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El obseso superdotado 7A

7A

Pero, mientras hablaba de espaldas a mí, me había arrastrado detrás de ella y miraba bajo su faldilla. Llevaba unas bragas de color rosa y el bulto de su coño se notaba muy claramente. Tenía unos muslos macizos y gorditos bastante apetecibles. Mi verga se marcaba de nuevo en mi entrepierna como un garrote. No tardó en darse cuenta de mis manejos y se apartó a toda velocidad.
-- No seas guarro, ¿quieres?, eso no se hace.
-- Mira como me has puesto
Sin pensarlo se giro para mirar el bulto de la tranca y exclamó:
-- Algún palo te habrás metido, ahí.
--¿Cómo lo has adivinado? Mira que palo - y me saqué toda la verga roja y congestionada. Parpadeó un par de veces al verla y exclamó siguiendo con su faena:
-- Mira que eres guarro, Toni.
-- No me digas que no te gusta.
-- Si continuas así, se lo diré a tu hermana.
-- Uy qué miedo, anda mujer, mírala otro ratito - alargué la mano hasta su pantorrilla y de nuevo se giró apartándose rápidamente, no sin antes darle otro vistazo al cipote.
--¡A que te doy una bofetada!
-- Bueno si me la dejas meter en tu coñito, te dejo que me des unas cuantas.
-- Eso quisieras tu, pues espéralo sentado. Bueno, ya he acabado. Ahora me voy.

Me levanté con la pinga bamboleándose delante de ella. Se dio la vuelta y la cogí por la cintura.
-- Suéltame, me oyes, suéltame o grito.
-- Te soltaré si me la tocas un poquito.
-- Te digo que grito si no me sueltas.

La levanté en vilo cogiéndola por la cintura. Pataleó un rato amenazándome con gritar, pero como no gritaba la tumbé en el heno debajo de mí. Levantándole la faldilla le metí entre los muslos el cipote rozando su abultado coño. Se debatió sin mucha fuerza esquivando mis besos. No sé si sus movimientos estaban calculados, pero consiguió que mi cipote frotara su coño por encima de la tela de las bragas. Siguió pidiéndome que la soltara y diciendo que iba a gritar para que la oyeran todos, pero cada vez hacía menos fuerza para desasirse, de modo que comencé a quitarle las bragas.

Tenía los labios apretados, pero cuando por fin logré bajarle las bragas y amasarle el coño unas cuantas veces, se quedó quieta y fue abriendo los labios poco a poco. No podía separarle los muslos lo suficiente para metérsela, pero ella, de pronto, levantó una pierna se sacó el pie de las bragas y se abrió como una flor al salir el sol. Ya la tenía bien esparranca, en una mullida cama de hierba seca.

La besaba y le metía la lengua, le chupaba la suya y este chupeteo la fue poniendo excitada hasta que noté que levantaba las caderas buscando más proximidad de mi polla con su chumino. Le separé los labios de la vulva con los dedos, bajando mi verga hasta su entrada. No tuve ninguna dificultad para enterrarme hasta la cepa de un solo golpe. Ella se quejó:

-- Me haces daño, Toni, vete más despacio.
-- Si, cariño, te la meteré despacito - dije, a punto de troncharme de risa al recordar el gigantesco pepino con que se masturbaba.
Me detuve, con el congestionado cipote latiendo en su interior. Antes de que comenzara a bombearla ya estaba empujando las nalgas hacia delante.
-- Te gusta, Elisa, ¿ verdad que te gusta?

Sólo movió el culo como respuesta y comencé a sacársela poco a poco. Adelantó las caderas creyendo que iba a abandonarla, y suspiró de nuevo cuando volví a metérsela lentamente. La vagina comenzó a latir y seguí embistiéndola cada vez más fuerte.

Comenzó a correrse antes que yo, zureando como una paloma cada vez que mi verga le llegaba al fondo de la vagina y la raíz le golpeaba el meloncito del clítoris más rápidamente. Empecé a correrme al notar las fuertes contracciones de su estuche, exprimiendo mi dura barra. Tuvo un orgasmo tan prolongado que me corrí de nuevo antes de que lo acabara, quizá como consecuencia de que no dejé de bombearla ni un momento. Se estuvo corriendo lo menos durante cinco minutos.

