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Categoría: Maduras

El cuarteto perfecto

Adelina comparte su insaciable marido con su madre y hermana para evitar que caiga en manos de la puta del barrio.



 



   ¡Hola! soy Caro, profesora de historia, dispuesta a contarles una historia que puede llegar a parecerles increíble. Están autorizados a pensar lo que quieran, que es fantasiosa, imposible, pero está basada en hechos reales.



   Mi amiga Adelina, morocha de cuerpo exuberante, se casó con Tato poco tiempo después de cumplir 25 años. Hasta aquí todo pinta como dentro de la normalidad, salvo por el hecho de que el marido es un insaciable. ¡Sexo a toda hora y en todo lugar! Al punto tal que ya el cuerpo de mi amiga no aguantaba un solo polvo más.



   Las vueltas de la vida los llevaron a compartir la misma casa con Fanny y Susy, madre y hermana mayor de ella. La primera era viuda, de cerca de 50 y pico de años, carnes muy firmes, pechugona, pero alejada de las lides del sexo desde la muerte del esposo. La hermana era la típica solterona que, huyéndole al casamiento, se las rebuscaba como podía. Un tipo hoy, otro mañana, pero con ninguno en particular ni permanentemente. No era fea, todo lo contrario. Puede decirse que es la versión joven de la madre.



   La casa tiene las habitaciones distribuidas de tal manera que los habitantes sólo comparten cocina, comedor y baño. No obstante ese detalle, Fanny y Susy estaban al tanto de lo que sucedía todas las noches en el dormitorio de la pareja. ¡No era para menos si se tiene en cuenta la excesiva efusividad de Tato!



   Hasta que un día las dos mujeres comenzaron a notar que los “combates”  no eran tan frecuentes como al principio. La madre fue la primera que lo advirtió, pero prefirió mantenerse al margen del asunto. No porque no le interesara la vida de la hija sino porque quería evitar cualquier tipo de intromisión en la intimidad conyugal de la pareja. Pero un hecho fortuito la determinó a conversar seriamente del tema con Adelina. ¿Cuál fue ese hecho?  Un día vió que Tato entraba en la casa de una mujer que en el barrio tenia fama sobrada de comedora de hombres. Pasó varios días pensando el asunto. ¿Por qué visitaba a una puta teniendo a una mujer como Adelina a su entera disposición?  Algo estaba funcionando mal.



   Esa mañana, mientras desayunaban, decidió tomar el toro por las astas y encarar a la hija. La experiencia le indicaba que ese matrimonio estaba al borde del naufragio. Aguardó hasta que Susy y Tato salieran para sus respectivos lugares de trabajo y se jugó todo a una sola carta.



-         Nena, ¿puedo hacerte una pregunta?



-         Por supuesto mamá.



-         ¿Las cosas con Tato no andan bien? ¿Verdad?



-         ¿Por qué me lo preguntás?



-         Contestame lo que te pregunto y después te digo el motivo.



-         La verdad, anda todo para el carajo.



-         ¿Por qué?



-         Perdoná lo que te voy a contar pero resulta que es un insaciable, quiere coger y nada más que coger. ¡Si fuera por él me tendría que pasar el día con las piernas abiertas!



-         Ahora entiendo muchas cosas.



-         La que no entiendo soy yo.



-         Mirá, ya son varias las veces que lo veo entrar en la casa de la puta que vos sabés.



-         ¡Me lo imaginaba!



-         ¿Qué pensás hacer al respecto?



-         No se me ocurre nada por el momento.



-         Sería bueno que reaccionaras antes de que la cosa se vuelva incontrolable.



-         ¡Mamá, no sé que hacer! – respondió Adelina rompiendo a llorar.



-         Tenemos que pensar cómo hacemos para retenerlo en casa, para que no se envuelva más con la puta.



-         ¡Ni se te ocurra pedirme que acceda a sus deseos porque el cuerpo ya no me responde! Dos, tres y hasta cuatro veces por semana, vaya y pase, pero todas las noches traca traca nunca más.



-         ¿Todas la noches?



-         Las noches, las mañanas y las tardes. ¡No te dije que es un insaciable! Si no tiene constantemente una concha a su disposición estamos perdidas. ¡No lo vamos a retener de ninguna manera!



-         No se me ocurre nada. ¿Cómo hacemos para calmarlo un poco?



-         A no ser que estés dispuesta a sacrificarte y seas vos la que se abra de piernas, yo no le veo otra solución.



-         ¡Mirá lo que estás diciendo!  ¿Qué me deje coger por mi yerno? ¿Es una broma de las tuyas?



-         Es una locura pero, por lo menos, todo queda dentro de la familia. Mucho peor es que ande cojiendo con extrañas. ¡Lo prefiero!



