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La doctora Leonor, el Profesor Mario, el Tango y una pasión

Se conocieron en una academia de tango. Ella, la doctora Leonor era una prestigiosa pediatra  que toda su vida la había dedicado al estudio y a su profesión. No era casada ni tenía hijos y hacía unos pocos meses había perdido a su madre con quien vivió toda su existencia. En ese momento hizo un replanteo de su vida y concluyó que a los 53 años de vida eran muy pocos los gustos que se había dado más allá de algunos viajes a países extranjero que elegía puntillosamente. No se había casado y solo había tenido algunos romances que no prosperaron porque siempre privilegió su profesión por todas las cosas mundanas. A esa edad descubrió que le gustaba mucho el tango y se propuso ir a estudiar como bailarlo.

 

Mario era un profesor de matemáticas que había enviudado un año atrás y no tenía hijos porque su difunta mujer era estéril. Antes y después de casarse había tenido algunos romances en donde siempre buscaba la diversión que su mujer no le admitía en casa. Toda su vida le había gustado el tango y era un asiduo escucha radial de esa música, pero nunca lo había bailado. A sus 40 años consideró llegado el momento de aprender a hacerlo.

 

Ambos se encontraron junto a otras personas comenzando un curso que como su publicidad advertía, iban a aprender a bailar tango en veinte sesiones. El primer día, por obra del azar Leonor y Mario se encontraron sentados uno junto a otro en la primera lección que era teórica. Absortos escucharon como el profesor explicaba cómo ponerse frente a la pareja, los pasos que había que dar, la forma de abrazarse, la utilidad de las manos en la cintura de la mujer y muchos otros temas de utilidad.

 

A la semana siguiente concurrieron a la segunda clase, que era práctica. Debían formar parejas para ensayar lo que habían aprendido en la clase teórica. Nuevamente el destino volvió a juntarlos. Si bien ya se conocían, ahora parados uno frente al otro, abrazados y mirándose a los ojos, ambos sintieron una rara sensación que iba más allá del tango que debían practicar.

 

Terminada la clase, llegó el momento de comentar los resultados y hacerse conocer un poco más.

 

… Creo que después de haber intentado bailar, debemos conocernos. Soy Mario, encantado de compartir contigo mis primeros pasos en el tango.

 

… Lo mismo digo. Yo soy Leonor.

 

… Parece interesante el método de enseñanza. Estoy seguro que aprenderemos.

 

… Creo que sí. Es una experiencia única, no te parece?… dijo Leonor tuteándolo.

 

… A mí me gusta mucho y tuve la suerte de que me tocaras como compañera, porque lo haces muy bien.

 

… Gracias por tu halago

 

Ese fue el primer dialogo entre ellos. Ambos marcharon para sus respectivos hogares pensando en el otro.

 

A Leonor la había gustado la forma como la había abrazado Mario, lo había hecho muy firme y su cuerpo pegado al suyo le había dado una grata sensación, más bien le había revolucionado las hormonas dormidas. Además sentir en algún momento sus labios cerca de su oreja la había erotizado un poco. Sí, realmente Mario le causaba muy buena impresión.

 

A su vez Mario se iba tratando de descifrar quien era Leonor. A todas luces era una mujer madura pero en gran estado físico. Era dúctil a la danza y se dejaba llevar con facilidad. Todavía creía sentir en su pecho la presión de sus senos bien duros, como también la redondez de su cadera que anunciaba una cola que lucía apetecible. Definitivamente Leonor le gustaba, el perfume que usaba lo embriagaba, y una cosa rara, le producía ternura.

 

A la siguiente clase la cosa empezó a tomar otro cariz. Se requería que los bailarines se movieran muy apretados. Mario sintió una repentina erección que no pasó le desapercibida a Leonor, aunque disimuló porque empezó a sentir el gusto por la situación. Ella también se sintió turbaba por una rara sensación en sus entrepierna.

 

Al terminar la clase salieron juntos conversando y se dieron con que estaba lloviendo muy fuerte. Mario preguntó a Leonor si tenía auto y ella le respondió que precisamente ese día no lo había llevado. Como es de suponer Mario se  ofreció a llevarla a su casa.

 

En el viaje, que demoró más de lo normal por la lluvia, hubo espacio de tiempo para un diálogo más extenso en donde ahondaron un poco más en sus historias de vida. Así Leonor contó de su profesión médica y Mario de su profesorado. Ella se confesó soltera y él viudo. Ambos sin compromisos en ese momento.

 

Al llegar a la casa, eran ya las ocho de la noche, Leonor se sintió obligada a invitarlo a tomar un trago para retribuir la gentileza del aventón. Ni lerdo ni perezoso, Mario aceptó encantado.

