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Categoría: Incestos

Esto es la vida

La vida no es la historia rosa que unos quieren escuchar y que a otros les gustaría contar.

Soy contador de profesión. Me dedique por completo al trabajo y confieso que descuide a mi familia sobre todo a mi mujer. Mi hijo mayor encontró el amor y se casó muy joven, a pesar de mi renuencia. Daniela mi hija menor, nació muchos años después de su hermano y por lo tanto no pudo jugar con su hermano ni crecer al lado de él y ser cómplices de juegos y pillerías. A ella le toco la época difícil de mi divorcio. Elena tenía tiempo que me trataba con indiferencia pensé que eso era normal pero me equivoque el amor entre los dos no fue igual yo le seguía adorando, pero ella a mí no. Note su cambio pero nunca le pregunte que pasaba, soy humano y también tenía mis necesidades físicas y cuando mi libido me exigía desahogo Elena siempre tenía un pretexto o simplemente se fingía dormida.

Soporte esa tortura sin reclamar mis derechos conyugales, cientos de noche no podía dormir mi cuerpo moría de deseo por disfrutar sus encantos. En cambio ella dormía roncando como si la vida terminara la cerrar sus ojos. Cambie de táctica si la noche no era de su agrado tal vez por la mañana antes de levantarnos, pero tampoco tuve éxito, simplemente no respondía a mis requerimientos. Nuestra convivencia se fue haciendo inexistente. Fue un día que era muy significativo en la vida de ambos cuando todo se fue a la desgracia. Daniela tenía ya 18 años, y también una preferencia por mi persona que destacaba y molestaba a mi mujer. Por esos no me extraño que al separarme de mi mujer decidiera quedarse a mi lado. Nuestro aniversario de bodas, el motivo, quise hacer el intento por salvar nuestra relación. Prepare una cena fuera de casa en un buen restaurante. Buena comida y un ambiente que a mí en lo personal me pareció muy romántico elegí una mesa apartada donde pudiéramos escapar de miradas indiscretas.

Recordarle cuando enamorados buscábamos el amparo de las penumbras para prodigarnos caricias íntimas. Esas caricias tan gratas y que un su momento nos hicieron tan felices. Como olvidar nuestros besos en la sala cinematográfica. En especial la ocasión que sin poder contenerme metí la mano dentro de sus pantaletas. Donde sentí por primera la suave humedad de su vagina. O aquella noche cerca de su casa cuando locamente logré convencerla de quitarse sus calzones. Y esa manera tan incómoda intentar penetrarla sin lograr conseguirlo. Aspiraba con mucho anhelo regresarla aquella noche a mis brazos y volverla loca de placer como tantas veces lo había hecho. Y olvidar por completo aquellas noches en aprovechando que estaba loco de deseo la hice mía sin que se diera cuenta. Y cuando se negó rotundamente y tuve que recurrir a la masturbación, y llegue a odiarla por negarme ese indispensable al cual tenía derecho y ella obligación de procurármelo, no sé porque me ilusiono tanto si me di cuenta que aceptó de mala gana. Fue fracaso cuando le abracé y la estreché contra mi cuerpo me rechazo abiertamente y me pido regresar a casa. Ya en casa me ofreció una taza de café, no deseaba tomarlo pero en un acto de buena voluntad decidí acompañarla llegó al comedor acompañada de dos pequeñas tazas. Había silencio pero sentí que Elena deseaba decirme algo. Me miraba como estudiándome calculando la situación. Aclaro su voz, siempre he pensada que esa expresión es falta de seguridad como para tomar valor, así fue porque la voz de Elena sonaba insegura.

—Alex… tengo que decirte algo.

—te escucho tienes toda mi atención.

—Yo… quiero el divorcio —dadas las circunstancias no me sorprendió me dolió mucho pero era algo que ya esperaba.

—lo tienes te vas o me voy.

 —me voy, es lo justo soy yo quien está pidiendo salir.

—y también quien hará el papeleo Elena. Por favor.

—si no te preocupes.

—bueno pues duermo aquí en sala, te sedo la recamara después de todo será tu última noche.

—puedo dormir con Daniela.

—no, no la molestes por favor, ¿se va a ir contigo verdad?

—no lo sé, te parece bien que ella lo decida.

—está bien que ella lo decida, Elena… ¿Qué fue?

