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Gozando con tanga y zanahorias por atrás

Una noche, recaliente mirando pajas, culeadas y orgías gay, cross y trans, nuevamente fui a buscar una zanahoria gruesa y una tanguita blanca. Me puse la bombacha, sintiendo el hilito meterse atrás, y me senté sobre la zanahoria. El pedazo entre mis nalgas y la punta rozando mis bolas me mojó el glande.



Hasta hace poco, gozaba masturbándome con fotos, videos y dibujos de putitas y chicas porno, hasta que la calentura me llevó a páginas de travestis. Al rato tuve ricas acabadas mirando cuerpos preciosos de chicas con pijas.



Sin prejuicios.



Mis pajas fueron diarias durante dos semanas. Muchas veces, dos o cuatro. Quería más. Superé mis prejuicios de sentirme marica y saqué algunas bombachas olvidadas por amantes. Me puse una tanga y me encantó. Al sentarme frente a la PC y mirar videos de trans sentí más excitación.



A varias mujeres les había dado sexo anal, y dos veces a travitas. También besos negros, incluso mutuos. Me dieron deseos de conocer que se sentía. Entonces, con la bombachita puesta, caminé hacia heladera, saqué una zanahoria, de 13 x 3; la limpié y la coloqué en el medio de la silla.



Antes de sentarme, puse un video de orgia entre tres hombres bisexuales y dos trans. Luego de ver una escena en donde un tipo le mete su verga a una nena, mientras chupa otra y para su culo para recibir pija, me animé y me senté.



¡Hermosa la sensación!



Desbocado, con mis manos abrí las nalgas para que entrase todo el hilito y la zanahoria. Paradójicamente, recaliente, mi pene había bajado pero largaba juguitos pre seminales. Los recogí con mis dedos, lamí un poco, y el resto embarduné la zanahoria. De ese modo, la pasé por mis bolas, perineo y costados del orto.



Levanté mi culo abierto, corrí la telita, puse la puntita de la hortaliza en mi agujero, y empujé. Di un grito de dolor. Apenas había entrado cinco centímetros y sufrí. Aguanté. A los pocos segundos pasó el dolor, la pija se me levantó sin tocarla y empecé a disfrutar.



Mejores pajas



Desde entonces, cuando me masturbaba, me ponía alguna tanga y me tocaba el ano, metiéndome como mínimo algunos dedos. Si tenía tiempo, me sentaba sobre una zanahoria. Un fin de semana, empecé a mirar porno a las 20 y, con breves siestas, estuve gozando hasta las 17 del domingo. Usé cinco bombachas, siete zanahorias y tuve 14 acabadas… El último día tenía todo el cuerpo pegoteado con leche.



Así llegué a la noche que conté al principio.



Estaba decidido a clavarme, a hundirme hasta el fondo una zanahoria. La elegí de tamaño similar a mi pija, 18 x 4,3 centímetros. En realidad medía 24 cm, pero a la altura de los 18 le crucé un alambre a modo de tope.



En el escritorio de la PC tenía tres tangas, un frasco de crema, muchas servilletas de papel. Para calentarme me calcé una bombachita blanca y, mientras miraba videos de trans culeadas, moví mi culo sobre la zanahoria.



Una hora después, tras sacarme la prendita femenina, pasé crema por la pija, bolas, perineo, muslos y culo.  Me cambié de tanga y, parado, metí el dedo medio izquierdo en el orto. Entró todo. Gimiendo, me mandé tres dedos.  Estaba listo…



Al fondo…



Puse más crema en todas partes y en los dedos dentro del ano. Abrí las piernas y coloqué la punta de la zanahoria. Y empuje. Grité, pero sin detenerme la sentí resbalar y entrar dentro de mí…  Cuando el tope tocó mis nalgas, me detuve. ¡Tenía un pedazote adentro!



Ya no me dolía, estaba disfrutando, así que giré la verga trucha, en tanto abría y cerraba los músculos del ano.



Pensé cuanto tiempo había perdido sin gozar de este modo. Si bien los hombres no me atraen, me di cuenta lo hermoso que sienten los gays pasivos, cross y trans.



Con el vegetal clavado en mi fondo, cuidadosamente, me senté. La presión logró arrancarme un quejido, pero en el acto volvió el hermoso placer anal.



Ya acostumbrado a tenerla dentro, comencé a subir y bajar el culo, imitando los movimientos que veía en una película donde una trans se cogía un hombre. Enseguida logré moverme mejor, sacaba casi toda la zanahoria y me volvía a clavar, mientras decía incoherencias…



Estuve más de 20 minutos gozando de este modo, hasta que me llegó una sensación inédita: cosquillas en el vientre y vientre y, sin tocarme la pija, empecé a largar chorros de leche.



Los dos primeros fueron tan vigorosos que llegaron al teclado, mientras que los restantes fueron a mis muslos, bolas, silla y piso…


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