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El guaton

~~El entra corriendo en la pieza, vacía y oscura, va hacia la cómoda, toma los dos VHS porno-pirata que hay encima y los guarda en el cajón con llave de esta. Mira la cama, saca los calcetines de los “Súper Campeones” y los tira debajo. Destapa la almohada y pone el short y la camisa de pijama en la cama. Es la primera vez que lo usará ese verano.
 El: Tiene olor a encierro esta weá.
 Se comienza a sacar la polera, se detiene y va a la puerta, le pone pestillo. Ahora, sí se saca la polera. Se desabrocha el bermudas, alguien toca la puerta.
 Ella: ¿Guatón?
 El: ¿Sí?
 Ella: ¿Te acostaste ya?
 El: No.
 Ella: Ah. Pensé que sí. Como tení la puerta cerrada.
 El: Es que me estoy poniendo el pijama.
 Ella: ¡Uuuuuyyyyyy! Necesita privacidad el cabro chico… Pero después dejai abierto, porque ya no me alcancé a ir pa’ la casa y voy a dormir contigo.
 El: Bueno.
 Ella: ¡Buenas noches!
 El: Buenas.
 Se saca la ropa, rápido y se pone el pijama, sin darse cuenta de que el short está al revés.
 El: Puta la weá.
 Da vuelta el pantalón y se lo pone como corresponde. Se mete en la cama, asustado.
 El: Bájate, porfa. Bájate.
 Ella: ¿Guatón?
 El: Chucha. Al tiro te abro.
 Ella: ¡Oiga! Guatón, soy tu hermana.
 El abre la puerta y ella entra, pelo largo, cara sonriente, ojos vivos. El se vuelve a meter en la cama.
 El: Media hermana.
 Ella: Hermana. “Media hermana” es muy feo.
 El: ¿Te vay a acostar al tiro?
 Ella: Sí. El viaje me dejó raja. ¿O no querí que me acueste todavía?
 El: No, o sea sí. O sea, como querai.
 Ella: ¿O querí hacer algo antes, cochino?
 El: Donde la viste.
 Ella: No sé na’ yo. Voy a dejar el bolso aquí. Voy a lavarme los dientes. El cepillo, el pij… Filo, me visto aquí, nomás.
 Ella sale y cierra la puerta.
 El: Bájate, porfa bájate. Puta la weá, ¿Pa que vi esa película en la tarde? Esta weá es pura concentración. Concéntrate. ¡Concéntrate! El partido de la mañana, la cancha, el camarín, la galería, la Carola… Puta la weá. Otra cosa. Que la mate el auto, que la pise el tren, por eso hay que ver con quién anda usted, el hambre y la sed lo hacen perecer. Después de caer y desfallecer, conózcalo bien, no se me vaya a sorprender. Por eso hay que ver… ¡Chucha!
 Ella ha entrado en la pieza sin ser percibida por él.
 Ella: ¿Te estay dedicando a la música, guatón?
 El: No, me gusta cantar nomás.
 Ella cierra la puerta con pestillo.
 Ella: ¿Puedo prender la luz?
 El: Sí, poh. ¿Me doy vuelta?
 Ella: Yaaaa!!!! ¿Qué onda, guatón? Estay raro.
 Ella se desabrocha la blusa manga corta, a cuadros.
 El: Donde la viste. Es por respeto.
 Ella se saca la blusa.
 Ella: Él, el respetuoso. Estoy cansada… Pero no tengo sueño.
 Ella se tira en la cama, mirando el techo. Aplasta las piernas de él. El mira sus sostenes blancos con encaje, e intenta ver un poco más adentro.
 Ella: Chucha, sorry.
 El: No te preocupí.
 Ella: ¿Te gusta cómo me quedan estos sostenes? Me los compré en Fos de Iguazú. Son buenos, caros, pero me costaron dos dólares.
 El: Son bonitos.
 Ella se desabrocha el blue-jeans, aún acostada.
 Ella: ¡Qué paja! Tener que desvestirse pa volver a vestirse.
 El: Mmm.
 Ella: Allá en Iguazú dormíamos en puros calzones. Estábamos la Sole y yo nomás en la pieza.
 El: ¿La Sole? ¿No dijiste que habíai ido sola?
