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Con olor a cuero

~~No sabia exactamente en que lugar de aquella ciudad me encontraba, la carretera cada vez se hacia más oscura, y parecía no tener fin. El frío empezaba a calar mis huesos, y mi mente solo pensaba tomar algo caliente, algo que me pudiera devolver la calidez a mi cuerpo, entumecido ya, por la humedad de la noche.
 De repente, mi vista ya cansada por la fijación a la carretera, creyó divisar a los lejos unas luces, y un consuelo extremo reconforto mi cerebro, y con la esperanza que aquellas luces, no fueran un simple espejismo de necesidad, y pude comprobar que no eran ficticias, si no reales.
 Cada vez eran más intensas, más deslumbrantes, y un suspiro de alivio recorrió mi pecho, al comprobar que tras aquellas luces, me esperaba un pequeño, pero acogedor bar de ruta. Cuando el resplandor de las luces me cegó, mi moto, también cansada del viaje, agradeció dicho parada, dejándola estacionada, justo al lado, de una hilera de motos, de gran cilindrada .
 Mi ropa de cuero, helada, pero ideal para viajes largos, sudaba transpiración por todos lados, una transpiración casi congelada, por el frió de aquella noche. Me quité el casco, lo acomode en mi brazo, y sin pensarlo más, y sin saber, lo que me iba a encontrar en aquel bar, entre decidida, marcando paso firme y sin dudarlo. Al abrir la puerta, pude respirar aquel olor inconfundible a whisky, tabaco y sudor, mezclado con el olor característico de la ropa de piel. Me acerque a la barra, y dejando el casco encima de ella, pedí a la camarera, un whisky caliente, quizás no debía pedirlo, la carretera seguía esperándome, y el alcohol, no es el mejor compañero de viaje, pero mi cuerpo necesitaba una inyección rápida y contundente de calor, y pensé que seria la forma más rápida de obtenerlo.
 La camarera me sirvió el vaso, de forma algo grosera, quizás asqueada por su desprecio a aquel lugar, lleno de hombres sudorosos y desaliñados, profesionales de la carretera, camioneros, motoristas, transportistas, cosa que a mi, no me disgusto lo más mínimo, había algo en el ambiente, que comenzó a despertar mi lívido, y aunque mi cuerpo estaba cansado, mi ser, comenzó a despertar aquello que estaba dormido.
 Aquel olor a cuero , a tabaco, a alcohol, y aquella visión de aquellos hombres, rudos, castigados por el alcohol, me hacían entrar en un calor, que apenas conocía. Mi estilo de vida es tan diferente a todo esto, pensé, que parecía que estaba metida en una película, y la verdad, al contrario de asustarme o achicarme, me excitaba.
 Mientras bebía mi whisky, casi de forma desesperada, noté la mirada de alguien, no sabia de quien, pero me daba la impresión, de que eran más de una persona, las que recorrían mi cuerpo, enfundada en aquel ajustado traje negro y rojo de piel. Sentí como una mano, se posaba en mi hombro, y sin temor y sin vacilación alguna, mi cuerpo giró y planto mi cara a un palmo, de la cara de un desconocido, de aspecto algo descuidado, barba de días, pelo largo y casi diríamos sucio, pero bajo todo aquello, vi los ojos más hermosos y expresivos que jamás había visto. El desconocido se presento, y solo me comento si quería compartir con él, el largo de su botella. Llevaba una botella de Bourbon en la mano, estaba medio empezada, y ante aquellos ojos, no me pude negar, al contrario, algo me decía , que siguiera.
 La conversación se animaba, y la calidez de mi desconocido era evidente, los roces con mis manos, me hacían estremecer, y su hombría me descontrolaba. Mi pelo, corto y muy rubio, casi masculino, llamo la atención de mi desconocido, que se lanzó ávido a tocar, no dejándose ni un sitio de mi cabeza por repasar con sus manos.
 La botella de Bourbon estaba casi terminada, y mi embriaguez dejaba paso, a una desinhibición casi brutal, deseando casi por segundos, que aquel desconocido, se hiciera dueño de mi cuerpo. Creo, que mi mirada me delataba, ya que él, osada y rápidamente, comenzó a desabrochar la cremallera de aquel ajustado traje. Mis piernas se colocaron inconscientemente entre las suyas, notando aquel divino tesoro escondido, cuyo volumen era evidente, iba in crechento , a cada roce de mis rodillas.
 Notaba sus manos en mis muslos, unas manos grandes, fuertes , firmes, poderosas, y mi cuerpo se estremecía, abandonado casi, por la embriaguez del lugar, casi más que del alcohol. Noté sus manos en mi nuca, despejada por el corto extremo de pelo que llevaba, y sin dejar de quererlo, mis pezones, mis pechos, luchaban por salir de aquella prisión de traje, húmedo ya por el sudor que mi cuerpo desprendía.