Por último lanzó un profundo suspiro, se quedó inmóvil, respirando fatigosamente con los ojos cerrados y la cabeza ladeada. Yo seguí en busca de otro orgasmo. Estaba a punto de alcanzarlo cuando abrió los ojos. Me corrí de nuevo, besándola sin que ella me respondiera. Parecía la mujer de Lot convertida en estatua de sal. Ni pensar en lamerle el coño que, seguramente, tenía sabor a pepino y éste es difícil de digerir.

-- Déjame, ya basta - dijo frunciendo el ceño - no tengo ganas de seguir, debo marcharme.
Se puso las bragas, limpiándose el vestido y alisándose el pelo. Parecía enfurruñada, como si haberse corrido durante tanto tiempo le hubiera puesto de mal humor.
--¿Vendrás mañana, Elisa?. Volveremos a hacerlo, di que sí, mujer.
-- No, ni hablar. No dejaré que me violes otra vez.
--¿Yo te he violado? - pregunté atónito, comentando con mala leche - Si esto ha sido una violación yo soy Pipino el Breve.
--¿De qué pepino hablas? - preguntó con mirada asesina.
-- Pipino, niña, Pipino El Breve, el padre de Carlo...
-- Ah, bueno...

Se fue mirándome por encima del hombro como si acabara de ofenderla gravemente. Me guardé la verga, sujetándola con el cinturón. No quería que mi hermana o Megan me la vieran. Me preguntaba como era posible que Margot y Elisa con uno o dos orgasmos tuvieran suficiente y se quedaran sin ganas de follar, cuando Megan o Nere eran capaces de tener un orgasmo tras otro durante horas. No lo entendía. Quizá los libros estaban equivocados, o había más clases de mujeres de las que no explicaban nada.

Cuando regresé a casa pensando en el cirio que me iba a armar Nere, me fui a mi habitación porque supuse que estarían aún en la biblioteca. Me llevé un susto al entrar. Las dos estaban intentando abrir el cajón de los libros que yo tenía cerrado con llave. También ellas se asustaron al cogerlas “in in”. Pero se repusieron rápido. Nere me preguntó muy suavemente:
--¿Que guardas en ese cajón, Toni?
Miré a Megan, que bajó los ojos, molesta por la situación.
-- Libros - contesté.
-- Ya entiendo, son los famosos libros del desván. Menudas porquerías, mejor que estudies ¿ no te parece, Toni? - el tono de voz era muy amable.
-- Claro. Mañana, de nueve a once.
-- Siempre han sido tres horas, de diez a una.
-- Si, lo sé, pero mañana quiero ir a cazar.
-- Eso si que no, Toni, por favor, no me des un disgusto. Si te pasara algo no podría soportarlo.
-- No me pasará nada, mujer.
-- Las armas son muy peligrosas, Toni - comentó Megan sentándose a mi lado de forma que su faldilla quedara casi a medio muslo - comprende que Nere tiene razón. Aún eres muy joven.
-- Según para qué soy muy joven, según para qué no lo soy tanto. Quiero ir a cazar e iré a cazar - y sonreí pensando en la caza que me esperaba.

Nere vino a sentarse a mi lado también, y lo hizo de forma que pudiera verle los muslos casi hasta las ingles. << Estas me quieren liar, verás tú como intentarán follarme, bueno, pues follaremos y mañana me iré a cazar >>. Y volví a sonreír al pensarlo.
--¿Qué te hace gracia? - preguntó mi hermana acariciándome la mejilla.
-- Los muslos tan bonitos que tenéis - comenté irónico.
-- Los has visto muchas veces - respondieron casi al unísono.
-- Casi no me acordaba ya.
-- La culpa es tuya - comentó Megan besándome en la mejilla.
-- Cierto, hace mucho tiempo que no estamos juntos, cariño. ¿ Quieres que...? - remachó Nere mordiscándome la oreja y dejando la pregunta sin terminar.
-- Claro que si, preciosa - respondí - será estupendo.

