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El Aldeano y mi cuñado

La madre de mi marido llevaba tiempo delicada y aprovechando el periodo de vacaciones me ofrecí a hacerle compañía y atenderle para colaborar en los cuidados de la casa esperando su mejoría. Mi marido pasaría los fines de semana y volvería a la Ciudad los lunes para ocuparse de su empresa que no podía dejar desatendida. La idea no era muy apetecible para una mujer urbanitas que nunca había vivido en el campo más de dos días, pero me creí en la obligación de echar una mano atendiendo a mis suegros en un momento delicado. Mi cuñado era soltero, y siempre se había encargado de la finca, había preferido no estudiar y dedicarse a la agricultura y la ganadería, gestionando la explotación familiar.

En las tareas le ayudaba un empleado fijo y de forma eventual contrataba trabajadores para faenas puntuales. Tadeo, así se llamaba el empleado, era un chico de pueblo, rudo y sin apenas formación, pero como hombre era atractivo, un morenazo alto, fuerte, ojos negros hermosos, boca sensual, con una sonrisa simpática y picarona. Cuerpo musculoso con sus brazos fornidos y manos grandes, poderosas. Un atleta griego salido de una historia de personajes míticos. Desde que lo vi me impresionó de tal forma que solo su visión me provocaba pensamientos lascivos y no podía quitármelo de la cabeza. Me interesé por conocer algo más de él y me contaron que desde niño se había distinguido por tener un miembro exagerado, que siempre tenía parado y que su fama había conseguido que algunas casadas y viudas insatisfechas de la comarca, acudieran a él desde muy joven, para aplacar sus instintos incontrolables. En la soledad de mis noches, en la cama huérfana de mi marido, me masturbé en numerosas ocasiones fantaseando con que aquel macho rudo y fornido me hiciera suya. Lo deseaba con todas mis fuerzas y aplacaba mis instintos primitivos y mi lujuria masturbándome en la oscuridad de mi alcoba antes de dormir. Pasaban mis días de soledad con la esperanza de que surgiera la ocasión de echarme en brazos de aquel Apolo apetecible.

Atendía a mis suegros de la mejor manera posible y con mi cuñado apenas cruzaba palabra, pues siempre estaba ausente dedicado a sus menesteres. Un día escuché que le daba instrucciones a Tadeo sobre los trabajos a realizar al día siguiente, él se iría a la Ciudad todo el día para atender unos asuntos. Por la noche en la cama, mientras me masturbaba como de costumbre fantaseando con Tadeo, plantee como acercarme al día siguiente hasta los almacenes donde Tadeo debía trabajar reparando y preparando la maquinaria para ciertos trabajos que debía realizar. Se me brindaba la oportunidad de estar a solas con Tadeo y no la podía desaprovechar, solo debería tomar precauciones para no levantar sospechas y ser discreta, mi duda era cómo reaccionaría Tadeo a mis insinuaciones.

Me levanté a la mañana siguiente dispuesta a todo, después de atender a mis suegros y darle instrucciones a la chica de servicio, me puse un vestido fresquito, con falda corta de vuelo y bien escotado, debajo solo tanga mínimo y sin sujetador, mostraba un generoso canalillo y se sujetaba en los hombros con tirantes. Mis pechos serían visibles al menor movimiento y mis piernas se verían con solo una pequeña brisa o a poco que me agachara. A media mañana fui en busca de Tadeo, nerviosa, excitada, lo encontré en los almacenes enfrascado en la reparación de un tractor, vestido con su mono de trabajo, había bajado la parte superior hasta la cintura debido al sofocante calor, su torso sudoroso con manchas de grasa, recordaba la imagen de esos calendarios que suelen colgarse en las paredes de los talleres mecánicos, con machos y hembras espectaculares. Me acerqué y le saludé, pero apenas me contestó con una especie de gruñido. Seguí hablándole, pero apenas me atendía ocupado en su trabajo, sin levantar la vista de la pieza que pretendía reparar. Parecía nervioso, tímido, incómodo con mi presencia. Cayó al suelo la herramienta que manejaba y me apresuré a recogerla del suelo para dársela, agachada levanté la vista y vi sus ojos clavados en mis pechos, que se mostraban totalmente desnudos para él, vi su deseo en su rostro y sentí por un momento miedo. Estuve así unos segundos interminables.

"¡Qué miras!, le dije.

"Sus tetas, son las mejores que vi". Me levanté para darle la herramienta, pero él me agarró del brazo y me atrajo hacia él.

"¿Qué haces?

"Voy a darle lo que ha venido a buscar, señora. Hace días me di cuenta como me mira con ganas de polla y la voy a complacer".

¡No por favor! Se enterará mi cuñado y tendrás problemas.

"Lo está deseando hace días, zorra", al tiempo que me bajaba los tirantes de los hombros haciendo caer el vestido y dejando al descubierto mis pechos.

