Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Relato
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Relato
Categoría: Gays

AMANTE DE PADRES 8

AMANTE DE PADRES 8

 

            El viaje se programó para el fin de semana de noviembre uno de los últimos del mes ya muy cercano al fin de la temporada. Ese fin de semana teníamos libre así que con el técnico se había decidido ir a una posada que estaba a unos 100 km de la ciudad y allí nos regeneraríamos y practicaríamos alejados de todo. Además de afianzar lazos con todos y cada uno de los componentes del equipo. Por supuesto que todos estuvieron de acuerdo. Padres y madres quiero decir. Mas padres que madres y sobretodo los padres que iban en ese viaje.

            Por supuesto que Petrovich y don Vicente como partes del equipo ellos estaban. Además de Alejo y Octavio, los organizadores de todo aquello vamos a decir. Y otro padre que iba en el viaje era Honorio, el papa de Juanito.

            Llegamos al lugar a eso de las tres de la tarde y luego de un refrigerio rápido, con el equipo estuvimos haciendo unos ejercicios suaves con pelota que nos llevo hasta las seis de la tarde. En ese horario nos fuimos a las duchas y cada uno se fue a su cabaña. Yo la compartía con Tati y Juanito que se habían llevado la play.

            Petrovich, el entrenador Horacio y don Vicente ocupaban otra y los padres estaban en otra cabaña. Eran cómodas y tranquilas. Separadas por árboles y plantas muy lindas. Estaba todo aquello rodeado de verde y sobre todo un silencio en que solo se escuchaban el sonido de los pájaros que revoloteaban cerca de los arboles altos y frondosos, muy verdes.

Fuimos a cenar, y entre el bullicio, las carcajadas, las miradas furtivas, y calientes, supe que esa noche pasaría algo. Comimos tranquilamente, luego cada uno empezó a retirarse a dar una última vuelta ya que nos iríamos a la cama, o al menos a las cabañas.

            En la cabaña Juanito y Tati se mataban en un juego de play que yo no entendí y nunca entendí, tampoco me importaba mucho. Me puse a ver el celular a ver que había en el. Los chicos gritaban y se carajeaban, tocándose y empujándose como dos chicos pequeños. Yo sonreía mirando y pensando si no se gustaban entre ellos, algo que me pareció, tal vez equivocadamente. Salí al parque a mirar cómo caía la noche. Un cielo estrellado apareció mostrando la inmensidad.

            La hora pasó tal vez para mí lentamente. Estaba ansioso. Caliente como siempre. Mi verga estaba semi dura. La acariciaba a través de la tela de mi corto pantalón. No hacia frio. En eso estaba cuando sonó mi celular. Allí, en el mismo, Horacio, el entrenador figuraba como “Lucia”, me decía en el escueto menaje: “Puedes venir cuando quieras”. Mi corazón dio un salto de morbo. Mis compañeros de cuarto ni se enteraron cuando salí. Cruce el parque, esquive unas chozas que guardaban cosas, hacían de depósitos y llegue frente a la cabaña de Horacio y el cuerpo técnico.

            Golpee suave y alguien abrió desde adentro. Todo estaba a media luz, pero se veía muy bien. Los tres machos estaban desnudos y con sus vergas bastante duras, esperándome, entendí y me sonreí de gusto y de placer. Habían juntado las camas y se formó una bastante grande. Petrovich me asaltó por detrás y entre susurros y palabrotas, me dejaba desnudo en escasos segundos. Caímos en la cama. Don Vicente se apodero de mi pija dura, y yo me metí en la boca la de él. Iniciamos un  hermosos sesenta y nueve de costado, mis nalgas fueron apresadas en aquel momento por Horacio y Petrovich que las besaban, las manoseaban, me daban pequeños golpecitos, mientras yo mamaba como un ternero la vergota de don Vicente que se había puesto de piedra.

__Mira este culazo Petrovich, has visto una cosa más hermosa por aquí…ohhh es increíble…__ suspiraba muy caliente Horacio mientas pasaba su lengua por mis cachetes hasta llegar a mi agujero dilatado, soberbio, tragón.

