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Conociendo a ratona 2.0 (Cap. 12): El hotel abre sus puertas

Mientras que las vasallas o esclavas ocultas permanecían arrodilladas besando los pies de su Ama entregando sus encargos ‘Su Majestad les dijo en un tono imperativo ya que ustedes me trajeron a estos buenos para nada, serán ustedes las que se encarguen de entrenarlos para servir a mis pies’, las vasallas empezaron a decir ‘pero Majestad’, apenas pronunciaron esas dos palabras cuando fueron interrumpidas por su Majestad respondiendo ‘pero que, aquí la que da las ordenes soy yo y si no les gusta pueden marcharse para no volver pero en automático les suspendo a todas los privilegios que hasta hoy ustedes gozan conmigo’, todas las vasallas hasta las de nuevo ingreso agacharon la cabeza y en calidad de ruego suplicaron fueran perdonadas por el arrebato.



Su Majestad dijo una vez aclarado el desacuerdo cumplan con la orden que apenas recibieron, habiendo dicho eso las esclavas ocultas o vasallas respondieron “como usted disponga Majestad, estamos para servirle”. Su Majestad dio dos palmadas y de inmediato sin perder el tiempo. Las vasallas que fueron al bazar no les fue tan difícil adiestrar a los nuevos esclavos ya que venían precisamente de estar en un mercado de compra, venta y renta de esclavos, solo les bastó decirles cuales serían sus nuevas obligaciones y enseguida los esclavos acataron las nuevas disposiciones ya que no sabían hacer otra cosa que no fuera obedecer.



Por otro lado cuando las familiares de las vasallas vieron que todos ahí debían arrodillarse a los pies de una mujer, se indignaron y exigieron una explicación. Las vasallas solo dijeron “Su Majestad es una persona con reputación de lograr tener a la gente que ella disponga a sus pies y esto no lo podemos evitar, sea como sea siempre lo logra, y sus órdenes siempre deben y tienen que ser cumplidas bastándole decir las cosas una sola vez.



Si ustedes quieren seguir disfrutando de la vida que tienen hasta hoy más vale que se arrodillen ante su Majestad, ya que ella es la Dueña de todo lo que ustedes gozan y si no cooperan ella simplemente nos suspende el servicio que tengamos y por obvias razones nuestro nivel social se vería afectado.



Al escuchar semejante explicación con tal de no ser privadas de la vida a la que ya estaban acostumbradas tuvieron que convertirse en unos gusanos rastreros que solo se arrastraban a los pies de su Majestad y que eran tratados como unos simples y vulgares esclavos sin voluntad, como objetos o simplemente sus mascotas sin tener derecho a nada más que arrodillarse, agacharse, besar pies y obedecer.



El poder de su Majestad iba creciendo mientras que la dignidad y respeto de las vasallas y su familia se iban perdiendo junto con sus privilegios ante su majestad cada vez más, a tal grado de ya no tener control de su propia voluntad. Llegó el momento en que ni pensar tenían permitido. Tan fuerte era el control de su Majestad que hasta para orinar debían pedir permiso y se les autorizara el tiempo que podían tardar antes de regresar a sus obligaciones de perras, algo que algunos días atrás ni siquiera se les hubiera ocurrido estar en tal situación de humillación y control total.



Todos los esclavos recientemente adquiridos fueron asignados y adiestrados para aprender todas y cada una de las tareas domésticas, esto con la finalidad de que dieran su mejor desempeño trabajando para su Majestad en el hotel, de esa forma cualquier tarea que se les impusiera realizar ellos la desempeñarían sin ningún impedimento.



Llegó el tan aclamado día en que el hotel de Su Majestad abría las puertas a todos en la inauguración de su tan esperado hotel de lujo. Los perros y perras ya estaban esperando a ser cortado el listón que anunciaba el comienzo de una nueva experiencia para los huéspedes así como también era un cambio radical de vida para los esclavos, ya que aunque siempre han sido esclavos jamás lo habían sido para tal cantidad de gente. Las expectativas que tenía su Majestad en base a la apertura del hotel se superaron a sí mismas, ya que el hotel había abarrotado en su totalidad el día de la inauguración recibiendo todo tipo de comentarios desde “que hotel tan lujoso hasta no he visto mejor hotel que este con tanto servicio y atención de primera calidad”.



Ese mismo día todas las telefonistas del hotel no se dieron abasto con tanta llamada para reservar habitaciones. Ya los esclavos habían superado su propia capacidad de servir a todos por lo que su Majestad tuvo que hacer uso nuevamente de su poder y control absoluto llamando a sus esclavas ocultas para que se presentaran a trabajar también y así poder atender a las personas que realmente importaban “los huéspedes” ya que eran ellos serían los que engordarían las arcas de dinero del hotel. Las vasallas no pusieron objeción alguna ya que su Majestad las tenía amenazadas que si no servían ellas también a sus pies las veces que fueran requeridas les iba a suspender todo tipo de comodidad que a los ricos ególatras les encanta estar escupiendo a la cara de todos lo menos afortunados, así que no tuvieron otra opción más que trabajar para su Majestad en su día de descanso.



Ese mismo día toda la gente que asistió a la apertura del hotel algunos pasaron a realizar reservaciones ya fuera para hacer uso del SPA así como para el restaurante que se veía de muy buena calidad tanto la comida como el restaurante en sí.



El éxito del hotel era más que absoluto y las reservaciones llovían por día ya fuera para comer, hacer reservaciones de alojamiento o simplemente hacer uso de las instalaciones ya que al hotel podía visitarlo cualquier persona, fuera o no huésped del mismo. Poco a poco los hoteles cercanos al de su Majestad empezaron a entrar en crisis y algunos hasta tuvieron que cerrar sus puertas por el simple hecho de que ya no estaban recibiendo reservaciones desde que el hotel de su Majestad abrió sus puertas y los clientes empezaron a preferir su hotel, ya que contaba con un mayor número de servicios y de mejor calidad incluidas las limusinas. Poco a poco el hotel de su Majestad fue el más aclamado desde cualquier parte del mundo.


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