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El Último Polvo

Lo que les voy a contar, a diferencia de la mayoría de relatos que hay en este sitio, es completamente verdadero. Lo único que cambié fue los nombres. Escogí el último polvo que nos echamos con mi novia (Ángela) poco antes de irme a estudiar en Europa, porque fue uno de esos polvazos que no se olvidan. Todo pasó un domingo que ella fue a mi casa a enseñarme a cocinar, pero como resultó que no había nadie, en vez de ponernos a cocinar, nos pusimos mejor a comernos. Nos fuimos para la sala y nos estuvimos besando y echando mano un rato. Cuando ya tenía una buena erección subí a mi cuarto a coger un condón, y cuando volví a bajar, ella ya estaba solamente en calzones. Tenía unos que me gustan mucho: negros, sin encajes y pequeños; no son hilo, pero de todas maneras sí alcanzaban a metérsele entre las nalgas. Obviamente verla prácticamente desnuda hizo que se me pusiera aún más tieso el aparato. Comenzamos a besarnos otra vez mientras ella me quitaba la ropa. Mientras tanto yo la manoseaba, cogiéndole el culo, acariciándole las tetas y la espalda, y besándole el cuello, porque sé que eso la excita mucho, sobre todo cuando al mismo tiempo le doy un poco de dedo. Cuando terminó de desnudarme me sentó en el sofá, se arrodilló en el piso entre mis piernas, me agarró el pene y se puso a masturbarme como una experta. Me pajeó sin afán, alistándome para la faena, haciendo que el aparato se me terminara de hinchar; tanto que parecía como si se fuera a reventar. Yo ya estaba tan arrecho que había comenzado a soltar un poco de líquido preseminal; cuando me salía una gota ella la esparcía con los dedos por toda la cabeza del aparato, que de tanta arrechera ya estaba completamente por fuera del prepucio.
Estábamos así cuando de pronto dijo “quiero pipí”, se agachó sobre mi aparato, se lo embutió, y comenzó a hacerme una mamada espectacular. Después de darme un primer chupón, empezó por lamerme toda la verga poco a poco, desde la base hasta la punta y hacia abajo otra vez. Por momentos se quedaba en la punta, recorriéndola con la lengua, o pasándosela por los labios como si se los estuviera pintando con mi glande. Después rodeó la cabeza con los labios, y bajó hasta llegar a la base, tragándose toda mi verga; entonces comenzó a mamar, subiendo y bajando cada vez más rápido. A veces se metía en la boca sólo un poco del tronco, y jugaba alrededor de la punta con la lengua al tiempo que con una mano me agarraba los testículos y con la otra me hacía la paja. Y a veces me hacía una técnica de mamar que únicamente ella me ha hecho: me agarraba el palo de la base y comenzaba a sacudirlo para que la cabeza le golpeara la lengua. Yo sólo me dejaba hacer mientras veía cómo ella disfrutaba llenándose la boca con mi pene, aunque a veces era tanto el placer que no podía evitar cerrar los ojos y solamente sentir cómo babeaba y me lo chupaba. Después de un buen rato de estar dándome sexo oral, se sacó mi herramienta de la boca, dejándola toda cubierta de saliva; entonces se puso de pie y se quitó los calzones, dejándome admirar su animal (con solo ver a Ángela desnuda me pongo a mil, es que está muy buena: tiene un cuerpo que aunque no es perfecto, de todas formas es una delicia, sobre todo porque se manda unas tetas impresionantes). Luego me puso el condón, se subió al sofá, se arrodilló poniendo una pierna a cada lado, me cogió la verga y comenzó a acariciarse el clítoris con el glande. Cuando de tanto masturbarse con mi poste ya no pudo aguantarse más la calentura, empezó a dejarse caer, clavándose mi miembro muy despacio. Se notaba que la mamada la había puesto super arrecha porque estaba muy húmeda, y por eso el aparato entraba sin problema. Al final tuvo mi herramienta completamente enterrada en la vagina; entonces se apoyó en mis hombros, y comenzó a cabalgarme muy lentamente. Como yo estaba sentado, sus tetas colgaban justo frente a mi cara, así que mientras ella se empalaba, yo las besaba y las lamía, dedicándome especialmente a los pezones (que ya los tenía bien parados y duros) al tiempo que le acariciaba la espalda hasta llegar al culo, de vez en cuando pasándole una mano entre las nalgas, rozándole el ano. Luego de estar tirando un rato en esa posición, se desenganchó y se acostó en el sofá con las piernas bien abiertas para que me la siguiera comiendo. Pero antes de ensartarla y continuar con la faena, quería devolverle el favor de la mamada, por lo que me acomodé para hacerle un poco de sexo oral.
