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Categoría: Incestos

Busco madura (3): Chantaje a la madre

La casualidad, es el azar quien determina donde cae la bolilla en el girar de la ruleta. La causalidad es la fuerza invisible que produce los hechos como resultante del fenómeno psíquico de acción y reacción.



De alguna forma, no siempre comprensible, al menos en ese momento, estamos generando una fuerza energética que concluye por producir un efecto, la reacción, que el común de los mortales asume como producto de la “casualidad”. En verdad muy pocas cosas se producen por efecto casual, casi todas son motivadas por el efecto de la causalidad.



Al respecto, y como valedero ejemplo, podría insertar la frase de: ten cuidado con lo que sueñas, puede convertirse en realidad. Se considera que esta frase resume una poderosa ley de universo, la poderosa fuerza de la atracción. La atracción no es otra cosa que esa fuerza energética que surge como resultante de la acción de desear algo.



Lo que me había sucedido compendia y resume como efecto físico y palpable que lo que se desea puede hacerse realidad, para graficarlo, voy a contarte lo que me sucedió cuando desee mucho, pero mucho mucho tener a la tía de una amigovia. Euge, era la madrastra, qué feo suena ese nombre no?, bueno esta mujer estaba casada con el padre de mi amigovia.



Euge, era, y lo es aún, una mujer, cuarentona (no peyorativo, sino indicativo) dueña de una muy buena figura, no de gran belleza en el rostro, más bien diría que facciones algo duras o esas que marcan el carácter fuerte y dominante, pero con dos “faroles” (pechos) que encandilan de solo encontrársela de frente, cintura trabajada en el fitness, solo con algunos signos lógicos de las cuatro décadas, y un trasero que cuando se aleja, desearíamos que se quede por toda la eternidad.



Esta breve reseña sirve para poner en antecedentes de cómo este “pedazo” de hembra había incursionado en mis desvelos nocturnos y generado más fantasías de las que podía soportar.



El destino o la causalidad me hizo estar en el lugar y momento preciso para “pescar infraganti” a la señora Euge, “apretándose” al técnico que vino a reparar el aire acondicionado. Abrí la puerta que no debía abrir, ver lo que no debía, pero tan discreto como asomé de forma inocente me escabullí de forma prudente.



Había sido testigo no deseado de cómo el hombre la tenía sentada sobre la lavadora, dándole una garchada (sexo) que la hacía vibrar y agitarse, ella estaba mirando hacia la puerta, por eso mismo cruzamos las miradas en ese momento tan vibrante, para ella porque parecía estar en medio de un furioso orgasmo y para mí por la turbación y la calentura instantánea.



Ese día me retiré aduciendo una urgencia, por los días siguientes me alejé porque no sabía cómo enfrentar los hechos, me sentía culpable de no saber de qué modo asumir esa carga por tener que cargar con un secreto que la compromete a ella y me ponía celoso porque en mis fantasías la soñaba solo para mí.



En algún momento tendría que darse ese encuentro, en la semana siguiente, nuevamente la causalidad estaba moviendo sus hilos, cuando llegué para visitar a mi amigovia, Euge estaba sola en casa, la muchacha había salido con el padre para no sé bien hacer qué cosas y demorarían en volver, por lo menos hasta la tarde, decidí volverme a casa pero la señora dijo:



- Luis, necesito que te quedes. Creo que tenemos que hablar…



- No, señora, todo bien. Yo no vi nada, yo no estuve…



- Sobre eso, sobre lo que viste. Pasa, necesito hablarte.



Hacía calor, el comentario que hice fue entre naif e intencionado:



- Ahora no tenemos calor, el aire funciona a pleno, que buena mano tiene el técnico…



Euge, que no tiene un pelo de tonta, recogió el desafío:



- Bien atento eh! Me gustan los hombres así, directos, que no van con vueltas, nos vamos a entender bien. Estoy seguro que tienes tus condiciones, por eso antes que hables tengo una proposición para vos…-interrumpí



- No, por favor no crea… no creas que estoy poniendo condiciones por...



- Por… tu silencio… solo déjame que hable.



En ese monólogo breve pero preciso refirió que: Su marido, el padre de mi amiga, es un buen tipo que el ofrece afecto y un buen pasar, que está cómoda, pero que ahora por el agravamiento de la situación de diabetes y algo cardíaco, no puede afrontar la atención que sus muchas necesidades sexuales le exigen, que el hombre trata de satisfacerla de modo manual y oral, pero que siente también la imperiosa necesidad de sentir “carne en su carne”. En ese momento fijó su vista en mi erección involuntaria, motivada por la forma de moverse y de contar esa intimidad tan caliente.



- Esto es lo que necesito! -acarició la pija por encima. – Te propongo que me tendrás cuándo y cómo te guste si con esto! – se tocó el cuerpo desde los pechos hasta la entrepierna. -…Pago tu silencioso respeto. Prometo que no tendrás quejas. Aceptas? Dime que sí, podes tomarme ya mismo, estamos solos así que tenemos un par de horas… Eh, que decides?...