—no lo sé.

--hay otro verdad.

—si. Y te lo digo para que lo enfrentas tal como es.

No hubo otro encuentro en casa con Elena no sé a qué hora se fue pero al salir a trabajar era Daniela quien me preparaba el desayuno. Mi joven hija parecía haber crecido más de dos años durante aquella noche, de pronto me di cuenta que sus formas ya no era las una de niña las. Estas me hicieron olvidar el momento que angustiado vivía. Su sonrisa fue la luz que alumbro mi nuevo día.

—hola papá está listo el café.

--gracias hija creo que debemos hablar.

—no te apures mama hablo conmigo anoche me dijo que se separan y que si quería irme con ella pero lo dijo tan falto de emoción. Pero esa no fue la razón para quedarme contigo la verdad me sentiría incomoda con su nueva pareja.

—¿te lo dijo?

—sí, y no estoy de acuerdo

—a mi dolió hasta el alma pero no puedo detenerla, y ahora que pienso en su traición menos que nunca.

—Te entiendo pero ser mejor olvidarse de esas cosas

—va a ser algo difícil para mí, en este momento me falta motivo para seguir luchando de pronto las cosas no son como uno las hace, anoche intente revivir nuestro amor. Pero no basto con que yo lo deseara, ella ya no lo deseaba. Se veía en su rostro. En ningún momento mostro la alegría que sentía de estar conmigo. Lo lamento.

—no te atormentes hiciste lo razonable, lucha por superarlo.

—tengo que intentarlo.

—si, hazlo por mí porque yo te adoro papi.

Daniela me abrazo con mucha ternura y toda la energía que le daba su juventud. Pero aquel abrazo tan estrecho despertó en mi por completo la sensación de que mi chiquilla se había convertido en toda una mujer, aquella hermosa niña que había corrido frente a mi sin despertar mi malicia ahora sin querer lo estaba haciendo, su cercanía me perturbo, el calor natural y el juvenil aroma de su cuerpo, provocaron en mí una sensación para mi desconocida. Me aparte sentí nauseas de mi respuesta ante su solidario apoyo. Quise convencerme de que no había sucedido aquello pero una fuerte erección me ubicó en la realidad. En primera instancia sentí temor, pero ante mi sorpresa este desapareció y dio paso a un descarado deseo por mi linda muñequita, pero ni soñando podía aspirar a ello por dos razones que me aplastaron. Se trataba de mi hija y además no iba a fijarse en un viejo cuarentón como yo. Siempre he tratado de caminar en la vida mirando lo posible y lo contrario. Y lo más conveniente era dar carpetazo al asunto. Lejos estaba de imaginar que eso era solo el principio de una punzante situación. La vida transita y hay que continuar en ella, de momento la prioridad fue mi divorcio. Dejé todo en manos Elena y solo me limite a esperar el momento de firmarlo. En ello transcurrieron 2 dos años. En los que Daniela se convirtió en toda una mujer atractiva de pies a cabeza. A pesar de ello pensé tener controlada la situación. Durante ese tiempo me hice de la costumbre de leer eso me ayudaba a superar mi estado depresivo. Una noche al llegar a casa, me extraño que toda la casa estaba en penumbras.

Estaba un poco cansado y tome una ducha después de apurar un vaso de leche. En la soledad de mi cuarto sentado sobre mi cama alumbrado por una lámpara y mis indispensables lentes leía un libro. Nunca me había llamado la atención la lectura de tema erótico pero me había recomendado uno que tuve que reconocer que era muy bueno. De pronto creí escuchar un quejido. Las paredes que dividían las recamaras era solo madera. Pasaron algunos minutos y volví a escuchar el leve quejido. Daniela era tan atenta conmigo que decidí corresponder a sus atenciones y fui a ver que le ocurría. Entre a su habitación y accione el interruptor.

—¿Qué te pasa Dani?

—me duele la cabeza papá.

Recordé al instante el cajón donde Elena guardaba sus pastillas y presuroso fui por ellas. Eran un poco fuertes Elena dormía como roca después de tomarlas, pero lo único disponible. Era imposible no echar un vistazo encontré en el cajón una foto donde estábamos los tres juntos. Quien me iba a decir que ese estúpido me iba a robar el amor de mi mujer. Un paquete de condones que no tuve oportunidad de usar con Elena. Cerré el cajón lleno de coraje y corrí. A la cocina por un vaso de agua. Daniela estaba sentada recargada en la cabecera.

