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CARLA Y EL RODAJE

"Asisto al rodaje de un corto."

 

Carla es muy moderna.

 

Me gusta como viste, sus gestos y cómo se mueve. Tiene una elegancia natural que trato de imitar.

 

...casi no se nota que la admiro y fue así como me metí en aquel lío.

 

Coincidimos los martes y viernes de cada semana en un bar por la tarde, después de salir del trabajo.

 

El resto de días ella trabaja en otra zona y no nos vemos.

 

Carla trabaja en algo parecido a lo que yo. Vive de su sueldo, no hay nadie que le pague sus caprichos. El salario no daba para tanto, así que un martes le pregunté directamente:

 

  • ¿De donde sacas para tus lujos?

  • Es un secreto - me respondió en voz baja.

 

Aquella respuesta me intrigó aún más y recurrí a la súplica para que me lo contara.

 

Su explicación, inesperada, me dejó asombrada..

 

Los fines de semana se dedicaba a grabar videos… porno.

 

Me contó que aunque al principio actuaba, ahora lo que hacía era dirigirlos, y a veces también participaba, según lo cachonda que se pusiera en el rodaje.

 

Carla me dió un pequeño golpecito bajo la barbilla con su mano abierta. Al parecer mi boca  se había quedado abierta al escucharla.

 

Hasta el jueves tuve tiempo para pensar en lo que me había contado. No sabía si estaba decepcionada o la admiraba más. Me preguntaba por qué la sociedad admitía como normal alquilar tu cerebro o tu esfuerzo físico durante unas horas a cambio de dinero y parecía mal alquilar otras partes concretas del cuerpo.

 

Había llegado a una conclusión. Si Carla lo hacía, yo quería participar del negocio. ¡ La moralidad para los moralistas.!

 

El jueves lo pasé con ansiedad, esperando el momento de ver a Carla en el bar.

 

Al verme me preguntó:

 

  • ¿Qué te pasa, Ana?, te noto cambiada.

 

  • Nada, no me pasa nada. - respondí rápidamente.

 

  • Te noto como más decidida. - me dijo. Al parecer transmitía mi determinación - ¿quieres decirme algo?

 

  • ¡Que quiero entrar en el negocio! - le solté directamente. 

 

  • ¿Pero quieres dirigir o quieres actuar?

 

  • ¿Donde se gana más?

 

  • Si eres muy buena y trabajando mucho, actuando. Si no, es mejor dirigir. 

 

  • ¿Y cómo se hace lo de dirigir?

 

  • Lo primero es empezar por actuar. Es difícil dirigir si no se ha actuado primero. Eso te da experiencia y poco a poco vas viendo las cosas importantes. Así es como empecé yo…

 

  • ¿Cuando empiezo? - corté su disertación. 

 

  • Si te apetece, el sábado tengo un rodaje a las seis de la tarde.

 

Acepté. Tras informarme del lugar y si tenía que hacer algo especial, me aconsejó:

 

  • No vayas tan rápido. Mañana vienes, pero sólo a observar. No quiero que me fastidies un trabajo. Te fijas en todo y vas aprendiendo.

 

No se si me quedé decepcionada o aliviada. Llevaba un rato con el corazón latiendo apresuradamente. Al final reconocí que Carla tenía razón.

 

El sábado amanecí ilusionada. Esperaba asistir al rodaje de una sesión porno. Imaginaba que no era lo mismo que ver las películas. No soy virgen y he tenido algunas experiencias pero aquello parecía más morboso. 

 

La noche anterior me había acostado imaginando cosas del rodaje en las que me veía involucrada, había acabado haciéndome una paja y me percaté de la cantidad de fluido que generaba. Hasta entonces no había sido consciente.

 

Después de comer me preparé en condiciones. Quería dar buena impresión así que me duché concienzudamente. Con una buena limpieza hasta el fondo de todos mis orificios. Por si acaso, me dije.

 

Busqué la ropa interior más sexy que tengo. Un conjunto blanco de tela muy fina, elástica y escasa, que no me suelo poner porque se me marca el coño y los pezones. El sujetador, de tipo bandeau, sin tirantes.

 

Después una blusa y una falda plisada corta, hasta la rodilla. Todo en blanco. Tenía más pinta de pija dirigiéndose a jugar al tenis que de asistente a una grabación de videos porno.