La realidad de los hechos había convertido una alucinada fantasía, en un deseo a punto de concretarse.



Un gesto tiene la potencia de mil palabras, me tomó de la mano y me llevó al dormitorio, el tálamo elegido en mis poluciones nocturnas. Sentados, el primer abrazo comenzar a sentir como la carne del deseo late tan cerca que se siente como propia.



Tomó distancia, para desnudarse, erótico espectáculo para su joven admirador calentón, regalarle la imagen de la mujer madura que se entrega al deseo del pendejo, que aprecie el valor del deseo, demorarse un instante para llenarme los ojos de la energía erótica que emana de esta hembra tan voluptuosa.



Descubrió sus abundantes senos, me los refregó en la cara, frotándose los gruesos y firmes pezones entre los labios, dándome a mamarlos, poniendo su mano sobre la verga que pugna por romper la tela del jean, llevando la mía para introducirla por debajo del elástico de la bombachita de encaje.



Nos dimos una franela (faje, tocadas) de locura, los gemidos y jadeos de Euge eran algo muy especial.



Me bajó el, pantalón, elogió la dureza y sobre todo el grosor de la pija. – Qué buena la tenés, me gustan bien gordas, así como… -se atoró la frase al metérsela en la boca.



Mientras me deshacía de la camisa, ella me la estaba comiendo, ansiosa y a toda prisa, como si se le escapara el tiempo, mamaba con inusitado deseo, ferviente apretar y agitar de pija, que me estaba poniendo en la cima de mi resistencia, so de tiro lento para la acabada, pero esta forma de mamar estaba poniendo a prueba esta nueva forma de resistir su apasionada y febril mamada.



- Para, para… si no paras me harás venir en tu boca…



- Sí, y qué, tienes más leche… sigo, necesito esta primera, dámela, dámela!



La tenía tomada fuertemente de los cabellos, sus mamadas intensas se complementan con meterme en su boca en una cogida feroz. Las pausas de cuando se atora en las arcadas contribuyen a demorar, poder disfrutar un poco más de las delicias de su boca. – Ya, ya, ya… no puedo, meee… voyyyy.



Me largué…, todo el semen acumulado en esos días de calentura se fueron rotundos y urgentes por el caño de la uretra se dilata para dejar fluir el incontenible río de esperma entre los labios de Euge.



Un momento candente, loco, pasional, los movimientos compulsivos me incrustaron contra su boca, la esperma buscó el cauce natural de su destino, esta hembra que se comía mis ganas de coger, mi leche en dos tragadas.



Euge era una hembra acalorada a destajo, venía de un par de semanas sin garche, yo produje el “interruptus” de ese orgasmo ahora debía responder a su demanda de “carne en barra”. Esta mujer era algo sorprendente, la fina, suave y delicada esposa y ama de casa, en su antítesis, atrevida, lujuriosa calentona, soez en sus formas, más procaz y obscena que un carrero; esta es la versión más libidinosa es la lujuria.



Recién se tendió y abrió de piernas para entrarle con toda la furia, cuando el sonido de un auto deteniéndose en la entrada del garaje nos hizo estar alerta, pero ella no estaba para sutilezas.



- La puta madre, este cabrón aparece cuando no debe. Pero este polvo no me lo corta nadie ni nada. Agarrá tus cosas y rajemos para el lavadero. Vamos, estoy muy caliente…



Subimos de prisa al cuarto de lavado, trabé la puerta con la escoba. Seguíamos en bolas, alterados pero calientes como una caldera. La senté sobre la lavadora, como le estaban dando cuando la pesqué, ahora es mi turno, sentada, con las caderas en el aire, se la entré de un solo envión. Se ajustó con sus piernas y comenzó el zarandeo de cuerpos, moviéndonos sin control, pero la máquina que sirve de soporte produce ruidos comprometedores.



La ropa del canasto esparcida, protege las rodillas en la montada a cuatro patas. La conchita se ofrece abierta como una flor, el culito parece tirarme besos, culo al aire es una invitación al desatino.



Calientes al máximo, empinado sobre sus nalgas me mandé de una, dentro de su vagina, a empellones le entró toda, dijo sentir la diferencia, él que me cogía, la tiene más larga pero delgada, esta es gruesota, y eso lo que se siente bonito, se me abre como una flor. – dame, dame fuerte, tu puta se portó mal, dame…



Entendía todo, esta mina (mujer) quiere emociones fuertes, por eso con un par de metidas fuertes, se agita, sacude, zarandea el culo cuando la primera nalgada la estremece. La estremece y sorprende, pero amenaza. – Eso, eso! Dale, pega, zurra a tu puta que resiste a que te la cojas. Dame, pija, cogeme cabrón!!



Es lo más procaz, en esos momentos sus palabras y mis azotes son ambrosía, nos el mismo sexo, con asperezas, vigoroso y salvaje, luchado y disputado, disfruto dando azotes, disfruta y se entrega. El sexo a pleno, por un momento olvidamos la urgencia y la premura de las necesidades orgásmicas de ella, todo era empujar y meter, cuanto más salvaje mejor para ambos.