—toma hija con esto dormía tu madre como una roca no sé si hará lo mismo contigo.

—gracias papá.

Ahora recuéstate y duerme hija.

—si papá, pero quédate hasta que me duerna.

—si cariño aquí estaré a tu lado.

Tal parecía que el destino se empeñaba en que yo fuera vigilante del efecto de aquel fármaco, pensé que con diferente inquietud pero me equivoqué. Al evocar a Elena recordé las noches en que me retorcía de deseo a su lado. Sintiéndome cohibido de tocar lo que me pertenecía, y enardeciendo mis instintos ante tal privación. Como la dureza de mi virilidad se tornaba dolorosa, deseando hundirse en la húmeda suavidad de su vagina. Hasta que un día aprovechando el efecto de las pastillas copulé con ella inerte, insensible. Pude constatar lo eficaz de su efecto, muchas ocasiones copulé con ella de esa forma y una vez repuesto de mí esfuerzo hasta regresé las pantaletas a su sitio. Ese era mi calenturiento y frustrado pasado. El presente era Daniela con sus frazadas cubriendo sus piernas, sus brazos destapados y su camisón de dormir dejando ver los globos opulentos de sus pechos.

Mis pensamientos me situaron en la justa dimensión, estaba realmente excitado al recordar frustradas noches de fuego intenso al lado de su madre, vi claramente las posibilidades que se abrían frente a mí, dormida Daniela sería una oveja desvalida, para un lobo hambriento como yo, después de más de dos años de abstinencia. Fueron segundos tal vez un par de minutos, los que pensé que mi actitud no era ni por mucho sana, pero que demonios si estaba solo, sin testigos de lo que estaba a punto de hacer. Los nervios me estaban matando. Sabía que el efecto de las pastillas era muy fuerte pero era más fuerte mi emoción, por eso al quitar sus frazadas y descubrir sus piernas mi dicha no tuvo fin. Era la primera vez que veía esas lindas piernas de aquella forma, piel rosada cubierta de un tenue vello claro. Su camisón corto color purpura y sus pantaletas de color amarillo tono mostaza. Delgada tela que permitía adivinar el bulto ensortijado del vello púbico. Mece mis cabellos mientras mis deseos crecían y crecían. Con manos temblorosas comencé a acariciar sus piernas de la rodilla hacia arriba, sin atreverme a tocar su sexo. Dos años habían transcurrido sin tocar una mujer y para mí era como si hubieran pasado 20. Alcancé su rostro acaricie una de sus mejillas para matar mis nervios de una buena vez. Un instante después choque mi cuerpo al acostarme junto a ella. Sentí como transmitía su calor y cerré mis ojos disfrutando tan delicioso contacto. Deslice mi mano detrás de su cabeza y enredé mis dedos en su cabello. Un segundo después besaba su frente. Sentí el suave calor de su piel sobre el frio nerviosismo de mis labios. Y aprecié como se incendiaba mi pecho. Jamás me había sentido tan conectado con alguien, Lo mostré aproximándose a la boca de Daniela que tenía sus ojos cerrados y los labios un poco abiertos. La caricia repercutió en mi virilidad. Me acerque a ella por instinto y la empujé sobre el costado de su pierna. Enseguida mi lengua invadió su boca, y bebí del dulce néctar de sus labios. Mi respiración se hiso fatigada. Jalé la tela del camisón hacia arriba y descubrí su vientre plano a perfección, destacando el relieve de su monte de venus. Deslicé mi mano por su pierna y me apoderé de su prenda íntima. Jalé de ella hacia atrás arrancándola con mis manos muy despacio. Poco a poco, se hicieron presentes un puñado de vellos castaños muy claros. Y junto con ellos un sitio profundo que en lugar de ser oscuro parecía destellar luz. Respire con toda la fuerza de mis pulmones cuando el resguardo de su tesoro abandonó por completo su sitio. Saciado con lo que observaba volví a deslizar mi mano por la pierna de Daniela, hasta alcanzar su zona prohibida. Daniela respiro profundo mientras uno de mis dedos se escurría en su interior húmedo y caliente. Me atrajo su sexo, abrí al máximo sus piernas de tal manera que quedé aprisionado entre las piernas con la boca rozando su deliciosa hendedura. Tenía un sabor acido pero a mí me sabia a dulce almendra.

