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Categoría: Confesiones

El maratón sexual

Aquella noche sentía la cama inmensa, fría, ya eran casi las 10, no tenía más alternativas que dormir, las calles me resultaban hostiles y los ladridos de los perros de dos patas me intimidaban. El único lugar seguro, las cuatro paredes de ese pequeño cuarto y el ruido de una programación ensordecedora. Sólo había una pequeña luz, una llamada que no llegaba haciendo más larga la agonía.

La angustia y la desesperación me arrojaron fuera del cuarto, quizá la señal del teléfono no era buena. Al salir observé a un intruso en mis planes, un hombre encogido por el frío y mandando mensajes de su celular, -que atrevimiento, estaba sentado en el lugar que yo quería para esperar a que pasara el tiempo-.

De momento no supe que hacer, él ahora me veía, y yo me veía a mí misma con un suéter y pantalón, no traía mi disfraz, la pintura se había borrado de mi rostro, el pelo en desorden sujetado con un broche, el frío encogía mis hombros y mi rostro se fruncía de frustración porque no recibía la llamada.

Pensé en regresar al cuarto, di unos pasos sin sentido y terminé derrotándome ante un sillón gris. No recuerdo quien habló primero, posiblemente él, yo al principio no deseaba hablar, aunque lo necesitaba, ya eran dos días sin comunicarme con nadie. La plática fluyó, de educación pasamos a política, de política a clima y así sucesivamente. Estábamos ahí sentados a dos metros de distancia, porque no había nada mejor que hacer.

Superado el trauma del disfraz, no me importaba como me veía, al principio él no me interesaba, yo no intentaba gustarle, no lo quería seducir, -lo tenía todo muy claro-. Así que retomé la plática, pasaron las horas, los jóvenes subían y bajaban, parejas se paseaban, perfumados abandonaban sus cuartos y la plática continuaba, le ocultaba información no trataba de ser honesta con él, pero las cuentas no cuadraron y me descubrió, evidenció la falta de información, y entonces lo vi, no había cuidado mi camino a él, siempre evado a los hombres, les dijo palabras incoherentes, trato de que me vean excéntrica y corran, pero ahora me había mostrado como realmente soy.

No puse la barrera, no sentí amenaza, me sentí segura, y mientras pensaba la plática continuaba, entre enfrentamiento de ideas y pocas coincidencias, lo que me retenía era la soberbia, demostrarle que yo tenía más elementos que él para argumentar mis afirmaciones. Entre la acalorada plática y el frío pensé en despedirme, mis manos congelados tomaron el teléfono que estaba en el descanso, seguro lo vio, porque en eso llegó la propuesta. Vamos a un bar a tomar algo-.

No lo dude y dije sí, quería salir, caminar con tranquilidad por las oscuras calles, le dije que me diera cinco minutos, entre y me puse un pantalón, mis zapatos, una blusa y una chamarra, retoqué el maquillaje, solté mi pelo, tome mi bolsa y salí. No vi su reacción, -de hecho poco lo veía, él era quien me veía-, lo percibía soberbio e irónico incluso.

Salimos del hotel, caminamos por las calles conservando la distancia, titiritando de frío me sobresalté al ver como un portal servía a decenas de pordioseros para pasar la noche. Continuamos el rumbo, ya estaban cerrando los lugares, uno por fin nos aceptó, tenía frio, así que pedí un tequila, él, Ansberto Cirilo, pidió lo mismo aun cuando observé que lo le gustaba, la plática continuó, la música me molestaba, la chava cantaba mal, se acercó un niño e insistió en que me comprara una, yo le dije que no y metí las manos en la chamarra, la compro, la coloco de mi lado y dijo -haz lo que quieras con ella, yo te la regalo-.

Observé riesgo, pero a fin de cuentas era solo una rosa, no me comprometía a nada con él, yo pagaría mi consumo. Me platicó su vida, de sus padres y todo lo que hacía, una señora se aproximó, varios ramos de rosas se posaban en sus manos y la súplica se repitió, me pidió escoger un ramo, vi los colores y escogí el que para mí, menos me comprometía. Me divertía evidenciando el poco efecto que causaban en mí las rosas, pero tenía miedo de abrir mi puerta.

El tiempo de cerrar el negocio llegó, relativamente nos corrieron, con tres tequilas encima nos levantamos, el insistió en pagar la cuenta, yo bastante práctica pensé en el uso que podría darle a ese dinero, Así nos pusimos a caminar cuando la fatalidad me llegó, caía a un hoyo y él, -me sujetó al vuelo, me tomó de la cintura y me beso-, (fue un beso que evidenciaba que era un hombre desesperado por besar, por sentirse amado, como una especie de aspiradora que quiere succionar todo).