 

Al salir de casa me encontré con tres chicos que son de la vecindad.

 

Son unos caraduras y siempre que me ven me provocan y me dicen barbaridades.

Fieles a su costumbre, caminaron detrás de mí, comentando:

 

  • Hoy estás muy guapa. Sería un buen dia para follarte. - dijo el que siempre empieza.

  • Yo también me apunto. Seguro que te caben dos pollas en tu coñito. - dijo el otro.

  • Donde caben dos, caben tres. Yo también quiero remover la mía en uno de tus agujeros.- remató el tercero.

 

Acostumbrada a sus comentarios,  les envié una mirada de desprecio aunque interiormente me sentía alagada. Eran algo más jóvenes que yo y seguramente estarían todo el día mendigando sexo. 

 

  • La miel no está hecha para la boca del cerdo.- comenté en voz baja mientras me alejaba. 

  

Llegué pronto al lugar, los bajos de un edificio. Me sobró casi media hora. Llamé preguntando por Carla. No había llegado. Me dejaron entrar. Una tal Elena me recibió. Me preguntó si venía a actuar. Le expliqué que me había invitado Carla a ver la grabación.

 

  • Sígueme, Carla no tardará. - me dijo.

 

Me llevo por un  ancho pasillo con puertas a ambos lados y otra puerta grande al final. La abrió y entró, invitándome a pasar.

 

Era un estudio grande. Con paredes muy altas. En la pared izquierda había una gran cama y, más allá, un gran sofá. Varias cámaras fijas, focos y pantallas de luz rodeaban ambos ambientes. En la pared derecha había una cabina de control con un gran ventanal y una puerta y dentro se apreciaba una mesa llena de botones y varios monitores grandes. A su lado, una puerta grande, cerrada, parecía dar acceso a un almacén y al lado otra puerta también cerrada.

 

Enfrente había un aparador muy largo y encima una máquina de café, varias bandejas con entrantes y diferentes tipos de bebidas, incluido botellas de agua. Tenía más pinta de  fiesta que de otra cosa, salvo porque en uno de los estantes, varios juguetes sexuales se apilaban sin orden concreto. 

 

En cada pared, en la parte superior, dos grandes televisores inclinados hacia el centro del estudio. 

 

Unas cuantas sillas estaban dispersas por la sala. 

 

Un chico y una chica revisaban unas cámaras de grabación. Elena me los presentó como operadores de cámara: Alicia y Roberto.

 

Llegó Carla con su elegancia congénita. Nos saludó a todos y se dirigió a mí:.

 

  • Ana, mientras doy instrucciones, espérame allí... - me dijo señalando unas sillas cerca del aparador -  y enseguida voy contigo.

  • ¿Dónde están Marta y Alberto? - preguntó de un modo indefinido.

 

En ese momento se acercó Elena y respondió:

 

  • Me acaban de llamar, no pueden venir porque hay un corte en la carretera…

 

Carla permaneció un momento pensativa. El estudio se alquilaba por horas y eso era dinero.  

 

  • ¿Te apetece probar? - Me sorprendió Carla dirigiéndose a mi.

  • ¿Eh? ... ¡Si, si! ... ¿qué quieres que haga...? - respondí con ganas de ayudar.

  • Grabar para sustituirlos… No te preocupes… 

  • Vamos a poner el cubo... - dijo Carla dirigiéndose  Elena que, sin más comentario, se fue hacia el almacén y dejó la puerta abierta.

 

Me explicó que también había venido un joven que quería ser actor porno y que íbamos a aprovechar para hacer una prueba conjunta ya que faltaban los actores que esperaban.

 

Dos operarios del almacén entraron llevando una gran estructura tubular cúbica que llevaba en la parte superior unos tubos cruzados y de ellos colgaban dos cuerdas que acababan en abrazaderas. La dejaron centrada en la habitación.

 

  • Comenzamos a rodar - dijo Carla dirigiéndose a todos.

 

Elena me cogió de las muñecas y me llevó bajo de la estructura. Me levantó los brazos y me colocó las abrazaderas alrededor de las muñecas.