Metí las manos entre los muslos y las subí hasta estrujar sus ardorosos chuminos. No llevaban bragas. Estaba muy claro que esperaban sonsacarme lo que había hecho aquella tarde y convencerme de que no fuera de caza al día siguiente. Tenía que aprovechar la ocasión y lo hice.

Me levanté y comencé a desnudarme hasta quedar con la verga, tiesa como un mástil, delante de ellas. Se miraron la una a la otra, seguramente buscando la mutua aquiescencia. Fue Megan la primera en comenzar a desnudarse. Creo que, por ser la mayor, era el macho de la pareja. Me daba igual.

Tenía un coñito precioso. Eso era lo importante. La tumbé de espaldas mientras Nere acababa de desnudarse. Tenía las piernas colgando y le separé los muslos. Aún no estaba húmeda y se quejó cuando mi mástil la penetró sin miramientos. Nere, desnuda ya, se sentó a nuestro lado, mirando como copulábamos. Me corrí sin esperar a Megan.

Luego tumbé a Nere de espaldas sobre la cama, le separé los muslos y le abrí la chona con los dedos apuntalando la roja cabeza de la verga a la entrada de su vagina, clavándosela hasta la raíz de un sólo empujón sin hacer caso de sus quejas. No tardó en humedecerse y levantar las caderas para que se la hundiera más profundamente.

Comencé a correrme y casi al instante sentí las contracciones de su vagina y supe que le comenzaba el orgasmo. Seguro, me dije, tú eres la hembra. Su leche, tibia y espesa, batió blandamente contra mi glande produciéndome un orgasmo maravilloso.

Cuando todavía aleteaban las mariposas de su vagina se la saqué para hundir mi boca en su coño chorreante, chupándole la vagina y tragándome toda la leche de su orgasmo que se prolongó mucho más de lo que esperaba. Comprendí su prolongado orgasmo cuando levanté la cabeza para chuparle el clítoris y vi que Megan se había puesto a horcajadas sobre la cara de Nere que le comía el coño con máxima fruición y deleite, lo que debía producirle aquel orgasmo tan prolongado.

También en mi surtió efecto aquella escena. Volví a montar a Nere, clavándosela hasta el útero y comencé a lamer las tetas de Megan, sorbiéndole fuertemente los pezones. Me levantó la cara para meterme en la boca su lengua, aguda y larga como una víbora.

Chupaba la mía con tanta fuerza que casi se la tragaba entera y me hacía daño con mis propios dientes, lo que no impidió que comenzara a correrme de nuevo. Amasándole las tetas, y apretándole los duros pezones entre los dedos los tres llegamos juntos a un orgasmo tan placentero e intenso que, cuando finalizó, caímos en un montón jadeando exhaustos de placer.

Fue la primera vez que noté que se me aflojaba la erección. Aquel día me había corrido tres veces con Margot, dos veces con Elisa y tres veces con Megan y Nere. Mi hermana estaba harta de verme disfrutarla ocho veces en una noche sin que desfalleciera ni un sólo momento. Yo no lo comprendía, porque mi capacidad de recuperación era muy rápida. La única explicación que se me ocurrió fue que los tres últimos orgasmos habían sido todavía más rápidos que mi capacidad de recuperación.

Nere, que tenía mi verga dentro de su vientre, me miró extrañada. Aquello debió confirmarle sus sospechas, porque cuando nos separamos, quedando yo en medio de las dos, su mano se posó sobre mi verga erecta todavía pero no con la dureza a que ella estaba acostumbrada.

Y allí empezaron sus preguntas mientras las dos me besaban muy mimosas. Insistieron tanto en saber con quien había estado follando como yo estaba empecinado en negar que hubiera follado con nadie. Mencionaron a todas las mujeres de la casa: que si Manuela, que si Marisa, que si Elisa, que si Pepita, las nombraron a todas menos a Margot.

Lo negué todo, hacía casi seis meses - mentí - que no follaba con nadie, seguramente la falta de práctica era lo que me había producido aquel pasajero desfallecimiento porque, ya se sabe: la función hace al músculo. Se miraron en silencio ante mi explicación, y Megan giró la cabeza para que no viera su sonrisa. La verdad, en aquel momento, con las dos acariciándome todo el paquete, volvía a tenerla más dura que al principio.

