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Categoría: Dominación

Derecho de conquista

Éramos, un juvenil grupo integrado por chicas y chicos en adolescente edad, aunque ya creciditos y cumplidos nuestros 18 añitos.

Pertenecíamos a una agrupación social muy conocida en el trabajo con jóvenes, y aquella vez, nos reunimos para llevar adelante cierta experiencia, que querían poner en práctica unas jóvenes profesoras que nos usarían a siete varones y siete mujeres, como grupo experimental para cierta prueba tan osada como audaz... ¡ eróticamente audaz…!

Concurriríamos a un campamento allá en lo interno de un alejado y hermoso bosque, donde deberíamos convivir durante dos semanas esos 14 integrantes juveniles de siete varones y siete mujeres, junto a aquellas tres docentes hermosas que eran las autoras de aquel proyecto que en sus fundamentos, ya entraré a explicar:

Una vez arribado al lugar donde nos estableceríamos con nuestra gran carpa la cual armaríamos como paso inicial, inmediatamente, varones y mujeres deberíamos jugar entre nosotros -o sea varones contra mujeres-, un juego cuyo fin, sería el de establecer el derecho de quien con el triunfo se alzara... ¡de tener el total derecho de disfrutar sexualmente a su antojo y sin que la parte perdedora pudiera negarse, de ser "objetos" de quienes con el triunfo se alzaren!

Era aquélla, una audaz y muy insólita experiencia, que aquellas jóvenes profesoras, querían llevar adelante.

Habíamos temerariamente aceptado tanto nosotros los varones como ellas las chicas aquel desafío, y, eróticamente entusiasmados, en la más ardiente "buena onda lujuriosa", tanto nosotros como ellas, hacia aquel campamento, ¡partimos!

Todo era acaloradísima pasión en las instancias previas a aquella partida hacia aquel bosque, al cual, ¡por fin! llegamos...

Armamos nuestra gran carpa, y, tal cual estaba establecido, nos dispusimos para competir en aquel juego que definirían quiénes... "ganarían".

El juego, era un juego que conjugaba desde el conocimiento, pasando por la habilidad, la inteligencia, la astucia, y la rápida acción colectiva.

Los nervios y las risas, eran dueñas absolutas allí. Nuestras amigas, eran verdaderas diosas femeninas dueñas de esculturales hermosuras acompañadas de gracia y encanto, y eso, acrecentaba aún más, nuestros viriles ardores por ellas.

Pero nuestros masculinos encantos -que eran cosa comentada en toda aquella institución-, también alimentaba en ellas, un ardor que las muy cerdas no podían ocultar.

Con la férrea fiscalización de las docentes, el juego... ¡comenzó!

Comienzan desde el mismo inicio ellas adelantándose en la ventaja sobre nosotros, y en medio de una nerviosidad atroz tanto de nosotros como de ellas, el juego se desarrolla con velocidad de vértigo.

Los nervios nos consumían tanto a nosotros como a ellas, pero éramos nosotros los varones quienes no podíamos frenarlas en su arrolladora manera avasallante de pasarnos por encima, y en su nerviosidad, reían gozando la paliza que nos estaban dando.

Nuestra desesperación por tratar de descontar algo de aquella gran ventaja que nos iban llevando, nos hacía luchar desesperadamente por evitar que no aumentaran aún más su diferencia ya vergonzosa sobre nosotros, pero aquella nerviosidad en ellas parecía ser como un combustible que mejor las hacía funcionar, y la paliza... crecía todavía más... más... y más!!!

Las jóvenes y hermosas profesoras... reían.

Aquel juego transcurrió de principio a fin en medio de la más ardiente locura desesperada donde nosotros no podíamos contenerlas, y ellas eran como una aplanadora arrollándonos despiadadamente aunque nerviosas siempre y con esa eufórica manera triunfal permanentemente en vilo. Sus risas y carcajadas en la victoria crecientemente monstruosa, aún más encendía nuestras pasiones eróticas sintiéndonos ya perdedores y sabedores de ser... "Lo que iríamos a ser en sus manos": ¡juguete de todas!!!