Sus manos se apoderaron de ellos, los manoseó llenándolos de la grasa de sus manos, sentí como los chupaba y mamaba, mientras emitía sonidos guturales y aumentaba la excitación en los dos.

"¡Qué tetas más duras tiene señora!

Cuando se cansó de manosear y usar mis pechos, bajó lamiendo hasta desabrochar el vestido y hacerlo caer del todo dejando al descubierto mis piernas y mi diminuto tanga, del que salían los pelitos del pubis por los costados, lo que aumentaba su excitación ya incontenida.

"Voy a follarla para darle lo que el maricón de su marido no sabe darle", empezó a lamer mi tanga chipiao de flujos ya en ese momento. Tenía por fin a mi disposición a aquel semental con el que tanto había fantaseado.

Llegué a aquel pueblo abandonado en medio de la naturaleza, lejos de toda civilización, y descubrí aquel ejemplar primitivo y salvaje creado para cubrir hembras y en especial para una de la ciudad que pasaba todo el día, solitaria y en celo, dispuesta a ofrecerse en sacrificio a aquel dios del Olimpo, ofreciéndole su tributo. El destino le había puesto en mi camino e iba a aprovechar los deseos de la naturaleza encarnados en aquel semental creado para aparearse con todas las hembras que se cruzaran a su paso, siguiendo el mandato de sus instintos más primitivos.

Estaba de rodillas, oliendo mi sexo a través de la tela, lamiendo la mancha de flujo bien visible y no tardó en arrancarlo para acceder libremente a mi vagina. Recorrió con la lengua la vulva sin delicadeza, como un animal hambriento. No me gustaban sus modales, pero mi excitación era más fuerte y mi vagina pedía a gritos ser ocupada por una buena verga. Metía su lengua todo lo que le daba de si y pronto me vine en un chorro de flujos que me provocaba aquel labriego adusto, suplía su falta de técnica amatoria con un deseo desenfrenado y salvaje que me hacía estremecer y temblar, cuando me hizo venirme las sacudidas de mi cuerpo le asustaron y casi pierdo el sentido.

Dejó de comer mi sexo y levantándose me hizo arrodillar, bajó la parte inferior del mono y salió su gran verga disparada como un resorte liberado de la tela. No llevaba calzón y se mostraba en toda su plenitud a escasos centímetros de mi boca, realmente era grandiosa, como me habían dicho y la había imaginado tantas veces. "Mama puta", es lo único que balbuceó. La agarré con las dos manos para hacerle una felación como yo solo sé hacerlo, agarrándola con las dos manos inicié la mamada con la experiencia de las numerosas pollas que he tenido en mi boca, pero su deseo salvaje lo impidió y apresuradamente la metió en mi boca agarrándome la cabeza para follarla literalmente. Me ahogaba, era desagradable, pero era más fuerte mi deseo de pertenecer a ese macho, no entendía como mi delicadeza y feminidad podían disfrutar de aquella forma de sexo tan distinta a mi naturaleza sensible, pero era más fuerte mi adicción al sexo y aquella forma de practicarlo era para mí novedoso y me atraía de forma especial, una manera distinta de gozar con un semental con una gran carga de erotismo de los más pornográfico.

Cuando se cansó de follarme literalmente la boca, y a punto de correrse, me levantó en volandas y me llevó hasta un montón de trigo almacenado, me tiró sobre él y yo me abrí mostrándole mi chocho abierto y lubricado, ofreciéndole aquel manjar para él prohibido hasta ese momento, se puso entre mis piernas de rodillas y abriendo con dos dedos de la mano izquierda los labios vaginales, con la otra mano guio su verga introduciendo el capullo entre ellos, hizo un movimiento de acoplamiento y cuando estuvo el capullo bien incrustado clavó su polla de una estocada que sentí en lo más profundo. Empezó a moverse con fuerza, me follaba duro mientras resoplaba emitiendo sonidos y palabrotas obscenas. Me llamaba puta, guarra, cerda... y me sacudía pollazos bestiales. No sé cuánto tiempo estuvo machacándome el coño y sacándome orgasmos uno tras otro, esperaba sentir su chorro de un momento a otro, pero me levantó de esa posición poniéndome en cuatro, mi culo en pompa mostrándole mi ano estriado y oscuro, su mano izquierda chafándome la cabeza con los granos de trigo y con la otra arrastrando con la yema de sus dedos abundante flujo de mi coño para lubricar mi ojete. Escupió sobre él y comenzó a introducir su dedo pulgar para abrirlo, cuando creyó cedía mi agujero, colocó su prepucio, empujo para meterlo despacio y una vez introducido metió su pollón de un golpe seco, sentí morir, grité y traté de relajar lo que pude para empezar a gozar. La notaba apretada, con una gran presión, al compás de sus sacudidas sus huevos revotaban en mi culo y el jadeando me daba más y más. Al fin se corrió inundando mi recto de esperma que al sacarla resbaló por mi entrepierna en abundancia.