 

  • No te preocupes. Esta escena es la que le gusta a Carla para las primerizas… - me dijo en un tono cariñoso, casi confidencial. Se había dado cuenta de mi turbación. 

 

Estaba de pié, dentro de la estructura, con los brazos levantados y amarrados a las cuerdas que colgaban.

 

La pareja de cámaras rodaban a mi alrededor.

 

El chico enfocaba mis bajos. En un monitor se apreciaban mis braguitas, claras, casi transparentes y elásticas, pegadas a mi coño y marcando la rajita y dos elevaciones alrededor de este. Más arriba, una zona oscura revelaba mi vello. Se notaba la zona más blanca que tapa la braga del bañador que uso últimamente cuando tomo el sol. 

 

En el otro monitor, la cámara de la chica, se veía a Elena alejándose hacia la puerta que estaba a mi espalda y desaparecía por ella sin cerrarla. 

 

Poco después, vi que, por la misma puerta, salía un chico joven, que se me acercaba por detrás. Debía ser el chico que me había dicho Carla.

 

Mi sorpresa fue mayúscula. Lo reconocí al verlo en el monitor. ¡Era uno de los chicos del vecindario que me había provocado esa misma tarde!  El que siempre hablaba primero y parecía llevar la voz cantante.

 

Sin decir palabra se pegó a mi espalda y me rodeó con un brazo llevando la mano a mi estómago. 

 

Acercó su boca a mi oreja y me dijo en voz baja:

 

  • Hoy es un buen dia para follarte… - a la vez que bajó su mano hasta mi entrepierna y me dio varias palmaditas en las partes íntimas.

 

Me estremecí. Se había dado cuenta de quién era. Una cosa era rodar porno y otra tener que hacerlo con aquel cabrón. Sin embargo permanecí muy digna. No podía defraudar a Carla en el primer día.

 

Se agachó, colocó sus manos en mis piernas y comenzó a subirlas por ellas hasta alcanzar mi cintura. Agarró los laterales de mis bragas y empezó a bajarlas lentamente. Instintivamente apreté las rodillas en un vano intento de protección que no sirvió para nada. Se deleitaba haciéndolo poco a poco y daba la impresión de desear que sufriera sintiendo cómo me las quitaba. Noté cómo el tejido se estiraba y en un momento dado salió lanzado y se separó de mi coño. 

 

Por debajo de las rodillas ya no podía retenerlas. Las bajó hasta los pies, ahora más rápido, me las quitó del todo y las arrojó lejos.

Me cogió de los tobillos y tiró hacia el exterior separándome las piernas exageradamente. Me resultaba morboso estar sin las bragas y notaba incluso algo de fresco. Al hacerme abrir tanto las piernas, mis labios estaban separados. 

 

El chico que rodaba se colocó delante de mí y se centró otra vez a rodar bajo mi falda. 

En un monitor se veía un primer plano de mi coño con los labios interiores bien marcados y algo prominentes. De pronto apareció desde atrás la mano del chico alcanzando ni sexo. 

Se entretuvo en la ranura, casi cubriendo esta y abarcando toda la zona con su mano.

La cerró apretando y girandola. 

Soltó y volvió a apretar varias veces más, cada vez con más fuerza disfrutando de mis sobresaltos.

Por fín se paró y se dedicó a separarme los labios y jugar con ellos.

 

Era curioso ver en pantallas aquellas imágenes y saber que era mi propio cuerpo. Mi coño había engordado y los labios sobresalían desalineados. 

 

Desplazó su mano hacia atrás a la vez que doblaba el dedo buscando la entrada y lo introdujo por ella. Me puse de puntillas. No me lo esperaba. 

 

  • Te vas a correr de gusto - me susurró en voz baja, mientras maniobraba en mi interior.

 

  • No te lo crees ni tú... - pensé interiormente. En mi situación, indefensa, tampoco quería provocarle. 

 

Durante un tiempo estuvo moviendo su dedo adentro y afuera y rebuscando por dentro. Introdujo un dedo más. Le costó muy poco entrar. Comenzó a girarlos en mi interior a la vez que los separaba para que ocuparan más volumen y los volvía a juntar.

 

El cámara se centraba en mi sexo mientras aquel cabrón jugaba con él. Por un momento dejó de hacerlo y vi sorprendida como un hilo denso y transparente asomaba entre mis piernas y colgaba estirándose sin llegar a caer. Era evidente que estaba lubricando.