 

Subieron al departamento que a Mario le resultó encantador por su distribución primorosamente amueblado. Bebieron sus respectivos tragos y siguieron por un rato la plática que habían comenzado en el auto. Inevitablemente cayeron en la parte sentimental de sus vidas; Mario Contó de sus novias, de su matrimonio, su reciente viudez y la forma que iba llevando su nuevo estado. Para reanudar su nueva vida había vendido el departamento matrimonial y se había comprado otro.

 

Leonor, a su vez, hizo referencia al último novio que había tenido y que cercano a la fecha de la boda había fallecido en un accidente, situación ésta que le había dejado un trauma que no había podido superar en mucho tiempo y aún le dejaba secuelas.

 

Mario quiso ser cuidadoso de la reciente relación y no abusar de la hospitalidad de Leonor y se dispuso a marchar. Ya en la puerta dijo…

 

… Gracias por la invitación, pasé un rato muy pero muy agradable que espero podamos repetir. Sabes una cosa, me gustas mucho. A tu lado me siento bien.

 

… Vaya, vaya, que sinceridad! Se agradece el cumplido. Yo también he pasado un rato muy grato, como hace tiempo no pasaba.

 

Mario se fue pensando que esa mujer realmente le gustaba a pesar de la diferencia de edad. Era culta, de trato afable y físicamente estaba muy bien. No aparentaba la edad que tenía. Definitivamente le agradaba y mucho.

 

Leonor se quedó pensativa. Hacía rato que no sentía en su cuerpo esas raras sensaciones. Su femineidad había reaparecido fuertemente. Ese hombre le gustaba y no sabía cómo seducirlo. Tanto tiempo alejada de las relaciones sentimentales de pareja la hacían sentir un ser de otro planeta. Lo que si estaba segura que a pesar de la edad, trataría de no perderlo.

 

A la siguiente clase, ya formaban una pareja que se entendía mucho mejor en los pasos del tango. Además el abrazo se hizo más estrecho y la erección más notoria. Leonor la sintió y le agradó. Definitivamente ese era el hombre.

 

Al término de la clase, ninguno puso reparos en volver a repetir el regreso en el auto de Mario, aunque hubo un cambio…

 

… Me gustaría que conocieras mi departamento. Estuve toda la semana ordenándolo para recibirte. Me harías un gran honor. Que te parece? dijo Mario.

 

… Me encantaría mucho. Vamos

 

Evidentemente Mario había puesto su departamento como nuevo. Todo estaba en orden y la limpieza era total. Había preparado una mesa con dos copas y allí sirvió el champagne de bienvenida. Se sentaron en un sofá a brindar y comer unos canapés.

 

… Leonor quiero que sepas que te agradezco que hayas venido. Me siento muy halagado porque cómo te dije vez pasada, me gustas mucho. El tiempo dirá si estoy enamorado, por hoy me siento muy bien con tu presencia…dijo esto mirándola fijamente.

 

… Veo que no pierdes el tiempo. Ya que eres tan directo y sincero, debo decirte que también me gustas y que siento lo mismo que tú.

 

No terminó de decirlo cuando Mario se acercó y la besó en los labios. Leonor esperaba ese beso y lo recibió de buen grado abriendo su boca y ofreciendo su lengua. Se abrazaron fuertemente mientras se besaban con una pasión inusitada. Sus lenguas se buscaban para entrelazarse en un juego de alto carácter erótico e intercambio de sabores. Ambos sintieron mucho placer  con sus bocas entrelazadas y así estuvieron largo rato para luego besarse en toda la cara y cuello y empezar con  caricias en ambos cuerpos. Las manos de ambos no dejaban sitio por explorar en una suerte de reconocimiento para la batalla que se vendría luego y que ambos sabían que sucedería.

 

Con la celeridad que la pasión desatada requería se fueron quitando las ropas hasta encontrarse sólo con las prendas íntimas. Mario liberó los senos de Leonor y comenzó a acariciarlos con mucha suavidad. Tocó los pezones que parecían querer escaparse de los senos. Los acarició para luego rozarlos con sus labios y lengua. Mientras tanto ella dejaba hacer porque el placer que estaba recibiendo era total y todavía fue mejor cuando comenzó a besarlos y chuparlos.

 

La situación imponía marchar a la cama y así lo hicieron. En ella, volvieron a abrazarse para seguir besándose. Parecía que el imán de la pasión no permitía separar sus bocas. Cuando al fin lo hicieron, lo primero fue quitarse las pocas prendas que aún llevaban. Con toda la suavidad que sus nervios le permitían, Mario le quitó el brassier y el cachetero que llevaba Leonor y se quedó un largo rato mirándola desnuda. Era realmente bella y todo le parecía perfecto. Unas tetas turgentes rematadas por pezones grandes, una cintura estrecha anunciando unas caderas y culo redondos, y para remate una entrepierna con vello debidamente recortado. Se sintió un hombre afortunado.