Metí la lengua dentro, tan profunda que mis dientes chocaron contra la tierna carne de su vagina. Enseguida la batí haciendo remolino y sus pelitos hacían cosquillas en mi nariz. El aroma de su sexo cambio al ser mezclado con mi abundante saliva. Con mis brazos comencé a contonear sus caderas de atrás hacia adelante, y mi cabeza junto con ellas. Mecía sus nalgas con mis manos. Y lamí su sexo con total sumisión. Me convertí en su esclavo. Respiré con dificultad a causa de la presión que su vulva hacia contra mi boca y la gemir con levedad mientras mi verga ardía bajó los pantalones. Quizá involuntariamente Daniela apretó las piernas y presionó mis hombros y con ello me obligó a mantener mi cara pegada a su nidito. Después de largo espacio chupando su néctar, obligado porque mi quijada dolía abandone mi tarea y embarrando mí verga de su viscoso líquido me masturbe hasta expulsar mi leche y esparcirla toda en su poblada mata púbica. Tal como hacía con Elena volví sus calzones a su sitio y me fui a dormir relajado. El pleito legal con Elena fue más complicado de lo esperado y por ende mas tardado. Siempre he detestado las cuestiones legales más cuando ahora se trata de mi divorcio. Ahora yo más que nadie quería desvincularme de mi ex mujer. Días después de su “afortunado” dolor de cabeza y lo digo porque de alguna forma para mí fue eso un suceso muy afortunado. Porque fue algo que me devolvió la vida. Una noche luego de la cena Daniela se fue descansar a su recámara, yo me quede unos minutos más en el comedor leyendo el periódico. De pronto comenzó a llover, una lluvia intensa acompañada de fuertes descargas eléctricas. Esto me pone algo nervioso porque los grandes estruendos me asustan por inesperados. Pase al cuarto de Daniela para desearle buena noche, estaba agazapada con sus sabanas cubriendo medio rostro.

—hasta mañana hija que descanses.

—con esta tormenta lo veo difícil pero en fin, gracias ojala que tú también descanses.

—si necesitas algo no dudes en llamarme.

—y… si te quedaras a dormir conmigo.

—no mi amor sería muy incómodo.

Confieso que hasta las piernas me temblaron al escuchar la propuesta de mi hija, fue tanta mi tentación que me fui a mi recamara sintiendo crecer mi virilidad. Ya bajo mis sabanas volvió a mi mente Elena con nuestras noches plenas de amor y pasión. Por una razón que no puedo explicar comencé mentalmente a comparar físicamente a Daniela con Elena. Tal vez era injusto para mi mujer pero Daniela la superaba por mucho en belleza y sensualidad. Sin darme cuenta mi deseo por Daniela cada vez era más fuerte.

Pero ese deseo no me alcanzaba para cortejarla abiertamente. Sucios pensamientos corrían por mi cerebro imaginando de qué forma podía hacerme de sus caricias. Tome mi libro de relatos eróticos con suerte encontraba una que me excitara lo suficiente para masturbarme y poder dormir un poco relajado. Por suerte esto si ocurrió y pincho se había endurecido hasta sentir dolor. Había comprado un gel lubricante era excelente era tan viscoso que semejaba las emisiones lubricantes de la vagina. Estaba a punto de tomarlo del cajón del buro cuando se abrió la puerta de mi recamara.

—papá.

—¿Qué pasa hija?

—los rayos y truenos no me dejan dormir puedo dormir a tu lado.

Dudé un poco pero su rostro suplicante me convenció.

—está bien. ¿Te duele la cabeza?

No sé si le dolía o no y quizá para dar convicción a su petición me dijo que sí.

—tomaste la pastilla o quieres que vaya por ella a tu cuarto.

—No ya me la tomé —Daniela se veía muy asustada, creo que no quería quedarse sola incluso en mi habitación.

—Está bien acomódate lo mejor que puedas y espero no patearte por la noche. Mi turbación era tal que mis palabras temblaban en mi boca.

—espero no te moleste la luz leeré un poco más antes dormir.

