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EL ABOGADO DE LA MUERTE.

comentario del autor: Toda una conspiración contra esta abogado honesto por haberse enamorado y tenido relaciones sexuales con una joven y hermosa cliente, Mónica Perez.


Los ojos de este hombre inteligente, honesto, trabajador incansable, mostraban un color carmesí anaranjado de tanto llorar. Era el Doctor RODOLFO SANTIAGO RODRIGUEZ, mi colega de muchos años, que a pesar de que a nuestro alrededor una banda de chiquillo le vociferaba Ahí va, ahí viene, la muerte, el Abogado de la muerte, parece que se consumía en unas ganas de hablar, de desahogarse, porque de repente empezó a platicarme, como si fuera de vida o muerte, sin miramientos y sin pausa alguna.

Esto fue lo que me dijo aquella mañana gris, cuando en calidad de amigo y colega de muchos años, le ayudaba, empujando su silla de rueda rumbo al cementerio:

A mis 62 años de vida intrascendente reconozco que no solo fui un Abogado mediocre, fui la esencia misma de la mediocridad, no lo dudes, desde el punto de vista de cómo se mide la mediocridad en mi país. Mi tío Víctor, para ponerte un ejemplo. recorría ocho kilómetros diarios ininterrumpidamente, en el sur polvoriento durante mas de 50 años para llevar el pan de la enseñanza a miles de niños que hoy son empresarios millonarios, diputados, senadores, Secretarios de Estado y Generales, no sólo no existe un callejón con su nombre, sino que nadie lo recuerda, fue un hombre mediocre, insignificante.

Toma un mapa de nuestra metrópolis advertirá por ti mismo que los nombres de las calles de los suburbios de las familias pudientes tienen una cosa en común, están rotuladas con los nombres de los funcionarios, burócratas, curas e intelectuales que se plegaron a la Dictadura de Trujillo, sin destacar que la calle principal de la zona norte del área metropolitana lleva el nombre de la bestia colonial que se encargó de borrar de la faz de nuestro suelo a los indígenas.

Aquí tu honradez, tus conocimientos, tus investigaciones, tus aportes a la sociedad, tus buenos hábitos, la excelente formación moral que recibiste de tus progenitores y que contra viento y marea transmitiste a tus hijos, como son la justicia, la honestidad, la decencia, no valen un comino, si tú no usufructúa cuatro o cinco casas y un considerable número de solares, una cuantiosa cuenta bancaria con sus correspondientes tarjetas de créditos Oro, Platinum o VIP, o no eres amigo o allegado de alguna de las cucarachas encorbatadas, con sus honrosísimas excepciones llamada grupos dominantes, que no clase dominante, llámese políticos, jerarquía eclesiástica o como a ti te parezca mejor, y claro, debes conducir un automóvil del año, y tener en tu casa residencial una parábola satelital, quizás un yate en el puerto y una dos o tres mujeres a las que llamamos “queridas”, eres un perdedor, un hombre mediocre.

Un gusano del montón Como lo fui, según estos parámetros, durante los 36 años de ejercicio de mi profesión de Abogado y Notario Publico. Por eso y porque nunca en mi larga vida he matado una lagartija, me tiene sin cuidado que esos chiquillos ladren a mi paso, ahí va, ahí viene ahí llega, la muerte, el Abogado de la muerte.

Como Abogado y Notario Público que sabes que soy, valga la repetición, fui procurador Fiscal en los Gobiernos de Trujillo, de Balaguer, de Jorge Blanco y de Leonel Fernandez, asimismo fui Oficial Civil en más de ocho provincias, y Juez de Primera Instancia en cuatro ocasiones, ya que no existía la inamovilidad de los Jueces. ahhggg Mientras noche por noche me consumía en la lectura de Kant, Mazeau, Duverger, Leibniz, Spinoza, los enciclopedistas Franceses e ingleses, para poder sustentar mis cátedras de derecho internacional público que ofrecía gratuitamente en la Universidad del Estado, y para comprender mejor los recovecos de las leyes para aplicar una justicia mas ajustada al derecho, mis colegas redactaban las sentencias que llevarían por escrito a los tantos Jueces venales para que sólo las firmaran y sellaran, o entre tragos y tragos de Jack Daniel o Chivas Reagal discernían las estrategias de entrega de dinero a Secretarias, Fiscales, Jueces y Coroneles, y también medían el valor de cada uno de estos funcionarios, ya que algunos de ellos recibían lo que se les diera, otros ponían el precio, y ellos tenían que distinguir entre unos de otros.

Para no aburrirte más, las tantas veces que vestí mi toga, me acomodé el birrete y subí el pretorio fue para sustentar causas que entendía y entiendo justas, no tenia casa propia ni siquiera un automóvil, contrario a la mayoría de mis colegas y condiscípulos, que conducían sedanes de lujo Mercedes y BMW y jeepetas Japonesas de últimos modelos.

De todas maneras por tu amistad con Matilde y sólo por Matilde, entiendo que te debo una explicación. La lealtad según los orientales tiene su precio, la lealtad de Matilde no tenía precio. Estuvo asistiéndome durante 20 años. Le aumenté el sueldo sólo dos veces. Era lo máximo en eficiencia, Tenía un conocimiento tan vasto en cuestiones legales que ya no necesitaba redactar mis documentos, ella lo hacia por mi, Lo hacia todo.