 Ella: Por eso, la Sole-dad. Jajajajaja!!!!
 Ella se saca el pantalón lento, mirando al techo y riendo. El mira los encajes de las pantaletas blancas de ella, fijando la vista en la mancha negra detrás de ellos.
 El: ¿Esos también te los compraste allá?
 Ella: Sí, compré hartas cosas. Cosas que acá son caras.
 Ella se levanta, se agacha para sacar el pantalón y las zapatillas de los pies, lo dobla y lo guarda. Saca del bolso una camisa de dormir verde clara. Se saca el sostén y también lo guarda. El repite mentalmente “bájate, porfa bájate”. Ella se pone la camisa de dormir, apaga la luz y se mete en la cama.
 Ella: Ya. Buenas noches.
 El: Buenas noches.
 Ella: Tengo calor. El calor me quita el sueño. Te molesta si conversamos pa que nos de sueño.
 El: No.
 Ella: Ya poh.
 El: Ya poh ¿Qué?
 Ella: Pregúntame algo.
 El: Pregunta tú poh.
 Ella: Uuuuyyyyy. ¡Andai pesao!
 El: Donde la viste. Ya. Te pregunto algo. ¿Qué más compraste allá en Iguazú?
 Ella: Poleras. Son baratas las poleras. Compré copete, unos trajes de baño, unas cremas, unas… ¿Tení el video aquí?
 El: ¿Por qué?
 Ella: ¿Lo tení o no?
 El: Sí, pero ¿Pa qué?
 Ella: Préndelo, pero ¡shht! Pa callao.
 El se levanta, a oscuras, solo un rayo de luz entra en la pieza, por la ventana, va hacia el mueble del video, lo enchufa, lo prende y choca con ella que iba rápido y nerviosa en dirección de él. El no sabe si ella alcanzó a darse cuenta de su erección húmeda.
 Ella: ¿Te pegué?
 El: No, no te preocupí.
 Ella: Pone esta película. Pero quítale el volumen a la tele. Esto no lo puede escuchar el papá.
 El: ¿Qué película es?
 Ella: Una que compré en Brasil. Había un supermercado de estas allá, eran baratas.
 El prende la tele, le quita el volumen y aprieta “play” en el VHS. La película es una porno brasilera. El va rápidamente a la cama y se mete en ella.
 Ella: ¿Alguna vez has visto una película de estas?
 El: No me acuerdo.
 Ella: ¡Mentiroso! Sí, has visto. ¿Y te gustan?
 El: No mucho.
 Ella: A mí me gustan. Me gustan esas en las que salen los hombres con las mansas cosas.
 El: ¿Qué cosas?
 Ella: “¿Qué cosas?”. Armas, así como esa, blanquita, larga, gruesa, dura. Me imagino siendo partida por una de ellas. Tú no cachai, soy muy chico. Ya, córrete para allá, guatón.
 El: Yo ya no estoy guatón. No sé por qué me sigues diciendo guatón.
 Ella: Porque tú soy el guatón. Desde que viniste al mundo, cuando yo tenía diez años, siempre fuiste guatón.
 El: Pero ahora estoy flaco.
 Ella: ¿A ver?
 El: No. Es que me duele un poco la guata.
 Ella: Ya. Mira, a esa la van a dejar sin poder sentarse como una semana.
 El: ¿Y cómo sabí tú?
 Ella: Bah. Esa posición es rica. Y con esa arma debe ser más rica. ¿Tú…? No, que vay a saber tú.
 El: ¿Qué cosa?
 Ella: ¿Soy virgen?
 El: Más o menos.
 Ella: ¡Oh! Mira, así lento, la mina debe estar en las nubes. Debe estar gritando como perra. ¿Cómo más o menos?
 El: O sea. Nunca he hecho eso de la película, pero sí… ¿Qué estay haciendo?
 Ella: ¡Shht! Me desconcentrai.
 El: Pero…
Ella: Si no querí ver, mira pa otro lado, nomás.
 El se dice con mucha fuerza, interiormente, “bájate, porfa bájate”, mientras se presiona con los antebrazos para que no se note su tremenda erección. Ella sigue masturbándose, comienza a mover la cama.
 Ella: Puta que debe ser rico que te lo metan así. Lástima que en Chilito no hay hombres con ese tamaño.