-         ¡Es muy arriesgado!



-         Pensalo, total no se pierde nada.



   La conversación terminó ahí pero la propuesta de Adelina comenzó a ocupar los pensamientos de Fanny. ¿Cuántos años hacía que no se daba un buen revolcón con un tipo? Ya había perdido la cuenta. Aún así, si se decidía a aceptar la propuesta de la hija, antes habría que preparar convenientemente el terreno. A pesar de las buenas intenciones, las improvisaciones podían arruinar todo. Ese fue el tema central de la platica vespertina.



-         Nena, estuve pensando mucho en lo que me dijiste esta mañana y decidí que voy a darte una mano.



-         ¿Estás dispuesta a acostarte con Tato?



-         Si, pero vamos a hacer las cosas ordenada y metódicamente para que no sospeche nada. Si le damos un toquecito de clandestinidad creo que va a funcionar a la perfección.



-         ¿Qué se te ocurrió?



-         Esta noche voy a empezar por sacarme el corpiño para que pueda notarme las gomas. Mañana  en vez de usar la bombacha de siempre, me pondré una de esas tanguitas que usas vos. ¿Si?



-         ¿Pensás que va a morder el anzuelo?



-         No lo sé. Esperemos que si. Vamos a tratar de conquistarlo por medio de la vista



   Fanny sirvió la cena con la normalidad habitual, pero se notaba que no tenía puesto el corpiño. Las tetas se le desplazaban a gusto de un lado hacia el otro y el roce con la camisola le endurecieron los pezones. El yerno la observó varias veces, pero con mucho disimulo. La que no entendía lo que sucedía era Susy, que ocultaba como podía el asombro que le causaba la vista del movimiento pendular de los pechos de su madre. Finalizó la cena, Tato dijo que se tenía que encontrar con unos amigos y se fue.



-         Me gustaría que me pusieran al tanto de lo que está pasando en esta casa.. Mamá ¿por qué andas exhibiendo las tetas de esa manera? ¿Se trata de una broma?



-         Adelina explicáselo vos.



-         Tato está visitando a la puta de la otra cuadra.



-         ¿Y?



-         Que lo hace porque no quiero coger todos los días como a él se le antoja.



-         ¿Y mamá que pitos toca en este asunto?



-         Que para retenerlo en casa ... ¡contáselo  vos mamá que a mi me da verguenza!



-         Adelina quiere que me acueste con él.



   Susy, sorprendida,  abrió desmesuradamente los ojos, tomó un cigarrillo, lo prendió y las miró fijamente antes de emitir una sola palabra.



-         A ver si entendí bien. Tato anda cogiendose a una puta y ustedes dos piensan que si se entuba a mamá no lo va a hacer más. ¿Es así?



-         ¡Exacto! – contestaron al unísono madre e hija.



-         Comprendo, comprendo. ¿Puedo unirme al proyecto?



-         ¿Qué querés decir?



-         Si tiene tanta potencia y ganas de coger como dicen, una concha más no le va a venir nada mal.



-         ¿Querés que te voltee a vos también?



-         ¡Por supuesto! Con gusto mes ofrezco a participar. ¡Tres pelos de concha pueden más que uno solo!



-         ¿Qué te parece Adelina?



-         Que está bien. Pero no tiene que enterarse de que esto es una trama para retenerlo en casa.



-         Comprendido. Che ¿cuanto mide la de tu marido?



-         Cerca de 15 cm, pero es bastante gruesita.



-         Mañana mismo empiezo a “mostrarme” yo también.



   Sellaron el pacto secreto tomándose unos buenos vasos de vino tinto y, luego se fueron a la cama. A la mañana siguiente, Tato se encontró con tres mujeres que no se preocupaban por ocultar sus cuerpos. Las tetas de la suegra lo tenían obnubilado, y no les cuento los pensamientos obscenos que le provocaron las nalgas de la cuñada.



-         ¡Che! ¿Qué estás mirando? ¿Nunca viste un par de tetas como las de mi mamá? – reprochó Susy.



-         No se las estoy mirando.



-         Entonces me parece que vos sos algo maricón.



-         ¡Mirá lo que decís!



   Tato terminó apresuradamente el desayuno para salir a la calle con la cara sonrojada. Las tres cruzaron una mirada de satisfacción.



-         ¿Quién lo va a encarar primero? – inquirió Susy.



-         Me parece que es mejor que sea yo porque siempre estoy en casa cuando él vuelve – sugirió la madre.



-         Entonces tenemos que arreglar todo para que nosotras dos no retornemos hasta bien tarde así le dejamos el campo libre a mamá – propuso la hija menor.



-         Llamalo a la oficina y decile que vamos al cine, que la cena se la prepara la vieja.



