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Categoría: Orgías

Casino

Recuerdo aquella noche como si fuera ahora mismo, nunca olvidaré aquella situación que quedo atrapada en mi mente.
Susana y yo nos casamos hace 5 años y llevamos una vida normal, nos Gustaba mucho salir a cenar y bailar. Aunque últimamente nuestros gustos están cambiando y preferimos sitios más tranquilos. En el aspecto sexual éramos una pareja normal, aunque desde aquella noche todo ha cambiado.

Susana siempre ha soñado con ir a grandes fiestas y banquetes, vestida con magníficos trajes de noche. No siempre tenemos la ocasión de hacerlo, pero en el verano pasado decidimos darnos un pequeño lujo y hacer un crucero por el Mediterráneo.

El barco era impresionante, a todo lujo y Susana estaba encantada porque al bajar a cenar todo el mundo iba de gala. En las mesas, que eran de 6 personas, nos tocaba cenar siempre con las mismas caras, un matrimonio aburrido que nunca decía nada interesante y una pareja muy divertida con la cual empezamos a hacer amistad.

Ellos eran de Madrid y cada noche después de cenar se iban al CASINO a jugarse unas pesetillas. Esas "pesetillas" podían llegar a ser 100 ó 200 mil, algo totalmente lejos de nuestras posibilidades. Nosotros nos gastábamos lo mínimo posible y mirábamos alucinados como jugaban en la ruleta algo que para nosotros parecía una millonada. Esa misma noche nos contaron que habían recibido una suculenta herencia y que tenían un presupuesto de varios millones para las vacaciones, siendo su objetivo gastarse una buena cantidad de dinero, sin importarles perder o ganar.

Nuestra amistad con ellos se fue haciendo cada vez mayor hasta que una noche nos ofrecieron su dinero para jugar, en total querían que nos gastáramos 300.000 pta en lo que quisiéramos y allí empezó todo. La primera noche ganamos a la ruleta y casi duplicamos la cantidad, pero en las sucesivas noches fuimos perdiendo dinero hasta que llego la ultima noche en el barco. En el casino ya nos conocían y nos dijeron que esa noche se celebraba una partida especial de poker, donde solo asistían los jugadores y sus parejas, si así lo deseaban, para evitar mirones. Yo siempre había soñado con jugar una partida de este tipo, como en las películas, estilo Paul Newman, y acepté. Total, solo nos quedaban 100.000 pesetas y había que pasárselo bien.

Éramos 5 jugadores, todos de una posición económica muy buena, o al menos eso pensaban los demás de mí, dado que yo solo disponía de aquella cantidad. Empezó la partida y empecé a ganar, doble la cantidad en una hora, pero a partir de ese momento empecé a perder. Susana, estaba detrás de mí y se había quedado sola, el resto de las mujeres de los jugadores se habían marchado excepto una. Una rubia preciosa, a la cual no había tenido tiempo de admirar dado lo negra que se estaba poniendo la partida. Llegó un momento en que me quedé sin dinero pero tenía una buena jugada, un full. Si perdía no tenía fondos para pagar pero sin duda perdí el juicio y decidí continuar. Comente que no tenía dinero allí mismo pero que al día siguiente lo haría efectivo, el resto de los jugadores aceptaron y evidentemente perdí la friolera de 750.000 pesetas.

Supongo que el resto de jugadores se dieron cuenta de que algo ocurría porque la partida se paró, y me preguntaron que entendían que no había problema con su dinero. No sabía qué decir, me quedé callado y entendieron lo que ocurría.

En ese momento la rubia salió y entro acompañada de un par de matones que se pusieron en la puerta. Los cuatro jugadores su reunieron en un lado de la mesa y empezaron a hablar entre ellos. Susana y yo nos quedamos juntos, de pie y callados.

Uno de los jugadores, José, el más viejo, se dirigió a nosotros y nos dijo que o bien conseguíamos dinero en un plazo de 2 horas o en caso contrario tendríamos que pagar de otra forma. Les intenté explicar que yo no era rico y que no podía disponer de esa cantidad hasta que volviéramos a casa y vendiera alguna posesión, la situación era muy delicada.

José, se acercó a nosotros y mirando a Susana, dijo:

- En ese caso tendremos que utilizar los servicios de tu mujer.

Me quedé mudo sin saber que decir y miré a Susana, ella se puso detrás de mi y dijo que en ningún caso, que ella se marchaba de allí, e intentó irse, pero los matones se lo impidieron. Ella me miraba sin decir y nada y yo no acertaba a articular palabra.

José se acercó a mi mujer y dijo:

- Susana, enséñanos lo que hemos ganado esta noche.