 

Mientras Leonor de espaldas lo miraba esperando su acción, Mario se detuvo a admirar ese cuerpo que pronto iba a ser suyo. Empezó a acariciarlo con suavidad desde la cara, cuello, y así hasta llegar a sus pies. Repitió el recorrido, pero ahora con besos muy suaves y lamidos con la punta de la lengua que Leonor recibía sin moverse. Le llenó la cara y cuello de besos, pero con especial atención a sus pechos. Parecían los senos de una mujer joven, en forma de pera y sólidos, rematados con dos pezones grandes y endurecidos. La escena invitaba a gozar de ellos y Mario no tardó en hacerlos suyos. Los acarició, besó y lamió, para luego llevarlos a su boca y mamarlos con furia. Pasaba de una teta a otra y de pezón a pezón. Chupaba y chupaba sin descanso, y hasta los mordió con suavidad.

 

Los gemidos que escapaban de la boca de Leonor lo animaban a seguir su camino. Bajó a su estómago llenándolo de besos. No se cansaba de acariciar con sus manos la piel de su amante, era suave como la de un niño. Con la pasión en su cabeza y en sus movimientos, llegó a la zona pelviana. Disfrutó de pasar su lengua por toda la zona y jugar con el pequeño triángulo piloso que daba marco a su vulva. Sin embargo y contra lo que esperaba Leonor, siguió su camino descendente hacia sus piernas. Eran perfectas, tal como a él le gustaban. El festival de caricias, besos, y lamidas se repitió una y otra vez.

 

Sus pies, pequeños y con dedos delgados y uñas bien cuidadas. Los besó y masajeó. Se llevó los dedos a su boca y los besó y chupo uno a uno, para un nuevo éxtasis de Leonor.

 

Llegado a ese punto le pidió que girara el cuerpo y se pusiera boca abajo. Otro espectáculo maravilloso para sus ojos. Repitió la rutina desde el cuello hasta los pies. Demás está decir que su trasero recibió especial atención. Lo acarició varias veces con las manos y boca y lo encontró sublime.  Luego de terminar el recorrido en sus pies, volvió a pedirle que  volviera a ponerse de espaldas para el ataque final.

 

Leonor respiraba acezante y dejaba oír profundos gemidos. Estaba en el paraíso. Con suavidad Mario abrió sus piernas para dejar su entrepierna expuesta a su codicia. Hundió la cabeza en la zona y se largó a lamer de arriba hacia abajo los labios vaginales. Leonor, que estaba tensa contrajo su cuerpo y se dejó llevar por su primer orgasmo. Él lo notó, pero segundos después siguió con su tarea. Su lengua buscó introducirse en el conducto vaginal y se encontró con una sorpresa, se detuvo levantado la cabeza para mirarla y preguntar sorprendido

 

… Mi amor, es lo que yo creo?

 

… Si Mario, soy virgen. Pero por favor no te detengas que estoy en el cielo y quiero ser tuya.

 

Era algo inesperado que lo puso nervioso. Era la primera vez que le pasaba y sentía una rara sensación de vano orgullo y responsabilidad. Recuperó la conciencia y siguió con más vigor la tarea. Volvió a pasar la lengua por todo el recorrido, chupó sus labios vaginales hasta cansarse para arribar por fin al preciado tesoro del clítoris. Éste ya estaba excitado y había crecido en tamaño sobresaliendo de su protección natural. Liberado empezó a sentir las lamidas de Mario que lo transitaba de todas formas, besándolo, lamiendo y chupando con tal frenesí que Leonor no pudo soportar tremenda excitación y se volvió a derramar, esta vez en la boca de Mario que recibió sus jugos complacido y satisfecho.

 

Mientras tanto la libido de Mario estaba en todo lo alto. Su verga endurecida al máximo necesitaba atención, y la tuvo. Recuperada de sus orgasmos, Leonor atinó a tomarla en sus manos para acariciarla primero y hacerle una suave paja después. Su deseo era llevársela a la boca pero no animaba. Miró a los ojos a Mario y comprendió que eso era lo él estaba esperando. Inclinándose con lentitud llegó con su boca al miembro y lo besó. Era su primera experiencia y se notaba. Sin embargo acudió a la memoria y recordando los tantos  videos porno con que se había masturbado, comenzó a imitar lo que había visto. Pasó su lengua por todo el recorrido del falo varias veces, lamió el glande una y otra vez hasta que se animó y lo introdujo en su boca. Le gustaba el sabor, la tersura y el tamaño y comenzó a chupar y chupar y lo hizo tantas veces que Mario, previendo su derrame la aparto dulcemente para besarla.