   Fanny se organizó para el asalto vistiendo camisón rosado transparente y salto de cama haciendo juego. Nada de ropa interior. Luego se recostó sobre su cama esperando la llegada de la presa. Cerca de las 18 sintió que la puerta de entrada se abría, luego sonido de pasos en el comedor y una voz que preguntaba algo que no entendió. Arreglo su ropa de tal manera que pechos y piernas tomasen un aspecto decididamente provocativo.



-         ¿No hay nadie en casa? – preguntó Tato.



-         Vení que estoy en mi pieza.



   Se asomó despreocupadamente y se quedó inmóvil ante el espectáculo que tenía frente a sus ojos. ¡La suegra estaba semidesnuda!



-         Pasá bebé, no te voy a comer.



-         Es que... bueno.



-         ¿Nunca viste una mujer madura recostada en la cama?



-         Si...pero – balbuceó.



-         Sentante aquí que tenemos que charlar un poco de ciertos asuntitos tuyos.



   Sin salir todavía del asombro, Tato se sentó en el borde de la cama disponiéndose a comenzar la charla que le proponía la suegra.



-         El otro día te vi salir de la casa de cierta mujer de la que no me quiero ni acordar. ¿Qué tenias que hacer ahí?



-         ¿Se lo contó a mi mujer?



-         No contestaste lo que pregunté.



-         No, nada.



-         ¡No mientas! Fuiste a coger. ¿Verdad?



-         Esteee...si. Pero, por favor,  no se lo cuente a su hija.



-         Depende, depende.



-         ¿De qué depende?



-         De que hagas lo que yo diga. De lo contrario, largo el rollo y se te pudre todo.



-         ¡No, por favor, hago todo lo que quiera!



-         ¿Todo?



-         Si, todo.



-         ¡Desnudate ahora mismo!



-         ¿Qué me saque la ropa?



-         ¿En qué idioma hablo que no entendés? ¡Si! Quiero verte en pelotas.



   Con movimientos torpes pero rápidos, el boquiabierto yerno fue dejando caer la ropa al piso hasta quedar totalmente desnudo frente a los ojos de la suegra, que con un leve movimiento de manos dejó a la vista sus formidables pechos.



-         ¿Te gustan mis tetas? Vení, chupame los pezones. Son todos para vos solito.



-         ¿Puedo?



-         Si boludo, chupámelas.



   Desinhibido por las frases salidas de la boca de la mujer, dedicó largos minutos a recorrer con la lengua toda la superficie de ese magnifico par de tetazas. ¡Qué buenas que están! ¿Cómo hice para perdérmelas durante tanto tiempo? Pensó para sus adentros. La suegra estiró la mano derecha hasta alcanzarle la punta del pito, bajándole después la pielcita para acariciarlo desde la cabeza hasta la base.



-         ¿Te hago bien la paja bebe? Decime que te gusta, decime que te gusta, puerquito.



-         ¡Me gusta, me gusta!



   Cuando advirtió que los pezones estaban lo suficientemente endurecidos, los abandonó abruptamente para dirigirse hacia la entrepierna de la suegra. Allí se topo con una tupida mata de vello púbico. ¡Bien peludita como a él le gustaba! Lamió la entrepierna con ardor para luego centrar su atención en los labios mayores, separó con el índice y pulgar de la derecha, tropezó con los carnosos labios menores y los mordió con ardor.



-         ¡Si, papito, si! ¡Quiero lengüita, mucha lengüita!



   Cada vez que la lengua exploraba intensamente la vagina, la vieja retorcía el cuerpo mientras se amasaba los pechos con fruición. La operación duró varios minutos, hasta que la verga de Tato buscó con anhelo la entrada del túnel del placer. Fanny se colocó acostada boca arriba, abriendo las piernas lo más que pudo. El yerno tomó su pija con la derecha, tanteó la entrada con los dedos de la izquierda y penetró hasta llegar al fondo. Un gemido de placer proveniente de la garganta de Fanny le indicó que circulaba por buen camino. Adentro, afuera, adentro, afuera. Pausa. Adentro, afuera, adentro, afuera. La mujer acompañaba las embestidas moviendo las caderas. Con los ojos semicerrados y mordiéndose la lengua, Fanny expresaba silenciosamente el placer de recibir esos 15 cm de carne inflados por la excitación. Adentro, afuera, adentro, afuera



-         ¡No puedo más, no puedo más! ¡Termino, termino! – bramó él.



-         ¡Terminá adentro, terminá adentro! – respondió ella.



   Un torrente de esperma inundó las entrañas de Fanny mezclándose así con los jugos vaginales para después desparramarse por la entre pierna en dirección al ojete.



-         ¡Meteme los deditos que todavía no terminé! – suplicó la vieja.



-         ¿Así?



