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Categoría: Maduras

¿Aún virgen a sus 44?

Veinte años de casamiento, tres hijos y un marido al que siempre le había sido fiel. Eso es lo que tenía Evelia cuando la conocí. A sus 44 años, Evelia tenía fama en el barrio de ser una esposa ejemplar y esa fama se debía a que de verdad nunca había tenido una conducta fuera de lo establecido.



 



Ella vive en una casa que está a dos cuadras de la mía y aunque con mi familia tenemos diez años de vivir en esta colonia, yo nunca había tenido oportunidad de hablarle, y a lo más que habíamos llegado era a saludarnos algunas veces. Un día, sin embargo, la encontré como a tres cuadras de su casa y como ella cargaba muchas bolsas de mandado, le ofrecí mi ayuda.



 



Evelia es una mujer bonita, de piel blanca. Tiene un bello cuerpo y es llenita de carnes, no es que sea gordita, sino que tiene unas tetas grandes y ricas y un culo maravilloso.



 



-Mira –dijo ella- puedes ayudarme con estas bolsas.



 



Al decirme eso se agachó y mi vista se clavó inmediatamente en sus senos. La señora llevaba un vestido blanco escotado y no pude evitar mirar el canal entre sus melones. Huy, la piel blanca de sus grandes tetas era algo maravilloso. Quizá miré más de lo debido, porque ella me preguntó si me sucedía algo. Me hice el despistado y le contesté que nada pasaba.



 



-¿Cuántos años tienes?- preguntó.



 



-Tengo veinticinco, señora.



 



-Ah, eres muy joven, ¿y cómo te llamas?



 



-Me llamo Alberto, señora.



 



-Huy, si me sigues diciendo señora me vas a hacer sentir vieja. Dime Evelia, que así es como me llamo.



 



-Sí Evelia… oiga…. Pero no diga que está vieja, que eso no es así.



 



-Bueno, pero ya no soy joven.



 



-Pues yo creo que sí lo es. Es usted joven y muy hermosa.



 



-Oye niño, vas a hacer que me sonroje. ¿En serio te parece que soy bonita?



 



-Sí y mucho.



 



En eso terminó nuestra primera plática, porque después como que me entró algo de pena y a ella lo mismo y seguimos sin hablar hasta llegar a su casa. Me agradeció y nos despedimos. Me quedé delante de su puerta, la vi entrar y pensé mientras la miraba: ¡Qué lindo culo tiene esta señora!



 



Unos días después tuve la suerte de volverla a encontrar. Yo regresaba del trabajo y ella volvía otra vez del supermercado. Le ayudé nuevamente, sólo que esta vez llovía y ambos estábamos empapados. Ahora Evelia llevaba falda y una blusa blanca que debido al agua, casi se transparentaba. Noté su piel bajo la ropa y me di cuenta que sus pezones estaban duros por lo frío de la lluvia. Vaya pezones, eran grandes y muy paraditos. Casi saltaban de entre su sostén y su blusa. Verla así, me excitó y mi verga se puso dura. Traté de disimular mi erección, pero al llevar las manos ocupadas con la carga, poco podía hacer para que ella no notara que mi palo estaba muy duro.



 



Al llegar a su casa, la llovizna se tornó aguacero y entonces ella me dijo que no quería que me quedara afuera, que lo mejor era que pasara para esperar a que la lluvia terminara. Era la una de la tarde y sólo Evelia estaba en casa, pues tanto su marido como sus hijos andaban fuera.



 



-Te voy a prepara un té para que no te vayas a resfriar.



 



Entró a su cocina y la esperé en la sala. Regresó con una toalla para mí, pero también ella seguía empapada.



 



-Creo que si no se cambia la ropa se enfermará –le dije.



 



-Sí, pero antes te traeré tu té.



 



Regresó y bebimos.



 



-Contra el frío no hay nada mejor que té caliente – dijo y yo añadí:



 



-O un vaso de leche caliente.



 



Dije eso en doble sentido y ella lo captó. Guardó silencio y entonces notó que bajo mi pantalón, mi verga seguía dura y me miró. Entonces puse mi mano en una de sus tetas y sentí ese la dureza de su pezón. Ella gimió un poco y mientras yo comenzaba a sobarle la teta, Evelia comenzó a tocarme la verga.



 



Metí mi mano entre su sostén y ahora sentía la piel suave de ese seno. Era algo tan caliente sentir así a esta señora con la que apenas había hablado en un par de ocasiones.



 



-Si te gusta la lechita caliente, ¿por qué no tomas de mi teta?



 



Escuchar que me dijera eso me puso aún más caliente.



 



Ella bajó su blusa y sacó sus melones del brasier y me los ofreció, sosteniéndolos entre sus manos.



 



Me acerqué y comencé a lamer una de sus tetas y su mano. Mordía ese lechoso pecho y después llevé a mi boca ese pezón carnudo que tantas ganas tenía de mamar. Comencé a mordisqueárselo y a aspirar. Tanto ella como yo gemíamos.



 



-Huy, me encanta cómo mamas mi teta, me has puesto muy excitada. Mama más, anda, tómate toda mi lechita rica.



 



Yo seguía sorbiendo con mucho deseo y entonces ella desabrochó mi pantalón y comenzó a hacerme una paja con su mano suave y fría. Mi verga chorreaba y su mano se deslizaba una y otra vez en mi pito.



 



-Ufff, qué rico mamas las tetas, ahora déjame mamar a mí.