En ese momento reaccione, me puse entre José y Susana y gritando le dije a José que jamás lo permitiría. José simplemente sacó una pistola de su chaqueta y me dijo:

- Como prefieras, podemos hacerlo por las buenas o por la malas. Pero aquí nadie se ríe de nosotros.

- Pero José -dije yo-, espera unos días y lo solucionamos...

- No, ahora, tiene que ser ahora. Desnúdate - le dijo a Susana.

Susana, estaba petrificada y vi como sus ojos empezaban a estar brillantes, de la rabia, de la impotencia. Me miró, pidiendo mi consentimiento y se lo di, afirmé con la cabeza. En ese momento cambiaron nuestras vidas.

Susana, empezó a desabrocharse el vestido, primero deslizó un hombre y luego el otro, fue bajándolo lentamente hasta que llegó a la cintura. Su sujetador de encaje quedó a la vista de todos que lanzaron un suspiro e hicieron algunos comentarios sobre los pechos de mi mujer.

José le hizo un gesto con su mano para que siguiera, Susana dejó caer el vestido al suelo y quedó expuesta ante ellos, con su sujetador y sus braguitas de encaje, sus piernas estaban adornadas por unas medias preciosas negras y unos zapatos de tacón. Sus brazos y sus manos intentaban ocultar a la vista de aquellos desconocidos aquellas partes de su cuerpo que sólo yo había visto antes.

José se quedó mirándola y le dijo a Susana que se diera la vuelta, ella giró sobre sí misma para que aquellos hombres pudieran ver su cuerpo por completo, quedó de espaldas a ellos y clavó su mirada en mis ojos. Yo no pude hacer otra cosa que bajar mi mirada al suelo, habíamos llegado a aquella situación por mi culpa, por mi pasión por el juego, aquel dichoso casino...

En ese momento José se acercó a Susana por detrás y le desabrochó el sujetador, Susana lo retenía con sus brazos, pero José se dirigió a ella y le dijo:

- Susana, gírate hacia nosotros y deja caer tus brazos queremos contemplar esos hermosos pechos que tienes.

Susana, se giró y muy lentamente dejó caer sus brazos, el sujetador cayó al suelo y sus hermosos pechos aparecieron erguidos ante ellos.

Volvieron a hacer comentarios, José se acercó y con sus dos manos los acarició, los palpó, parecía que los estuviera midiendo. Luego acercó su boca y Susana lo rechazó con un grito:

- No, no, por favor.

José se dirigió a mí:

- Convence a la putita de tu mujer para que disfrutemos sin más interrupciones de nuestro preciado trofeo, la hemos ganado y queremos disfrutar de ella.

Susana, volvió a taparse los pechos con sus brazos y se dirigió hacia donde yo estaba, se abrazó a mí llorando. Intenté calmarla y decirle que había que hacer lo que ellos querían pues de otra forma podíamos tener problemas, que se relajara e intentara disfrutar de la situación, porque de todas formas había que hacerlo.

Susana se acercó a José y éste acercó su boca a los pechos de ella. Susana esta vez se dejó, dejó que José apoyara su boca en su pecho y dejó que su lengua recorriera su pezón en círculos, luego José lo succionó y cuando separó su boca pude ver como el pezón de mi mujer estaba completamente erecto.

José entonces acercó su boca al otro e hizo la misma operación, una vez probados y saboreados los dos levantó los brazos de Susana y puso sus manos detrás de la nuca, de forma que sus pechos se elevaban aún más, acto seguido se agachó ante ella y su cabeza quedó a la altura del coñito de mi mujer, que todavía estaba cubierto por sus braguitas. Puso un dedo a cada lado de las braguitas y tiró de ellas hacia abajo lentamente. Susana me miró como pidiendo mi aprobación y tuve que asentir con la cabeza. José dejó sus braguitas a mitad de los muslos de mi mujer y expuso su recortadito coñito a la vista de todos los presentes.

Los matones salieron de la sala ante una indicación de José y sólo quedamos los cuatro jugadores, incluido José, la rubia, Susana completamente expuesta delante de ellos con las bragas todavía en sus muslos y yo, en una situación que jamás olvidaré y a la cual llegamos por mi culpa.

No sabía cuales eran las intenciones del grupo de jugadores pero me temía lo peor, y lo peor era que mi mujer iba a ser poseída por todos ellos, sin ninguna duda, lo que no entendía era la especia de ceremonia que estaban celebrando, porque ya podían haber empezado a manosearla y poseerla a su antojo.