-         ¡Untame el culo, untame el culo!



   Ahora los que trabajaban eran los dedos índice y medio de la mano derecha de Tato. Adentro, afuera, adentro, afuera. Pausa. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Un potente alarido junto al típico arqueo de espalda indicaban que al fin había llegado el orgasmo.



-         ¿Te gustó papito?



-         Si, ¿y a vos?



-         Si, si. Me gustó muchísimo. Quiero chuparte la pija.



  Sin dejarlo reaccionar, se apropió de la verga iniciando una lamida que se extendió desde los huevos hasta la punta. Una, dos, tres, cuatro, veces. Succión de testículos. Una, dos, tres veces. A continuación,  penetración en la boca seguida por una violenta succión. Él se desplomó sobre la cama, exhausto.



-         No me vas a decir que ya te cansaste.



-         No, pero tiene que dejarme reponer un poco. ¡Fue maravilloso!



-         ¿Entonces te gustó?



-         ¡Claro que me gustó!



-         ¿Vas a querer atenderme el culo?



-         ¿El culo también?



-         ¿No te gusta mi culo?



-         ¡Es monumental!



-         ¡Qué estás esperando!



   Pensando que la suegra era casi tan insaciable como él, Tato la colocó acostada boca abajo, tomó los glúteos con ambas manos, los abrió y comenzó a lamer el misterioso y exquisito ojete que la mujer le ofrecía.



-         ¡Mete la lengua y los deditos, por favor!



-         ¿Así te gusta?



-         ¡Más adentro chanchote, los quiero más adentro!



-         ¡Te voy a reventar el ojete, puta de mierda!



-         ¡Ay,  si, reventame que me gusta! ¡Más fuerte!



   Aprovechando la lubricación natural proporcionada por la abundante mezcla de semen y jugos vaginales, Tato alcanzó a introducir hasta tres dedos al mismo tiempo en las entrañas de su suegra. Mientras tanto, ella emitía gemidos semejantes a ronquidos. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro, afuera.



-         ¡Meteme la pija, meteme la pija papito!



   Sin pronunciar palabra, él volvió a empuñar la verga con la derecha, ubicó la entrada del ojete y, con un solo movimiento, penetró en las entrañas calientes de la madre de su mujer. Al instante tuvo la sensación de que le estaban apretando la pija con singular energía. ¡Esta turra me la está estrangulando! Pensó para su adentros. Adentro, afuera, adentro, afuera. Pausa, Adentro, afuera, adentro.



-         ¡No puedo más, no puedo más!



   Antes de poder retirarla, eyaculó violentamente en el interior. Mientras tanto, Fanny continuaba moviendo las caderas de atrás hacia delante. Un borbotón de leche surgió del ojete para terminar depositándose sobre las sábanas.



-         ¿Te gustó?



-         ¡Sí , cómo no me va a gustar!



-         Viste que estas buscando afuera lo que podés tener cómodamente en tu casa.



-         Pero Adelina puede sospechar.



-         Dejalo por mi cuenta, quedate tranquilo.



-         Confío en usted.



-         De ahora en más no vas a tener que preocuparte más.



-         ¿Quiere decir que vamos a repetir?



-         ¡Por supuesto!



   Se bañaron por separado, tendieron la mesa, cenaron y cuando estaban terminado el postre, llegaron Adelina y Susy.



-         ¿Todo bien? – preguntó Adelaida.



-         Perfecto y sin novedad..



   Madre e hijas cruzaron miradas cómplices significando que la misión había sido cumplida exitosamente. Pretextando haber tenido un día agotador, Tato se fue caminando lentamente hacia el dormitorio dejando solas a las tres mujeres. Las hermanas aguardaron unos minutos antes de comenzar a interrogar a la madre.



-         ¿Salió todo bien? – interrogó Adelina con ansiedad.



-         De mil maravillas. Creo que colmé todas sus expectativas.



-         ¿Qué hicieron, qué hicieron? – apuró Susy.



-         Nada fuera de lo común. Lo hice terminar dos veces.



   En voz baja y conteniendo la ansiosa curiosidad de sus hijas, Fanny relató paso a paso y con pelos y señales todo lo sucedido.



-         Tengo un plan que no nos puede fallar y que, además, va a dejarnos satisfechas a las tres. ¿Quieren conocerlo?



-         ¡Si, si! – respondieron las hijas.



-         Mañana lo voy a atacar de nuevo así que no se extrañen si a la noche escuchan ruidos raros. Hagan de cuenta que no pasa nada. Adelina, vos tenés que simular que dormís profundamente y vos, Susy, no te hagas la curiosa . Quedate en tu pieza porque tenés que estar fresca para el sábado, que va a ser tu día. Mañana les explico bien cómo nos vamos a mover  ¿Entendido?



