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Categoría: Orgías

bi-sagras oxidadas

¿Qué coño hacíamos allá en el monte Mario Susana y yo? Eso me gustaría a mí saber...
Unas vacaciones programadas en una casa rural, retirada del mundanal ruido de las ciudades, y dos parejitas con ganas de marcha. Sí, he dicho bien, dos. Susana, mi novia, y Mario y la suya. Por cierto, no me he presentado. Soy Raúl.
"Qué ´no, tío, que al final sus padres no la han dejado acompañarnos" me decía el pobre Mario minutos antes de partir. Con el equipaje a punto, y una pequeña ausencia de cabellos rubios e imponente trasero, salimos los tres al encuentro de la naturaleza, para experimentar sus normas, sus libertades, sus instintos más básicos...
No voy a deciros que tardamos poco en encontrar la casa. No. Tardamos tanto que ya había anochecido cuando aún surcábamos alguna parte entre el valle del quién sabe dónde y la cima del vete tu a saber cuándo. El caso es que de pronto, cuando nos creímos los tres individuos más inútiles de la tierra extraviados en mitad del monte, tuvimos la confirmación de que nos equivocábamos.
Tres escaladores, ataviados con innumerables arneses y mochilas, cruzaron por delante nuestro aireando los brazos invitándonos a detenernos. Al parecer se habían extrabiado al escalar un risco, y buscaban un lugar donde pasar la noche.
Atendiendo a las leyes de la hospitalidad y de la física aplastante de las sardinas en lata los SEIS continuamos el viaje en el coche.
Apenas una hora más tarde se alzó ante nosotros una cabaña en mitad del camino.
Aunque dadas las circunstancias abandonamos el coche con la intención de pedir asilo, cuál fue nuestra sorpresa al comprobar que la llave que nos proporcionó la agencia era la indicada para abrir ese portón.
Las bisagras chirriaron al entrar, pero en el interior olía limpio y era cálido y confortable.
Estábamos agotados como para hacer nada que no pudiera esperar al día siguiente, de modo que fuimos en busca de las habitaciones. ¡JÁ! Aparte de la cocina y del salón, nada más que un pequeño baño y un supuesto dormitorio a rebosar de trastos viejos usado como almacén.
Tras someterlo a una estúpida votación, reunimos los sacos de que disponíamos e improvisamos una especie de camastro circular sobre el suelo en plan comunitario.
Antes de nada, eso sí, los alpinistas, Jordan, Teo y Claudia, encendieron un fuego en la chimenea para que nos mantuviéramos calientes durante la noche. (Os aseguro que no hizo NINGUNA falta).

Era tal el agotamiento que pronto nos quedamos dormidos. Lo siguiente que recuerdo fue de lo más extraño y a la vez excitante que he vivido nunca.