Susana, estaba quieta y noté como tenía toda la piel de gallina, estaba temblando ante ellos. José se acercó a Susana y acogiéndola de la mano la acercó a la mesa, puso sus manos encima de la mesa y dobló el cuerpo de Susana. Esta era la postura ideal para que Susana fuera poseía desde atrás. Entonces José me indicó que me sentara al otro lado de la mesa y que agarrara fuerte las manos de Susana a la misma, para que estuviera quieta.

Así lo hice, no podía mirar a Susana a los ojos, estaba delante de mi pero no podía mirarla. José se puso detrás de ella y Susana dio un respingo cuando él tocó con sus manos su precioso coño, estuvo jugando dentro de él unos minutos con una mano mientras que con la otra se dedicaba a acariciar los pechos de mi mujer. Aquello era una humillación salvaje, pero no me atrevía a hacer nada. Susana empezó a respirar más fuerte, la miré a la cara y estaba muy tensa, con los ojos cerrados, supongo que intentando poner su mente en otra parte.

José entonces se apartó de mi mujer y después de decir:

- Ya está lubricada

Sacó su polla y se la clavó a mi mujer, Susana entonces bajó la cabeza y cuando José empezó con el mete y saca, el cabello de mi mujer empezó a moverse al compás de sus empujones y sus pechos bailaban arriba y abajo. José tenía sus manos aferradas a los pechos de mi mujer como si en ello le fuera la vida. Fue muy rápido duró solo unos pocos minutos, pero Susana ya había lanzado algún pequeño gemido cuando José incrementó el ritmo salvajemente y sin duda se corrió dentro de ella, no tuvo ni el reparo de hacerlo fuera.

Cuando José sacó su miembro de mi mujer, Susana me dijo en voz baja:

- Estarás contento cabrón.

Y a continuación dijo en voz alta para que la oyeran todos:

- Vamos, ¿quien es el siguiente? Estoy muy caliente y quiero correrme yo también.

Ante aquellas palabras los tres que faltaban solo sonrieron, parecería que ya tenían el turno establecido porque el siguiente se levantó de la silla, era un chico joven, fuerte y cuando se desnudó pude apreciar su considerable miembro que ya estaba erecto. El chico se acercó a mi mujer y se agachó detrás de ella, al principio pensé que estaba comiéndole el coño desde atrás, pero luego me di cuenta que estaba trabajándole su orificio trasero.

Susana estaba gimiendo y repetía sin parar:

- No por ahí, no, nunca lo he hecho por ahí.

Y era verdad, nunca habíamos probado el sexo anal, su culito estaba completamente virgen. Aquello pareció enardecer al chico que se incorporó y empezó a penetrarla por detrás, tardé bastante, o al menos a mí me lo pareció entre los gritos de mi mujer que intentaba soltarse de mis manos, pero yo la agarraba fuerte y le decía que fuera fuerte que iba a ser sólo un momento. Llegó un momento en el que Susana calló y ese momento supongo que coincidió con la penetración completa del chico. A continuación empezó un lento mete y saca que Susana acompañaba con pequeños gemidos, que alguna vez se convertían en gritos.

El chico estuvo bastante tiempo dándole a Susana y yo pensé que la iba a romper de lo fuerte que la estaba dando, según pasaba el tiempo iba aumentado el ritmo y la fuerza de sus embites. Llegó un momento en el que a la vez que la enculaba le daba fuertes azotes en el culo, que mi mujer parecía recibir con placer.

En ese momento la miré a la cara y ella me devolvió la mirada, su mirada había cambiado, ahora estaba sonriendo, una sonrisa que yo conocía y que me decía que estaba disfrutando de aquello.

Después de unos minutos de fuertes embestidas y azotes, el chico gritó que se corría y empezó a reducir el ritmo hasta que finalmente paró. Entonces sacó la polla del culo de mi mujer y dirigiéndose a ella le dijo:

- Date la vuelta y límpiame la polla con tu lengua, tengo que irme.

Susana se puso de rodillas delante de él y le hizo una impresionante mamada que después de unos minutos acabó una nueva corrida de él, esto lo supe porque el esperma que no pudo tragar mi mujer la brotaba por los labios. Pero ella cuando acabó con él simplemente lo recogió con un dedo y se lo tragó, mirándome a los ojos.

El chico se vistió y se fue, eso si, no sin antes darle a mi mujer un par de azotes en el culo y decirle algo al oído, que mi mujer nunca me ha contado.

Yo estaba abatido, esperaba que todo aquello acabara cuanto antes, pero dada la tranquilidad con la que José y aquellos hombres se tomaban la cosa parecía que iba para largo.
Datos del Relato
  • Categoría: Orgías
  • Media: 5.05
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