Seguí moviéndome desde atrás, dándole “duro y parejo” apretando y penetrando con la mayor intensidad, la contingencia del vaivén con tanta energía, sacándola bien afuera para entrarle con firmeza podía tener ese accidente, tan conveniente, como que al volver a impulsarme para enterrársela, tan húmeda la zona y tan jugosa la pija, la entré por el agujero equivocado, la reacción fue toda una sorpresa.



- Cabrón, cabrón, para, para, me rompes el orto!!!



El grito a media voz fue lo suficiente para sacarme de ese espacio ganado en su ano, apreté y ajusté la presión sobre su cadera, aprisioné con firmeza sus nalgas entre mis piernas. El delicioso accidente de entrarle en el hoyo había sido una deliciosa causalidad, desearlo tanto y ahora, sin proponerlo, la cabeza del choto dentro, abriendo y dilatando el esfínter.



- De sacarla ni hablar no?



- Sacártela no es negociable. Déjame hacerte el culo o habló?



- Bueno, pero… dame un momento para relajarme, por favor…



Me había jugado al ahora o nunca, tenerla dentro de ese culito tan delicioso, era el deseo cumplido.



Sentía su esfínter latir, ceñir fuertemente al miembro, sin esperar el vía libre, comencé a moverme despacio, ganando espacio en el dilatado recto de Euge. El silencio era aceptación, el movimiento lento pero insistente tuvo su premio.



El dolor de la dilatación fue copado por al excitación del macho dominante apretando sus tetas, ella echó manos a la obra, frotándose el clítoris con intensidad. La presión de mi cuerpo sobre el de ella, la intensidad de los envíos a fondo, derribaron la postura a cuatro patas, quedó de bruces recibiendo mi poronga dentro del ano. Los gemidos arrecian y la mujer exige acción.



- Vamos, vamos, mete pija. Vamos maricón, rómpele el orto a tu putita, vamos cogeme, más rápido, más rápido, no aflojes ahora que estoy bien cerca. No me aflojes cabrón de mierda, dame pija, dame garche, hacele el culo a tu puta. Rómpeme el orto, quiero fuerte, quierooo



Las palabras jadeadas y gemidas mientras mordía la ropa para ahogarlos, eran el más vivos sentido de la lujuria de una mujer cuando le hice sexo anal, nadie la igualó, ella era la más deliciosa hembra, insuperable en procacidad y en gozar una poronga dentro del culo.



Mientras se debatía en las redes de su salvaje orgasmo, seguía la consigna del garche intenso y continuado, dándole verga, sin importarme nada de nada, solo debatirme en la tormenta del deseo anal que me había contagiado. Me vine dentro de ella, sumarme al aquelarre de los sentidos. Un par de estocadas a fondo, bien a fondo, dilataron la uretra para dejar fluir la más deliciosa de mis eyaculaciones dentro de un ano, golpes a fondo, casi sin moverla terminaron por vaciar mis testículos dentro del culo.



Desmontado de su culo sentía el sabor dulzón de haberme comido a esta madura, sentir el orgullo de conseguir romperle el otro como nadie antes, según fueron sus dichos al intentar levantarse después de una avasallante cogida.



- La puta madre, sí que me rompiste el orto de verdad. Hasta me sangró un poco, qué cogida me pegaste guacho. Con este “pedazo” me abriste el culo, no sé cómo hacer para volver, bajar las escaleras. Me gustó, pero esto no queda así… ahora no tenemos tiempo pero en la próxima te voy a dar una cogida cómo ni te imaginas. Vamos, estos turros se pueden alertar, baja por la escalera de la azotea, sale por el garaje y vuelve por la puerta de entrada. Muévete cabrón!



Con las ropas en la mano hice el recorrido para volver a ingresar por la puerta, como recién llegado.



Los saludos de práctica y como al pasar pregunto por la señora Eugenia.



- Ah, ya viene -dijo el marido. Se torció el tobillo bajando del lavadero. Ahí viene…



- Hola señora! Cómo está? Me dijo su esposo que se lastimó bajando la escalera…



Beso de rigor en la mejilla y cuando me tiene me aprieta el brazo y dice:



- Hijo de puta me lo dejaste sangrando, pero esto se arregla con unos cuantos polvos más…



Ese fue el primero de varios más, pero es claro ejemplo de que es muy cierto eso de tener cuidado con lo que deseas, puede convertirse en realidad, pero… eso tiene la consecuencia de asumir las consecuencias de ese sueño hecho realidad…



La causalidad y tomar el acceso por “colectora” durante el sexo, motivo estos hechos que acabo de relatar como una forma de obsequio para Euge que me hizo disfrutar el mejor y más salvaje sexo anal.



Estoy seguro que alguna de las lectoras ha sentido en carne propia algo parecido a lo que acabo de contarte, cuéntame, 



Nazareno Cruz


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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