Transcurrieron poco más de diez minutos, Daniela parecía dormir de costado frente a mí con sus manos pegadas a mi hombro su rostro se veía más sosegado, era yo quien cada vez perdía más la calma. Ya ni me concentra en la lectura al fijar mi vista en sus bellas facciones. Un fuerte estruendo se escuchó seguido de un rayo que destacó al suspenderse la corriente eléctrica. Después de aquello oscuridad absoluta. Deje el libro sobre el buró y me acomode para dormir. Frote mis piernas y las apreté luchando por hallar consuelo para mi hinchado órgano sexual. Ni soñando iba a poder dormir la cercanía de Daniela me inquietaba inclemente. La pastilla, si tomó la pastilla estará tan dormida como la ocasión anterior. Tenía que comprobarlo y me puse frente a ella tan cerca que su respiración golpeaba mi cara, tenía que besarla lo deseaba con toda el alma. Mi corazón latía con tanta fuerza que parecía estallar dentro de mi pecho. Y entonces rocé sus labios con los míos. Magia total estallido de pasión en todo mi ser. Que labios más suaves y delicados. Saque mi lengua los froté con ella. Creo que Daniela sintió lago porque remojó sus labios y tragó saliva. Pero por lo demás continuo quieta. Estaba dormida sin duda, nada debía temer. Ya con esa confianza la acomodé boca arriba y en eso regreso la corriente eléctrica Daniela puso sus manos en su rostro su camisón tenía un listón amarrado cerca del cuello, lo jale y este e abrió por completo hacia os costados. De nueva cuenta estaban sus encantos expuestos a mi lujuria sus pechos apenas retenidos por las escasas copas del sostén, un broche al frente de este como último bastión. Que sin dificultad pude desabrochar. La boca se me hiso agua al ver sus masas carnosas y rosadas liberadas de su contenedor. Sus pezones rosados y sus aureolas ligeramente oscuras.

Chupe sus pezones hasta dejarlos erectos y humedecidos por mi saliva froté sus globos con las palmas de mis manos levantándolos hasta elevarlos cerca de su barbilla. La frente de Daniela se veía ligeramente perlada de sudor. Su rostro seguía en aparente calma. No podía distinguirlo del todo porque sus manos seguían posadas en él. No del todo satisfecho deje de deleitarme con su pechos y comencé un descenso besando su vientre y hundiendo mi lengua en su ombligo. Al momento sentí como si Daniela hubiese fruncido, pero viendo que de nuevo se mostraba quieta continúe mi descenso. Sus pantaletas ocultaban parcialmente su vientre pero yo lo bese por encima de estas. Desde instante percibí el aroma que surgía de su zona más íntima, era un perfume embriagador que motivo aún más mi excitación. Sentí que mis ojos se nublaron víctimas de la emoción, como si una furtiva lagrima quisiera escapar de ellos. Mi mano tembló al posarse encima de su pubis, no era temor era deseo. Con esa temblorosa mano busque su rendija y comencé a deslizar sobre ella formando un surco en su prenda íntima. Mi verga punzaba como reclamando su derecho en ese tentador sitio. Era unas pantaletas color violeta. Que ante mi sorpresa comenzaron a aganar humedad.

No hice ninguna reflexión al respecto, simplemente me sentí complacido de que su vagina respondiera a mis pretensiones. Mi boca tomo el sitio de mis dedos y lamí con avidez, un minuto después baje su calzón hasta descubrir su recipiente de amor, estaba tan ocupado disfrutando de sus abundantes líquidos, pero aun así pude percibir que Daniela sacudía sus caderas muy discretamente. No pude más, aquel placer provocó que mi explosión se presentara con mucha intensidad mi verga comenzó a expulsar mi semen y este cayó en las sabanas en medio de las piernas de Daniela. Mi corazón latía con mucha fuerza, mis fuerzas habían desaparecido y me acomodé a su lado intentando recobrar mi aliento. Daniela suspiro hondamente la escuche claramente. Por más que mis pensamientos iban de un sitio a otro no sentía remordimiento por lo que estaba haciendo apague la luz y me acosté de frente a ella y la abrace. Luego de aquella noche Daniela ya no quiso regresar a su recamara siempre tenía un buen pretexto para dormir a mi lado. Yo estaba encantado siempre le recordaba lo de su pastilla y siempre respondía que ya la había tomado. Así que mi desfogue estaba asegurado, noche tras noche lamia su deliciosa trinchera, y me masturbaba antes de dormir. Leía antes de dormir según mi costumbre cuando Daniela con su camisón transparente se acostó a mi lado ya ni siquiera pidió mi consentimiento. Socarronamente o tal vez con algo de malicia le azoté cariñosamente el trasero, pidiendo que se durmiera.