Regresamos caminando, mi dijo que si me podía abrazar, le dije que sí, tenía frío y de esa forma me tapaba el aire, pero me agradaba sentir sus brazos sujetando mi cuerpo.

No permití que me volviera a besar, pero lo dejaba que me abrazará para no perder el cobijo, llegamos al hotel, pedí mi llave, me acompañó a la habitación, uno frente al otro continuábamos hablando, él no se iba y yo no daba paso atrás, me hizo voltear a ver al encargado de la recepción para que viera una estupidez y volvió a besarme ahora en otra tónica, me quité. El busco mis ojos y me dijo, que no me vas a invitar a tu habitación? En ese momento me confundí, reí, -Ja, ja, ja-, unos rosas, tres tequilas, dos besos, una caminata y 5 horas de charla valían una cogida. Pero lo deje entrar al cuarto.

 

La piedra en el zapato

Al día siguiente antes de salir del cuarto me hizo una invitación a desayunar en el restaurante del hotel, desde que la vi, empecé a planear como podría vengarme de la noche anterior, -A ¿Pero cómo?- debía pensarlo, yo no cuesto tan barata, me doy a valer. Acudí al desayuno, más nada hablamos, su compañera de cuarto estaba presente, mi altivez era soberbia, intercambiaba, sonreía y mis ojos brillaban, él a lo único que hizo alusión fue a que Rosa se iba esa misma tarde, abandonaría el cuarto a las 12. Y bueno me pidió que le hiciéramos como Rosa y él, compartir la habitación para economizar en mis gastos, usaría la misma cama que dejaría ella.

Me enfadó Rosa y lo mostré, él hombre sensual pago mi desayuno, insistieron en esperarme para que tomara mis cosas, les dije que no y que se fueran, Rosa me dijo que si nos veíamos para comer juntos, que nos buscáramos a la salida y les dije sí. Lo único que quería era recobrar lo que había perdido, mi espacio, mi libertad.

La conferencia estaba bastante aburrida, así que la imaginación empezó a volar, tome la decisión de vengarme. Sin decirle nada fui al hotel, recogí mis cosas y las cambie a su cuarto, regresé a las conferencias y se dieron las dos, la hora de la comida, -ya no sabía qué hacer-, empezaban las dudas, pero ya estaban ahí parados junto a la puerta esperándome, -como me escapo-, pero sobre todo como me escapo de ella. Caminamos al comedero que yo ya tenía identificado, fue una comida fatal, -Rosa es una ignorante total-.

En la comida ya fui menos soberbia con Rosa, estaba en la mesa de al lado un camarógrafo -quien por cierto le desagradaba mucho a Ans-, intercambiaba palabras con él. Nuevamente pagó mi consumo, recogimos las constancias. Nos compró unos helados y caminamos al hotel, ahí fue cuando se acercó a mí y me preguntó que había pensado, -mis cosas están en tu habitación-. Fin de la plática, Rosa ya estaba de nuevo cerca de nosotros.

Rosa recogió sus pertenencias, yo me recosté un rato, me tape con la gabardina, él estaba parado en el arco de la puerta y ahí se quedó, se acercaban las cuatro y sugerí que Rosa se llevara de una vez sus cosas para que ya no anduviera dando vueltas y aprovechara la presencia de un hombre, Ansberto le ayudara.

Nuevamente no los acompañé, me desagradaba que me vieran caminando con Rosa, la soberbia me ganaba, era ella una naquita, sola me sentía mejor. Ans también la dejó, pudo darse cuenta que la rechazaba. La busqué en el Teatro y me despedí de ella. Transcurrió la fatal y última conferencia, el dolor de cabeza se apoderó de mí. Terminó la sesión, nuevamente la puerta, ahí estaba, ahora solo, como mi irrenunciable camino, tenía dolor de cabeza. Caminamos al hotel, intercambiamos pocas palabras, trataba de disculparse por Rosa, por él, por todo, creo que pensaba que yo le iba a salir con una tontería.

 

Cuando el Congreso terminó

Llegamos al cuarto, (6:00) se abalanzó sobre mí, los besos, las manos -y bueno para eso estaba ahí-, bajo mi pantalón, bajó mi tanga, bajo su pantalón y me penetró, sentí su pene muy grueso que me llenaba toda pero le dije que no, sin condón nada y me dolía la cabeza. Salió, mientras tanto me recosté y rocié perfume en la habitación. Regreso más rápido de lo que esperaba, aun vestida intentaba dormir.

Pensé que podría dominarlo, pero no fue así. Nuevamente estaba sobre mí (6:10), me despojó de la ropa, se despojó de la suya y me penetró con su verga, él sobre mí, a cierta distancia, observando con cierta soberbia, yo cerraba los ojos para sentirlo adentro, me preguntaba si me gustaba, si quería más, el olor a condón me despertaba.