-         Si, si.



-         Quiero que les quede bien claro que mañana por la noche le voy a sugerir a Tato que se venga a mi pieza. Pero dentro de una hora más o menos, Adelina va a entrar en acción. Te desnudás, te metés en la cama y le hacés la paja más salvaje y puerca de todas las que le hiciste en tu vida.



-         Pero después va a querer embocarme – protestó Adelina.



-         Siempre y cuando lo dejes. Te las tenés que arreglar para convencerlo de que esta noche querés jugar con su pija, tomar lechita caliente recién ordeñada y nada más. Tenemos que cansarlo de tal manera que quede rendido y sólo tenga rollo para una sesión diaria. No se si comprenden cual es mi idea. Desde hoy, las tres nos hemos convertido en las putas del prostíbulo privado de Tato. Sólo que él no lo sabe. Lo disfruta y nada más.



-         ¿Y yo para cuando? – preguntó Susy.



-         Ya te dije que el sábado. Si tenemos la suerte de que haya sol, te ponés la bikini y te vas a la azotea. El resto queda en tus manos, lo metés en la piecita y te lo volteás. Nosotras te garantizamos la más absoluta impunidad. Vas a tener el campo libre así que lo tenés que aprovechar al mango. Después vemos si Ade o yo tenemos que darle un refuerzo a lo tuyo. Ahora, todas a la cama. Ade, a ver si te inspirás y me lo dejás mansito para mañana. Mi yernito no sabe lo que le espera.



      A eso de la una de la madrugada Adelina comenzó a desvestirse mientras observaba como el marido dormía placidamente. Con un movimiento rápido y certero de sus manos, corrió las sabanas hacia un lado para dejar al descubierto el cuerpo de Tato. Tratando de no despertarlo, tiró suavemente los pantalones del pijama hacia abajo hasta que logró tener frente a sus ojos una verga todavía inerte.  Le separó un poco las nalgas, sujetó los testículos con la mano izquierda y empuñó la pija con la derecha. La apretó  poco a poco hacia abajo en dirección a la base y se dispuso a chupar. El marido todavía no reaccionaba.



   Se relamió lo labios para humedecerlos, abrió ligeramente la boca y, acercándose  a la pija, le sopló la punta con el aliento caliente de su boca. Sacó la lengua y se la pasó por la cabecita. Tato se incorporó sorprendido.



-         Quedate quieto, papito, dejame trabajar.



-         ¿Qué estás haciendo?



-         Me agarraron ganas de tomar lechita caliente recién ordeñada.



-         ¿Ahora?



-         ¡Si, ahora mismo!



   Con la lengua goteando saliva, comenzó a lamerlo lentamente desde la base hacia arriba. Giró su cabeza hacia un lado y simuló morderlo suavemente colocando los dientes en la carne de la cabeza.



-         ¡Qué rico choricito que tenés!.



-         ¿Te gusta mamita?



-         ¡Delicioso!



   Usando la lengua agregó saliva para humedecérselo más, esparciéndola con los dedos de la otra mano. Entretanto, con la izquierda le tocó las pelotas, arañándolas

ligeramente con las uñas. Buscó debajo y detrás de las pelotas hasta encontrarle el perineo, justo antes del ojete, pasando muy levemente los dedos sobre su agujero. Tato se retorcía de satisfacción pero demostrado algo de insatisfacción. ¡La mujer lo estaba atormentando con sus lamidas!



   Se la estrujó haciendo brotar el clásico líquido claro que esparció por toda la pija usando la lengua. La lamió como si se tratase de un helado de crema, la metió dentro de la boca reteniéndola un largo rato apretada contra el paladar. Él pugnaba por introducirla hasta el fondo de la garganta pero ella se lo impidió, chasqueó con la lengua, la deslizó hacia atrás y hacia delante para luego absorbérsela como si fuese una pajita.



   Adelina tenía una furiosa erección en la mano derecha y un par de pelotas tensas en la izquierda. Se echó hacia atrás y lo observó. ¡Una hermosura! Tato estaba excitado, caliente, desaforado como nunca. Ella llevó su mano derecha a la base de la pija y apretó con fuerza. La cabecita estaba brillante y suave. ¡Toda peladita! Continuó manteniéndosela en la boca, chupó enérgicamente hasta advertir que el disparo no podía tardar mucho en producirse. La empuño con la derecha comenzando el rítmico movimiento de arriba hacia abajo mientras acariciaba los huevos con la izquierda.  Arriba, abajo, arriba, abajo, arriba, abajo.



-         ¡NO DOY MÁS, NO DOY MÁS!



-         ¡Aguantá, Tatito, aguantá!       