Era taciturna, prácticamente no hablaba. Nunca se casó, no tuvo hijos, muchas veces pensé que nació para mí, para mi oficina. Ella llenó cabalmente el abandono de mi familia, la que se fue a New York (mi esposa y mis tres hijas) especialmente mi amada Sharon, 23, la más pequeña después de haberse graduado Ingeniera Summa Cum Laude.

Hablando de mi familia, fue como una tragedia. Nunca pensé en el suicidio per se pero el mundo se me vino de tal manera encima que se produjo en las profundidades de mi existencia una sensación de incapacidad tan enorme para afrontar las circunstancias de mi vida y un sentimiento tan grande de desesperanza y soledad que pensé muchas veces que a estos dolores solo la muerte podría causarle alivio. Perdí la lucidez por un tiempo, no iba a los Tribunales ni a la cátedra. Nunca fui más miserable que entonces, La impotencia me ahogaba y me consideraba un cobarde porque no tuve el valor de retenerlas.

Y aun faltaba el golpe verdaderamente demoledor, mi hija Sharon, me escribe para pedirme perdón por haberse casado con un sicario, un matón, sólo porque es millonario, sin importarle el pobre Darío, de quien reconoce que aun lo ama. Ah Dinero… Ese si es el Diablo.

El tiempo me ha enseñado que no pude retenerla no por falta de valor. Vine a darme cuenta que no hay poder sobre la tierra que pueda enfrentar la ambición del American Dream, de ese sueño americano que nos bombardea desde todas las direcciones, y que ha destrozado tantos hogares latinoamericanos. Matilde fue mi amparo, mi sustento, mi resignación en aquellos momentos extremadamente aciagos de mi vida.


Mi depresión me hizo perder clientes y ya no pude seguir pagando la renta de la Oficina por la cual tuve que mudarla para el hogar. Pensé que con este cambio Matilde me abandonaría y me equivoqué Matilde resistió la mudanza de manera resuelta. Y desde ese momento era mi única Compañía, por lo menos en el horario de su trabajo. Como podría olvidar a Matilde. Siempre me advertía que estaría siempre a mi lado mientras yo conservara los principios morales, que según ella, adornaban mi conducta privada y mi quehacer profesional.

A Mónica la conocí, una tarde desusadamente fresca del verano del 82. Matilde me llamó por el intercomunicador para decirme que una muchacha muy extraña quería verme, pero no deseaba exponerle a ella los motivos de su visita. Pensé en algún mensajero de mi familia, le ordené pasar de inmediato. Los pelos se me encresparon, no te lo niego, cuando la vi por primera vez. Era de estatura mediana, de tez extremadamente blanca, unos ojos enorme color lila, me imaginé que ese color era fruto de algún lente de contacto muy de moda para la época, ostentaba una frente amplia debajo de unos cabellos negro café bien cuidados, sus mejillas rosadas delataban unos hoyuelos más tenue que aquel que tenía firme en la barbilla.

¡Que mujer mas bella Dios Mío! exclamé para mis adentros, y Matilde dice que es extraña, --no serán celos de Matilde- mientras observaba un par de dormilonas rojas carmesí en la oreja izquierda y las mismas dormilonas, pero color verde en su oreja derecha. No me contuve, como la luz de un relámpago en la oscuridad más profunda examiné su cuerpo, era una diosa, una semidiosa para no ofender tus creencias.

Los senos luchaban por salir de su blusa de lino blanca que no alcanzaba un ombligo tan profundamente hundido que pareciera que no existiera y desde su jean azul moteado se definían las piernas mas largas que en mis 60 años de vida había contemplado. Le obsequié unos 23 años. ¿No sería una de mis nietas que aún no conocía?

-Tome asiento, Señorita y dígame en que puedo serle útil-

¿Es usted el Doctor que divorcia las gentes? Preguntó desenfadadamente.

-Bueno, Señorita, eso es parte de nuestro trabajo, siempre que las
condiciones se presten para ellos, contesté obsequiosamente.

-Pues yo me quiero divorciar de mi marido. -Y ya-

Ese “Y ya” lo dijo con tal énfasis que no me dejó la menor dudas de que tenia que divorciarla, pero en ese instante agregó:

-Ahora bien, Abogado, no quiero que mi esposo tenga conocimiento de ellos, sé que no lo aceptará, no quiero que se des cuenta ¿me entiendes? lo que quiero es un divorcio al vapor-

Aquí la conversación tomó otro matiz, porque como te apunté anteriormente soy un hombre que siempre he regido mis actuaciones profesionales apegado irrestrictamente al derecho, y en una demanda de divorcio por incompatibilidad de caracteres toda parte involucrada debe ser legal, regular y válidamente citada. Así lo ordenan los textos jurisprudenciales al respecto.

-Señorita, ¿acaso no sabe usted que los divorcios al vapor son ilegales?

-Claro que lo sé, pero todos los Abogados lo hacen.