 

Llegaba el momento crucial. El de la penetración. Para Mario no iba a ser como tantas veces, esta vez el sentimiento era profundo y además estaba el tema de la virginidad. Sintió que debía proceder con mucho tacto para no arruinar la velada. Con Leonor de espaldas, elevó sus piernas sobre sus hombros y colocó la verga en la entrada de la vagina para introducirla muy despacio. Notó que el conducto era estrecho pero ayudado por los flujos derramados, su verga siguió avanzando hasta toparse con el himen que debía desgarrar. Buscó con sus ojos la respuesta silente de Leonor quien con un ligero cabeceo dio su aprobación. Avanzó despacio pero firme. Sintió cuando su verga se topó con el delgado pergamino genital y lo atravesó. Leonor dio un brinco motivado por el dolor pero no dijo nada, su interior luchaba entre el dolor y el placer. Superada la barrera, la verga siguió su camino hasta sentir que llegaba a su fin. Mario se detuvo en esa posición esperando que los músculos circundantes de la vagina admitieran al intruso. Pasados un par de minutos comenzó a sacar y meter su miembro en movimientos de menor a mayor intensidad. Leonor había superado el dolor y ahora comenzaba a gozar en plenitud la situación, y tanto era su goce que clavó sus uñas en los brazos de Mario y le anunció

 

… Me viene Mario, esto es hermoso. Dame todo tu amor cielo

 

… Mi vida, yo también. Juntos será maravilloso.

 

Efectivamente la entrega fue simultánea, acompañada de gemidos y exclamaciones de placer infinito que se escucharon de ambos que abrazados sintieron llegar el éxtasis al unísono. Mario descargó una catarata de semen que Leonor recibió sorprendida y satisfecha y a su vez entregó cantidad de sus jugos que pringaron el falo intruso.

 

La culminación del acto sexual los había abatido. Mario se despatarró junto a Leonor tomándola de la mano. Necesitaban recuperar los sentidos y la normalidad antes de poder hacer algún comentario, aunque en ese momento las palabras parecían estar de más. Fue Mario quien rompió el silencio.

 

… Gracias Leonor por darme tanto amor.

 

… La que debe agradecerte soy yo porque me hiciste llegar a tocar el cielo. Nunca imaginé que sería tan hermoso.

 

… Fue lo mejor que me pasó en mi vida, créemelo.

 

… Yo tenía mucho miedo del paso que dimos, pero ahora me siento dichosa y muy feliz. Te quiero.

 

Volvieron al silencio y las caricias. Los besos parecían ahora más pasionales que antes. Las bocas en un frenesí absoluto no se daban paz y sus lenguas se debatían en un juego interminable. Poco a poco fueron sintiendo que la pasión retornaba. La experiencia anterior no había resultado completa y sus cuerpos demandaban continuar.

 

Abrazados y besándose se revolvían por la cama entre abrazos, caricias y besos. Por un momento Leonor se detuvo y separándose corrió al baño a limpiar su zona genital impregnada de semen y su propia sangre. Rápidamente volvió al lecho para dejarle espacio a Mario que también higienizó su miembro. La fiesta debía continuar porque la pasión no estaba satisfecha.

 

Los nervios de la primera vez estaban superados. Ahora era la calma la que reinaba en esa cama. Siguieron las caricias pero más suaves, se tocaban ambos cuerpos muy despacio como reconociéndose recién. Cruzaban miradas de asentimiento a las caricias que cada uno recibía y se repetían los besos largos y profundos. Leonor sentía que la pasión volvía a su cuerpo y que necesitaba darle curso a su apetito después de haber vivida la gran experiencia de su vida. Se montó sobre Mario que permanecía de espaldas, y tomando su verga la colocó en la entrada de su vagina para dejarse caer muy lentamente porque todavía quería evitar irritar su sexo. Sintió que los flujos derramados con intensidad facilitaba la penetración del miembro de Mario que se deslizaba dentro su cavidad proporcionándole nuevamente un placer difícil de describir. Lo miraba y leía en sus ojos que él también estaba gozando el momento y lo besó al tiempo que empezó a cabalgarlo, despacio primero y de prisa después. El placer que sentía era total y de apoco fue sintiendo que le comenzaba a sentir la llegada de un orgasmo. Mario dejaba hacer y se limitaba a tener tomadas las nalgas de Leonor para acompañarla en su cabalgata, lo estaba gozando mucho y también comenzó a sentir la llegada de su descarga. La miró y dijo…

 

… Mi amor, no aguanto más, me voy a descargar otra vez. Juntos sería maravilloso.

 

… Si Mario, yo estoy a punto. Espérame mi amor, ya casi.

 

… Me voy Leonor, me voy mi amor

 

… Yo también me vengo, que hermoso. Si, si, es hermoso.

 

… Es todo tuyo… y descargó su semen volviendo a inundar la vagina de Leonor.

 

… Lo siento dentro de mí, es tremendo lo que estoy gozando. Te amo Mario, te amo.

 

… Yo también te amo.

 

Volvieron a dejarse caer de espaldas tomados de la mano recuperando la respiración. La poca fuerza que aún conservaban los estaba abandonando y ahora yacían en silencio entregados al descanso reparador. Haciendo un esfuerzo se pusieron de lado formado cucharitas.  Un sopor los invadió y poco a poco se fueron quedando dormidos. Así los sorprendió el amanecer, abrazados y felices.

 

Todo había comenzado con un tango….