   Adelina abrió la boca esperando recibir el elixir del marido. Una, dos, tres. Pausa. Arriba, abajo, arriba, abajo. Pausa. Arriba, abajo y....¡ Un grito agónico y escalofriante anunció la salida de tres chorros de líquido blancuzco y espeso que inundaron la boca de Adelina!



-         ¡Me mataste, Negra, me mataste!



-         ¿Te gustó la pajotita que te hice?



-         ¡Formidable, formidable!



   Tato se quedó tumbado en la cama, observando como Adelina aprovechaba para recoger los restos de semen que todavía quedaban en su verga.  Ella se relamía mientras tragaba apresuradamente el semen de su marido.



-         Ahora a dormir que mañana tenés que trabajar.



-         ¿Cuándo me vas a hacer otra igual?



-         ¡No seas goloso! Uno de estos días te la repito.



-         ¡Ade, sos una fiera!



-         Dormite, papito, dormite tranquilo.



  A la mañana siguiente Tato partió para la agencia más temprano que nunca, con más bríos, enfervorizado por las experiencias del día anterior. Las tres mujeres se reunieron para desayunar y repasar los últimos acontecimientos.



-         Por lo que se oyó, lo mataste.



-         ¡Mirá lo que decís mamá!



-         Oí clarito que le preguntabas si le había gustado la pajotita.



-         ¿Qué querías que le peguntara?



-         Está bien, está bien. Lo importante es que ya tiene la seguridad de que no le va a faltar sexo. Creo que no puede quejarse. Concha y culo míos y manitos de seda tuyas. Algo lo calmamos pero todavía falta mucho.



-         ¡Yo soy la única que todavía no recibió nada! – protestó Susy.



-         A vos te reservamos para el sábado, ya te lo dije ayer.



-         ¿Qué vamos a hacer esta noche? – inquirió Ade con curiosidad.



-         Le voy a sugerir sutilmente que venga a mi cuarto. Se va a imaginar para qué porque no tiene ni un solo pelo de boludo.



-         Mamá, quiero que me digas qué te pareció la pija de Tato.



-         ¡Muy buenas! Un poco gruesita, pero buena al fin.



-         ¿Nada más?



-         Culea bien. La sentí como nunca antes la había sentido. No sé si habrá sido porque no lo hacía desde hace no sé cuantos años.



-         ¿El viejo te culeaba seguido? – preguntó socarronamente Susy.



-         ¿Vos qué te imaginás? Dejémonos de boludeces y preparemos la escena para esta noche. Se van a dormir tempranito y no salen de la cama así se venga el mundo abajo. Quiero tranquilidad y libertad de movimientos..



   La cena del jueves se desarrolló de acuerdo a lo planeado por Fanny. Las hijas se fueron a dormir bien temprano dejando que suegra y yerno se quedaran solos. Cuando el silencio reinó en la casa, Fanny se sentó junto a Tato.



-         ¿Esta noche me vas a venir a visitar a mi cuarto?



-         ¿No es demasiado arriesgado?



-         Quedate tranquilo que nadie nos va a molestar. ¿A la una?



-         A la una estoy con usted.



   Una menos cinco, Fanny escuchó los golpecitos que Tato daba en la puerta de su cuarto. Quedaba demostrado que el plan estaba funcionando a la perfección.



-         ¿Mis hijas están dormidas?



-         Creo que si porque roncan bastante fuerte.



-         Vení, metete en la cama. ¿te gustó lo de ayer?



      -   ¡Está para el crimen! ¡Qué tetas, qué culo!” – respondió con voz de calentón reprimido.



   Tato colocó su mano sobre los turgentes glúteos hasta alcanzar el canalito que los separaba.



-         ¿Querés que te siga tocando?



-         Por supuesto, puerquito inmundo.



-         ¿Qué te parece mamita?



-         Seguro que vas a salir con una asquerosidad de las tuyas, pero me gusta.



-         ¡Vení putona,  besame la punta de la pija!



   Poniendo cara de satisfacción, Fanny acercó sus labios hasta la punta del miembro para basarlo.



   -Acariciame los huevos que me gusta. Pasame la lengüita despacito.



   La madura cumplió con lo prometido acariciándole los huevos y pasándoles la lengua hasta dejarlos empapados de saliva.



   -¿Querés que me de vuelta y te muestre el ojete? Mirá como me lo abro con las dos manitos.



   -¡Miren ése culazo! ¡Monumental! Inclinate hacia delante que tengo ganas de meterte el dedito mientras te pajeo un poco.



-         Lo que vos digas, lo que vos digas.



      -Ponete en cuatro patas como las perritas y después hacé pis como las perritas.



-         ¡Es una chanchada pero me gusta la idea!



   Fanny caminó en cuatro patas como si fuese una perrita, tomó un florero que estaba sobre su mesita de noche, lo colocó entre sus piernas, se puso en cuclillas y meó tal como se lo pedía el yerno..