No recuerdo si lo que me despertó fue un húmedo susurro en mi entrepierna o el ruido de los cuerpos agitándose bajo los sacos de dormir. El caso es que poco a poco fui abandonando la vigilia inexplicablemente cada vez más excitado… hasta que al fin desperté. Al principio me era difícil reconocer las formas, pero pronto fueron apareciendo sugerentes perfiles iluminados tenuemente por las brasas.
No tardé mucho en adivinar lo que estaba ocurriendo bajo el plumón de oca. Estaba recibiendo la mejor mamada de la historia, y uno de los escalofríos de placer que ascendía en oleadas desde mis testículos era el que me había despertado.
Cerré los ojos sin que me importara nada ni nadie allí abajo más que imaginar a Susana subir y bajar con mi verga hinchada en su boca caliente. Tanto era el placer que sentía que empecé a agitarme inquieto para no correrme tan pronto en su experta boca. Me arquee hacia atrás de puro placer y ladee el cuerpo ligeramente. ¡Cómo me la comía! Abrí los ojos apenas un segundo, mirando los cuerpos de quienes yo creía dormidos a mi lado bajo aquellos sacos, y todo se agitaba como si ocultara cientos de culebras.
A través de los resquicios de la tela que nos cubría empezaron a asomar piernas, brazos, senos y músculos contraídos por la excitación. Una cabellera morena ascendió junto al torso desnudo de uno de los alpinistas y volvió a sumergirse ayudado por las manos recias de él. Esa imagen… ese pelo… era posible que fuera…? De pronto noté que el calor húmedo en mi rabo cesaba. Intenté urgar palpando con mis manos pero alguien las detuvo sujetándome por las muñecas desde el fondo del saco. Susana quiere jugar…pensé. Y no estaba mal encaminado. Una de las manos me soltó al fin sujetándome la polla y la condujo a un orificio caliente que no se resistió al envite. El manto que nos cubría ascendió como una ola creciendo desde su interior mientras la figura que penetraba con gusto se colocaba encima de mí, mirándome de frente mientras la follaba, pero aún cubierta por el saco de dormir. Sus movimientos eran tan precisos que arqueé la espada para contener un orgasmo. Al girar la cabeza descubrí una escena increíble. Los cuerpos que antes apenas se intuían retozaban alborozados frotándose unos con otros en un mar de piel tersa y sudor caliente. De pronto, entre el fulgor de los cuerpos enrojecidos por el fuego apareció el rostro de Susana como el de una diablesa en celo. Ante mi estupefacta mirada se liberó de las manos que trataban de retenerla y sacó una imponente polla de su coño en su camino reptante hasta mí. ¡Era ella!¡ Con el alpinista..! No fue una alucinación. Mis pensamientos hervían confusos cuando Susana me alcanzó con sus labios y hundió su lengua en mi boca para acallar lo que mis ojos espesaban sin palabras. En ese momento se fundieron en mí el placer extraño de su boca, de sabor incierto, y los movimientos que hundían hasta la locura mi verga en… ¿¡en quién!? Susana despegó sus carnosos labios de mi y me besó la barbilla, bajando por mi pecho des…-¡también desnudo!- lamiendo mis pezones en círculos y bajando más y más hacia mis genitales prestados… cuando de pronto despegó la cabeza unos centímetros de mi piel y apareció fugazmente un miembro ajeno y desproporcionado que no dudó en tragarse de un plumazo, como el mar se traga a un navío. La visión de Susana chupando aquella verga mientras yo enculaba a su propietario resultó de lo más embarazosa a la par que excitante. Primero sentí deseos de incorporarme. No podía creer lo que estaba sucediendo. La excitación a causa de los movimientos del desconocido me debilitaba como para moverme, pues además sus manos me mantenían preso por las rodillas mientras se arqueaba más y más al parecer extasiado al sentir mi polla agitándose dentro de él. La imagen de una sucia Susana mamándosela a mi captor, lejos de horrorizarme me excitaba aún más.
Giré la cabeza, esta vez voluntariamente, para observar al resto de la desdichada comitiva. Pero nadie parecía desdichado esa noche.
Mis ojos, acostumbrados al fulgor rojizo de la chimenea, distinguieron perfectamente a los integrantes de la escena.
Mario y uno de los alpinistas follaban al unísono a la chica, Claudia. (al otro lo tenía perfectamente localizado).
Mi cara de estupefacción debía de ser un poema cuando el chico se apercibió de mí, no así Mario, que se afanaba en sus quehaceres. Al sentir la mirada de este desconocido sobre mí –sintiendo sobre mí, todavía, al otro desconocido- sentí una punzada de pudor que me hizo ocultar el rostro. Desde mi estúpido escondite, más propio de una avestruz, logré escuchar entre jadeos al mozo decirme: “no te preocupes, disfrútalo, es el mejor”. ¡No podía dar crédito!. Pero si se supone que estaba con la chica… pero al parecer los había probado a los dos. ¡Era un disparate!