Terminé emitiendo algunos gritos y así eyaculo, retiró el condón y se recostó sobre la cama, me preguntó porque no había sentido un orgasmo, y le respondí que la cabeza, me dio la pastilla que me llevaba y nos recostamos un rato, a él no le incomodaba la desnudez de su cuerpo, a mí tampoco, pero tenía frío así que me vestí nuevamente.

Paso un tiempo (7:00) ya tenía más control de la situación, lo empecé a seducir e inmediatamente se precipitó, trate de hacer una pausa, le dije que habría que grabarlo, pero me dijo que lo hablábamos en un ratito, todo siguió, movió mi cuerpo con tal sutileza que recostados en la cama y dándole la espalda nuevamente sentí como su verga estaba dentro de mí, no lo podía ver pero disfrutaba mucho.

La eyaculación no tardó más, mordía mis labios para evitar que gritara mucho. Sin palabras volvió a recostarse. Retome el tema de la grabación, me pregunto por mi cámara, le dije que con la suya, no hubo respuesta. Me vestí y salí fuera de la habitación, me empezaba a frustrar que no tenía la grabación, el único que estaba obteniendo algo era él.

Salió de la habitación hablamos un rato y volvimos a entrar (8:00), lo intentaríamos, apenas cerró la puerta bajo mi pantalón, bajó el suyo, me cargó y encajó su miembro erecto en mi concha, que se contrajo ante la sorpresa, me subía y bajaba, me dijo -déjate llevar, no tengas miedo-. Cuando volví a ser consciente estaba nuevamente en la cama a la orilla y el me penetraba suave e intenso con su miembro, intercalando ritmos y haciéndome perder la noción del espacio. Eyaculo en mi vagina, pero dentro de su condón.

El cansancio nos hacía presas, dormitamos un rato, nuevamente me vestí, caminaba por la habitación, el sol ya había desaparecido, la luz natural se fugaba y ahora cómo diablos iba a grabar. Despertó (9:00) y me cargó entre sus brazos, me dijo que ya no pensara tanto, y cuestionó sobre el motivo de la grabación, le di mis razones, pero no valieron, cuando menos acorde parada a un lado de la cama con una pierna arriba y entreabierta estaba nuevamente dentro de mí su pene, tocaba mis pechos, acariciaba mi cuerpo y yo sólo recibía su fuerza, lo empezaba a percibir como todo un Don Juan, con mucha experiencia en los asuntos amatorios.

Primero subí una pierna, después la otra y finalmente eyaculó, sólo que ahora se retiró el condón y se vino sobre la piel de mi espalda. Sentí su leche caliente.

Insistí en la grabación, pero ya con más rabia, se molestó, me molesté medité las cosas y lo invité a salir. Nos sentamos en una cafetería hablamos de mí, de él, del trabajo, el frío nos hacía presas, un niño se acercó a ofrecernos rosas, él me compro una, aunque creo que lo hizo más bien porque nos dejarán en paz todos los niños y las personas que vendían flores.

En todo el camino de regreso me la pasé tocándolo, acorralándolo en los rincones, haciéndolo correr, quería excitarlo en exceso para que me dijera sí a todo, llegamos al cuarto del hotel (11:00), yo tome la revancha, me abalance sobre él, pero no le gusto, cambio los roles y volvió a asumir el papel de seductor, lo acariciaba, no me resignaba a que las cosas fueran así.

Me cargaba, me pasaba de una cama a otra, y otra vez la seducción, las labios se deslizaban por mis entrepiernas, sin llegar a mi pubis, su lengua jugueteaba con mi clítoris, sus dedos se sumergían en mi concha, mi ano era suavemente acariciado, su verga se metía por momentos dentro de mí y yo excitada hasta la locura, me estimuló hasta el cansancio, me rogaba que me viniera y mi cuerpo se desasía por su pene. Se puso el condón, me penetro a la orilla de la cama, sentía como chocaba contra mi cuerpo. Se vino mientras me decía hagámoslo juntos.

Se tiró a un lado y me preguntó que pasaba, le repetí lo de la grabación, pero ahora sí se encrespó, me dijo un rotundo no, me enoje, discutimos ligeramente, (12:20) nos cogimos con rabia, como en una especie de demostración de poder, me tiro a la cama y me la metió otra vez, arriba de mí, observándome con soberbia, controlando la follada. En medio del placer eyaculó dentro de mí en su condón.