__Lo descubrí antes que tu Horacio, déjame saborear éste culazo, ahhh…__ decía Petrovich besando la superficie, dándome unos chirlos enrojeciendo mi piel.

Don Vicente comía mis huevos, deliciosamente y yo hacía lo mismo con él, nuestros gemidos crecían. Sudábamos. Tenía tres machos a mi disposición, supe que sería una larga noche. La baba chorreaba todo el machete de aquel macho, don Vicente, que hurgaba con sus dedos mi ojete, abriéndolo, mientras los otros dos paseaban sus pedazos por mis nalgas sedientas de leche y de carne.

            Así como estábamos Petrovich fue el primero que me ensarto de una, se metió dentro de mí. Con fervor. Con calentura primitiva. Empezó a serruchar divinamente jadeando y haciéndome lloriquear porque lo hacía siempre, tenía ese efecto sobre mí, creo que era el que más me gustaba como me cogía de todos los padres que habían pasado por mi culo. Iba y venía dentro de mí con su enorme vara rígida, plena, potente. Al cabo de un rato dejo que entrara Horacio, muy profundo, siempre de costado, yo no largaba la vergota de don Vicente y don Vicente no dejaba la mía.

            Petrovich pidió permiso y metió en mi boca su pedazo palpitante, lo saboree junto con mis líquidos, era morboso, el placer, la lujuria, mientras Horacio me cogía plenamente con su poronga enterrada hasta el fondo dentro de mi cuerpo. Me harían acabar prontamente, lo presagiaba, y me encantaba, que sacaran leche de mi cuerpo siempre caliente, siempre en estado de excitación, siempre esperando una verga que me consolara.

            Petrovich volvió a mi ojete, ahora me habían girado, dejando mis piernas sobre sus hombros, enterró su pedazo haciendo que las bolas chocaran contra mi humanidad. Mis lloriqueos enloquecían un poco más a los machos ardientes y alzados. Don Vicente siguió chupando mi pija a punto de estallar y Horacio metió su caño en mi garganta, con una mano mía masajeaba la verga de don Vicente, los huevos, y hasta el orificio peludo de aquel macho que gemía y quería sacar mi leche.

__Ohhh papis me van a sacar la leche, ahhh, estoy por acabar, ahhh__ dije en un respiro, y don Vicente ardió un poco más, apurando e intensificando las mamadas, hasta hacerme saltar la leche de manera desquiciada, don Vicente tragando los escupitajos, intentando que se le escapara lo menos posible, mis ahogados sollozos de felicidad y placer inundaron la cabaña, y Petrovich estampo en mi boca la suya metiendo su lengua hasta el fondo. Me bombeaba divinamente. La lengua de Petrovich saboreo un poco de pasada la poronga de Horacio que le daba lugar en mi boca, la compartimos unos momentos. Don Vicente limpio hasta la última gota que había salpicado en mi vientre.

Ahora era Horacio nuevamente dentro de mí serruchando inquiridoramente. Taladraba mientras Petrovich me daba de comer su poronga llena de miel y de jugos míos. Los sudores iban in crescendo. Las gotas nos caían de nuestros cuerpos. Las salivas chorreaban, Petrovich hundía su vergota en mi boca y don Vicente también, uno pegado a otro. Horacio se aferraba de mis piernas y metía hasta lo profundo su vara endurecida, potente, fuerte, granítica. Latía dentro de mi ojete bufón.  La rocosa pijota de Horacio se hundía, y saltaba a la vista en cuestión de segundos, para volverse a hundir, perforando mi túnel, abriéndolo, sometiéndolo. Empujaba el director técnico, balbuceando palabrotas, adorándome y tratándome de lo que soy, una putita, una zorra una perrita calentona. Así me fue llenando de leche el ojete, rebalsándome, cataratas de leche inundaron mi culazo, aquel túnel de placer, entre gritos y gruñidos y lloriqueos.