—si ya tengo mucho sueño —enseguida de expresar esto bostezo.

Excitado por la lectura apague la luz, me acode frente a ella y la abracé. Si ya había entre nosotros cierta familiaridad para dormir juntos Daniela sintió mi presencia y también me abrazó. Parecía un adolescente su sola cercanía me provocaba erección. Estábamos tan apretados que no cabía un alfiler entre los dos. Su vientre pegado al mío y mi erección creciendo como marea en el mar. Daniela subió su pierna sobre mi costado sentí como su vulva se abrió de par en par y mi erección comenzó a ganar lugar en su hendedura. Dios que sensación instintivamente comencé a empujar muy despacio abriéndome paso ente los gruesos labios de su sexo por encima de sus pantaletas como deseaba tener valor y hacerlas a un lado, lo suficiente para apuntar mi verga en su orificio. Sin embargo me conformé con bombear ligeramente en la puerta de su paraíso, volví a ser un adolescente eyaculé tan rápido que no lo podía creer. Deje sus pantaletas empapadas con mi semilla con millones de sus probables hermanos embarrados, muy cerca de su sexo. Después dormí como tronco, pero desperté muy de madrugada apenas iban a ser las cuatro. Fui al baño aproveche mi insomnio para ir a orinar. Comencé a desaguar y veía el chorro caer sobre escusado, cuando un pensamiento cruzó en mi mente. Por más caliente y ocupado que estuviera Daniela de pronto daba muestras de estar sintiendo lo que le hacía y hasta ese momento no lo había reflexionado. Terminé de orinar y me di cuenta de que había forma de averiguar si Daniela dormía o no. Casi corrí hasta su cuarto y busque las pastillas. Al encontrarlas me quede pasmado, excepto la primer pastilla todas las demás estaban en su sitio. Cada vez que yo la manoseaba y cuanta cosa le hacía Daniela estaba despierta. Me senté en su cama y mi mente comenzó a volar. Me invadió una alegría que no podía contener Daniela disfrutaba tanto como yo. Ahora mismo estaba en mi cama y yo podía hacer lo que me diera la gana con ella. Sí señor. Y así será. Estaba sorprendido por aquello parte de mi desilusión por conseguir sus caricias era saber que Daniela tenia novio por esa razón se me hacía imposible que se fijara en un viejo como yo, pero descubrí que eso no era tan importante. Regresé a mi cama sumamente excitado mi garrote estirado como nunca.

Y mi corazón recobró toda su energía que había perdido al lado de Elena. Ignoro si estaba dormida o no pero al acostarme junto a ella estaba de espaldas a mi recordé con aquello como Elena se escudaba en sus nalgas para evadirme, y yo me desquitaba empujando mi verga endurecida en la ranura de sus nalgas quizá lastimándola sin poder decir nada ya que fingía dormir. Ahora no era lo mismo pero se me antojaba empujarle la verga a mi hija pero con delicadeza que sintiera mi erección palpitando entre sus nalgas y mi mano hurgando en su íntima zona. Eso fue lo que hice nada podía impedirlo y creo que ella tampoco deseaba hacerlo y lo digo porque en cuanto sintió mi verga se movió de tal forma que le dio cabida entre sus suaves nalgas. Enseguida una de mis manos evadió sus pantaletas y comencé a juguetear con sus ensortijados pelos, luego palpé hasta encontrar su fisura y deslicé mi dedo mayor en su interior. Daniela, dejo escapar un suspiro con mezcla de gemido, para colocarse boca arriba. Era cierto mi Dani estaba despierta y facilitaba mi manoseo.