-Pues permítame explicarle que al menos que haya una suficiencia de motivos extraordinarios donde peligre la existencia, diría yo, de un ser humano, o algo parecido, mi oficina jamás tomara la decisión de instruir o emprender una demanda de divorcio de esa naturaleza, le informé con mucha franqueza.

--Pues son justamente esas las circunstancias que rodean mi requerimiento, doctor, afirmó fervorosamente. Amo a mi marido, a pesar de la distancia, él vive en New York y viene cada cierto tiempo. Lo amo y sé que él me ama también, pero según me han demostrado fuentes auténticamente creíbles, él es un criminal, un matón profesional. Ese es su modus vivendi allá. Por eso, entiendo, prefiere llevarme a Europa y el medio Oriente en mis vacaciones y no a Nueva York

-Entre esas fuentes tan fidedignas ¿se encuentra él? le pregunté a pesar de que conocia la respuesta-¿Se lo dijo él señorita? Insistí un poco impresionado. ¿Se lo afirmó él personalmente que su profesión es de matón profesional?

-jamás, Doctor, pero ya es un secreto a voces, todo el mundo está al corriente de ello, mis vecinos y familiares que viven allá lo confirman. Desde que nos conocimos él me asegura que trabaja en una carnicería, pero según estas noticias, ¡ vaya carnicería !

-Señorita, ¿alguna vez su esposo ha ejercido la violencia física o verbal en contra suya, o acaso tiene conocimiento de que ha cometido adulterio? pregunté, con la firme creencia de que unos de estos dos motivos, eran las verdaderas razones de su afán de divorciarse de manera tan apresurada.

-Para serle sincera, Doctor, ni mis padres me han mimado tanto como él. Sólo ha sabido darme cariño, afectos y comprarme todas las cosas materiales que se me antojan. Esa es la verdad, una verdad incuestionable. En cuanto al adulterio, usted sabe que esa es una cuestión muy subjetiva, él vive en el exterior, además usted debe haber oído el refrán que dice que la última que conoce de los cuernos del marido es la esposa, y viceversa.

-Lo que evidencia que usted no ha sido maltratada ni física ni verbal, ni psicológicamente por su esposo, y además no tiene pruebas, indicios ni algún tipo de evidencia de adulterio- afirmé y luego inquirí:

-y en cuanto a usted, y excuse la imprudencia, ¿se siente acaso atraída por otro hombre.

-Jamás, mi Doctor, nunca conocí otro hombre ni creo poder hacerlo, pareciéndome que estas palabras salieron de lo más profundo de su alma, con una convicción casi sacrosanta.


-Por ultimo Señorita, ¿tiene dinero su esposo, es decir riquezas, bienes?

-Mucho dinero, doctor, tanto que a veces se abruma por la cuestión de los administradores. El no conoce mucho de números y siempre cree que sus amigos le engañan, pero tiene mucho dinero, reiteró con énfasis.

¿No le parece, señorita, no ha reflexionado usted que esas aseveraciones tan descabelladas pudieran inscribirse en la categoría de chismes? ¿Que esos son inventos que buscan precisamente su alejamiento de su esposo? El dinero, señorita es la peor tragedia de la tierra. Además, para serle franco, si usted ama a su esposo y viceversa, no creo que esta sea una causa justificable para el divorcio. Entienda además que si asumimos la veracidad de la cuestión de que él es un profesional de asesinatos a sueldo y no se lo ha dicho a usted, ha sido probablemente por el amor que siente por usted, por el temor de perderla. Por otro lado, y asumiendo de nuevo que él es un asesino a sueldo usted ni su familia corre ningún tipo de peligro.

Se quedo pensativa por un rato, como reflexionando con mucha profundidad ya que hacía unos cambios marcados en el rostro, recuerdo que realizaba unos juegos extraños con los labios y arrugaba la mejilla derecha, sus largos dedos jugueteaban en mi escritorio como si estuviera tocando un piano, luego, expresó resignada:

--Entiendo doctor, tiene usted razón, no lo había pensado. No se imagina cuanto le agradezco estas reflexiones o como ustedes le llaman, consulta legal, gracias. ¿Cuanto le debo?

-No me debes nada, Señorita, contesté. Sólo he conversado con usted.

-Me llaman Mónica, Doctor y de veras, desconocía que existían personas como usted, es usted, invariablemente, la persona más equilibrada y maravillosa que he conocido, dijo, cuanto me gustaría volver a verlo, conocerlo mejor. Gracias de nuevo.

Desconozco si fue un cumplido, pero esas palabras penetraron hondamente en mi corazón, yo que me consideraba una entelequia humana jamás pensé que podía ser una persona maravillosa para nadie en el mundo, mucho menos para esa mujer tan hermosa, educada y posiblemente culta. Recordé a Sharon, mi hija menor de su misma edad, y Fantaseé sobre si pensaba lo mismo de mi persona.

-Puede venir cada vez que lo desees, contesté de una manera tan categórica, que fue como una invitación para que viniera todos los días, lo que ocurrió, ya que a partir de entonces su presencia en mi oficina era cotidiana.

Desconocía hasta el momento que ella era la dueña de la mansión de tres plantas que quedaba a unas tres cuadras de mi casa-oficina. Una mansión que mas que residencia parecía una catedral por sus torres terminadas a manera de pirámides invertidas y su estilo neogótico, así como el exceso de iluminación interior, frontal y laterales en un país, que como en el nuestro sólo las iglesias y catedrales católicas, como los Bancos y las oficinas del Gobierno pueden costearse tamaño gastos innecesarios.