 



Se agachó frente a mí y comenzó a lamer mis guevos; su lengua caliente me estaba volviendo loco. Me llenaba de saliva y entonces comenzó a chuparme la cabeza de mi verga y lamía todo mi palo alrededor. Después comenzó a tragársela toda. La hundía en ella y la rozaba contra las paredes suaves de su boca.



 



-Va a hacer que me corra mamándome tan rico la verga.



 



Yo no paraba de gemir.



 



-¿Te gustan mis tetas, verdad?



 



-Me tienen loco.



 



Entonces comenzó a hacerme la paja con sus chichis. Aprisionó mi verga entre esas dos montañas lechosas y me estaba haciendo la chaqueta más rica de mi vida. Apretaba sus tetas y yo sentía la presión sobre mi verga. Qué suaves sus melones rodeando mi palo. Eran unas tetas grandes y calientes alrededor de mi pito.



 



Evelia se levantó y le quité la falda, y las pantis. Se puso en cuatro sobre su sofá y yo comencé a lamerle la pucha desde atrás. Su pucha escurría y yo estaba detrás de ella, tomándome sus jugos.



 



-Qué concha y qué culo tan hermoso tienes.



 



-Pues son para lo que tú gustes.



 



Seguí mamando un rato más su panocha y entonces coloqué mi verga detrás de ella, en su raja húmeda.



 



-Empújala, déjala ir toda amor, anda, penétrame como nunca me han dado.



 



Le dejé ir mi palo y ambos gemíamos. Estábamos chorreando y yo me sentía feliz, montando a esa señora culona y tetuda.



 



-Huy – decía ella- hace mucho que no chorreaba tanto. Dame así mi amor, cógeme como a una puta. Dame y hazme lo que quieras.



 



Su pucha caliente envolvía a mi verga, mientras le apretaba las tetas y le jalaba los pezones. Me ponía a mil pensar que mientras yo estaba cogiéndome a su esposa, el marido estaba trabajando, quizá pensando que su esposa le estaba preparando la comida. Pero la única comida aquí era mi verga que ella se comía con su pepa una y otra vez.



 



Volví a colocar mi cara detrás de su culo y entonces comencé a lamer esas grandes nalgas. Lamía extasiado ese culo tan rico. Le separaba las nalgas y chupaba la línea entre ellas. Puse mi pito en el hoyo de su culo y cuando iba a entrar me detuvo.



 



-No, por ahí no.



 



-¿Pero por qué no? –pregunté.



 



-Es que por ahí soy virgen. Ni mis ex novios ni mi marido intentaron jamás darme por ahí… aunque siempre se me ha antojado, pero me ha dado pena decirlo, porque no sabía qué pensarían. O qué diría mi marido.



 



Entonces yo le dije una verdad:



 



-Sabe, yo tampoco he entrado nunca por un culo.



 



-Huy, entonces sería nuestra primera vez.



 



Después que Evelia dijo eso, comenzó a mover su culo contra mi verga.



 



-Si lo deseamos tanto papacito, entonces podríamos probar.



 



Mi verga estaba más hinchada que nunca y todo estaba tan húmedo que de seguro no costaría entrar. Yo comencé a llenarle el hoyo con saliva y a meterle un dedo y ella me sobaba la verga, después que se había llenado la mano con los jugos de su panocha.



 



Estábamos muy calientes y ya no aguantábamos las ganas de coger.



 



-Ándale mi amor, desquíntame el culo. Ya quiero tener tu verga en mi hoyo.



 



Otra vez coloqué mi verga entre sus nalgas y comencé a empujar. Ella gemía diciendo que le dolía y yo no sabía si ya debía entrar o aún no. Cada vez mi pito se hundía un poco más y ella comenzó a moverse girando el culo. Entonces me recargué contra ella y mi verga entró toda, mientras ambos gozábamos.



 



-Huy, qué rico culo y qué nalgas tan hermosas.



 



-Ay amor, qué rica se siente la verga dentro del culo.



 



-Sí Evelia, qué hoyo tan rico tienes.



 



-¿Quién iba a pensar que a los 44 años yo iba a dejar de ser virgen? Ahora ya no soy una virgen, ahora soy una puta para que me cojas por donde se te antoje.



 



-Ufff Evelia, que caliente se siente tu hoyo.



 



-Dame más amor, aunque después me duela mucho el culo.



 



Gemíamos y yo entraba y salía cada vez más rápido de su culo estaba a punto de correrme.



 



-Ufff voy a terminar Evelia.



 



-Chorréate dentro mi amor, quiero sentir la leche en mi culo, nunca la he sentido llenándome el hoyo.



 



Entonces le apreté las nalgas y empuje con todas mis fuerzas y sentí cómo ese culo se llenaba todo con mi leche que salía a chorros.



 



-Ah, qué rico papacito, qué rica se siente tu leche ahí. Huy, qué rico venirse así.



 



Seguí moviendo mi verga en su hoyo.



 



-Ufff, me duele y me arde un poco el culo, pero qué rico me has enculado mi amor. Ya tienes mi culo para cogerme siempre.



 



-De lo que se han perdido tus ex novios y tu marido. De este culo tan lujurioso.



 



-Pero de ahora en adelanta vas a entrar tú las veces que lo desees. Pero ahora es mejor despedimos.



 



Después de aquella primera ocasión, hemos seguido cogiendo mucho y yo no me canso de entrar entre ese par de nalgas ricas y calientes.


Datos del Relato
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