 

 

 

Se conocieron en una academia de tango. Ella, la doctora Leonor era una prestigiosa pediatra  que toda su vida la había dedicado al estudio y a su profesión. No era casada ni tenía hijos y hacía unos pocos meses había perdido a su madre con quien vivió toda su existencia. En ese momento hizo un replanteo de su vida y concluyó que a los 53 años de vida eran muy pocos los gustos que se había dado más allá de algunos viajes a países extranjero que elegía puntillosamente. No se había casado y solo había tenido algunos romances que no prosperaron porque siempre privilegió su profesión por todas las cosas mundanas. A esa edad descubrió que le gustaba mucho el tango y se propuso ir a estudiar como bailarlo.

 

Mario era un profesor de matemáticas que había enviudado un año atrás y no tenía hijos porque su difunta mujer era estéril. Antes y después de casarse había tenido algunos romances en donde siempre buscaba la diversión que su mujer no le admitía en casa. Toda su vida le había gustado el tango y era un asiduo escucha radial de esa música, pero nunca lo había bailado. A sus 40 años consideró llegado el momento de aprender a hacerlo.

 

Ambos se encontraron junto a otras personas comenzando un curso que como su publicidad advertía, iban a aprender a bailar tango en veinte sesiones. El primer día, por obra del azar Leonor y Mario se encontraron sentados uno junto a otro en la primera lección que era teórica. Absortos escucharon como el profesor explicaba cómo ponerse frente a la pareja, los pasos que había que dar, la forma de abrazarse, la utilidad de las manos en la cintura de la mujer y muchos otros temas de utilidad.

 

A la semana siguiente concurrieron a la segunda clase, que era práctica. Debían formar parejas para ensayar lo que habían aprendido en la clase teórica. Nuevamente el destino volvió a juntarlos. Si bien ya se conocían, ahora parados uno frente al otro, abrazados y mirándose a los ojos, ambos sintieron una rara sensación que iba más allá del tango que debían practicar.

 

Terminada la clase, llegó el momento de comentar los resultados y hacerse conocer un poco más.

 

… Creo que después de haber intentado bailar, debemos conocernos. Soy Mario, encantado de compartir contigo mis primeros pasos en el tango.

 

… Lo mismo digo. Yo soy Leonor.

 

… Parece interesante el método de enseñanza. Estoy seguro que aprenderemos.

 

… Creo que sí. Es una experiencia única, no te parece?… dijo Leonor tuteándolo.

 

… A mí me gusta mucho y tuve la suerte de que me tocaras como compañera, porque lo haces muy bien.

 

… Gracias por tu halago

 

Ese fue el primer dialogo entre ellos. Ambos marcharon para sus respectivos hogares pensando en el otro.

 

A Leonor la había gustado la forma como la había abrazado Mario, lo había hecho muy firme y su cuerpo pegado al suyo le había dado una grata sensación, más bien le había revolucionado las hormonas dormidas. Además sentir en algún momento sus labios cerca de su oreja la había erotizado un poco. Sí, realmente Mario le causaba muy buena impresión.

 

A su vez Mario se iba tratando de descifrar quien era Leonor. A todas luces era una mujer madura pero en gran estado físico. Era dúctil a la danza y se dejaba llevar con facilidad. Todavía creía sentir en su pecho la presión de sus senos bien duros, como también la redondez de su cadera que anunciaba una cola que lucía apetecible. Definitivamente Leonor le gustaba, el perfume que usaba lo embriagaba, y una cosa rara, le producía ternura.

 

A la siguiente clase la cosa empezó a tomar otro cariz. Se requería que los bailarines se movieran muy apretados. Mario sintió una repentina erección que no pasó le desapercibida a Leonor, aunque disimuló porque empezó a sentir el gusto por la situación. Ella también se sintió turbaba por una rara sensación en sus entrepierna.

 

Al terminar la clase salieron juntos conversando y se dieron con que estaba lloviendo muy fuerte. Mario preguntó a Leonor si tenía auto y ella le respondió que precisamente ese día no lo había llevado. Como es de suponer Mario se  ofreció a llevarla a su casa.

 

En el viaje, que demoró más de lo normal por la lluvia, hubo espacio de tiempo para un diálogo más extenso en donde ahondaron un poco más en sus historias de vida. Así Leonor contó de su profesión médica y Mario de su profesorado. Ella se confesó soltera y él viudo. Ambos sin compromisos en ese momento.

 

Al llegar a la casa, eran ya las ocho de la noche, Leonor se sintió obligada a invitarlo a tomar un trago para retribuir la gentileza del aventón. Ni lerdo ni perezoso, Mario aceptó encantado.

 

Subieron al departamento que a Mario le resultó encantador por su distribución primorosamente amueblado. Bebieron sus respectivos tragos y siguieron por un rato la plática que habían comenzado en el auto. Inevitablemente cayeron en la parte sentimental de sus vidas; Mario Contó de sus novias, de su matrimonio, su reciente viudez y la forma que iba llevando su nuevo estado. Para reanudar su nueva vida había vendido el departamento matrimonial y se había comprado otro.