Al principio me enviaba saludos y cafés con una de sus sirvientes y de vez en cuando venia, exponiéndome siempre que se sentía aburrida, que deseaba charlar y le encantaba charlar conmigo. También me decía que no me ofendiera si le dijera que yo era como su papa. Y en verdad era muy buena conversadora. Su educación lucía muy superior al tipo de mujer que logra casarse con un millonario de corto plazo, como les llamábamos a aquellos que se hacían millonarios a base de la venta de estupefacientes, lavados de dinero atracos, y otras indelicadezas del mismo tenor.

Dialogábamos de religión, creía firmemente que Jesucristo no vino a salvar a nadie, sino vino a enseñarnos a vivir, que fue un líder político al estilo de Duarte y Marti, que sucumbió por ser tan sano, tan desinteresado, Me hablaba del infierno, leía a Leonardo Boff y creía fielmente en la tesis del infierno de Hans Kun, al respecto me decía que por malo que fuera un hijo su madre siempre lo adoraba, de manera que Dios, que era bueno en grado infinito no iba a enviarnos aquí a vivir una vida de unos 60 años para luego por tonterías en contra de unos mandamientos tan implacables que ni un animal podría cumplirlos, despacharnos a un fuego infinito. No y No, insinuaba, ese Dios tan cruel nos es mi Dios, ese Dios me es ajeno, porque por más que me ame mi madre, mi Dios me ama aún mas, y mama con tanta malcriadeza que hice nunca ni siquiera me abofeteó.

Hablábamos de literatura, sus preferidos eran Kafka y Sábato, Amo, me expresó una vez, cuando Ernesto dice al final de “La Resistencia”: “El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria”, y luego en el epílogo cuando rezaba: “Como la luz de la aurora que se presiente en la oscuridad de la noche, así de cerca está la muerte de mí.” luego me confesó que se conmovía hasta el llanto cada vez que leía estas frases magnificas en belleza y profundidad. Así era Mónica, nunca me olvido que una vez me afirmó que su aroma mas preciado era el olor de la tierra después del rocio.

Leía a Eluard, a Thomas Mann, pero tenia una fascinación especial por Fidel Castro. Se le enrojecía el rostro cuando hablaba de Castro y el Che Guevara. Afirmaba que Castro era la vergüenza convertida en hombre, que nuestra América podría considerarse digna por la existencia de ese anciano barbiluengo. Que no comprendía como la Cuba de Castro podía llevar la cruz de un embargo universal por más de cuarenta años, cuando nosotros, la democracia, canjeábamos a nuestros ciudadanos, enviándolos a cárceles norteamericanas y Europeas por prestamitos, porque según nuestros gobernantes, sin esas chilatas podría colapsar nuestra economía. Ahhggg.

No entendía muy bien, como ella, viviendo como una reina, era tan rebelde. --Esta sociedad, doctor tiene que cambiar, esta no es la sociedad que Dios quiso para nosotros por eso amo tanto a Kafka. Su obra descorre el telón para enseñarnos la putrefacción de nuestra existencia. Vegetamos, doctor, no existimos Siempre he creído que Dios concedió talento al hombre para establecer y organizar una sociedad justa, no como ésta, donde mueren de hambre anualmente 14 millones de Africanos mientras se gastan trillones de dollares en producir armas de destrucción masiva, no para destruir verdades ni mentiras, sino para destruirlo a usted, a mí y todos los seres vivientes, por eso amo a Kafka, a Sábato, a Saramago, a Sartré. Ellos interpretan nuestras miserias, debilidades y sufrimientos productos de la misma sociedad que creamos, y más aun, revelan entre líneas perspectivas ominosas respecto del trágico final de esta sociedad, y le creo. Esta sociedad, como la conocemos, doctor, tendrá que sucumbir mas temprano que tarde. Esto lo dijo mientras tintaba mis cabellos para lucir mas joven y gustarle, según ella, y es que olvidaba decirte, que nuestra amistad se acrecentó de tal manera que me depilaba, jugueteaba con mis cabellos, me sacaba las caspas, me teñía las canas, me arreglaba la corbata y hasta me acicalaba las uñas de los pies., aunque siempre bajo el mas estricto y absoluto respeto.

A veces le preguntaba por su esposo y se desentendía, me contestaba vagamente, con evasivas, o no me contestaba, hasta que un día me sorprendió: --Rodolfo, mira, yo no creo en amor de ultramar, quién sabe con cuantas mujeres se acuesta mi marido allá y yo aquí, envejeciendo, esperando, pendejeando. ¿Que tu harías si tuvieras en mi lugar?

Fue una verdadera sorpresa por dos razones, porque nunca me había llamado por mi nombre, ni jamás me había tuteado. Y prosiguió con estas palabras: --Mi esposo es muy joven, quizás por esa razón no me valorice. Tú, en su lugar, estoy segura de que te preocuparías por entender mis necesidades espirituales, emocionales, fisiológicas. Mi esposo piensa que todo es dinero, confort y joyas. Tu lo pensarías de otra manera, tu edad y tu competencia te ofrecerían el conocimiento de que una mujer como yo necesita mas que esas simplezas para sentir la importancia de vivir. Además que por tu profesión debes conocer la escuela Freudiana. ¿No es así? No fue Freud, quien empezó a relacionar las enfermedades tanto física como mentales con la sensualidad, ¿..ah…?