Confuso y algo aturdido traté de liberarme de mi cabalgante cuatrero, pero éste parecía apretarme más fuerte impidiéndome la marcha. Pronto descubrí el por qué de esos fuertes apretones en mis piernas. El rostro enloquecido de Susana subía y bajaba deslizando esa enorme polla en su interior casi al mismo ritmo que la mía se hundía una y otra vez en aquel generoso agujero que tanto placer insospechado me proporcionaba. Entonces las manos firmes del alpinista se clavaron como tenazas en mí provocándome una mezcla de dolor y placer que duró un instante; después me liberaron. Susana alzó la cabeza dedicándome una fortuita mirada de satisfacción antes de fundir sus labios con el mozo, en un beso que dejó escapar un par de ríos de semen que fueron a estrellarse en mi vientre.
No taré mucho más en derribar –ahora sí, sin esfuerzo- a mi opresor, y clavando la vista en Susana me dirigí decidido hacia el coño de Claudia. Mario me miró entre desconcertado y divertido. Como si bastara mi intención y no hiciera falta gesto alguno el alpinista me cedió su puesto retirando su verga empapada y me animó a follar a Claudia con mi amigo Mario. No resultó fácil evitar correrme allí mismo en cuanto esos carnosos labios totalmente dilatados abrazaron mi rabo y lo engulleron por completo deslizándolo entre sus fluídos.
Mientras me ocupaba de Claudia, empecé a notar lo bién sincronizados que estábamos Mario y yo atravesando simultáneamente a aquella insaciable. Las manos de Mario y las mías lidiaban en la disputa por atrapar esos perfectos senos turgentes y sudorosos.
De pronto Mario me hizo una señal para que desviara mi atención a nuestro lado. Susana estaba pasándolo en grande, ofreciendo de rodillas su vertiginoso trasero al que antes yo ocupara el suyo, mientras el otro mozo ya la follaba por delante tendido debajo de ella sobándole las tetas.
En una especie de reacción impulsiva Mario y yo reproducimos esa seductora postura colocándonos en una réplica exacta de aquel trío donde Claudia ocupaba el lugar de Susana. Al hacerlo, casi por casualidad, los rostros jadeantes de las dos mujeres se encontraron de frente, y empezó una exótica danza de serpientes entrelazando sus lenguas una y otra vez compartiendo fluídos, ya de procedencias diversas e irrelevantes.
La excitación era tan alta que no podía sopotar más la presión. Me corrí dentro de Clara como un torrente desbocado, lanzando salvas de semen contenidas que me debilitaban como criptonita, hasta desplomarme exhausto sobre ella. El olor a sudor y semen caliente me invadió la nariz.
Mario continuó su frenético movimiento un poco más hasta justo antes de correrse. Antes de hacerlo salió del cuerpo de Claudia y colocó su enhiesto miembro entre las bocas de ambas, descargando allí toda su leche, que tanto Claudia como Susana no dudaron en repartirse succionando hasta dejarle la polla reluciente como un estandarte. Las dos insaciables jovencitas no dejaron que aquello interrumpiera su diversión y continuaron su ardiente juego labial. Intercambiaron sin embargo las posiciones para que los dos musculados alpinistas terminaran de correrse dentro de Claudia, y Susana se nos ofreció a Mario y a mí.
Presas de la excitación comenzamos a comerle el coño a Susana simultáneamente, descubriendo sorprendidos la experiencia de saborear aquellos fluidos ajenos y de que nuestras lenguas se encontraran espontáneamente entre aquel caldo excitante y rancio.
Los gemidos y jadeos de los muchachos se fundían con los nuestros, así como nuestras manos, que acariciaban senos traseros, y pollas mientras aún penetraban a Claudia por cualquiera de sus orificios. Una última mirada al incorporarme me reveló la confirmación de una sospecha. Los chicos empezaban a sobar a Mario al tiempo que follaban con Claudia, mientras Susana se escurría debajo de ambos y comenzaba a comerme el culo a mí, enredada por los dedos de Mario, que me subían por la entrepierna hasta acariciarme el paquete, que de nuevo empezó a hincharse.
Solo en ese momento, por un instante, reparé en un detalle curioso. Las bisagras de una de las ventanas chirriaba por no ajustar bien su cierre, y aquel sonido parecía producir en todos nosotros un efecto hipnótico, exponiendo nuestras extremidades, compartiéndolas sin pudor, realizando movimientos rítmicos, como el de aquella bisagra que parecía quejarse de estar ya, irremediablemente oxidada. Nosotros éramos jóvenes, y aún lo somos, pensé, y no había ningún motivo por el que lamentar nada aquella noche.
Solo un pensamiento me cruzó la mente antes de sumergirme en los deseos libres de la carne. Aquel pensamiento fue “¿por qué no?”
Datos del Relato
  • Autor: bisagra
  • Código: 6813
  • Fecha: 28-01-2004
  • Categoría: Orgías
  • Media: 5.38
  • Votos: 48
  • Envios: 6
  • Lecturas: 1989
  • Valoración:
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
fabio
invitado-fabio 07-03-2004 00:00:00

Es muy poetico para mi gusto, pero realmente esta bien redactado y cachondo te felicito

Alberto
invitado-Alberto 01-02-2004 00:00:00

planteas una fantasía muy liberal, sin distinción entre sexos, que quizás muchos no llevaríamos a cabo. Pero de todos modos es una interesante invitación que no está de más plantearse.

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