 

Por el otro monitor pude ver que entraban dos chicos más. ¡¡ Los amigos del primero !!

Carla sólo me había dicho que había un chico para la prueba. ¿Serían espectadores?

 

Recordé lo que me habían dicho los tres al salir de casa. ¿Era el karma?

 

Mis temores se confirmaron. Uno de ellos se colocó delante de mí, sonrió de forma malévola, y me saludo:

 

  • Hola putita. ¡Así te quería ver yo!  - dijo levantándome la falda como para comprobar que estaba sin bragas.

  • Estás chorreando… Me parece que eres muy puta… - dijo sin delicadeza al ver aquel hilillo delator.

 

Dejó caer la falda. Levantó sus manos y cogió con los dedos los pezones que se marcaban a través de la blusa y el sujetador.

 

Le miré con los ojos semicerrados de odio.

Apretó sin piedad y comenzó a hacer movimientos circulares sin soltarme, combinados con tirones hacia él. Pensé que me los iba a arrancar.

 

Me soltó, pero me dejó los pezones más puntiagudos y algo doloridos.

 

Cogió la parte baja de mi blusa, por delante, y la levantó. La blusa se detuvo un instante bajo mis pechos, obstaculizada por estos. Tiró con más fuerza y estos se balancearon arriba y abajo. 

Estiró la blusa levantándola por encima de mi cabeza, la echó hacia atrás y la dejó caer tras mi cuello. 

 

Ahora mi blusa permanecía arrugada a la altura de los hombros y pasaba bajo mis axilas.

Con un movimiento lento me levantó el sujetador y dejó mis tetas al aire que volvieron a balancearse al quedar libres. Miré y pude observar que las tenía enrojecidas por los pellizcos que me había dado el muy animal.

 

El primero volvió a palpar mi coño restregando mi propio lubricante y nuevamente metió sus dedos rebuscando en mi interior forzando a que me pusiera de puntillas.  

 

El tercero, que había permanecido a mi lado, se acercó a saludarme al oído:

 

  • ¿Crees que te cabrán tres pollas… ? - preguntó en voz baja, el asqueroso, mientras me obligaba con sus dedos a abrir la boca y los metía en ella.

 

El segundo volvió a agarrar mis pechos y a apretarlos sin piedad mientras el que hurgaba en mi coño, desde atrás, aceleraba el movimiento de sus dedos.

 

  • ¡Venga, quitaros la ropa…! - interrumpió Carla, dándome un respiro que agradecí porque estaba a punto de correrme.

 

Los dos recién incorporados se alejaron pero el que estaba a mi espalda se ocupó de cogerme la falda y bajarla hasta el suelo para quitármela del todo. Después me desabrochó el sujetador y lo retiró también. 

Salvo por mi blusa enrollada en los hombros, estaba desnuda.

 

En los monitores se veían primeros planos de mis tetas y mi coño. Los pezones estaban puntiagudos y me asombré de lo abierto que tenía el coño, lo visibles y gruesos de mis labios y el agujero que había entre ellos. Era la primera vez que los veía con tanto detalle. El chico se centraba con su cámara en esa zona.

 

Vi por un el otro monitor que los tres se desnudaban. La chica enfocaba detalles de sus pollas. Parecían depilados para la ocasión. Estaban bien dotados. Quizás demasiado, pensé, teniendo en cuenta que el destino era yo.

 

Recordé la gracia que me hizo cuando alguien me descubrió la ampliación de un refrán:

 

“Nunca digas que este cura no es mi padre… ni esta polla no me cabe.”

 

No parecía la gracia más oportuna para esta situación.

 

Se colocaron delante de mí, uno al lado del otro. Con el más gallito en medio. Sus pollas, con una notable erección, me apuntaban amenazantes.

 

Los dos de los laterales se me acercaron cogiéndome cada uno por debajo de una rodilla y me levantaron del suelo hasta dejar mi coño a la altura de sus pollas y me rozaban las piernas con ellas. Me mantenían colgada de los brazos y con las piernas hacia delante. 

 

Tiraron hacia el exterior y me encontré con las piernas abiertas y el otro chico entre ellas.