Estaba tan tenso que tuve que incorporarme del sillón. Me había creído tanto lo del amor del padre a la hija, que tenia olvidado que Mónica había sido la mujer mas voluptuosa y bella que había conocido. A partir de esas palabras nuestra relación cambió de manera terminante.

Me confesaba que tenía sueños eróticos conmigo, que jugábamos en un parquecito, subíamos a un trencito de juguete y de repente, como los perros, no podríamos separarnos. Que pensaba en mi cuando llovía, o cuando hacía mucho frío. También me afirmaba que Dios era injusto con ella por haberme puesto tan tarde en su camino.

Mónica cambió mi vida por completo, mi autoestima subió a niveles imponderables, elevé mis honorarios, le aumenté el sueldo a Matilde, contraté a un limpiabotas diario, compré una docena de corbatas nuevas, reparé mi viejo reloj Rolex, aliñé mi anillo de graduación, y mandé mi cacharro al taller de desabolladura y pintura, y como no, compré perfumes de madera, de pachulí, de sándalos y
Y por primera vez compré libros que no fueran leyes, códigos. Compré obras románticas y eróticas de Kundera, Alida, Lunazul, el marqués de Sade, Además, porqué no, también adquirí afrodisíacos. Era otro hombre. Mis colegas lo notaban, todo el mundo lo notaba. “Doctor. Usted no se pone viejo. Doctor. Y que le pasa usted luce mas joven”, eran expresiones normales para aquel entonces. Ahhggg.

Me había enamorado de Mónica, mi hija, en sentido figurado. El mundo se hizo mágico para mí. Ella se convirtió de repente en el centro de mi vida. Estaba en un punto que su refinada presencia, hermosa y descarada me hinchaba el alma y cuando sus excesivamente largos y blancos dedos tocaban mis cabellos una íntima lujuria se apoderaba de mi cuerpo, me avergüenza decirlo, pero en algunas ocasiones alargaba mi vista por la parte superior de su blusa auscultando la impecable carne de sus senos, buscando insaciablemente sus pezones, nunca lo logré porque sus senos siempre estaban encajonados en brassieres de colores primaverales, pero la falta de éxito en esta inmoral empresa me inflamaba aún más hasta convertirme en un volcán a punto de hacer erupción, como un río desbordado en el quinto día de lluvia.

Creo que ella no solo notaba perfectamente los temblores que estremecían todo mi cuerpo en el vaivén de esta deshonrosa acción, sino que también disfrutaba mi lenguaje jadeante y sudoroso. Era yo, ahora quien hacia y deshacía sueños eróticos, y lo afirmo porque no necesitaba dormir para soñar. Soñaba despierto el día que mis manos pudieran acariciar libremente aun fuese las suaves líneas de su rostro.

Y Ese momento llegó un sábado en la tarde, horario en que ella conocía que Matilde no estaba. Precisamente estaba leyendo en ese momento la insoportable levedad del ser, de Kundera, sentí su presencia y su aroma y salí en su búsqueda. Nos sentamos como siempre, yo en mi sillón añejo y kilométrico y ella en una de las butacas color negro raso de los clientes, pero esta vez, lo juro, no era ella. Había un cambio inexplicable en su conducta. Desde la ropa que llevaba puesta hasta la manera de conversar.

--Lo comprobé, me afirmó de manera casi insolente, mi marido es un asesino y no un asesino cualquiera, es el mejor, es tan bueno que su sobrenombre es Freddy Krugger. También evidencié que es el mejor pagado en los Estados Unidos. Lo comprobé, me oíste, lo comprobé.

No alcanzaba a oír ninguna palabra de las que en ese momento salían de sus labios, mi mente, mi alma, mi corazón y todo mi ser estaban concentrados en la minifalda azul que llevaba puesta, que cada vez que abría un poco las piernas, no se si adrede, mostraba unos panties color rosados con florecitas amarillas. Estaba tan concentrado que alcancé a ver los vellos púbicos que sobresalían por el borde sus panties. Estaba loco, irremediablemente loco. En una ocasión enmudeció, dejó de hablar, abrió las piernas totalmente y me dijo:

Rodolfo, dime la verdad, eres maricón?. Elaboró esa pregunta sin cerrar la boca y sin cerrarla sacó la lengua, se relamió los labios de una manera grosera y a la vez exquisita, y prosiguió: ¿o acaso yo no te gusto? No le contesté sólo miré sus ojazos lilas henchidos de lujuria, y sonreí.

Dímelo, repitió con ira. -¿Eres pájaro o no, te gusto o no??

-¿Por que me lo preguntas?-

-¿Que porque te lo pregunto? -¿No te das cuenta, coño, que te deseo?