 

Leonor, a su vez, hizo referencia al último novio que había tenido y que cercano a la fecha de la boda había fallecido en un accidente, situación ésta que le había dejado un trauma que no había podido superar en mucho tiempo y aún le dejaba secuelas.

 

Mario quiso ser cuidadoso de la reciente relación y no abusar de la hospitalidad de Leonor y se dispuso a marchar. Ya en la puerta dijo…

 

… Gracias por la invitación, pasé un rato muy pero muy agradable que espero podamos repetir. Sabes una cosa, me gustas mucho. A tu lado me siento bien.

 

… Vaya, vaya, que sinceridad! Se agradece el cumplido. Yo también he pasado un rato muy grato, como hace tiempo no pasaba.

 

Mario se fue pensando que esa mujer realmente le gustaba a pesar de la diferencia de edad. Era culta, de trato afable y físicamente estaba muy bien. No aparentaba la edad que tenía. Definitivamente le agradaba y mucho.

 

Leonor se quedó pensativa. Hacía rato que no sentía en su cuerpo esas raras sensaciones. Su femineidad había reaparecido fuertemente. Ese hombre le gustaba y no sabía cómo seducirlo. Tanto tiempo alejada de las relaciones sentimentales de pareja la hacían sentir un ser de otro planeta. Lo que si estaba segura que a pesar de la edad, trataría de no perderlo.

 

A la siguiente clase, ya formaban una pareja que se entendía mucho mejor en los pasos del tango. Además el abrazo se hizo más estrecho y la erección más notoria. Leonor la sintió y le agradó. Definitivamente ese era el hombre.

 

Al término de la clase, ninguno puso reparos en volver a repetir el regreso en el auto de Mario, aunque hubo un cambio…

 

… Me gustaría que conocieras mi departamento. Estuve toda la semana ordenándolo para recibirte. Me harías un gran honor. Que te parece? dijo Mario.

 

… Me encantaría mucho. Vamos

 

Evidentemente Mario había puesto su departamento como nuevo. Todo estaba en orden y la limpieza era total. Había preparado una mesa con dos copas y allí sirvió el champagne de bienvenida. Se sentaron en un sofá a brindar y comer unos canapés.

 

… Leonor quiero que sepas que te agradezco que hayas venido. Me siento muy halagado porque cómo te dije vez pasada, me gustas mucho. El tiempo dirá si estoy enamorado, por hoy me siento muy bien con tu presencia…dijo esto mirándola fijamente.

 

… Veo que no pierdes el tiempo. Ya que eres tan directo y sincero, debo decirte que también me gustas y que siento lo mismo que tú.

 

No terminó de decirlo cuando Mario se acercó y la besó en los labios. Leonor esperaba ese beso y lo recibió de buen grado abriendo su boca y ofreciendo su lengua. Se abrazaron fuertemente mientras se besaban con una pasión inusitada. Sus lenguas se buscaban para entrelazarse en un juego de alto carácter erótico e intercambio de sabores. Ambos sintieron mucho placer  con sus bocas entrelazadas y así estuvieron largo rato para luego besarse en toda la cara y cuello y empezar con  caricias en ambos cuerpos. Las manos de ambos no dejaban sitio por explorar en una suerte de reconocimiento para la batalla que se vendría luego y que ambos sabían que sucedería.

 

Con la celeridad que la pasión desatada requería se fueron quitando las ropas hasta encontrarse sólo con las prendas íntimas. Mario liberó los senos de Leonor y comenzó a acariciarlos con mucha suavidad. Tocó los pezones que parecían querer escaparse de los senos. Los acarició para luego rozarlos con sus labios y lengua. Mientras tanto ella dejaba hacer porque el placer que estaba recibiendo era total y todavía fue mejor cuando comenzó a besarlos y chuparlos.

 

La situación imponía marchar a la cama y así lo hicieron. En ella, volvieron a abrazarse para seguir besándose. Parecía que el imán de la pasión no permitía separar sus bocas. Cuando al fin lo hicieron, lo primero fue quitarse las pocas prendas que aún llevaban. Con toda la suavidad que sus nervios le permitían, Mario le quitó el brassier y el cachetero que llevaba Leonor y se quedó un largo rato mirándola desnuda. Era realmente bella y todo le parecía perfecto. Unas tetas turgentes rematadas por pezones grandes, una cintura estrecha anunciando unas caderas y culo redondos, y para remate una entrepierna con vello debidamente recortado. Se sintió un hombre afortunado.