 De forma decidida, apoye mis brazos en sus muslos, y acerque mi rostro al suyo, casi sintiendo su aliento, húmedo, caliente, turbador, y notaba la aspereza de su rostro, en el mío, cuidado y maquillado, tal y como mi profesión exigía.
 Aquel roce , fue un detonante, mi desconocido , sin mediar palabra, agarro mi mandíbula y acerco sus labios a los míos, dios. . . . . .., pude sentir aquella lengua, poderosa y constante, dentro de mi boca, como buscaba mi lengua, casi retrasada por la sorpresa del gesto, pero la cual, respondió rápida ante el acoso de aquélla lengua desconocida.
 Mi desconocido, me levanto bruscamente de aquel taburete, y agarro mi cuerpo de tal forma, que casi se fundió con el suyo, notando su entrepierna a punto de reventar, mis manos, sin saber exactamente donde tocar, (había tanto por tocar), comenzó por el principio, directa al grano, sin vacilar, y aquella extensión de su cuerpo, casi no cabía en la palma de mi mano. Él realizo la misma operación, colocando su gran mano, justo al principio de mi cremallera, notándola bajar por el traje de cuero, casi ya dilatado por tanto calor, buscando ávida mi sexo, humedecido por tanta excitación.
 Noté sus dedos, ásperos, marcados por el trabajo, quizás manual, como jugueteaba con un clítoris ya inflamado, y como sin dudarlo, metió dos de sus dedos en mi vagina, haciéndome gemir de placer, un gemido casi mudo, ya que mi lengua seguía ocupada con la visita de aquella lengua maestra.
 Arqueé mi cuerpo, dejando al aire mis pechos, turgentes, agresivos, excitados, unos pezones que deseaban ser devorados, mordidos, pellizcados, sin apenas compasión , dejando incluso paso al dolor, mi estomagó se convulsionaba como si un terremoto pasara sobre él, mientras mi espalda, apoyada en la barra de aquel bar, estaba empapada, notando como las gotas de sudor, caían hacia la comisura de mi culo.
 Mi desconocido seguía introduciendo aquellos dedos amaestrados, en lo más profundo de mi vagina, una vagina chorreante, desesperada de placer, ansiosa de ser perforada, mientras mis manos, casi de forma torpe, iban desabrochando aquella cremallera, que conducía al pene más enorme que mis manos y mi cuerpo habían sentido nunca. Casi sorprendida, mi cuerpo quiso hacer muestra de rechazo, pero mi alma, deseaba ser taladrada por aquella enorme herramienta.
 Mi desconocido no lo dudo, se retiro un solo instante de mi cuerpo, como queriendo ver el deseo que mis ojos emanaban, evidente, palpable. Mi labio inferior, no paraba de ser agredido por mis propios dientes, como queriendo reprimir aquella ansia, aquel deseo, y sin dudarlo un solo segundo y de forma instintiva, me arrodille ante aquel órgano de placer, introduciéndola casi de un golpe en mi ávida boca.
 Notaba su calor, su fuerza, era casi imposible introducir todo aquello en mi boca, y casi tocando mi campanilla, lamía sin parar aquel enorme pene, turgente y a punto de reventar. Mi lengua la rodeaba, sentía la suavidad de su glande, la dureza de sus venas, palpitantes, y como sus primero fluidos se depositaban en mi lengua, dejando aquel sabor agridulce, tan fresco y tan caliente a la vez, y notaba las manos de mi desconocido como empujaba de forma rítmica mi cabeza a su pene, sintiendo el temblor de sus piernas, la impetuidad de su cuerpo, la fuerza de su ser.
 A punto estuvo de estallar su fantástico pene en mi garganta, pero mi desconocido, de forma suave, pero brutal a la vez, me hizo levantar, giró mi cuerpo, y casi desgarro mi traje de cuero, dejando mi espalda y mi culo, completamente al aire. Me agarro por la cintura, y me hizo apoyar en la barra de aquel bar, pego mi cabeza al mostrador, para dejar que mi cuerpo abriera todos mis orificios, y de forma sutil, sin prisa, casi sorprendida, fue introduciendo aquel enorme, colosal y fantástico pene, en mi culo.
 Nunca, jamás, había sentido aquella sensación de placer, de dolor, una mezcla entre ambos sentimientos. Cogió mis pechos fuertemente, pellizcando mis pezones, mientras su pene me taladraba más y más, mientras mi cuerpo se estremecía del dolor y placer sentido, casi me hizo gritar del dolor que sentía al pellizcar fuertemente mis pezones, de cómo los estiraba, y de cómo mordía mi nuca, haciéndome sentir un escalofrío, que bajaba justo, hasta mi culo, lugar donde se libraba aquella batalla de dolor y placer.
