El baile que cambió nuestra historia
Somos una pareja de 40 años, y esta es una historia que nos pasó cuando éramos novios. Nos conocimos en la preparatoria y, a pesar de ir a universidades diferentes, nuestro noviazgo continuó. Era una relación maravillosa, aunque sin intimidad física. Lo que les voy a contar sucedió en 2009, en nuestro último año de carrera.
Mi novia, Marcia, venía de una familia con dificultades económicas y tenía que trabajar y estudiar. Afortunadamente, vivía con su madrina, dueña de una cafetería dentro de su universidad que la apoyaba mucho. Yo siempre fui bienvenido en su casa, y solía pasar las tardes ahí.
El punto de inflexión de esta historia llegó cuando la popular banda "La Arrolladora Banda El Limón" anunció una presentación en la ciudad. Me organicé para invitar a Marcia. Un viernes por la noche, después de dejarla en su casa, me di cuenta de que su madrina tenía visitas, así que me despedí rápidamente para no incomodar. Quedamos en que pasaría por ella el sábado por la noche para ir al baile.
Al día siguiente, recibí una llamada de Marcia. Me pedía que llegara más temprano porque la hija de su madrina, Hedi, había llegado de visita desde otra ciudad con unos amigos para ir al baile, y nos uniríamos todos.
La noche del baile
Cuando llegué, me presentaron a los visitantes: Hedi, su novio Fer, y dos amigos, Alex y Brayan, junto con una chica llamada Adriana. Me llamó la atención que los tres chicos tenían una apariencia musculosa, como fisicoculturistas, y Adriana era muy guapa. Recordé que Marcia me había contado que Hedi tenía unos amigos que trabajaban como strípers en un club para damas, y que así se pagaban su posgrado. En ese momento, caí en la cuenta de que eran ellos.
Vi que Marcia estaba encantada con ellos; conectaron muy bien, se hacían bromas y comentarios como si se conocieran de toda la vida. Supe que ya se habían quedado en la casa de la madrina en una ocasión anterior, y supuse que ahí se habían conocido. No les miento, empecé a sentirme celoso, pero era un sentimiento extraño, porque al mismo tiempo me gustaba verla tan feliz.
De camino al baile, pasamos a comprar cervezas. Aunque ni Marcia ni yo éramos de tomar alcohol, esa noche a ella no pareció importarle. Se bebió dos latas sin problema, y eso la hizo estar aún más feliz y desinhibida. De hecho, no me hizo mucho caso; estaba totalmente absorta con Alex y Brayan.
Llegamos al baile, y Marcia me dio su celular para que se lo guardara. Dentro del recinto, compraron más cervezas y ella se desató por completo. Bailaba con Alex y Brayan, mientras yo bailaba con Hedi y Adriana. Debo confesar que Adriana me parecía muy atractiva.
A eso de la medianoche, fui por más cervezas y aproveché para devolverle su teléfono a Marcia, en caso de que nos perdiéramos. Para ese momento, ella estaba bastante tomada, pero el baile continuo ayudaba a que no se sintiera tan ebria.
En un momento, mientras yo estaba entretenido bailando con Adriana, vi cómo Marcia, Alex y Brayan se alejaban entre la multitud. Pensé que irían a un lugar con mejor vista o a comprar algo más. Pasó más de una hora y no regresaban. Le marqué varias veces, pero no contestaba. Finalmente, aparecieron cerca de las 3 de la mañana, cuando el baile estaba por terminar. Se veían muy contentos y dijeron que se habían tomado fotos con la banda.
Cuando salimos, me pidieron que acompañara a Fer al estacionamiento para guiarlo a la camioneta. Ya en el asiento trasero, vi una luz parpadeando en el piso. Era el celular de Marcia. Lo recogí y vi mis llamadas perdidas. Me saqué de onda, porque recordaba haberle regresado su teléfono. Ahí fue cuando caí en la cuenta de que ella había estado en la camioneta.
Dejé el teléfono donde lo encontré y, justo al lado, vi la envoltura de un preservativo. En ese momento, una mezcla de celos y excitación empezó a invadir mi mente. Ellos me dejaron en mi casa y siguieron su camino. La cabeza me daba vueltas pensando en lo que podría haber pasado.
La confesión y un nuevo capítulo
Al día siguiente, por la tarde, fui a visitar a Marcia. Los amigos de Hedi ya se habían ido. Le dije que sabía que había estado en la camioneta y que si me contaba lo que había pasado, no me enojaría.
Fue entonces cuando ella me confesó todo. Con la borrachera, los tres habían hecho una apuesta con caballitos de mezcal: quien se los terminara más rápido, ganaba, y el perdedor tenía que hacer lo que los ganadores pidieran. Ella, que no estaba acostumbrada a beber, perdió, y la petición fue tener un trío. Se fueron a la camioneta y tuvieron sexo en el asiento trasero.
Me dijo que no me enojara, que estaba muy ebria. A pesar de que ella era virgen y de que, después de tantos años de noviazgo, no había querido tener intimidad conmigo, le dije que no pasaba nada. Aunque por dentro me moría de celos, la excitación que sentía me estaba enloqueciendo.
Marcia me confesó que la experiencia le había gustado mucho y que Alex y Brayan la habían invitado a ir a Puerto Escondido en un par de meses. Me preguntó si le daría permiso de ir. La besé y, sin dudarlo, le dije que sí.