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Categoría: Parejas

GUERRA DE SEXO

Que fatídicas son las tardes y las noches en que una debe recibir alguna visita no esperada y sobre todo si no la desea. Recién habíamos llegado de regreso de la casa de mis padres cuando tocan a la puerta, yo estaba muerta del cansancio, eran nada más y nada menos que Leandro con su insoportable esposa Judith que venían a hacernos la visita. En esos momentos quise que la tierra me tragase, además del cansancio por lo insoportable de aquella mujercita. Leandro no, era una bella persona, muy jovial, solícita y cariñosa con todos.
Como estamos en tiempo de verano Judith venía ataviada con una vestimenta bastante ligera y atrevida, logrando que yo, con cierto aire venenoso le preguntara a Leandro que como le permitía salir así de su casa. Me respondió que ya habían platicado acerca de eso y su desacuerdo, pero que ella lo había convencido pues no irían a otra parte que a nuestra casa y de cierto modo estábamos como en familia. Jaime, mi esposo no le quitaba la vista de encima, no desperdiciando momento alguno para halagarla y decirle lo bien que le quedaba aquella ropa. Aquella situación ya me estaba poniendo un poco histérica, Leandro se percató de ello y tiràndome un brazo por encima me llevó para la cocina para preparar algunas cosillas que habían traído. Mientras preparábamos los tragos sentí hasta deseos de echarle veneno en el de ella.
A pesar de las cosas que me decía Leandro jaraneando conmigo la molestia no se me quitaba, allí estaba Jaime con ella en la sala riéndose a carcajadas de todas sus pesadeces y las boberías que hablaba.

--Oye Maura…no le hagas caso, haz como yo… ¿o es que estás celosa?—.

Diciendo esto lanzó una enorme carcajada y continuó con los preparativos. En esos momentos la sangre me hirvió por dentro, ¿cómo iba a estar celosa yo de aquella rubia teñida y con veinte defectos?. Ya quisiera ella parecerse a mi por un día de fiesta.

--Mira Maura, hagamos una cosa, ahora cuando terminemos de preparar éstas cositas, subes a tu cuarto y te vistes bien chula y sexy para que le demuestres a Jaime la mujercita que tiene.

Me quedé pensativa por unos momentos y me agradó la idea de Leandro, no esperé siquiera a terminar con los preparativos, subí las escaleras corriendo a vestirme para la ocasión. Busqué entre mis cosas que ya casi no utilizo un vestido que me quedaba súper corto, nunca me lo ponía porque Jaime decía que eso era un descaro ponérselo. Para la ocasión nada mejor. La tela era de un jersey muy fino que casi se trasparentaba todo, de verdad que era demasiado provocativo, busqué en la gaveta la tanga que más pequeña me quedara y hasta lo pensé dos veces para ponérmela, casi no me cubría ni los vellos de la chocha y las nalgas ni hablar, por detrás parecía que no tenía puesto nada. Me hice un peinado alzado también bastante exótico y el toque final fueron mis zapatos altos tacón de aguja que en más de una oportunidad me habían piropeado porque destacaban mejor mis piernas. Después de pintarme un poco, que lo hice también con su grado de exageración para que se destacaran mis pulposos labios me perfumé y pedí a Leandro que subiera un momento a la habitación. Me escondí en el cuarto de baño y cuando escuché su voz llamándome, aparecí de sorpresa. Leandro quedó boquiabierto, los ojos querían saltar de sus pupilas, inmóvil me miraba de arriba abajo sin perder un solo detalle. Cuando di la vuelta modelando para él, sentí como tragó en seco, sus mejillas enrojecieron. --¿Cómo estoy?—. Tuve que esperar unos segundos para escuchar su respuesta, debía darle tiempo a que se repusiese.

--¡Estás fenomenal…encantadora…bellísima…súper sexy. A Jaime le va a dar un infarto cuando te vea bajar—.

Mi vista, indiscreta como siempre se dirigió a las entrepiernas de Leandro y se le marcaba un buen bulto. Mi vestimenta había logrado impresionarlo ¡Y de que manera!. La tentación era demasiada y cuando salíamos de la habitación como por casualidad rocé su bulto con mi mano y la tenía durísima. Tuvo que esperar a calmarse para poder bajar. Cuando comienzo a bajar y miro para el sofá, Jaime y Judith estaban a tal distancia que poco faltaba para darse un beso.

--¿No me ayudas a bajar amor?—.