 

Su miembro era grande y unas venas se marcaban a lo largo del mismo. El glande rosado y completamente al descubierto se erguía con descaro. Los huevos,  redondos y muy juntos, parecían rellenos e hinchados. Se notaba que se había rasurado no hacía mucho. 

 

Se me acercó muy lentamente y tocó ligeramente mi coño con la punta de su glande. Lo restregó por la zona, arriba y abajo, muy despacio... 

 

  • ¡No..., no…, no…! - comencé a repetir, casi implorando. Empezaba a ser consciente de que me la iba a meter.   

 

Tras varias repeticiones logró abrirse camino y encajarlo en la abertura que había provocado. Con ambas manos me agarró de los glúteos.

 

Empujó un poco más. Notaba cómo se abría paso, desplazando mis labios hasta que encontró algo más de resistencia. El anillo grueso donde acaba el grande había llegado a mi parte más cerrada.

 

  • ¡Vale ya..., vale…, vale…! - le pedí, poniendo cara de pena. 

 

Empujó con fuerza y, superando la resistencia, se metió hasta el fondo. Su cuerpo pegado al mío. 

 

A partir de ahí comenzó a moverse adelante y atrás y con sus manos alejándome y acercándome  mientras yo solo gemía algo ininteligible. 

 

Lo hacía con fuerza, casi con rabia, apretando mis glúteos a la vez que murmuraba “jodida puta…” cada vez que se acercaba y me profundizaba con su polla.

 

Mis tetas no dejaban de balancearse arriba y abajo, al ritmo que él marcaba.

 

Tenía mis dudas sobre si ese era su procedimiento habitual o era un modo de castigarme por cómo le había tratado.

 

Los otros dos, sin dejar de sujetarme, acercaron sus bocas a mis pechos y comenzaron un rápido juego con la lengua en mis pezones, apretando cada cierto tiempo con sus labios..   

 

No tardó en correrse dentro y noté su líquido inundandome. Esperó, mirándome fijamente, mientras descargaba su leche en varios golpes. Aún empujó otra vez, más fuerte, como si fuera posible penetrar más. 

 

Me quedé extrañada. Sentía satisfacción de que se hubiera corrido y yo había aguantado sin hacerlo. Era como descubrir un poder inmenso.

 

Me lo imagine diciendome:

 

  • La pija resulta que es una puta que necesita que se la follen entre varios...

 

Pero no dijo nada.

 

Sacó su polla y la dejó sobre mí, apoyada en el recortado vello que adornaba mi coño. Podía ver cómo le palpitaba arriba y abajo, mojada de leche, y aun descargó otro chorro sobre mi pubis. Era blanco y denso. Restregó su semen esparciendolo en mi vello.

 

Sostuvo mi pierna derecha y el que lo hacía me soltó, le rodeó y se colocó donde había estado el primero.

 

Cogió su miembro con una mano y se acercó… pegándolo a mi culo, entre mis nalgas. Se entretuvo desplazando su pene arriba y abajo.

 

Pensé que me iba a dar por el culo.

 

  • ¡Para..., no…, por ahí no…! - en un tono mezcla entre ruego y orden. 

 

 … corrigió la dirección, lo encajó entre mis labios y comenzó a empujar.

 

Esta vez entró más fácil. Aparte de la lubricación que llevaba, yo estaba más abierta. 

 

La metió hasta el fondo y aprovechó para cogerme las tetas y apretarlas con fuerza.

 

Sus movimientos eran lentos, la sacaba del todo, la paseaba por mi coño, sin soltar mis tetas, jugaba con mis labios y volvía a metérmela. 

 

Como una rutina, cuando llegaba al fondo, daba otro empujoncito y me volvía a apretar las tetas.

 

Miré los monitores. Los cámaras hacían un buen trabajo. Tan pronto aparecía mi cara mezcla de sufrimiento y placer como primeros planos de nuestros sexos. Los labios del mio, grandes, formando un óvalo alrededor de un hueco que se veía durante unos segundos cuando se retiraba. Su polla, erecta y mojada por el contenido de mi interior, presentaba un glande rojizo, brillante, húmedo y parecía a punto de estallar.

 

Mis piernas empezaron a temblar sin control. No podía hacer que estuvieran quietas.