 El: Mejor. Ellos deben pasarlo mal. A las mujeres les debe dar susto que ellos las penetren.
 Ella: A mí no me daría susto, para nada. No me importaría morir ensartada por una lanza así. Sería una bella muerte.
 El repite “bájate, porfa bájate”, pero sus esfuerzos son en vano. Ya no puede ocultarlo.
 Ella: ¿Y a ti no te dan ganas de tocarte?
 El: No mucho.
 Ella deja de mirar la televisión y lo mira a él.
 Ella: ¿Se te paró?
 El: No.
 Ella: A ver. Uuuyyy, al guatón se le paró.
 Ella intenta destaparlo, el se resiste, asustado, avergonzado. Finalmente, después de que ella le tira los pelos de la pierna, él cede y las tapas de la cama van a dar al suelo.
 Ella: ¡Guatón! No. No te di vuelta.
 El: No me miri. Me da vergüenza.
 Ella: ¿Alguien más lo sabe?
 El: Mi polola. Por eso todavía soy virgen. Le da susto.
 Ella: ¿Puedo verlo?
 El se baja el short del pijama.
 Ella: Es tremendo, es…uf. Es bellísimo.
 El: No te burlí, porfa.
 Ella: No. No te los subas. No me burlo. ¿Puedo tocarlo? Porfa. Solo tocarlo.
 El: Pero si me dejai tocarte allá abajo.
 Ella se saca las pantaletas y abre las piernas frente a él. Primero ella baja su mano hasta tocarlo y al hacerlo se estremece. Luego el baja su mano hasta esa mancha negra, ahora un poco brillante por la humedad y la luz de la televisión.
 Ella: Nunca pensé que iba a tener algo así entre mis manos. ¿Sabes? Yo generalmente no cumplo mis promesas.
 Ella baja su boca hasta la altura de su mano ocupada y lo introduce delicadamente. Ahora él se estremece y mete sus dedos por esa abertura brillante, húmeda y oscura. Ella gime. El se pone de rodillas y con su mano libre tira hacia arriba la camisa verde clara de ella. Ella interrumpe su tarea y lo mira. El retira la camisa verde clara completamente y se acerca para besarla en la boca.
 Ella: No. Sigo siendo tu hermana.
 El: Media hermana.
 Ella guía la cabeza de él hacia su pecho. El se emborracha con esas masas blancas y redondas, de botones morenos.
 Ella: Guatón, a mí no me da susto que me penetrí. Acuéstate.
 Ella lo guía y se pone encima de él. Toma con su mano el bellísimo trofeo y lo guía hasta su abertura.
 Ella: Cierra los ojos. Esto va a doler un poco.
 El cierra sus ojos y ella empuja con su pelvis hacia abajo, fuerte. Los dos gimen.
 Ella: ¡Shht! Se va a despertar el papá.
 El: Perdón.
 Ella: Ahora muévete. Así es más rico.
 El: Me da susto que te duela.
 Ella: No importa. Dale nomás.
 El comienza a moverse. Se mueve, despacio, no tan despacio, ahora sí que se mueve. De pronto, sin darse cuenta, despierta en él un instinto más animal que el de sus pajas púberes. Siente que lo que hace lo ha hecho muchas veces, se siente gigante y ve a su media hermana como una niñita. Cierra los ojos y la toma con sus brazos, que distan mucho de ser los del tierno Guatón de la infancia. Escucha a lo lejos como ella gime, cada vez la escucha menos, solo siente que ella cada vez se lubrica más. Tira del pelo de ella, ahora él está arriba, la da vuelta, descubre otra ranura y sin dudarlo lo saca y prueba el reciente descubrimiento. Ya no escucha la voz de ella, solo se mueve. Esto que siente no lo había sentido antes. La vuelve a poner arriba, le gusta así. Justo un segundo antes de explotar entiende por qué se le llama la “petit mort”.
El: Perdón, me fui adentro… oye, ¿Qué…?
Se sienta y ve los restos de su primera vez. Ella fláccida y en una posición extraña, mira al techo nuevamente, pero ya no lo ve. Las pantaletas, ahora encima de la cama, antes blancas, ahora son rojas y adquiere un tono verdoso con la luz de la película brasilera.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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