Comencé besándole los muslos, subiendo poco a poco hasta llegar a tener su cosa frente a mi boca. Me quedé un momento disfrutando de la vista y el olor de su animal, y luego me boté a comérselo con todas las ganas. Con los dedos le abrí los labios y empecé a recorrer con la lengua todos los rincones de su vagina. A veces le metía la lengua en el agujero o me detenía en el clítoris para lamérselo y mamárselo, mientras le hurgaba la cuca con los dedos. Hubo un momento en que le estaba chupando el clítoris y se lo mordí un poquito: juro que esta mujer saltó de placer. Yo seguía lamiendo y saboreando esa vagina tan deliciosa, y que ya tantas veces había devorado. Las piernas le temblaban y respiraba cada vez más rápido, cuando de pronto dijo: “Diego, házmelo ya por favor.” Yo no me hice de rogar; entonces me puse encima de ella, se la hundí de un solo empujón y comencé a darle verga a un buen ritmo mientras nos volvíamos a besar. Ella puso las piernas alrededor de mi cintura para que la penetrara más profundamente, y yo aproveché para levantarme apoyándome en los brazos y disfrutar de una vista absolutamente excitante: Ángela mordiéndose los labios, agarrándose las tetas y gimiendo mientras mi palo entraba y salía de su animal, que estaba tan empapado que a veces sonaba como si se estuviera sorbiendo mi aparato. Me acuerdo que estando así le pregunté que si le gustaba que me la tirara y dijo “me encanta, mételo todo, mételo hasta el fondo”. Eso no hizo sino arrecharme aún más, entonces me volví a acostar sobre ella y le subí una pierna encima de mi hombro. En esa posición no podía bombear tan rápido, pero sí sentía que mi verga llegaba más adentro, y por sus gemidos, se notaba que ella también estaba disfrutando la posición. Poco a poco fuimos girando hasta quedar de medio lado; como el sofá era un poco estrecho, bajamos más el ritmo de penetración, pero acomodados de esta forma ella podía responder a mis golpes de verga con movimientos de cadera que me hacían sentir más intensamente cómo su vagina apretaba mi aparato. Nos besamos y acariciamos un rato mientras tirábamos despacio, tomándonos nuestro tiempo, disfrutando cada instante del polvo; luego le dije “hazte arriba”, y sin desengancharnos giramos hasta que ella quedó encima de mí, lista para la cabalgata.
Esta es una de mis posiciones favoritas porque le permite a la mujer tener el control de la velocidad, la fuerza y la profundidad de la penetración, así que me alisté para que Ángela me usara para su placer. En efecto, puso una pierna en el piso, y apoyada en los brazos comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás, para que su animal se tragara mi miembro. Mientras se movía en vaivén las tetas le colgaban y se balanceaban golpeándome la cara, mientras yo intentaba darles una lamida: una absoluta delicia. A veces sólo se metía la cabeza de mi tranca y empezaba a moverse en círculos; yo disfrutaba y me dejaba hacer; a veces se quedaba quieta y me decía “dale” para que fuera yo el que me moviera y le rellenara de verga el hueco; entonces me agarraba de su culo y con las piernas me impulsaba para metérsela bien adentro. Fue en un momento así que dijo “me voy a venir”, y se levantó, quedando completamente sentada sobre mi pene, para comenzar a cabalgarme, esta vez moviéndose de arriba a abajo. Yo solo puse las manos detrás de la nuca y disfruté del espectáculo de verla usando mi verga para sacarse un orgasmo; yo le decía “vénte, vénte” mientras ella se ensartaba en mi vara y sus tetas rebotaban cada vez más rápido. Yo creo que saber que ese iba a ser nuestro último polvo en mucho tiempo hizo que tratara de disfrutarlo al máximo, y por eso la cabalgada fue tan deliciosa. Finalmente estalló y se regó casi gritando (eso me encanta de Ángela: cuando tira lo disfruta de verdad y no le da pena gemir a gusto).
