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Categoría: Confesiones

"Entre dos cuerpos, una sola alma"

Desde que tengo memoria, he sido un hombre. Nací con cuerpo de hombre, fui criado como tal, y me atraen las mujeres con esa fuerza casi mágica que despiertan en mí deseo, ternura, admiración. Pero muy pronto, mucho antes de que pudiera entender lo que pasaba dentro de mí, empecé a notar algo más… algo que no tenía nombre, pero que me hablaba desde lo más profundo de mi ser.

No solo admiraba a las mujeres. No solo me atraían. Había algo más intenso, más íntimo: yo deseaba sentir como ellas. No se trataba de querer ser mujer todo el tiempo. No. Era una necesidad interior que se despertaba con el deseo, con el placer, con esa conexión que trasciende lo físico. Sentía que dentro de mí también vivía una mujer. Una energía femenina viva, erótica, suave, intensa… que quería explorar el placer desde ese lugar. Desde su piel.

Fue confuso al principio. ¿Cómo podía yo, un hombre, sentirme tan plenamente masculino y al mismo tiempo tan profundamente femenina en algunos momentos? Pero aprendí a no pelear conmigo. Aprendí a escucharme. Descubrí que no estaba roto, ni confundido. Que esa dualidad no era una contradicción, sino una riqueza.

Con el tiempo, entendí que no era una fantasía pasajera, ni una simple curiosidad. Era parte de mí. De mi identidad más oculta. Mi cuerpo, mi pene, mis músculos, mi forma de mirar… todo eso convive con esa parte que también quiere ser acariciada como una mujer, tomada como una mujer, penetrada, explorada, deseada… como ellas.

Me volví testigo y protagonista de mis propias dos pieles. A veces soy el hombre que desea, que toma, que domina. Y a veces soy esa mujer interna que se rinde, que siente cada caricia como una ola eléctrica, que gime sin vergüenza, que quiere ser tratada como he tratado a otras mujeres en mi vida.

No lo cuento a cualquiera. Esto es algo íntimo, sagrado. No se trata de etiquetas ni de definiciones. Soy yo, entero, completo, dividido y unido al mismo tiempo. Un hombre con alma dividida en dos deseos. Uno que ama a las mujeres… y otro que desea vivir el placer desde su piel.

Y en esa mezcla, en ese fuego cruzado de sensaciones, encontré mi verdad.

Porque hay noches en que me toco y no soy yo, o no soy solo yo. Siento como si mi cuerpo se desdoblara y en ese juego, me poseo y me pertenezco, siendo ambos: el que da y el que recibe. Hay momentos en que cierro los ojos y me dejo llevar, imaginando que soy esa mujer que alguna vez besé, que alguna vez abracé desnuda, y que ahora vive en mí.

Y no hay culpa. Solo entrega. Porque entendí que lo masculino y lo femenino no están peleados en mí, sino danzando. Y esa danza, a solas o con alguien, es donde soy más libre. Más yo.
Datos del Relato
  • Autor: Saimabella
  • Código: 69295
  • Fecha: 11-07-2025
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 0
  • Votos: 0
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  • Lecturas: 38
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