Le dije a mi esposo parada al final de la escalera, casi se asustaron separándose de inmediato, había culpabilidad en sus rostros, pero ellos iban a saber quien soy yo cuando me propongo algo. Jaime saltó del sofá como si le hubiesen dado candela en el culo, me miraba una y otra vez.

--¿Qué forma es esa de vestirte Maura?—, --¡Quítate todo eso inmediatamente, pareces una puta barata!—.

--¡No seas ridículo hombre…Maura así está preciosa, nunca la había visto tan hermosa y radiante!—.

Aquellas palabras aumentaban más su ira, las venas del cuello querían explotarle, cerraba sus puños con fuerza mientras me miraba y observaba como Leandro me contemplaba.

--¡Oye…deja esas boberías que hasta ahora tu has estado mirando a mi mujer y yo no he dicho nada.. ¿o tu piensas que yo soy bobo o tarado?, ¿Qué no me fijo en las cosas?.

Un cubo de agua fría le cayó encima al escucharlo y volvió a sentarse en el sofá. Tomándome del brazo Leandro me ayudó a bajar las escaleras, ahora Judith era la que estaba que echaba chispas.

--¿Parece que ustedes dos se entienden muy bien, verdad?—

Soltamos una carcajada y terminamos de bajar las escaleras, fuimos hacia la cocina por las cosas que habíamos preparado. Como ellos estaban sentados en el sofá Leandro se sentó en uno de los butacones y yo comencé a colocar los platillos en la mesa de centro. A toda intención, di la espalda a Jaime y al doblarme para colocar los platillos le mostré por entero mis nalgas, para que se fijase bien en lo que tenía puesto. Sus venas nuevamente se alteraron y la cara se le puso roja como una manzana. Le serví a Judith y su mirada eran espadas tratando de atravesarme, yo me divertía con toda aquella situación. Al colocar el platillo de Leandro tuve obligatoriamente que darle la espalda y también le di la oportunidad que observara mis nalgas. Después me senté en el otro butacón mientras tomaba el trago que habíamos preparado. Nadie pronunciaba una sola palabra. Indiscutiblemente que aquello era una guerra y hasta ahora yo llevaba la mejor parte.
Leandro para romper aquel silencio comenzó a hacer cuentos de doble sentido, bastante malos por cierto y yo para darles en la cabeza me reía como una verdadera entupida. También hice uno que otro cuento, un poco más subiditos de picante y Leandro me elogiaba. Ellos permanecían inmunes, serios, entonces Judith tuvo la fatal idea para ella de acercarse más a Jaime y decirle algo al oído que lo hizo reír estrepitosamente. Leandro y yo nos miramos y también nos reímos.

--¡Si quieres guerra vas a tener guerra!—, me dijo Judith en tono amenazante mientras acercaba su cara a Jaime y le daba un beso en la boca.

El pobre Jaime no sabia que hacer, aquello lo había tomado por sorpresa y solo hacía mirar a Leandro y después mirarme a mi como buscando una respuesta a aquella reacción de Judith.

--¡Bueno Judith…tu lo has querido así y vas a tener guerra!—. --¡Bésalo todo lo que quieras, digo… si Leandro no se opone!—.