Cuando terminó de venirse no se sacó el aparato, sino que volvió a apoyarse en los brazos y comenzó a moverse muy despacio para que no se me fuera la parola, mientras se recuperaba de semejante orgasmo. Le pregunté que si le había gustado, me dijo que le había encantado y me preguntó que si quería hacérselo por detrás. Me puse super caliente y obviamente le dije que sí; entonces se despegó de mi instrumento y se puso en cuatro en la mitad de la sala. Si hasta ese momento lo tenía como piedra, con esa vista se me terminó de parar a más no poder: Es que era ver a Ángela arrecha, totalmente desnuda, en cuatro, con el culo al aire, las tetas colgando y las piernas bien abiertas ofreciéndome esa cuca super mojada para que se la partiera con mi miembro que no podía estar más duro. Me arrodillé detrás de ella, y con un solo golpe de cintura toda mi estaca resbaló dentro de su vagina fácilmente. Me recosté sobre su espalda para poder echarle mano a las tetas, besarle el cuello y darnos un poco de lengua, al tiempo que iba acelerando poco a poco el ritmo del polvo. Además en esa posición podía sentir sus nalgas contra mi cuerpo mientras se lo clavaba. Después de estarla montando un rato en esa posición comenzó a pedirme que me viniera, entonces me levanté, y como yo ya estaba a punto de regarme, la agarré de la cintura, y todavía de rodillas, comencé a comérmela lo más rápido que pude, pensando que no sabía cuándo iba a poder tirármela otra vez. Yo me deleitaba viéndole las nalgas y el ano mientras mi miembro le abría la cuca y sus labios me rodeaban y apretaban la verga, con la que la perforaba hasta el fondo con cada penetración, y que cada vez salía más brillante por estar tan untada con sus líquidos vaginales. Su culo delicioso y sus tetas espectaculares rebotaban con cada estocada que llegaba hasta la base de mi herramienta, y mis huevas sonaban cada vez que golpeaban contra sus labios y su clítoris. Ella solamente gemía y aguantaba las embestidas que le llegaban desde atrás. Justo cuando Ángela comenzó a avisar que ya se venía otra vez, yo no pude aguantarme más y me derramé. Tuvimos un orgasmo simultáneo mientras yo eyaculaba a mares, los dos gimiendo por tanto placer. No sé cuántos chorros de semen escupí, pero fueron muchísimos. Es una lástima que hubiéramos estado usando condón, porque me hubiera encantado sentir cómo mis chorros de semen espeso le inundaban la cuca, o habérmele venido encima para darle un baño de leche, salpicándole las tetas con mi esperma (pocas cosas me excitan tanto como ver a Ángela untada con mi semen. Yo creo que a ella también le gusta porque a veces me pide que me le riegue encima, y luego se esparce la leche con las manos). De todas maneras fue una descargada tan impresionante y mi palo vomitó tanta leche, que el condón quedó a reventar. Sin condón nos hubiéramos podido quedar un rato pegados mientras nos recuperábamos, pero ni modo, nos tocó desengancharnos pronto (ya alguna vez nos habíamos quedado enganchados mientras descansábamos, y nos alcanzamos a quedar dormidos un rato mientras mi aparato seguía dentro de ella). Ángela me acompañó cuando fui al baño a quitarme el condón, y cuando ya lo había botado, me sentó en el inodoro, y arrodillada terminó de limpiarme con la lengua la leche que me había quedado en el miembro. Ese es el tipo de cosas que hacen que Ángela definitivamente sea el mejor polvo que he tenido hasta ahora.
Datos del Relato
  • Autor: diego
  • Código: 6298
  • Fecha: 08-01-2004
  • Categoría: Hetero
  • Media: 5.03
  • Votos: 185
  • Envios: 9
  • Lecturas: 6073
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 05-02-2004 00:00:00

Me llamó la atención el comentario de Paty, y leí el cuento. Aunque no tiene nada de nuevo, ( es algo que todo hemos hecho mil veces), está muy bien escrito, con buena redacción y buena ortografía. Yo lo saludo.

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