Clavé mi dedo hasta no dejar huella de él y lo agité dentro en remolino toqueteando con toda mi experiencia su sensible botón, instantes después la vagina de Daniela estaba encharcada. Esta vez lo iba hacer hasta que su orgasmo la delatara. No había forma de que lo evitara soy viejo lobo y supe estimular su rugoso punto “g” Daniela comenzó a emitir gemidos leves pero evidentes, su vagina escurría como depósito de aceite con fuga, y no pudo evitar empujar sus caderas, para hacer más profunda la invasión de mi estimulante dedo. Segundos después dejo escapar un grito en el instante mismo comenzó a sacudirse por un fuerte orgasmo. Acerqué mi boca y la bese ahogando un poco sus gemidos. Una vez repuesta, Dani me beso y me y murmuro algo que no logre entender, su respiración alterada no le permitía articular bien sus palabra. Me separé un poco de ella y me deshice de mi calzón. Sin pensarlo mucho me incorporé separé sus piernas y me instalé entre ellas. Hasta ese momento logré entender lo que decía.

—¿Qué me vas a hacer papito?

—te voy coger linda, ¿no es eso lo que deseas?

—con toda el alma papacito.

Mi Dani estaba más que lista, su sexo anegado permitiría mi acceso casi sin problema. Abrí sus piernas a toda su extensión y las levanté ligeramente para que su caño quedara más expuesto. Una vez apuntado en su orificio se la dejé ir lenta y firmemente. Era una delicia deslizarme entre los pliegues clientes y viscosos de mi Dani .apreté mis ojos y la dejé ir por completo, hasta que la mata de nuestros pelos parecía solo una. Me fundí en ella dragando su ardiente ducto entrando y saliendo de el en infinidad de ocasiones. Yo empujando mi dardo con vigor y ella gimiendo de placer, me perdí en el tiempo. Dani se vino una y otra vez mientras que yo, dueño de la situación retarde mi expulsión por incontables minutos. Hasta que agotado anegue su ducto. Me quede dormido encima de ella con mi aguijón clavado en su vagina, ella también dormía, su energía también se había agotado cuando menos por el momento.

La vida me sonríe, fui despreciado vilmente por mi mujer. Pero ahora soy inmensamente feliz, no tengo remordimiento, no porque adoro a mí a mi nueva mujercita, tanto como ella a mí. La vi jugar con sus muñecas y poner su carita de felicidad, ahora la miro chupar mi verga complacida y sonriente. Nuestras noches divinas llenas de amor pasión y sexo, nada comparable con las noches de tormentosa abstinencia al lado de Elena. La panochita de Daniela siempre está dispuesta y hambrienta de mí. Al igual que yo que al solo rosarla al compartir mi cama con ella mi verga surge en erecciones potentes y ansiosas. Es increíble como encontré el amor y al lado de quien. Elena lo sabe porque yo se lo dije. Me maldijo hasta el cansancio e intento separarme de Daniela. No lo logro para suerte mía, muy al contrario reafirmo el amor que mi nena siente por mí. Dejo a su novio para dedicar toda su pasión a mi persona es algo que agradezco y me hace sentir orgulloso. El día que me lo conto creía que estallaría de felicidad su amor y su cuerpecito pasaron a ser enteramente de mi pertenencia. Fue tanto mi dicha que destape una botella de licor y tomamos un par de copas bailamos al compás de una melodía lenta y romántica y frotamos nuestros sexos llenos de deseo. El ambiente se había tornado propicio y comencé a despojarla de su ropa ahí, en la intimidad que nos brindaba la sala de nuestro hogar. El vino había hecho efecto en Daniela y sonreía por cualquier causa. Besé su cuello mientras terminé de desabotonar su blusa. Sus pechos danzaban en el mío retenidos tan solo por su sostén. Puse mi frente en la de ella y besé sus labios suavemente, sus ojos castaños brillaban llenos de deseo. Y me miraban con ternura. Nuestras bocas al juntarse se desataron en unos besos profundos y glotones. Había liberado su falda del botón y el cierre, y esta cayó al piso. La levante en brazos y la lleve a la recamara, tendida en nuestro lecho, le arranque el sujetador y las pantaletas, y la contemplé embelesado, mientras me desnudaba.