   -¡Hacé fuerza así te sale más! Cuando termines metete los deditos bien adentro”.



-         Es una chanchada pero me gusta.



-         ¡Pajeate, mamita, pajeate! Con la otra mano tocate las tetas y pellizcate los pezones!”



-         Me gusta



   Mientras se pajeaba y se tocaba las tetas, Fanny caminó en cuclillas hasta enfrentarse con la entrepierna del yerno, cerró los ojos, sacó la lengua y comenzó a lamerle la punta de la pija.



   -¡Fantástico! ¡Absorbé el juguito, absorbé el juguito! ¡Preparate porque ahora me pongo atrás tuyo y te entubo!



-         ¡Si papito quiero que me garches!



   Dando un salto acrobático Tato se ubicó detrás de Fanny, que lo aguardaba con las caderas bien levantadas hacia arriba. Sin pensarlo dos veces, le abrió los labios mayores, empuñó la verga con la derecha y se la metió hasta sentir que los glúteos de ella le tocaban el abdomen. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Pausa.



   -¡Más fuerte, putito, más fuerte que me gusta!



-         ¿Así chanchita, así te gusta?



-         ¡Siii, siii!



   Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Pausa. Tato se reclinó sobre la espalda de la suegra para alcanzar así las tetas y amasárselas con ardor. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro.



-         ¡Me voy, me voy!



-         ¡Acabame adentro, acabeme adentro!



   Fanny tiró sus caderas hacia atrás, arqueó la espalda y dejó que Tato largara un violento y abundante lechazo.



-         ¡Meteme los deditos en el culo!



-         ¡Lo que vos quieras, mamita, lo que vos quieras!



-         ¡No doy más! ¡No doy más!



-         ¡Sos un minón infernal!



   Se quedaron abrazados y quietos durante un largo rato, hasta que Fanny le dio un beso en la boca como despedida.



-         Por hoy es suficiente. Mañana quedate en el molde porque mi hija puede sospechar. ¿Entendido?



-         Lo que usted diga.



-         Si no pasa nada raro, repetimos otro día. Ahora andate rapidito.



   Tato se puso rápidamente el pijama, abrió la puerta de la habitación sigilosamente y, en puntas de pié, entró en su pieza donde Adelina simulaba roncar.



    El viernes transcurrió dentro de la más absoluta normalidad. Las tres volvieron a reunirse a espaldas de tato para planear el paso siguiente.



-         Mamá, tengan un poco más de cuidado. Gritaban como marranos, los tuvo que haber oido hasta el almacenero de le esquina – aconsejó Susy.



-         ¿Tanto se oyó?



-         Ni te lo imaginás. Me calenté tanto que hasta me hice la paja – retrucó Adelina.



-         Bueno, dejémonos de pavadas. Mañana, con el pretexto de que vamos a limpiar, a él lo mandamos a dormir la siesta al cuartito de la azotea. Susy sube, pone la tranca en la puerta de la escalera y después entra en acción. ¿Comprendieron?



-         ¿Tengo bandera verde para hacer todo lo que se me ocurra? – preguntó Susy.



-         Todo lo que sea necesario – replicó Adelina.



   El sábado la acción se desarrolló según lo tenían planeado las tres mujeres. Ni bien Tato estuvo ubicado en la piecita, Susy subió las escaleras luciendo una infartante bikini para tenderse sobre el piso a tomar sol. Se preocupó por hacer la suficiente cantidad de ruido como para que él notase su presencia. El ardid surtió su efecto porque Tato se asomó por la puerta en el preciso momento en que la cuñada se despojaba el corpiño dejando al aire sus generosos y abundantes pechos.



-         ¿Me estás espiando?



-         No. Sentí ruidos y quise saber quién era.



-         Era yo. ¿Por qué?



-         Por nada, por nada.



-         Ya que estás al pedo como bocina de avión, ¿por qué no me ponés crema en la espalda?



  Tato se acercó vacilante. Su mirada no se apartaba de esas dos masas de carne pendientes del cuerpo de la cuñada. ¡La pija se le estaba endureciendo a pasos agigantados!



-         ¿Qué mirás calentón?



-         Nada, nada.



-         ¡Me estás mirando las tetas¡



-         No, te lo juro.



-         ¡Sos un mentiroso! ¿Te gustan mis tetas?



-         Son muy lindas.



-         ¿Nada más?



-         Y grandes.



-         ¿Querés verlas?



   Susy dio vuelta el cuerpo poniendo frente a los ojos de Tato la magnificencia de esas dos montañas de carne coronadas en su cima por dos pezones enormes y duros rodeados por sendas aureolas color chocolate claro.



      -     ¿Estás conforme con lo que ves?



