Entre al apartamento con el cuerpo aún húmedo por la lluvia. Cada gota resbalaba por mi piel oscura, completamente lisa, como si fuera de obsidiana pulida. Mi torso delgado, marcado, brillaba bajo la luz cálida del techo. Había dejado la camiseta en la moto. Solo llevaba un pantalón deportivo suelto, sin ropa interior.
Me esperaba Leo, ya excitado desde que recibió el mensaje:
“Estoy empapado. Abre la puerta sin hablar.”
Cuando me vio entrar, Leo no dijo una palabra. Solo me miró: ese cuerpo lampiño, firme, delgado, con músculos definidos en cada ángulo, y esa cara que combinaba dulzura y deseo brutal. Pero lo que más lo volvía loco era lo que yo escondía entre las piernas.Me acerque y me sente sobre él, montándolo con fuerza. El roce fue inmediato: mi pantalón estaba húmedo, pegado al cuerpo. Leo me bajó la tela con ansiedad y me dejó completamente desnudo. Entonces me miró otra vez: el pene erecto, largo y oscuro, palpitando con cada latido... y más abajo, mi vulva hinchada, caliente, completamente abierta y húmeda.
—Tócame ya —le dije, con voz grave.
Leo deslizó dos dedos dentro de mi interior mientras acariciaba mi pene al mismo tiempo. Gemi fuerte, sin vergüenza. El placer era doble. Mi cuerpo temblaba al recibir estímulo por ambos lados. Me movía sobre la mano de Leo, empapando todo el sofá con mi lubricación natural.
Leo no aguantó más. Se arrodilló frente a mi y se entregó. Su lengua recorría cada rincón de mi entrepierna única, succionando el clítoris mientras su otra mano se dedicaba al pene duro, que ya soltaba una gota espesa en la punta.
—Más profundo… —gruñi, empujando su cabeza contra mi.
Leo metió la lengua hasta donde pudo, saboreando mi humedad caliente que parecía infinita. apretaba mi cuerpo contra su rostro. Luego cambió: se llevó el pene a la boca y lo chupó con hambre, mientras sus dedos volvían a mi interior.
El gemido que solte fue animal.
—Sigue así o te voy a acabar en la cara —dije, sujetándolo por el pelo.
Leo quería eso. No paró. Metió tres dedos, girándolos, y la lengua no dejó de jugar con la punta. De pronto,me estremecí, los muslos me temblaron, y eyacule con fuerza, un chorro caliente directo a su boca mientras mi interior palpitaba, apretando los dedos como si quisiera tragarlos.
—Eso es… trágatelo todo —murmure, mientras me temblaban las piernas.
Pero no terminó ahí. lo empuje al sofá, le arranquela ropa, y me senté encima otra vez. Esta vez, me monte directo. Mi vagina tragó el miembro de Leo con una facilidad caliente, húmeda, intensa. Me movía sin piedad, y al mismo tiempo, se masturbaba con mi propio pene, bombeando sin parar.
Los dos cuerpos sudabamos, chocaban, gemíamos sin freno.Yo cabalgaba con fuerza, mi pene saltando sobre el pecho de Leo mientras mi interior lo devoraba con cada embestida.
Cuando me vine de nuevo, fue explosivo. Eyacule sobre su propio abdomen mientras me contraía desde dentro, dejando a Leo totalmente empapado.
—No has probado nada igual —le dije, jadeando.
Y tenía razón. Leo no podía ni hablar.
Lo único que sabía era que quería más. Y yo aún no había terminado.
Entre al apartamento con el cuerpo aún húmedo por la lluvia. Cada gota resbalaba por mi piel oscura, completamente lisa, como si fuera de obsidiana pulida. Mi torso delgado, marcado, brillaba bajo la luz cálida del techo. Había dejado la camiseta en la moto. Solo llevaba un pantalón deportivo suelto, sin ropa interior.
Me esperaba Leo, ya excitado desde que recibió el mensaje:
“Estoy empapado. Abre la puerta sin hablar.”
Cuando me vio entrar, Leo no dijo una palabra. Solo me miró: ese cuerpo lampiño, firme, delgado, con músculos definidos en cada ángulo, y esa cara que combinaba dulzura y deseo brutal. Pero lo que más lo volvía loco era lo que yo escondía entre las piernas.Me acerque y me sente sobre él, montándolo con fuerza. El roce fue inmediato: mi pantalón estaba húmedo, pegado al cuerpo. Leo me bajó la tela con ansiedad y me dejó completamente desnudo. Entonces me miró otra vez: el pene erecto, largo y oscuro, palpitando con cada latido... y más abajo, mi vulva hinchada, caliente, completamente abierta y húmeda.
—Tócame ya —le dije, con voz grave.
Leo deslizó dos dedos dentro de mi interior mientras acariciaba mi pene al mismo tiempo. Gemi fuerte, sin vergüenza. El placer era doble. Mi cuerpo temblaba al recibir estímulo por ambos lados. Me movía sobre la mano de Leo, empapando todo el sofá con mi lubricación natural.
Leo no aguantó más. Se arrodilló frente a mi y se entregó. Su lengua recorría cada rincón de mi entrepierna única, succionando el clítoris mientras su otra mano se dedicaba al pene duro, que ya soltaba una gota espesa en la punta.
—Más profundo… —gruñi, empujando su cabeza contra mi.
Leo metió la lengua hasta donde pudo, saboreando mi humedad caliente que parecía infinita. apretaba mi cuerpo contra su rostro. Luego cambió: se llevó el pene a la boca y lo chupó con hambre, mientras sus dedos volvían a mi interior.
El gemido que solte fue animal.
—Sigue así o te voy a acabar en la cara —dije, sujetándolo por el pelo.
Leo quería eso. No paró. Metió tres dedos, girándolos, y la lengua no dejó de jugar con la punta. De pronto,me estremecí, los muslos me temblaron, y eyacule con fuerza, un chorro caliente directo a su boca mientras mi interior palpitaba, apretando los dedos como si quisiera tragarlos.
—Eso es… trágatelo todo —murmure, mientras me temblaban las piernas.
Pero no terminó ahí. lo empuje al sofá, le arranquela ropa, y me senté encima otra vez. Esta vez, me monte directo. Mi vagina tragó el miembro de Leo con una facilidad caliente, húmeda, intensa. Me movía sin piedad, y al mismo tiempo, se masturbaba con mi propio pene, bombeando sin parar.
Los dos cuerpos sudabamos, chocaban, gemíamos sin freno.Yo cabalgaba con fuerza, mi pene saltando sobre el pecho de Leo mientras mi interior lo devoraba con cada embestida.
Cuando me vine de nuevo, fue explosivo. Eyacule sobre su propio abdomen mientras me contraía desde dentro, dejando a Leo totalmente empapado.
—No has probado nada igual —le dije, jadeando.
Y tenía razón. Leo no podía ni hablar.
Lo único que sabía era que quería más. Y yo aún no había terminado.