Cayó rendido encima de mi aplastando mi cuerpo contra el cereal. Así permanecimos un tiempo hasta que me liberó de su carga. Al levantarnos estábamos enfrascados de granos de trigo que se habían pegado a la piel con el sudor. Froté con mis manos para restregarme y limpiarme, pero en los pelos del pubis, vagina, ano, entrepierna, tenía un verdadero emplaste, se habían pegado bien debido al abundante flujo y esperma. Limpié lo que pude y me vestí para irme a casa a darme un baño. Nos despedimos no sin antes citarme para el día siguiente en el lugar que tenía previsto trabajar.

Comparecí puntual a la cita al día siguiente, y al otro y así en días sucesivos. Era tal mi adicción a aquel macho que contaba las horas esperando entregarme a él, me poseía de forma ruda, usándome a su antojo, cubriéndome como una más de las hembras de la granja con las que se desfogaba cuando necesitaba dar rienda suelta a su incontenible virilidad lejos de la civilización. Sabía que desatando así mi lujuria perdía mi autoestima y me convertía en la esclava sexual de aquel aldeano rudo y salvaje, pero me era imposible controlar mi voluntad en medio de aquel espacio alejado del mundo.

Un día ocurrió lo inevitable, estaba cabalgando su deliciosa polla, cuando vi a mi cuñado espiando entre unos matorrales. Me cayó el mundo encima, pero sobrepuesta del susto seguí disfrutando actuando como si no le hubiera visto, además de no poder despegarme de aquella pija, en aquel momento creí era los más acertado que creyera no le había descubierto, pero además me excitaba más la presencia de mi cuñado viéndome follar. Vi cómo se meneaba el miembro hasta correrse para después marcharse. A Tadeo no le dije nada para no preocuparle.

Regresé a casa preocupada por las consecuencias de que mi cuñado se fuera de la lengua, pensando cómo salir de aquel atolladero, no podía olvidar lo sucedido y me culpaba de ser tan puta y haber provocado aquella situación que podría dar al traste con mi matrimonio y mi cómoda forma de vida. Cuando me acosté seguía con la misma preocupación sin poder conciliar el sueño. Era más de media noche cuando se abrió la puerta de mi habitación, me hice la dormida, mi cuñado se desnudó y se metió en mi cama.

"No diré nada si me dejas follarte cundo yo quiera"

Su mano empezó a recorrer mi cuerpo, no tardó en llegar a mi sexo desnudo.

"Siempre he deseado follarte, estas tan buena que esperaba un momento así para convertirte en mi puta".

No dije nada, me dejaba hacer, era la salida a mis preocupaciones y ambos estaríamos ligados por el mismo secreto. Después de comerme las tetas bajó a mi vagina, ya perforada previamente por sus dedos y me hizo un cunnilingus con bastante torpeza. No era un buen amante, pero estaba excitadísimo dispuesto a montarme y yo, obligada por mi situación, a permitirlo cuantas veces quisiera, prefería disfrutar de aquella polla, aunque fuera normalita y usada con poca habilidad. La metió y no tardó en vaciarse... Después de unos minutos de reposo para recuperar su respiración, me dio un beso.

"Hasta mañana cuñada, todas las noches vendré a darte mi polla para que no eches en falta a Nico" (su hermano y mi marido).

Así transcurrió un mes más bien atendida por mi cuñado y sobre todo Tadeo, que solo descansaban los dos días que mi marido regresaba a pasar el fin de semana. Yo esperaba con ansiedad el lunes para entregarme al aldeano que me cogía cada vez más duro y salvaje, con el que disfrutaba cada día mas, una vez conocidos nuestros cuerpos, nuestros gustos que hacía posible un mejor acoplamiento que nos permitía copular mejor.

Regresamos a la Ciudad, con gran tristeza por mi parte, y empezó la vida rutinaria de siempre con una salvedad, no me vino la primera regla, así que pasados unos días el ginecólogo me sacó de dudas. La prueba dio positivo y estaba embarazada.

Cuando escribo estas líneas estoy de cinco meses, con un buen tripón sabiendo voy a tener un niño. Mi marido feliz me atiende mejor que nunca, además se ha vuelto más activo sexualmente pues le da morbo mi estado y quiere sexo todos los días, así es de cabrón y cornudo. Lo que no sabe que estoy segura de que el hijo no es suyo y tengo dudas de si será el padre mi cuñado o Tadeo, aunque mi intuición femenina me dice es de Tadeo. Será mi secreto mejor guardado que me llevaré a la tumba.

Datos del Relato
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