos sentamos en el sofá del piso inferior, al lado de la enorme estufa.

-¿Y ahora qué Unax?

-Ahora no tendrás que buscar más, me tienes a mí, nos tenemos, nos veremos siempre que podamos y esperaremos un tiempo hasta ver cómo se resuelve mi situación.

-Deseo que vivamos juntos, nos estamos haciendo mayores y no sé si está bien, pero…, ¿Arti quieres ser mi novio?  -se había puesto intensamente rojo, yo también.

-Unax, eso es una mariconada.  –nos abrazamos entre risas.

-Quiero, si que quiero.

No teníamos que facturar equipaje y comimos para calmar nuestros estómagos que rugían hambrientos, me cogió de la mano para pasear por la terminal y retrasamos el momento de embarque hasta el último segundo.

-Te tienes que marchar Arturo, vas a perder el vuelo.

-No quiero irme Unax, no quiero.  –resultó un terrible regreso con llanto que tenía que disimular tapándome a veces la cara, y para cualquiera que me viera, le resultaría muy extraño ver a un chico llorar y sonreír a la vez gozoso.

Fin

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