Don Vicente ni lento ni perezoso se metió dentro de mí sin pensarlo dos veces una vez que Horacio salió con su verga derrotada y dócil, babeando líquidos. Tenía a otro macho dentro de mi mientras Petrovich sudaba a mares, metiendo a fondo su tremenda pijota en mi boca, ya tenía la mandíbula acalambrada de tanto mamar aquellas potentes porongas. Don Vicente pellizcaba mis pezones duros y levantados. Mi pija intentaba ponerse dura nuevamente, la ventaja de la edad, por decirlo así, iba y venía dentro de mí, gruñendo y bufando como caballo suelto y desaforado. Mi culo estaba ardiendo de fuego, todo mi cuerpo era una maraña de placer y sexo y calentura sin remedio. Mis sienes estaban a punto de explotar como lo hizo Petrovich aullando mientras largaba su semen pegajoso y abundante dentro de mi boca salobre y pastosa, en ese mismo momento don Vicente explotaba dentro de mi culazo abierto y receptivo. Mi boca desbordo, mi culo desbordó de leche por todas partes, los machos cayeron casi sin respiro a los costados de las camas, buscando oxigeno, resoplando ardidos y absolutamente calientes. Me llenaron de besos y caricias. Ellos buscaron dormirse eran cerca de las dos de la madrugada. Sonó mi celular y vi el mensaje de Sofía que era en realidad, Alejo, decía que me esperaban en la cabaña. Entonces me metí al baño y me limpie un poco, sacando los restos de leche que me bañaban el cuerpo. Salí de allí sin ser visto.

Camine unos metros y entre en la cabaña donde Alejo, Octavio y el enorme pistón de Honorio me esperaban alzados y calientes. De rodillas los empecé a mamar en una frenética noche loca de sexo y lujuria. Estaban los tres sentados uno al lado del otro en una cama con sus barras de carne alzadas y duras al máximo, las babosee, las mame, las bese a cada una, mientras quitaba mis ropas, ellos demás está decir ya estaban desnudos.

__Que lindas vergas tiene ustedes papis, quieren cogerme, ¿verdad? yo quiero que me cojan, no saben lo caliente que estoy…__ dije en un momento para volver a tragar las enormes porongas que me ofrecían aquellos machos calientes.

__Ohh que boca tienes puta…__ dijo Alejo tragando saliva muy caliente mientras besaba sus bolas gordas y llenas de semen para mi

__Siii tienes una hermosa boquita de zorra, traga este machete es todo tuyo cariño…__ balbuceaba Honorio tensándose mucho mas, inflamando esa pijota tremenda de gruesa, latiendo en mi boca. Los gemidos de aquellos machos se hacían escuchar, mi boca y mis manos se movían para un lado y para otro, abarcando y agarrando todo lo que podía. La saliva bañaba aquellas hermosas pijas, ahora les comía las bolas a cada uno y sus gestos y gruñidos iban en aumento.

            Unos momentos después fue Honorio el primero en moverse y ponerse detrás de mí y empezar a comer mi culo, con ganas, metiendo su lengua profundamente en mi ya dilatado agujero. Lo abría descomunalmente, preparándolo para su enorme vergón. Yo no dejaba de mamar las vergas de Alejo y Octavio que sudaban a mares, retorciéndose de calentura feroz. Mi verga ya se había levantado otra vez ardiendo.

__Ohhh chupa corazón, ahhh, siii, chupa mi verga cariño, así, ahhh, así…__ clamaba Octavio, desesperado, hambriento yo no dejaba sus vergas y sus huevos por nada. La lengua de Honorio me hacía ver maravillas. Metía sus dedos horadando y dilatando aun más mi ojete receptivo.