 

Mientras Leonor de espaldas lo miraba esperando su acción, Mario se detuvo a admirar ese cuerpo que pronto iba a ser suyo. Empezó a acariciarlo con suavidad desde la cara, cuello, y así hasta llegar a sus pies. Repitió el recorrido, pero ahora con besos muy suaves y lamidos con la punta de la lengua que Leonor recibía sin moverse. Le llenó la cara y cuello de besos, pero con especial atención a sus pechos. Parecían los senos de una mujer joven, en forma de pera y sólidos, rematados con dos pezones grandes y endurecidos. La escena invitaba a gozar de ellos y Mario no tardó en hacerlos suyos. Los acarició, besó y lamió, para luego llevarlos a su boca y mamarlos con furia. Pasaba de una teta a otra y de pezón a pezón. Chupaba y chupaba sin descanso, y hasta los mordió con suavidad.

 

Los gemidos que escapaban de la boca de Leonor lo animaban a seguir su camino. Bajó a su estómago llenándolo de besos. No se cansaba de acariciar con sus manos la piel de su amante, era suave como la de un niño. Con la pasión en su cabeza y en sus movimientos, llegó a la zona pelviana. Disfrutó de pasar su lengua por toda la zona y jugar con el pequeño triángulo piloso que daba marco a su vulva. Sin embargo y contra lo que esperaba Leonor, siguió su camino descendente hacia sus piernas. Eran perfectas, tal como a él le gustaban. El festival de caricias, besos, y lamidas se repitió una y otra vez.

 

Sus pies, pequeños y con dedos delgados y uñas bien cuidadas. Los besó y masajeó. Se llevó los dedos a su boca y los besó y chupo uno a uno, para un nuevo éxtasis de Leonor.

 

Llegado a ese punto le pidió que girara el cuerpo y se pusiera boca abajo. Otro espectáculo maravilloso para sus ojos. Repitió la rutina desde el cuello hasta los pies. Demás está decir que su trasero recibió especial atención. Lo acarició varias veces con las manos y boca y lo encontró sublime.  Luego de terminar el recorrido en sus pies, volvió a pedirle que  volviera a ponerse de espaldas para el ataque final.

 

Leonor respiraba acezante y dejaba oír profundos gemidos. Estaba en el paraíso. Con suavidad Mario abrió sus piernas para dejar su entrepierna expuesta a su codicia. Hundió la cabeza en la zona y se largó a lamer de arriba hacia abajo los labios vaginales. Leonor, que estaba tensa contrajo su cuerpo y se dejó llevar por su primer orgasmo. Él lo notó, pero segundos después siguió con su tarea. Su lengua buscó introducirse en el conducto vaginal y se encontró con una sorpresa, se detuvo levantado la cabeza para mirarla y preguntar sorprendido

 

… Mi amor, es lo que yo creo?

 

… Si Mario, soy virgen. Pero por favor no te detengas que estoy en el cielo y quiero ser tuya.

 

Era algo inesperado que lo puso nervioso. Era la primera vez que le pasaba y sentía una rara sensación de vano orgullo y responsabilidad. Recuperó la conciencia y siguió con más vigor la tarea. Volvió a pasar la lengua por todo el recorrido, chupó sus labios vaginales hasta cansarse para arribar por fin al preciado tesoro del clítoris. Éste ya estaba excitado y había crecido en tamaño sobresaliendo de su protección natural. Liberado empezó a sentir las lamidas de Mario que lo transitaba de todas formas, besándolo, lamiendo y chupando con tal frenesí que Leonor no pudo soportar tremenda excitación y se volvió a derramar, esta vez en la boca de Mario que recibió sus jugos complacido y satisfecho.

 

Mientras tanto la libido de Mario estaba en todo lo alto. Su verga endurecida al máximo necesitaba atención, y la tuvo. Recuperada de sus orgasmos, Leonor atinó a tomarla en sus manos para acariciarla primero y hacerle una suave paja después. Su deseo era llevársela a la boca pero no animaba. Miró a los ojos a Mario y comprendió que eso era lo él estaba esperando. Inclinándose con lentitud llegó con su boca al miembro y lo besó. Era su primera experiencia y se notaba. Sin embargo acudió a la memoria y recordando los tantos  videos porno con que se había masturbado, comenzó a imitar lo que había visto. Pasó su lengua por todo el recorrido del falo varias veces, lamió el glande una y otra vez hasta que se animó y lo introdujo en su boca. Le gustaba el sabor, la tersura y el tamaño y comenzó a chupar y chupar y lo hizo tantas veces que Mario, previendo su derrame la aparto dulcemente para besarla.

