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Categoría: Infidelidad

En el mercado

Hola, antes que nada déjenme decirles que  soy (¿o era?) una ama de casa como la mayoría. Me dedicaba a cumplir mis labores de hogar de la mejor manera posible, arreglar mi casa, hacer de comer, educar a mis hijos, mantener contento a mi esposo, etc. Mi marido trabaja mucho y por eso no tiene tiempo para dedicármelo a mí, y la verdad, nunca me había importado porque sabía que él se preocupaba por nosotros.



Mi vida era de lo más normal, hasta que en una ocasión en la que no pude ir al mercado acompañada de mi esposo, como todos los domingos por la mañana, sino hasta el martes. Ahí cambió mi vida. Ese martes llegué al mercado normalmente. Empecé a ver lo que iba a comprar y al llegar al puesto donde compro el pescado, había mucha gente por lo que me paré lo más cerca del mismo.



Ahí estaba yo cuando no sé de donde salio un hombre que de una manera descarada me arrimó su bultote y me dio una agarrada de nalgas que me dejó sin poder reaccionar, mientras se perdía de nuevo entre la gente. Volteé discretamente tratando de ver si alguien más lo había visto y me sentí aliviada de ver que nadie se dio cuenta de lo sucedido. En ese momento me di cuenta de que me había excitado mucho el descaro de ese desconocido, pues me las había agarrado como ni mi esposo, y mientras era atendida en el puesto, empecé a fantasear sobre ese hombre, me hubiera encantado que ahí mismo en el mercado, me hubiera cachondeado muy rico.



Estaba en eso, cuando de repente volví a sentir que una mano me recorría las nalgas desde la parte baja hasta casi la cadera, al voltear, volví a ver al hombre que había pasado antes, para perderse entre la gente otra vez. Por supuesto que me calenté más y decidí seguirlo sin importarme que aún no me despacharan. Al tratar de seguirlo tuve problemas para pasar por entre la gente y lo perdí de vista, pero como yo ya estaba excitada, pensé que lo tenía que encontrar, así que me puse a buscarlo. Lo estuve buscando por un buen rato sin encontrarlo, ya estaba a punto de darme por vencida cuando volví a sentir una mano recorrer mis nalgas, así que como no queriendo, le hablé. Le dije que si quería tocarme las nalgas, que mejor pidiera permiso, que para eso eran; a lo que el muy cínico contestó que para qué pedir, si lo podía tomar y que a mí me había gustado y por eso lo había seguido. Eso me dejó sin habla, lo que aprovechó para abrazarme y darme un beso.



Me invitó a dar un "paseo" y yo acepté. Subimos a su coche y me llevó directo a un parque. Me extrañé un poco pero pensé que tal vez él lo había planeado así, para conocernos mejor; pero estaba lejos de la verdad. Después de pagar la entrada al parque de diversiones, entramos y nos fuimos hacia un rincón. Él había bajado del auto, un tapete tejido; lo tendió y nos acostamos. Me empezó a besar y a acariciar. Yo me sentía en las nubes, hacia muchos años que nadie, aparte de mi esposo, me tocaba de esa manera. Además él es todo un maestro y logró hacerme venir sólo con acariciarme y besarme.



Cuando me vio muy caliente, me empezó a subir la falda casi hasta la cintura y a pesar de mis débiles protestas, él continuaba subiéndola, hasta que quedó a la vista mi bikini. En ese momento se arrojó sobre mi vientre y empezó a lamer mi puchita por encima del bikini, luego lo hizo a un lado y me dio una mamada maravillosa. Ahí me hizo venir otras tres veces seguidas. Luego se abrió la bragueta y se sacó la verga, no era muy grande, pero se veía riquísima, por lo que me fui sobre ella. Se la estuve mamando por un rato, hasta que me pidió que lo montara, a lo que respondí con un rápido movimiento hacia él.



Me senté sobre su verga y cuando la sentí hasta el tope, empecé a moverme como una loca, como si apenas hubiera conocido el sexo. Me hizo venir tantas veces que perdí la cuenta; sólo quería seguir montada. Me excitaba mucho que cualquier persona que pasara pudiera vernos, y con esa sensación, seguía apretándole la verga con mi cosita, pues deseaba que eyaculara y que también, me siguiera cogiendo. Así estuvimos casi una hora, que se me hizo muy poco. Nos levantamos y nos fuimos al carro.



En el camino a mi casa me confesó que me había visto pasar muchas veces por la parada del colectivo con mi marido, cuando íbamos al mercado y que le había servido de inspiración para excitarse. Por eso, al ver que mi esposo no iba conmigo, me siguió y decidió tortearme aunque sea de esa manera, pero al ver mi reacción, pensó que era yo muy facilota y podía llevarme a la cama, y no se equivocó.



Eso fue hace seis meses, y hasta la fecha sigo haciendo mis compras los martes y él me sigue cogiendo con gran pasión. Le encanta cogerme en lugares públicos o donde hay posibilidades de que nos descubran. Además es súper caliente y aguantador.



Besos.


Datos del Relato
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