 Sus empentas eran constantes, notaba la crecida de su pene, cada vez más palpable, y también podía notar la lubricación de mi propio orificio, sorprendido gratamente por semejante arma. La lucha era constante, se iba haciendo cada vez más descontrolada, más firme, más fuerte, notaba el sudor de su estomago en mi espalda, su pene empujaba una y otra vez, y mi culo se iba abriendo, cada vez más, cada vez más dilatado, y más cerca de la explosión final.
 Sentí su aliento en mi nuca, sentí susurrar unas palabras, mi desconocido me decía, de forma suave, erótica, transgerosa, que su pene, ya no aguantaría mucho más, y que quería sentir mi orgasmo en aquel pene descomunal.
 No tardé mucho, en sentir como un escalofrío, como una rotura, creía que algo dentro de mi se había hecho añicos, pero rápidamente, un bálsamo, caliente, acogedor, calmo el desgarro de aquel placer. Mis piernas temblaban de tal forma, que dudaba poder seguir en aquella postura, casi de pie, solo sostenida por la impetuidad de mi desconocido.
 Sentí los jadeos rotos, roncos , profundos de mi desconocido en el principio de mi espalda, mi culo, se abría y cerraba, dando más presión todavía, de la que aquel divino pene le estaba procurando. Creo que sentí el orgasmo más increíble de mi vida. . en aquel momento, lo afirme, no dude ni un solo instante en pensarlo.
 Casi extenuados, y con mi cabeza apoyada en la barra del bar, vislumbré de repente, mi rostro frente al espejo de la misma. Mi cara desquiciada por el placer era todo un acontecimiento, digno de ser visto, digno de ser retratado, y por un instante percibí, me di cuenta, de que acababa de ser follada, en la barra de un bar, por un desconocido, y con un publico ávido, pero silencioso, de contemplar aquella escena.
 Me sorprendió algo en los primero instantes, pero me di cuenta, de que la sensación de exhibicionismo me producía un gran placer. Casi no sentí vergüenza, cuando al girarme, pude ver el rostro de mi desconocido, también deformado por el placer, y como detrás de su cuerpo, varios hombres, habían estado contemplando la escena, sin decir una sola palabra.
 Mi desconocido dio unos pasos, se retiro de mi cuerpo, y haciendo ademanes para poder colocar aquel ya flácido pero no por eso, menos pequeño pene, en el interior de su pantalón, roto, descosido, pero ideal para su cuerpo.
 Mi traje de cuero, estaba totalmente desabrochado, casi pude ver como se rasgo por un costado, ante la impotencia de ser retirado de forma habitual, pero no me importo, seguí abrochándolo, sin dejar de mirar la fantástica sonrisa de mi desconocido, casi ya familiar.
 Noté las miradas de aprobación de aquellos camioneros cómplices de nuestro gocé, no hubo aplausos, ni abucheos, pero su tranquilidad, su impasividad, eran casi reconfortante. Mi mirada hacia ellos también fue cómplice, y de total aprobación.
 Después de aclarar mi garganta con una copa de whisky , agarre la melena de mi desconocido , e introduje mientras lo besaba y le susurraba al oído, mi tarjeta personal, en uno de los bolsillos de su desabrochada camisa, deseando que aquel encuentro fuera el principio, de largas y extenuantes horas de placer.
 Salí del bar, tal y como había entrado, con mi casco bajo el brazo y desde fuera, nadie podía imaginar mi experiencia vivida, la sensación de no sentir mi trasero, estaba como adormilado, aletargado, pero aliviado por el manantial de placer introducido.
 Ni siquiera me había lavado, deseaba mantener ese olor a sexo, semen, sudor, alcohol, tabaco, y por supuesto cuero, hasta que me fuera posible, quería, deseaba seguir sintiéndolo. Subí a mi moto, coloque mi casco en mi cabeza, y respire fuertemente antes de arrancarla de una embestida brutal, dejando tras de mi, una hilera de humo y caucho quemado.
 A fecha de hoy, jamás, y lo puedo decir alto y claro, nadie me ha follado de aquella manera, y cuando deseo recordarlo, ya que nunca supe más de mi desconocido, solo tenia que acercar a mi nariz, a mi traje de cuero, rojo y negro, impregnado de aquellas sustancias eróticas, impregnado de mi sudor, de su sudor, de mis fluidos, de los suyos. . . ..

Datos del Relato
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