-         ¡Son espectaculares? ¡Que pezones más gruesos que tenés!



-         Mirá como se ponen mucho más duros si me los toco. A ver, tocalos vos.



-         ¿Puedo?



-         ¡Qué boludo que sos! ¿Para qué preguntás? ¡Tocámelos!



   Las manos vacilantes de Tato se centraron en los pechos de la cuñada, pellizcando de vez en cuando los pezones, recorriéndolos con evidente excitación.



-         ¡Mirá cómo se te ponen ahora que te los estoy frotando! ¡Mirá! ¡Mirá!



-         ¡Chupámelos, chupámelos!



-         ¡Tocame la pija guachona, tocame la pija!



-         ¡Qué durita que la tenés turrito!



-         ¡Chupámela, chupámela!



-         ¡Si putito, si! ¿Me la vas a meter?



-         ¿Concha o culo?



-         ¡Adonde más te guste, papito!



   Susy dejó de mamar la pija y suspendió las caricias en los huevos para ponerse en cuatro patas, ofreciéndole generosamente la entrada de sus dos aberturas. Taro se dedicó a lamer los labios mayores y a buscar con sus dedos la entrada de la vagina.



-         ¡Chupale la conchita a la nenita que le gusta!



-         ¿Vas a querer mi lechita?



-         ¡Si, muñequito, quiero toda tu lechita bien adentro de la cajeta!



   Ante este ardiente reclamo Tato actuó como acostumbraba a hacerlo en este tipo de circunstancias, empuñó la verga con la derecha, separó los labios mayores, apuntó y penetró hasta el fondo mientras los jugos vaginales de la cuñada afloraban en abundancia. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Pausa.



-         ¡Dámela toda, puerquito, dámela toda!



-         ¡Tomala toda, tomala toda!



   Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Pausa. Susy estiró la mano derecha para frotarse el clítoris dando muestras de su evidente estado de excitación.



-         ¡Estoy acabando, estoy acabando!



-         ¡Acabame adentro, acabame adentro!



   El chorro de leche no tardó en emerger por la punta de la verga del insaciable Tato. La retiró lentamente permitiendo la salida de un torrente de líquido caliente y espeso.



-         Seguí metiendome los deditos en el culo y en la concha para que pueda acabar yo también.



-         ¡Tomá, tomá! ¿te gusta que te meta los deditos en el culo?



-         ¡No hablés, no hablés y seguí metiendomelos hasta el fondo turrazo!



-         ¡Acabá, acabá!



-         ¡Ahhh! ¡Ahhh!



   Los movimientos corporales fueron haciéndose cada vez más lentos, hasta que ambos se tumbaron rendidos sobre el piso.



-         ¡Ojo Tato! ¡Ni se te ocurra decir una sola palabra de todo esto. Adelina y la vieja no se tienen que enterar.



-         ¿Vos pensás que soy boludo?



-         No, pero es mejor prevenir que curar.



-         ¿Vamos a poder repetir?



-         Depende de vos.



-         Si es por mi, repito cuantas veces se te antoje.



-         ¿Por qué no entramos en el cuartito y seguimos disfrutando de la vida?



-         ¡Vamos, vamos!



   La fogosidad de Tato le permitió terminar dos veces más. Susy quedó totalmente satisfecha y conforme con la experiencia. Bajaron a la planta baja cerca de las 5 de la tarde. Fanny y Adelina le dirigieron a Susy una mirada entre pícara y cómplice.



-         ¿Todo bien?



-         ¡Perfecto!



-         ¿El sol calentaba mucho?



-         ¡Un infierno, un infierno!



   Tato pasó corriendo en dirección al baño para darse una ducha. La cuñada abrió la heladera y se sirvió un gran vaso de agua que bebió con avidez.



-         Adelina, esta noche hacele pajotita como al él le gusta y, si todavía tenés ganas, polvito salvaje. Mañana le vamos a dar un descanso, salvo que quiera guerra. La que él elija se lo aguanta. Mejor dicho, lo disfruta.



-         ¿El lunes a quién le toca? – preguntó Susy.



-         A mamá, si todavía le dá el cuerpo.



-         ¡Claro que me dá! ¡Lo voy a dejar seco!



   Queda poco por contar. La vida sexual de Tato tomó un rumbo totalmente inesperado para él. Un día con Adelina, otro con la suegra y el tercero con la cuñada. Sin contar las pajotitas a las que lo sometía la mujer. Nunca más volvió a visitar a la puta. ¿Para qué? Ahora tenía su propio plantel de putas, siempre dispuestas a quedarse con la lechita de su pija. ¿Fue feliz? Eso no lo puedo asegurar. Otro día puede ser que les relate algunas cosas más sobre este singular cuarteto.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 3
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