Es muy emocionante cuando me quedo solo, con tiempo suficiente para reconocer mi cuerpo y todas mis sensaciones como hacen las mujeres. Es un ritual prepararme: enciendo una pajita de incienso con aroma de sándalo; preparo un aceitito igualmente aromático; puedo escoger entre varios estímulos: rosas, jazmines, coco o sándalo; elijo este último; también preparo un pequeño vibrador rojo; es un cilindro terminado en punta roma; coloco en lugar adecuado un gran espejo para ver todo y me acuesto boca arriba en la cama. Tengo puesta una deliciosa bata de seda color púrpura oliendo a mi; abajo una trusita negra que perfila muy bien el monte fálico hinchado por la excitación; acaricio mi cuello y pecho, un leve masaje con el vibrador en brazos, piernas y abdomen; lo dejo ahí un rato vibrando bajo el calzón entre la maraña de pelos, lo acomodo en el nacimiento de la pierna contra el escroto. ¡Ya estoy arriba!, retiro la bata, también la trusa y me dejo ver. El espejo regresa la imagen de mi cuerpo deliciosamente adornado entre las piernas por el pene largo, esbelto, puntiagudo, rosadito en el glande, brillando en la punta por el aceite aromático y gotas de un fluído resbaloso, ligeramente blanco como atolito. Lo muestro al espejo ¡es hermoso!, sentado a la orilla de la cama abro las piernas, las apoyo arriba en dos bancos para inspeccionar los testículos y la zona perianal; paso el vibrador por ahí; la sensación es intensa, cierro las piernas para atrapar el vibrador con la puntita en el ano y acaricio el cañón ¡oHHH! Qué delicia; traigo a mi mente a una mujer haciendo exactamente lo mismo; gozando su cuerpo alocadamente, cierro los ojos, imagino tu clítoris ardiendo de deseo, tus vellos húmedos; dedos explorando la vulva y expresiones faciales de intenso placer. Tomo el pene, lo pelo y comienzo un sube y baja simulador de los embates en tu vagina; siento venir un orgasmo muy fuerte; es entonces cuando introduzco el vibrador en el culo; está lubricado, es pequeño y no duele; pero si estimula intensamente la próstata (punto g del varón). Estoy a punto de venirme; lo siento en el cuello, baja por la espalda; se deposita exacto abajo del escroto y salta impulsando flujos por la uretra. Me gusta mucho ver en el espejo los chorretes de semen; el primero es intenso pero el segundo es más y el tercero todavía más. A partir de ahí baja la intensidad hasta alcanzar nueve o diez contracciones. En ese momento recupero la compostura; me doy una ducha regocijante, luego un buen desayuno y….¡a trabajar!.