-Espera, dije, casi con los ojos llenos de lagrimas por la sensibilidad que se apoderó de mi cuerpo. Te amé desde que te vi la primera vez, te he amado siempre. Conoces la palabra timidez, cobardía, siempre tuve el temor de confesártelo por no perderte. Pensé que podría morir, que me suicidaría si te burlabas de esa revelación. Créeme, No quería perderte, Mónica. Tú me has devuelto la vida en todo su esplendor.

--Anjá, pues llegó la hora de probar si tus sentimientos son auténticos, y como una tigresa acalorada, sin cerrar las piernas, empezó a desabotonar la blusa color rojo azul cielo que llevaba puesta.

-Por favor no, le rogué. Déjame hacerlo a mí. El momento mágico, la hora bendita que tanto añoreé había llegado. –pero primero, déjame asegurar que las puertas estén bien cerradas-

Esta última palabra la expresé para ganar tiempo, tenia que salir y tomarme las pastillas afrodisíacas (Viagra) que había comprado para utilizarla algún día que esta ocasión se presentara. Eso hice. No quería correr el riesgo de que mi equipo me fallara. No volví a la oficina. Ella me alcanzó en la antesala, me tomó por detrás me agarró por donde tú sabes y me expresó: --¿Hay algo que sirva ahí? ¿Tienes o no deseos de estar conmigo? Me preguntó con palabras provocadoras, casi vulgares y desafiantes. -sonreí- porque ella estaba tan equivocada. Desconocía por completo que este animal tembloroso esperaba este día como esperan los evangélicos fallecidos el día del juicio final.

Volteé, acaricié sus cabellos, mordí suavemente sus labios semiabiertos y desvergonzados, aflojé su blusa, como quien hace un muñeco de nieve, apreté su cintura contra la mía y refresqué mi lengua en el suculento deje de sus rosados pezones, musité como un niño, y la cargué hasta mi cama, donde empecé a catar el sabor de su obscenidad inagotable.

Liberó todo su cuerpo a expensa de mis manos temblorosas que lo recorrían descubriendo la presencia de una piel extremadamente suave, quizás mas suave que el terciopelo y unos vellos insolentemente ásperos y atrevidos bañados de un rocío con olor a fuego, me embriagué en un situación nueva con sabor a una obscenidad ilimitada y dulce, haciendo mía, óigame bien, haciendo mía, la esencia divina y esos segundos profanos como rayos centelleandos en crepúsculos borrascosos me envolvieron en un orgasmo único, alucinante, imborrable, como si el en
el corazón de una noche invernal se encendieran mil millones de soles.

Fue demasiado, la somnolencia se apoderó de mí, solo alcancé a ver su silueta salir presurosa y rauda de la habitación y oír que me decía de nuevo:

- Es un criminal, pero no importa, ya no me afecta que sea un asesino a sueldo, que sea un asesino de lo que sea, no me interesa. Sólo me importas tú. Sólo tú-


Y sin embargo no fue así, pasaron semanas y semanas y no la volví a ver. Pensé que la historia no se repetía porque su ausencia me causaba los mismos pesares de cuando se ausentó mi familia. Se había ido de su mansión no se sabe donde. Mi locura no me facultaba para creerlo y llegó tan lejos que hasta compré unos binoculares para observar nocturnamente desde mi azotea aún fuera su silueta. No allí no había nadie, ya las luces de la catedral no adornaban las noches de plenilunio. La mansión estaba vacía. No llegué a enloquecer porque a veces me telefoneaba, diría yo, para consolarme, porque siempre me decía, sin dejarme cuestionar:

-No te apures Rodolfo, volveré cuando pueda. Lo importante es que te quiero- No dejaré de llamarte. Cuenta conmigo. Te quiero.

Una semana después del alejamiento de Mónica, se mudaron justamente al lado de mi casa-oficina unos muchachos que supuestamente habían venido desde New York, huyéndole al frío invernal Se decía lo mismo que decían de todos los dominicana-yorks, que regresaban con dinero, que eran traficantes, criminales de la peor laya. También se decía que uno de ellos, el más joven era un criminal feroz, sanguinario. Al principio creí algo de estos rumores, pero en la medida en que lo fui conociendo se despejaron mis dudas.

Acostumbraban a visitar a Matilde para enviar faxes a sus familiares en el extranjero, ya que se me olvidaba decirte que como le pagaba tan poco a Matilde, le permitía en sus momentos de ocio, para su propio y exclusivo beneficio, hacer ciertos trabajos relacionados con la informática como pasar trabajos estudiantiles, redactar, traducir, hacer currículum, enviar faxes, fotocopiar documentos e incluso le ofrecía servicio del Internet en una computadora ociosa.


Finalmente trabé amistad con uno de ellos, precisamente el más joven. Era un chiquillo de unos 20 años, color indio claro, nariz aguileña, ojos negros y mirada profunda, acostumbraba vestir de negro, por eso siempre estaba sudoroso. Se reía mucho, se reía por cualquier cosa, aunque se podía decir que era circunspecto y muy sereno Era de aquellas personas que hablan con una sonrisa. Le gustaba mas oír que hablar. Siempre se burlaba de mi vehículo, decía que parecía una pesadilla. Hablaba de todo, menos de mujeres. Sólo una vez me dijo que era casado, pero que su mujer, que era una profesional lo despreciaba. Me pareció que le embargaba un desencanto sentimental muy fuerte. Su nombre era Carlos, Carlos José Pérez, aunque según me confesó, le gustaba que le llamaran Kar que era como se le llamaba en los Estados Unidos. Traté de decirle que así se llamaba el esposo de mi hija más pequeña, mas no me escucho porque en ese momento se paró a recoger una pelota tipo balón que unos chiquillos lanzaron al jardín de mi residencia.