 

De repente se quedó como inmovil y tensó su cuerpo. Se corrió dentro y me quedó la satisfacción de ver cómo le cambiaba la cara mientras lo hacía.

 

Imitando a su predecesor, sacó su polla y la dejó descansando sobre mi pubis. 

 

Notaba como mi coño chorreaba y por fuera estaba todo mojado.

Se separó de mí. Su polla había dejado de estar tiesa y, aunque mantenía el grosor, colgaba por su propio peso.

 

Aquella interrupción me permitió recuperarme y que mis piernas dejaran de moverse.

 

Se cambió por el tercero que llevaba un buen rato mirándome como quien espera su turno.

 

Me extraño que no se colocara delante. Se puso a mis espaldas y los que me agarraban se fueron hacia atrás, bajaron mis piernas y volvieron a elevarlas dejándola colgada pero mirando hacia al suelo.

 

No podía ver al tercero pero notaba que estaba entre mis piernas.

 

Jugaba con mi coño. Con cada mano tomó uno de mis labios y tiró de ellos hacia afuera y el exterior tensandolos. Los sentía maleables.

 

  • ¡Mira la putita! … si está a punto de correrse. - aventuró a afirmar sin saber lo cerca que estaba de la realidad.

 

Esperaba que de un momento a otro me metiera su polla y yo me correría, pero parecía estar pensando.

 

De pronto se centró en mis nalgas y las cogió con ambas manos tirando hacia los lados. Me estaba abriendo el culo.

 

Se acercó y colocó su glande en mi ano…

 

  • ¡No, no, por favor…! - fue lo que alcance a decir antes de que se me escapara un grito.

 

El muy animal se había lanzado con todas sus fuerzas y la había metido sin delicadeza.

 

Durante un tiempo en que permanecí con la boca abierta y dando signos de dolor, notaba la zona como si me quemara. Me había cortado la excitación de golpe.

 

Pasó sus manos hacia mi vientre. Buscó mi coño y comenzó a frotarlo con ellas.

Los otros dos usaron la mano libre para cogerme los pechos y jugar con ellos.

 

Poco a poco el dolor de mi culo se fue reduciendo y empecé a estar excitada. El manoseo en mi coño y mis tetas empezaban a ser efectivos. 

 

Mis piernas volvieron a temblar… y noté la incontinencia de mi cuerpo. Varios chorros de líquido salieron con fuerza mojando las manos del que me daba por el culo y dejó un charco en el suelo.

 

  • Esta guarra se ha meado... - comentó riéndose el que me penetraba. 

 

No había podido evitarlo. Se había disparado como un resorte a la vez que me corría. Estaba sin fuerzas. El chico se separó.

 

Dejaron que apoyara los pies en el suelo, y me soltaron las muñecas.

 

Entre los tres me llevaron a la cama que había cerca.

 

El que me había dado por el culo se tumbó y me sentaron encima, sobre su polla. Me la metió con mucha facilidad.

 

El primero que me había follado se colocó detrás de mí, me empujó hacia adelante y me buscó el ano para meterla simultáneamente. Entró más fácil porque no estaba tan dura como la primera vez.

 

El que faltaba se puso delante y colocó su pene en mi boca. La abrí y comencé a lamerlo.

 

Podían hacer conmigo lo que quisieran. Estaba agotada pero mi cuerpo temblaba de placer.

 

  • ¡Demostrado! - grito uno - ¡Le caben tres pollas!

 

Volví a notar cómo se me llenaba el coño de semen. Por fin se había corrido el que faltaba.

 

Pensé que ya se había acabado pero en ese momento el otro también descargó en mi boca y el que quedaba, en mi culo. 

 

Se retiraron estos últimos y se tumbaron en la cama. Yo me levanté un poco. Lo suficiente para que saliera de mi cuerpo la polla del tercero, me giré y me dejé caer sobre la cama.  

 

  • ¡Corten…! - Escuché decir a Carla. - ¡Muy bien por los cuatro!

 

Volvimos juntos a casa. Me costaba un poco andar así que cogimos un taxi que pagaron ellos.

 

Desde ese día, cuando me ven, me saludan amigablemente. No me dicen barbaridades… pero sé que las pensamos.

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