Leandro de inmediato comprendió mis palabras y se encogió de hombros indicando que no le interesaba en lo más mínimo lo que ella hiciese. Esto la molestó un poco pero se notaba decidida a continuar con su juego. Tomando una mano de mi sorprendido esposo la colocó sobre sus piernas y la movía de arriba a abajo como animándolo a que siguiera su juego. Nosotros sólo los contemplábamos observando hasta donde serían capaz de llegar. Me levanté a servir los vasos nuevamente y al pasar junto a Leandro hice el simulacro de que el tacón se me había enredado con la alfombra y caí sentada justo encima de él, claro, me levanté de inmediato pidiéndole disculpas y continué hacia la cocina. La hielera se había atascado y pedí a Leandro que viniese en mi ayuda, juntos tratamos de extraer el hielo y cuando se colocó detrás de mí para ayudarme recostó su verga endurecida contra mis nalgas, sentí en ese momento un escalofrío que me recorrió el cuerpo de los pies a la cabeza. Aquel juego se estaba poniendo peligroso y Leandro no perdía oportunidad.
Yo se bien que no le soy indiferente, pero nunca antes lo había demostrado de esa forma, el a mi también me simpatiza bastante, no lo puedo negar, tiene muy buena figura y su corpulencia atrae a cualquier mujer. Cuando salíamos de la cocina Judith y Jaime se encontraban abrazados y unidos en un largo y jugoso beso, dimos unos pasos hacia atrás para no interrumpirlos y Leandro se volvió a recostar a mí. En esta oportunidad me hice cómplice y movía mi cintura de un lado a otro para sentir su verga, cuando observamos que se habían separado entramos a la sala y volví a colocar los vasos como la vez anterior, me tomé más tiempo cuando colocaba el de Leandro y moví mis caderas de un lado a otro, al parecer no se pudo contener y plasmó un beso en cada una de mis nalgas. Jaime se puso de pie pero Judith tomándolo por una mano lo obligó a sentarse nuevamente. --¡Déjalos, no seas bobo, ellos quieren guerra y van a tener guerra!—.
Me pareció que aquellos besos de Leandro en mis nalgas habían ido más allá de lo imaginado, pero sinceramente que me gustaron. El contacto con su verga en la cocina y ahora éstos besos en mis nalgas, comenzaron a excitarme, todos se dieron de cuenta pues los pezones se me endurecieron, el vestido era muy fino y no llevaba sostenedor. Jaime clavó su vista en ellos y me miraba con soberbia. Aquello continuaba subiendo de temperatura y Judith quiso tomar ventaja, tomando una mano de Jaime la introdujo por debajo de su blusa para que le acariciara las tetas. Él, prestándose a su juego comenzó a acariciárselas y a jugar con sus pezones. Pero ocurrió algo no previsto por ellos que los dejó paralizados. Leandro pidió a su esposa que se quitara la blusa para que resultara más fácil. Ella, molesta por esta reacción de su marido de un solo tiròn se sacó la blusa, tampoco traía sostenedor, no se puede negar que tiene unas tetas muy bonitas y firmes, bastante parecidas a las mías, y ya sus pezones también estaban endurecidos.

--¿Mi amor, por que no aprovechas y se los chupas como me haces a mi, yo estoy segura que Leandro no se disgustará por eso?—.

Excitado como estaba comenzó a chuparle las tetas a Judith y ella se acostó en el sofá para disfrutarlo, ya aquello no era un simple juego, lo estaban disfrutando de verdad. Tan atareados estaban en su faena que decidí hacer lo mío también, aquella verga de Leandro de había excitado bastante y deseaba probarla, sentirla entre mis manos. Poniéndome en pie desabotoné mi vestido y lo dejé caer al piso quedando frente a Leandro únicamente con mi minúscula tanguita. Arrodillándome entre sus piernas le corrí el zipper del pantalón y saqué aquella polla de su encierro, ya estaba húmeda por la excitación, comencé entonces a acariciarla hasta que me la llevé a la boca. Que gusto, que placer estaba sintiendo con aquella verga completa en mi boca, la de Jaime jamás podría compararse con ella, era más pequeña y delgada, mientras se la chupaba la batía con fuerza de arriba abajo, le pedí no fuera a venirse para disfrutarla mejor, el me acariciaba el pelo, cosa la cual me gusta mucho y me excita bastante.
Mi marido continuaba extasiado con las tetas de Judith y no había reparado en nosotros, no se había percatado de lo que estábamos haciendo. Insté a Leandro se quitara la ropa para estar más cómodos y después de hacerlo me pidió que me sentara en el butacón, abrió mis piernas y con su lengua comenzó a jugar con mi clítoris, esto provocó que tuviera mi primer orgasmo casi de forma involuntaria. Su lengua poco a poco se iba metiendo dentro de mi, ¡que bien lo hacia, era todo un experto mamando!. Terminé por sujetar su cabeza contra mi chocha para sentirlo más adentro de mí cuando comenzaron mis jadeos y mis suspiros, fue entonces que Jaime y Judith se percataron de lo que hacíamos, nos gritaban puercos, puta, degenerados y otra serie de improperios que para que repetirlos. Haciendo caso omiso de todo lo que decían Leandro continuó chupándome la chocha, ya mis líquidos comenzaban a correr por su boca.

--¡Así muñequita mía, dame toda tu leche bien calientita para sentirla en mi boca y tomármela, no seas malita, dámela toda!—.

Sus palabras me excitaban cada vez más mientras su lengua me hacía sentir los placeres más exquisitos de mi vida.

--¡Tómala papacito lindo, toma tu lechita especial que te voy a dar, gózala ahora que está bien calientita…así…asìiii…mámamela coño, sàcame la leche coño…sàcamelaaaaaaaaaaaaa…. Méteme la verga ahora que no aguanto más, métemela para que me saques toda esta leche vieja que tengo adentro coñoooooooo….

