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Ella y él (1)

Se encontraron en el metro, un metro cualquiera de una ciudad cualquiera. Eran las nueve de la manana y entre la multitud de gente dormida, borracha, ausente o anodina, brillaba ella. No era una muchacha especialmente guapa, ni tenía un cuerpo perfecto... quizás eso era lo que la hacía especialmente atractiva, era una chica normal que viajaba en un metro normal de una ciudad normal. A sus 17 anos, él tenía una gran experiencia en las artes amatorias, si bien nadie lo sabía. Había leído mucho y visto aún más, además de tener un gran dominio de sí mismo, conocerse profundamente y, por supuesto, amarse mucho. Su pasión por sí mismo, era tal que podría considerarse incesto o, teniendo en cuenta su edad, pedofilia incluso. Descubrió el sexo a los 13 anos, gracias a los comentarios de sus companeros de clase. Ya entonces y, a pesar de su corta edad, sabía que tenía que ser un gran amante, el mejor del mundo. Así, en vez de entregarse a las artes autoamatorias con ímpetu y desenfreno, como casi todos sus companeros, se dedicaba a acudir a la biblioteca de su barrio y leia, a escondidas (al principio, con mucho temor a ser descubierto), todos los libros de educación sexual, vida sexual y literatura erótica que allí le esperaban. No pasó ni un ano cuando se vio con el conocimiento necesario para poder iniciarse en las artes autoamatorias, como aún le gusta llamarlas. Fue un jueves a las seis de la tarde, sus padres se encontraban solos y tenía la casa para él solo. Quería observarse bien, así que se desnudó y se dirigió al dormitorio de sus padres, donde había un gran espejo que le sería útil. Se observó de arriba a abajo. Tenía los pies pequenos para un chico, con unos horrendos dedos amartillados, una piernas robustas, una caderas anchas, más femeninas que masculinas, un pecho estrecho sobre el que empezaban a aparecer unos tímidos pelos, un rostro redondo y un pelo rebelde y duro, y negro como el azabache. Finalmente echo un vistazo a su entrepierna. Allí estaba ella, pequenita, apenas colgando, como escondida entre una selva de pelos rizados, aparentando que no era el centro de atención. En el gimnasio siempre se cambiaba de espaldas a los demás para ocultarla, pues se avergonzaba de ella. Veía a sus companeros con pililas, bueno, pilila era la suya, las de los demás eran poyas, que colgaban por debajo de los testículos y eran más gruesas que la suya. Había oído que sus companeros pensaban en Pamela Anderson, Marlene Mourreau y mujeres así para hacerlo pero él se sentía por encima de todas esas cosas, puso la mente en blanco (como aconsejaba uno de los libros) y empezó a acariciase su pilila. Iba con dos dedos recorriéndola en su corto recorrido, retirando poco a poco la piel del prepucio para dejar al glande respirar. Esta operación le costó más de lo que esperaba pues cada vez que tocaba con sus dedos el glande éste escocía. Notaba como a medida que iba avanzando su pilila iba dejando atrás la infancia para entrar en la adolescencia. Sí, tenía una poya! Pero seguía creciendo, madurando, entrando en la edad adulta. Aquello era más que una poya, era una verga en toda regla. Asombradísimo de la mutación, del gran cambio, cogió la verga entre sus manos, con solo dos dedos no le bastaba, y empezó a recorrer el ahora largo camino, arriba y abajo, mostrando y ocultando el glande, que ahora sí era grande, arriba y abajo. Notaba como se le ponía la piel de gallina, como un escalofrío le recorría todo el cuerpo, como una sonrisa nerviosa aparecía en su rostro, como unas gotas de sudor frío empezaban a correr por su frente. Fue aumentando la velocidad y la fuerza, hasta que a punto de llegar al orgasmo (aún no sabía lo que era, pero fuese lo que fuese, sabía que estaba a punto de suceder), paró en seco y cogió una regla para medirse su pilila, no,ya no, su verga. 17.2 cm... Esto afianzó aún más su confianza. Dejó la regla y se puso manos a la obra de nuevo, arriba y abajo, arriba y abajo...Se acercaba, ya lo tenía ahí... Y por fin lo sintió, fue como un calambre, una corriente que le recorrió todo el cuerpo y le dejó en tranquilo, descansado, en paz con el mundo.

Habían sido 9 minutos, según el libro tenían que ser más de diez para evitar la eyaculación precoz. Supo que tenía que practicar más...

Pero eso es otra historia que debe ser contada en otra ocasión...
Datos del Relato
  • Autor: Yeruid
  • Código: 9459
  • Fecha: 09-06-2004
  • Categoría: Varios
  • Media: 5.35
  • Votos: 40
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3844
  • Valoración:
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