El final llegó con aquel resultado de triunfal victoria aplastantemente grotesca de ellas sobre nosotros, y sus festejos cargados de risas, gracias y bailes de las siete alzando sus brazos haciéndonos aquellas burlonas morisquetas, nos encendían en un alocado ardor presto a ser devorados por sus haceres.

-"Deberán ahora aguantar las consecuencias, muchachos!" -Riéndose, nos dijeron a modo de consuelo, las profesoras aquellas que reían sin disimulos.

Nos hicieron desnudarnos completamente desnudos, comenzando allí mismo con nuestros encendidos cuerpos donde las erecciones eran despampanante expresión monstruosa de nuestras eróticas pasiones, para comenzar con sus dedos aquellas torturas de cosquillas sutiles haciéndonos desde gemir, suspirar y aullar, hasta gritar de placer desesperados debiendo tener que someternos a ellas sin derecho a resistirnos, dejándonos hacer en aquella cosa que así había sido establecida y por nosotros aceptada.

Comenzaban ellas entonces, la más insólita orgía continua donde con los siete, hacían lo que querían.

Sobre nuestros hombros paseaban montándonos completamente desnudos... nos hacían cosquillas en los huevos con sus plantas descalzas... nos pajeaban montados y nos hacían saltar la leche pajeándonos con los pies haciéndonos relinchar como si fuésemos caballos como manera cómica de humillarnos y reír haciéndonos eso. Nosotros, encendidos en una ya arrolladora hoguera donde gozábamos sintiéndonos los siete así tan grotescamente avasallados por aquellas mujeres, comenzábamos aquella rara cosa inesperada de gozar lo que nos estaba pasando... lo que nos estaban ellas haciendo. Aquellas profesoras, verdaderamente sabían lo que estaban haciendo!!!

Había comenzado en aquel campamento, la más insólita experiencia sexual en la cual caímos aquellos siete chicos varones, a los pies de aquellas siete chicas que comenzaron a hacer de nosotros, los conejillos de indias de aquel experimento.

Una y otra vez nos hacían eyacular de una y mil maneras... nos manoseaban... nos hacían lamerles desde los pies hasta el culo y la concha y las axilas y tetas y cuerpo entero inundándonos en incendios de placeres donde nos dejábamos por ellas hacer, gozando indisimuladamente entre toda clase de gemidos y gritos y suspiros y mil guturalismos donde nosotros, "los machos domados", no éramos sino los objetos sexuales resignadamente pasivos en aquella monstruosa cosa donde todas ellas, eran como verdaderas diosas del ultraje de amor sobre todos nosotros.

Ser parte de aquella cosa debiendo aceptarlo, era parte grotesca de aquel sentir que nos había dominado enteros en un cúmulo de eróticas pasiones como masoquistas que íbamos sintiendo como experiencia arrolladoramente dominante.

Una y otra vez nuestras vencedoras colocaban en nuestras caras sus plantas olorosamente excitantes, haciéndonos nacer aquel fetiche por los femeninos pies, descubriendo ese placer que no conocíamos. Íbamos, quedando cada vez más y más atrapados por ellas.

Nos follaban de las maneras más avasallantes cabalgando sobre nuestros cuerpos tendidos debajo de ellas así en humillante hilera los siete con las siete meta y meta cabalgar sobre nosotros en frenéticos mete-saca donde subían y bajaban con furor cochándonos como energúmenas.

O ya nos acostaban en hilera también para mamarnos entre un sin fin de cosquillas atroces, pajas y más cosquillas, hasta hacernos saltar pija afuera aquellas chorretadas de leche que tanto les gustaba ver cómo nos las hacían saltar así como decía: pija afuera.

Había resultado aquello, el más legítimo y absoluto modo dominante de siete chicas sobre siete chicos, a los cuales habían sabido ellas doblegar sometiéndolos completamente dominados en aquella insólita cosa en la cual al pasar de cada momento, iban, como en un insólito "efecto dominó", haciéndonos caer más y más en nuevas experiencias de placer ante las nuevas cosas que con nosotros ellas hacían.

Sí: había resultado aquello, un "derecho de conquista"!

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