A través de su amistad mi suerte y la de Matilde empezaron a cambiar, ya que nos recomendó muchos clientes dominican-yorks, y no es un secreto para nadie que estas personas pagan bien y no son tan exigentes. A veces hacíamos trabajos sin conocer el cliente, ya que todo lo hacíamos vía fax. Pero el dinero siempre llegaba a tiempo.

Una mañana de Mayo Carlos me visitó a la Oficina para consultarme un caso. Sonriente y sereno como siempre, jamás pensé la envergadura del caso que me iba a tratar:

--Doctor, necesito unos minutos de su preciado tiempo para tratarle de un caso muy importante. Necesito con mucha urgencia de sus servicios.

--No hay nada que esté a mi alcance que no haga por usted, Kar, usted ordena y yo ejecuto-

Dije esta palabra para complacerlo, su amistad había sido muy sincera, desinteresada y leal, además de que le había dejado dividendos a la oficina.

--Pues bien, Doctor, en este sobre hay quinientos mil pesos, tómelo como adelanto de sus honorarios. Usted sólo tendrá que defenderme. Sacarme de la cárcel. Me queda mucha vida y trabajo por hacer y no me pudriré en la cárcel.

La confusión que se apoderó de mi era indescriptible. Este jovencito me esta ofreciendo un dinero que ni siquiera en sueño había visto, me esta pidiendo que lo saque de la cárcel, y está frente a mi, hablando conmigo. Se lamenta de no pudrirse en la cárcel. Pero ¿en cual cárcel? Se estará volviendo loco O cometió algún crimen?

--Estás bromeando Kar, riposté. ¿De que cárcel me hablas? ¿Cometiste algún crimen o algún delito? ¿Te busca la Policía?

-Ni una cosa ni la otra, Doctor, le estoy adelantando sus honorarios por un crimen que voy a cometer. Quiero garantizarle que si me sacas de la cárcel acordaré proporcionarle esa misma suma durante toda su vida. Y si un día muere la recibirá la persona que usted disponga-

-Sigues bromeando Kar, dije ahora, un poco mas preocupado. ¿De que se trata un crimen que va a cometer y porque cree que iras a la cárcel?

Al decir esto, recordé el rumor que esparció cuando llegaron, que los tres hermanos eran criminales, y que éste, el más joven, era el más brutal de todos, pero que no mataba a nadie si no era por dinero.

-Primero, contestó, iré al calabozo porque jamás he cometido un crimen que no sea por dinero, y este asesinato que voy a ejecutar lo haré sin cobrar un centavo. Es algo personal. Muy personal. Por eso tengo la convicción de que me detendrán, me acusarán, me juzgarán y me condenarán, pero usted, doctor no permitirá que me ocurra esa contrariedad. Le reitero que me queda mucha vida y trabajo por hacer.

¿Asesinato? ¿ a quién vas a asesinar? ¿Puedo saberlo?-

-Lo sabrá a su tiempo, Doctor, abandonando la butaca me extendió las manos y prosiguió.

-Tengo total confianza en su capacidad, seré un hombre libre. Puede gastar su dinero es suyo, como quiera hará el trabajo.

-Pero…. Pero… no me oyó o no quiso seguir hablando, recogió la carpeta donde trajo el sobre con el dinero y salió con su sonrisa de siempre, dejándome en la más grande incertidumbre que jamás hubiera concebido. Mi padre me aconsejaba que el dinero mal habido se asemejaba a una serpiente de cascabel en el bolsillo, más tarde que más temprano te morderá, y mi confusión no alcanzaba a entender si esa enorme cantidad de dinero era legal o ilegal. Con todas las carencias que tenia, y pensando en Mónica, tomé la decisión de guardarlo a esperar los acontecimientos, eventos esto que no tardaron en llegar, ya que el mismo día a eso de las 5:00 de la tarde, hora de la retirada de Matilde volvió Kar, me llamó la atención que tenia manchas rojas en la camisa, en los pantalones y hasta en los zapatos.

-El hecho está consumado, doctor. estoy dispuesto a firmar lo que usted considere pertinente para mi defensa. Aquí tiene quinientos mil pesos de regalo y otros quinientos mil pesos más para que los utilice si algo le pasa. Por si tiene algún accidente inesperado.

Me estremecí, las manchas eran de sangre, el hecho acababa de ocurrir y de veras que me entraron escalofrío con esas palabras “si algo me pasa”, Si en mis largos años nunca he tenido un accidente porque lo voy a tener ahora, sólo soy un Abogado, su Abogado.