Daniela era una preciosidad con sus 18 años a cuestas, figura perfecta. Sus hermosos senos de simétricas proporciones, que me provocaban un enorme placer. Su rostro acusaba una candidez encantadora; su aliento era suave con un exquisito aroma difícil de describir como perfume de grata fragancia, y su piel fina solo comparada con el terciopelo. Daniela era consciente de sus encantos, y alzaba su cabeza con vanidad y coquetería, como solo pudiera hacerlo una mujer tan linda como ella. Al subirme a la cama Daniela abrió las piernas indicándome de que manera deseaba ser poseída. Daniela pudo observar mi largo y grueso mástil, la mata de negros pelos rizados de donde emergía, mi desafiante y rígida verga, la cabeza de forma cilíndrica que sobresalía en extremo, roja y brillante, que ansiaba el contacto con su cuerpo. Incapaz de resistir la tentación la tomó entre sus manos.

La apretó, la estrujó, y deslizó hacia atrás los pliegues de piel que la cubrían, que suave la piel de su manos y que gata sensación me producía. Mi verga engordaba y crecía más y más por efecto del excitante cosquilleo al que al que era sometida. Apenas podía soportar semejante manoseo.

—Espera un momento. Si sigues frotando de esa manera me voy a venir, será mejor retardarlo todavía un poco.

Daniela también estaba terriblemente excitada. Susurró tiernas palabras invitándome a poseerla dado el efecto que le causaba mi instrumento y su vigorosa rigidez entre sus piernas.

—quiero una abundante cantidad de leche, padre mío, sentir tu caliente descarga derramarse dentro de mí. Sus palabras que eran una súplica y la estampa hermosa de su cuerpo desnudo activaron mi deseo. Ahí estaba yo en medio de sus piernas. Contemplando el blanco y plano vientre con su adorable monte cubierto de sus vistosos rizos. Oprimí mi cuerpo contra la suavidad excitante del suyo. La cubrí de besos tiernos pero llenos de lujuria, di rienda suelta a mi libertina lengua prometiendo con ello, todos los goces posibles, mediante la introducción de mi verga en el estrecho interior de su vulva.

Daniela percibió mi peso y a la vez mi verga presionando los gruesos labios ante sala de su orificio vaginal. El deseo de mi nena era incontrolable y, comenzó a empujar con todas sus fuerzas, hasta que la punta se llenó de humedad producida por su zona intima. Daniela se relajó pude sentir como se distendieron sus labios genitales, y de un solo golpe introdujo la mitad de mi verga al interior de mi bella muchacha. Daniela perdió el control que hasta ese momento mostraba. Rodeó con sus piernas mi cintura, y provoco que mi enorme invasor la penetrara sin consideración alguna. Bese su trémulo rostro mientras mi verga se internaba totalmente en su viscoso canal. Era una dicha difícil de describir, la sensación que me causaba la presión que Daniela aplicaba a mi duro garrote y la grata estancia dentro de su ardiente canal. Mis testículos flotaban chocando incesantemente fuera de su vulva. Daniela gemía y yo la abracé con ternura mientras seguía agasajando su vagina con el trote vigoroso de mis embates. Continúe empujando.

Saboreando glotonamente la grandiosa estrechez de sus candentes pliegues de carne en los que yacía enchufado. No podía detenerme mi sensación era demasiado intensa. Besaba sus labios lleno de emoción, escuchaba su agitada respiración y sus quejas de gocé. En ese instante Daniela comenzó a balbucear y exclamar

—papito por favor empuja con todas tus fuerzas, invade con todo mi cuerpo, que estoy a punto de alcanzar el cielo.

Daniela no pudo resistir más, y me obsequió una cálida emisión que bañó la rigidez de mi verga. Imposible describir fielmente el clímax sexual de mi nena. Pero en aquel momento aplique con todo mi vigor las más fuertes y profundas estocadas. Pero aún tenía que escupir mi semen en su interior, y la sola idea inyecto fuego a mi lujuria.

Pasé mis brazos en torno a su cintura, y hundí mi verga hasta unir mis pelos con los de la vulva de Daniela. Y así entre suspiros anunciar que al fin mi leche bañaba en gran torrente las entrañas de mi hija, en medio de muestras de placer recibió los chorros que generosamente expulsaban mis partes sexuales.

Ojala mi relato sea fiel en cuanto a las cosas hermosas que sexualmente pasé al lado de mi querida hija. Porque tal vez logré excitarlos y si lo logré que bueno, consideraré un triunfo si sus vergas y vaginas dan muestra de excitación.

La vida no es la historia rosa que unos quieren escuchar y que a otros les gustaría contar.

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