 

Llegaba el momento crucial. El de la penetración. Para Mario no iba a ser como tantas veces, esta vez el sentimiento era profundo y además estaba el tema de la virginidad. Sintió que debía proceder con mucho tacto para no arruinar la velada. Con Leonor de espaldas, elevó sus piernas sobre sus hombros y colocó la verga en la entrada de la vagina para introducirla muy despacio. Notó que el conducto era estrecho pero ayudado por los flujos derramados, su verga siguió avanzando hasta toparse con el himen que debía desgarrar. Buscó con sus ojos la respuesta silente de Leonor quien con un ligero cabeceo dio su aprobación. Avanzó despacio pero firme. Sintió cuando su verga se topó con el delgado pergamino genital y lo atravesó. Leonor dio un brinco motivado por el dolor pero no dijo nada, su interior luchaba entre el dolor y el placer. Superada la barrera, la verga siguió su camino hasta sentir que llegaba a su fin. Mario se detuvo en esa posición esperando que los músculos circundantes de la vagina admitieran al intruso. Pasados un par de minutos comenzó a sacar y meter su miembro en movimientos de menor a mayor intensidad. Leonor había superado el dolor y ahora comenzaba a gozar en plenitud la situación, y tanto era su goce que clavó sus uñas en los brazos de Mario y le anunció

 

… Me viene Mario, esto es hermoso. Dame todo tu amor cielo

 

… Mi vida, yo también. Juntos será maravilloso.

 

Efectivamente la entrega fue simultánea, acompañada de gemidos y exclamaciones de placer infinito que se escucharon de ambos que abrazados sintieron llegar el éxtasis al unísono. Mario descargó una catarata de semen que Leonor recibió sorprendida y satisfecha y a su vez entregó cantidad de sus jugos que pringaron el falo intruso.

 

La culminación del acto sexual los había abatido. Mario se despatarró junto a Leonor tomándola de la mano. Necesitaban recuperar los sentidos y la normalidad antes de poder hacer algún comentario, aunque en ese momento las palabras parecían estar de más. Fue Mario quien rompió el silencio.

 

… Gracias Leonor por darme tanto amor.

 

… La que debe agradecerte soy yo porque me hiciste llegar a tocar el cielo. Nunca imaginé que sería tan hermoso.

 

… Fue lo mejor que me pasó en mi vida, créemelo.

 

… Yo tenía mucho miedo del paso que dimos, pero ahora me siento dichosa y muy feliz. Te quiero.

 

Volvieron al silencio y las caricias. Los besos parecían ahora más pasionales que antes. Las bocas en un frenesí absoluto no se daban paz y sus lenguas se debatían en un juego interminable. Poco a poco fueron sintiendo que la pasión retornaba. La experiencia anterior no había resultado completa y sus cuerpos demandaban continuar.

 

Abrazados y besándose se revolvían por la cama entre abrazos, caricias y besos. Por un momento Leonor se detuvo y separándose corrió al baño a limpiar su zona genital impregnada de semen y su propia sangre. Rápidamente volvió al lecho para dejarle espacio a Mario que también higienizó su miembro. La fiesta debía continuar porque la pasión no estaba satisfecha.

 

Los nervios de la primera vez estaban superados. Ahora era la calma la que reinaba en esa cama. Siguieron las caricias pero más suaves, se tocaban ambos cuerpos muy despacio como reconociéndose recién. Cruzaban miradas de asentimiento a las caricias que cada uno recibía y se repetían los besos largos y profundos. Leonor sentía que la pasión volvía a su cuerpo y que necesitaba darle curso a su apetito después de haber vivida la gran experiencia de su vida. Se montó sobre Mario que permanecía de espaldas, y tomando su verga la colocó en la entrada de su vagina para dejarse caer muy lentamente porque todavía quería evitar irritar su sexo. Sintió que los flujos derramados con intensidad facilitaba la penetración del miembro de Mario que se deslizaba dentro su cavidad proporcionándole nuevamente un placer difícil de describir. Lo miraba y leía en sus ojos que él también estaba gozando el momento y lo besó al tiempo que empezó a cabalgarlo, despacio primero y de prisa después. El placer que sentía era total y de apoco fue sintiendo que le comenzaba a sentir la llegada de un orgasmo. Mario dejaba hacer y se limitaba a tener tomadas las nalgas de Leonor para acompañarla en su cabalgata, lo estaba gozando mucho y también comenzó a sentir la llegada de su descarga. La miró y dijo…

 

… Mi amor, no aguanto más, me voy a descargar otra vez. Juntos sería maravilloso.

 

… Si Mario, yo estoy a punto. Espérame mi amor, ya casi.

 

… Me voy Leonor, me voy mi amor

 

… Yo también me vengo, que hermoso. Si, si, es hermoso.

 

… Es todo tuyo… y descargó su semen volviendo a inundar la vagina de Leonor.

 

… Lo siento dentro de mí, es tremendo lo que estoy gozando. Te amo Mario, te amo.

 

… Yo también te amo.

 

Volvieron a dejarse caer de espaldas tomados de la mano recuperando la respiración. La poca fuerza que aún conservaban los estaba abandonando y ahora yacían en silencio entregados al descanso reparador. Haciendo un esfuerzo se pusieron de lado formado cucharitas.  Un sopor los invadió y poco a poco se fueron quedando dormidos. Así los sorprendió el amanecer, abrazados y felices.

 

Todo había comenzado con un tango….

 

 

 

 

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