__Honorio ven acuéstate aquí….__ le pidió Alejo. El macho se movió de mi trasero y se acostó tan largo como era.

__Luqui, amor ven aquí y siéntate en esta vergota que esta dura por vos, ven putita, ven…__ dijo Alejo y yo incorporándome me abrí de piernas y tomando el machete rígido y poderoso, lo fui comiendo lentamente con mi culazo. Los gemidos de Honorio se volvieron brutales, aquel macho estaba gozando de manera tremenda. Aquella poronga era realmente potente y gruesa. Me tome de los hombros fuertes y desnudos de Honorio, me lo clave definitivamente y empecé a jugar con el apretando mi túnel, subiendo y bajando lentamente con mi hoyo abierto de manera inquietante, sabrosa, emputecida. Lloriqueaba a más no poder. Siendo penetrado por aquel machete glorioso. Me acercaba a sus labios y los besaba, lamiéndolos, para luego abrir su boca y meter mi lengua a fondo. La barra de carne clavada en mi ojete prontamente se baño de líquidos. Los dos machos restantes me metían sus vergas en la boca, yo hacia lo que podía con ambos. Las dos jugosas herramientas babeaban y me atragantaban, provocándome arcadas. Honorio esperaba que mis movimientos se enterraran su pedazo a fondo hasta golpear sus temibles y gordos huevos negros con mis nalgas. En un acto de desesperación Alejo se coloco detrás de mí y empezó a besar y morder mis nalgotas firmes, jóvenes. Las chupaba con ardor y desquicio. Gemía y gruñía de manera enloquecida, casi salvaje. En un momento llego con su lengua hasta mi agujero estirado y con su lengua rozaba la poronga de Honorio era inevitable, y el borde de mi agujero cada vez más abierto y dilatado, mi calentura era enfermiza. Acto seguido intento meter su vergota por detrás, pero al ser tan grande la de Honorio fue imposible.

            Dejo entonces que el macho moreno se corriera libremente dentro de mi ojete, llenándolo abundantemente, largando semen a rabiar, entre grititos y bufando como animal. La vergota de Honorio se desinflo e inmediatamente Alejo entro en mí y comenzó a bombear desquiciadamente. Yo besaba a Honorio que aun estaba debajo de mi y le daba largas chupadas a la pijota de Octavio que se venía en mi boca, y salpicaba la cara de Honorio, la boca de los dos limpiamos aquella acabada furiosa, imparable, tanto como la mía, que sin querer empecé a lanzar chorros de leche sobre el cuerpo de Honorio que parecía ser feliz con tanta leche, porque besaba mi boca y chupaba mi lengua, mientras Alejo se tomaba de mis caderas, perforando, serruchando, y a los gritos fue largando sus líquidos en mi culo lleno de leche, como pudo Honorio salió de  mi. Alejo temblaba de calentura. Se retiro de mi y caímos en las camas, vibrando. Me besaban alternativamente. Sus besos y lenguas recorrieron incansables mi cuerpo, de arriba abajo. Aquellos machos eran insaciables. Sus dedos escarbaron mi ojete infinitamente abierto. Octavio se detuvo un buen rato chupando y libando todo lo que salía de mi agujero, que escurría leche y jugos mezclados. Me besaban los pezones largamente, mientras gemían y reían como si fuera una presa de caza. Un cervatillo inocente que recién habían cazado y disfrutaban de su presa. Mis lloriqueos no se detenían y eso hacía que aquellos machos calientes no dejaran de tocar, palpar, hundir, besar, chupar, todos los retazos de piel que encontraban, me giraban de un lado a otro, abrían mis cachetes y metían sus lenguas lo más hondo que podían, ya no veía quien hacía que cosa, pero yo flotaba en nubes de lujuria y placer. Abría la boca y tenía una lengua para chupar y besar, unos dedos para lubricar. Así me tuvieron hasta que el sol salía. Me cogieron de todas las maneras. Me dolía todo el cuerpo, eso hizo que mi rendimiento el día posterior fuera paupérrimo. Honorio me reventó el ojete una vez más sentado en una silla y yo sentándome en el. Alejo y Octavio otra vez me la metieron juntos, haciendo saltar lagrimas de mis ojos. Mi culo quedo adolorido por unos cuantos días, y eso hizo que rehusara y huyera de todas las invitaciones que recibía a diario de aquellos padres insaciables y fantasiosos al por mayor.-
Datos del Relato
  • Autor: MARIO
  • Código: 69601
  • Fecha: 25-09-2025
  • Categoría: Gays
  • Media: 0
  • Votos: 0
  • Envios: 0
  • Lecturas: 0
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 216.73.216.165

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
PUBLICIDAD
Estadísticas
»Total Relatos: 39.342
»Autores Activos: 2.377
»Total Comentarios: 12.031
»Total Votos: 512.262
»Total Envios 21.935
»Total Lecturas 110.779.487