Se tiró sobre la cama quería dormir (2:00), me desnudé, lo empecé a acariciar, la erección estaba presente, recorría mi cuerpo con su pene grueso, lo pasaba entre mis pechos, lo pasaba cerca de mi boca mientras yo estaba recostada, le pregunte si quería que se lo mamara, calladamente me dijo que sí, lo hice, pero creo que no le gustó que tomara la iniciativa, después empezó a jugar con mi clítoris, su lengua acariciaba mis labios, sus dedos penetraban todo espacio posible, la excitación ahora si estaba presente, le pedí que me dejara montarlo, lo intenté pero su pene se dobló, se quejó, me tire a un lado y todo terminó.

Pero la hombría no lo dejó quebrar, apenas pudo reanudó el ritual, me dijo me voy a venir y le pedí que lo hiciera sobre mí, su rostro se descomponía, se retiró el condón lo más rápido que pudo y dejó fluir su semen. Grandes cantidades de leche bañaron mi piel, se tumbó en la cama y no pudo más. Dijo -no puedo más, acaso crees que no me canso-.

Las suaves caricias me despertaron (8:00), me buscaba, tocaba mi piel, recorría mi piel con su lengua, separó mis piernas, el sueño me vencía, su lengua recorría nuevamente el camino, mi vagina lubricaba, su pene estaba erecto, sin besos, sin caricias de mi parte, su pene se introdujo dentro de mí, mi cuerpo de lado, con una pierna arriba recibía toda su fuerza, el olor a condón invadía el mensaje y la súplica nuevamente -vente conmigo-, -lo voy a hacer-, -vamos-.

Bruscamente se levantó de la cama, y se metió a bañar, me vestí, acomodé las camas, espere que saliera de bañar, le pedí que lo hiciéramos una vez más, no quiso y me pidió que me arreglara para bajar a desayunar, guarde silencio, hice todo sigilosamente, me cambie, trate de provocarlo mientras me vestía pero nada pasó, estaba decidido. Bajamos a comer, salimos a hacer unas compras, caminamos por las calles pensando en que teníamos poco tiempo para regresar a recoger las cosas.

 

Cinco minutos para la salida

Me preguntó (11:20) Ans: ¿qué te llevas de mí?, Yadira: nada, lo que quería no me lo diste, Ans: ¿pero qué te compro?, ¿qué quieres?, ¿con que me recordarás?, Yadira: con nada, esto termina hoy. Compramos cada uno su boleto y regresamos al hotel, investigué salidas y subimos por las maletas.

Al entrar al cuarto me miró y me dijo, -sabes si te vas a llevar algo de mí- mientras me bajaba el pantalón, -te vas a llevar esto-, mientras que sentía como su verga erecta llenaba todos mis huecos, sus brazos sujetaban mis nalgas y subían y bajaban al ritmo de su cuerpo, me tiro a la cama, me sujetaba suavemente mientras que su verga entraba y salía con gran fuerza. Se vino en un condón, dentro de mi cuerpo.

Comprendimos que entonces todo había terminado. Nos vestimos, arreglé mi maquillaje, acomodé mi pelo y salimos fuera, él cargaba todas las cosas, yo sólo me encargaba de las rosas y mis pertenencias más pequeñas, pagó el cuarto del hotel y la cuenta del restaurante, salimos, paró un taxi y lo abordamos, el taxista hablaba mal de las mujeres a mí eso no me importaba. Ya era sábado (12:00).

Llegamos a la Terminal, bajó todas las maletas y pagó el taxi, el taxista me gritó a lo lejos, -señorita, se le olvida su ramo, qué va a pensar su novio-, todos nos voltearon a ver, me dio un poco de pena, solo tomé el ramo que él me había dado y me metí al edificio. Él espero a que yo arreglara lo mío, que escogiera salida que comprara el boleto, después fue él, casualmente no había salidas sino hasta después de que yo me fuera, en fin. Esperamos en la misma sala, me pidió precaución, que cuidará los detalles, que buscará estrategias para no delatarme.

La hora se acercaba, lo vi triste, no quería que me fuera, cinco minutos para mi salida. Ans: adiós, recuérdame, Yadira: claro te recordaré, Ans: ¿pero me llamarás? Subió mis cosas al autobús me besó, no volví la mirada más a él.

Aun no salía el autobús cuando recibí su primer mensaje, Ans: ¿Qué te llevas de mí? Intercambie algunos mensajes con él mientras que salía su autobús, más ninguna de mis respuestas le complacían, era como si me estuviera forzando a decirle que lo quería. Y ahí quedó una historia que destapa más dudas que respuestas. Me lo cogí y cada vez que él me escribía era para decirme que se siente solo, que me quisiera junto a él, y lo escucho, lo percibo, quisiera ayudarle a sentirse mejor.

Datos del Relato
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