Nere me cabalgó a horcajadas, metiéndose en el coño todo el duro y erguido mástil hasta la raíz. Megan me chupaba los huevos y lamía las nalgas de Nere y aunque ésta no se movía, le faltó poco para que Megan me hiciera correr otra vez con la suave caricia de su lengua sobre el escroto. Supo que iba a correrme y, con toda mala leche, me apretó un huevo lo suficiente para cortarme el orgasmo en seco.

Las dos, muy melosas y besuconas, estuvieron más de un cuarto de hora machacándome para que desistiera de ir a cazar al día siguiente. Por no oírlas más y en compensación por el gusto que me estaban dando les prometí que no iría, diciéndome con mi lengua pequeña: << hasta las once >>.

Megan puso el cuerpo de tal manera que mientras lamía la raíz de mi verga, colocó su coño al alcance de mi boca y yo pasaba de la boca de Nere al coño de Megan cuando me apetecía, pero la muy ladina, cuando estaba a punto de correrme, me apretaba los huevos y me cortaba en seco el orgasmo.

No le impedí que siguiera haciéndolo porque me gustaba llegar casi al punto álgido y de repente notar el dolor del apretón llevándose el placer. Hasta que, de nuevo, regresaba en oleadas cada vez más intensas y profundas, comenzaba a temblar llegando casi al clímax, para sentir entonces un nuevo apretón que me lo cortaba en seco y vega... a volver a empezar.

Con ese juego consiguió que Nere se corriera tres veces seguidas y que mi congestionado capullo nadara en la leche de mi hermana, pues que mi hinchada verga le impedía salir al taponar su vagina como la puerta de un compartimento estanco.

Yo también tenía mis recursos y cuando quise correrme y salirme de Nere para chuparle toda la espesa leche de sus orgasmos, comencé a chuparle el clítoris a Megan, sorbiéndolo y titilándolo con fuertes lengüetazos. Noté que comenzaba a correrse y que, ante el placer que sentía, se olvidaba de apretarme los huevos. Sorbí su leche que manó abundante mientras Nere y yo nos corríamos como locos.

Inmediatamente me deslicé sobre el cuerpo de mi hermana hasta poner la boca en su coño chorreante. Su leche, más blanca que la de Megan y más espesa, manaba de su vagina como de una fuente. Volvió a correrse mientras se la sorbía y ella a su vez chupaba el coño de Megan con pertinaz deleite.

Y así estuvimos durante dos horas. Decidimos parar porque nos quedaba el tiempo justo para ducharnos y bajar a cenar.

El año hubiera acabado felizmente, porque, habiéndome presentado por libre a los exámenes de cuarto curso de bachillerato, lo aprobé con una nota media de sobresaliente. Hubiera sido un año excelente para mí si no hubiera sido por Teo. Se le iban constantemente los ojos detrás de mi hermana cuando ella estaba distraída. Era una mirada de deseo incontenible que yo conocía muy bien.

Nere parecía no darse cuenta, pero a mí, que ya le tenía ojeriza, me sacaba de quicio que tuviera la desvergüenza de mirarla tan descaradamente. Cada vez que, por una u otra causa, Nere tenía que hablar con él, su mirada me indicaba sin lugar a dudas que la estaba desnudando con la mirada de sus congestionados ojos de borracho.

Cuando lo comenté con ella, se río de mí. Según Nere yo veía visiones; ni por asomo se hubiera atrevido el negro Teo a faltarle al respeto pues sabía que, de hacerlo, sus días en la casona estarían contados.

No podía decirle que yo me estaba follando a Margot y que quizá Teo, en venganza, intentaba hacer lo mismo con ella y sólo de pensarlo me hervía la sangre. No sabía entonces que Teo ignoraba por completo que yo me follaba a su mujer.
Datos del Relato
  • Autor: Aretino
  • Código: 16108
  • Fecha: 04-03-2006
  • Categoría: Varios
  • Media: 4.78
  • Votos: 49
  • Envios: 0
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