-Maté a mi esposa, doctor. y de paso le informo que esta ejecución tiene muchas circunstancias agravantes, a saber, premeditación acechanza y alevosía y la mayor agravante de todas, la crueldad. No pude evitar matarla sin hacerla sufrir, doctor, me fue imposible; pero también usted podrá aducir circunstancias atenuantes, a esta mujer sólo me falto entregarle mi alma, y aún así me traicionó. Me fue infiel, cometió adulterio de la manera más burda y grosera, y continúo: Le noto muy tenso, doctor no me dejaré detener por la Policía hasta tanto usted recobre su tranquilidad.

Alcance a ver un cañón terriblemente negro que me apuntaba, pero su sonrisa, su eterna sonrisa me dio la seguridad de que aquel disparo se le escapó. Un olor intensísimo a sangre se apoderó de mi pequeña oficina y las últimas palabras que oí antes de perder el conocimiento por completo fueron las Kar dirigidas a Matilde:

--Señora, le dijo, hay cosas en la vida que se pueden hacer, pero hay otras que no. Judas fue el primer traidor de la historia y pagó con su vida. Ni Pedro ni Pablo fueron traidores y también pagaron con sus vidas-

Recuerdo exactamente que fuiste tú que me diste la noticia dos semanas después del hecho. Recuerdo que me dijiste que una joven de alrededor de 20 años, apareció asesinada en una de las habitaciones de una casa de veraneo. El asesinato fue uno de los más horrendos en los anales delictivos del País. Fue colgada de los pies con la cabeza hacia abajo y luego el criminal o los criminales comenzaron a golpearla con un bate de béisbol primero en las rodillas que estaban destrozadas, luego en los muslos, completamente hinchados y enrojecidos, y luego en los costados, donde le resquebrajaron todas y cada una de sus costillas, luego le golpearon tanto el rostro y la cabeza que llenaron toda la habitación, paredes y techos con la sangre y los sesos de la victima. Un vecino identificó el cadáver como el de RAMONA MARIA MORALES, la propietaria de dicha casa veraniega, por el color cobrizo de su pelo, sus piernas extremadamente largas, y los ojos que eran de un color muy extraño, la Policía ordenó orden de captura contra el supuesto cabecilla del hecho de sangre, su esposo, el amigo Dominican York, CARLOS JOSE PEREZ FRIAS (a) Kar, de sombrío antecedentes penales.

Con tanto dinero, me hice acompañar de algunos colegas ladinos en derecho penal, e hice la mejor defensa de toda mi vida profesional, logrando que la Juez le absorbiera de todos los cargos, por cuanto el consulado americano no tuvo mas remedio que restituirle su visa americana, por lo que no tengo la menor duda de que en este momento debe estar ejecutando a alguien en las calles de Nueva York con su estilo peculiar de dos tiros en la boca, uno en la oreja izquierda y uno en el ojo derecho, cobrando la suma habitual de 50,000.00 dollares por delincuentes menores y 100,000.00 dollares por delincuentes mayores y Padrinos, de donde, entiendo, me llegan puntualmente los RD$500,000.00 acordados mensualmente, haciendo fe a su compromiso.

Y para no aburrirte más con esta historia, en honor a la verdad, desconocía que habían tiradores tan expertos y armas tan sofisticadas que podrían dispararte en el pecho y no hacerle daño al corazón, pero si al pulmón izquierdo para que te pases la vida inhalando oxigeno con una bombita como ésta, que esa misma bala, como un arquitecto dibujando un plano, podría girar hacia los intestinos, destruyéndolos, para que tengas que hacer tus necesidades fisiológicas por un tubo incrustado al estómago como éste que ves aquí, y luego esa misma bala subir, sin dañar ningún otro órgano vital y salir por la oreja izquierda, para que tengas que utilizar este aparatito para poder oír.

Son cosas que no entiendo, pero tampoco quiero entender, lo importante ahora, es que no se me ve como un hombre mediocre, un Abogado mediocre. Me deja igual que los chicos me vociferen y me maldigan. ya solo me queda esperar la llamada de Mónica, para disfrutar con ella del usufructo de estos enormes beneficios, y por supuesto localizar a Matilde para convencerla de que mi conducta no fue inadecuada, que fue solo fruto de las circunstancias. Circunstancias estas, que aun, tampoco, termino de comprender.

Así terminó su relato el Dr. Rodolfo Santiago, empezando a llorar de nuevo, ya que en ese mismo instante se le estaba leyendo el panegírico, ofrendándole el ultimo adiós y cristiana sepultura a su pequeña y adorada hija Sharon junto a su ex novio Darío Rosario, encontrado muertos en un apartamento de lujo de la ciudad de New York, tres días después de la llegada a esa ciudad de su defendido, Carlos José Pérez Frías.

Es una verdad irrefragable que el Dr. Santiago, tiene muchas cosas que comprender, parece que su incapacidad del oído no le permitió escuchar correctamente la forma en que fueron asesinados su hija y su ex novio, también espera la llamada de Mónica, desconociendo que jamás acariciara aquellos bellos púbicos de color negro mate y olor de fuego, ni se deleitará en la profunda mirada de sus ojos lilas, por otro lado parece que será siempre un enigma para él el significado de la desaparición de su antigua Secretaria, Matilde, que al parecer también desconoce que ha sido mi esposa por más de 20 años.


JOAN CASTILLO
25-12-2003.
Datos del Relato
  • Categoría: En el Trabajo
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