Leandro me la metía y me la sacaba con una potencia increíble, tenía la sensación de que saldría por la garganta de un momento a otro, cada vez que la metía la sentía dentro de mi estómago. Judith y Jaime estaban como bobos contemplándonos follar sin pronunciar una sola palabra. Leandro haciendo alarde se su fortaleza poniéndose de pie me cargó y yo con las piernas alrededor de su cintura, abrazándolo fuertemente sentí como aquella verga entraba y salía cada vez con mas fuerza y rapidez.

--¡Ahora muñequita linda…ahora vamos a venirnos los dos juntos…quiero que pruebes mi leche, te la voy a dar desde el fondo de mis cojones…así… así… muévete duro coño, muévete, clavate hasta los cojones y dame esa leche.

La leche que me había sacado con anterioridad permitía que su verga entrara y saliera con mucha facilidad, haciendo un ruido húmedo, chapoteando cada vez que me la metía.

--¡Ay madre mía que cosa es esto…creo que me voy a morir de tanto gusto y placer!... ya voy a venirme…ya…ya viene…ya viene…cógela que es toda para ti solito, así…así… dame más duro que me vengoo… me estoy viniendooooooo!!!!!….

--¡Así mi muñequita, así, ya siento como me corre por la verga, coje la mía cójela…cojelaaaaaaaaaaaa coñoooooo…..

Sentía como los chorros de leche pegaban en el fondo de mi vagina, parecía una manguera echando agua dentro de mi, mi cintura se movía en todas direcciones, subía, bajaba, finalmente nuestras bocas se encontraron y mientras las lenguas se entrelazaban sentía salir los últimos chorros de aquella formidable verga. Solté mis piernas de alrededor de su cintura y muy delicadamente me puso sobre la alfombra, por entre mis piernas corría la abundante leche que había puesto dentro de mi, yo las apretaba para no perder una sola gota.
Juntos fuimos al cuarto de baño a ducharnos y cuando regresamos, todavía desnudos, pasamos por la cocina y nos preparamos unos tragos, Leandro no perdió oportunidad de volver a recostar su verga contra mis nalgas, pero tuve que echarme a reír, pues la tenía en total relajamiento, no era para menos después de la follada que me dio.
En la sala, sentados en el sofá, mirando al piso y al techo estaban Judith y Jaime, en sus rostros se reflejaba la derrota. Leandro, situándose a mi lado con su mano alrededor de mi cintura les preguntó a que esperaban para echar un buen polvo como nosotros, tenían toda la libertad del mundo para hacerlo y no debían perder la oportunidad.
Judith como mujer osada y atrevida poniéndose de pie terminó de quitarse la ropa, tomó por un brazo a Jaime y poniéndolo de pie le quitó su ropa, él no reaccionaba, estaba como atontado. Se sentó nuevamente en el sofá y la mujer de Leandro con bastante trabajo trataba se meterse la verga en la boca, su flacidez le hacía bastante difícil la tarea. Leandro se sentó en el butacón y yo encima de él observando todo lo que hacían. Al fin la verga de mi marido empezó lentamente a endurecerse, al cabo de unos minutos se encontraba en su punto máximo de erección, la chica había logrado su objetivo. Jaime comenzó a excitarse y sin dar tiempo a nada sus chorros de leche bañaron la cara de Judith, no habrían transcurrido ni diez minutos. Nuevamente su verga perdió la erección. Desconsolada comenzó a llorar y a golpearlo en el pecho con los puños cerrados gritándole que no podía dejarla así, no quieran escuchar ustedes todas las barbaridades que le decía.
Como un zombi se puso en pie y se retiró para nuestra habitación con un par de lágrimas corriéndole por las mejillas. Me tuve que levantar de encima de Leandro, pues noté que su verga se estaba endureciendo nuevamente y mi chocha en esos momentos no soportaría nuevamente sus embestidas. Le pedí bien bajito al oído que calmara a su esposa, que no la dejara con esos deseos de follar. Mientras subía las escaleras vi como la acomodaba en el sofá y comenzaba a follàrsela. Desde ese día ninguno de los dos se atrevieron nuevamente a provocarnos, la guerra conmigo es muy difícil y cuando la comienzo hasta que no la gano no me detengo.
Leandro y yo, claro está, a escondidas, hemos vuelto a follar unas cuantas veces más, de verdad que el es el hombre que sabe llegar hasta donde más me gusta que me den.
Datos del Relato
  • Autor: Plastilina
  • Código: 4819
  • Fecha: 15-10-2003
  • Categoría: Parejas
  • Media: 4.96
  • Votos: 75
  • Envios: 14
  • Lecturas: 3124
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