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Sin transición, le suelto a Paquita:
-¿Llevas bragas?
Sobresaltada, me observa con talante angustiado.
-Sí, -dice todo cohibida.
-¡Quítatelas! - le requiero en tono voluntarioso.
-¡No! ¡Me van a ver! -se defiende temerosa.
-Puedes hacerlo -le animo-, pues el mantel cubre lo necesario para que nadie lo note.
Su gesto simula coger la servilleta sobre el halda, pero lo que hace en realidad es obedecer servilmente: extrae la prenda obstructiva con tanto sigilo que ni yo, que estoy tan cerca, apercibo de nada. Eleva las manos sobre la mesa. En una de ellas lleva comprimido el minúsculo culote.
-¡Dámelo! -le pido.
Recojo la liviana prenda con disimulo. Simulando se trata de un pañuelo, acerco a la boca, y en tanto las células olfáticas aspiran con fruición el afrodisíaco olor que lo impregna, le doy un beso apasionado.
Sin valerme de manos extraigo la sandalia del pie derecho y, extendiendo la pierna, lo enclaustro entre dulcísimas paredes hechas de pétalos, terciopelos y miel que lo reciben con patente simpatía, según lo muestra el cordial abrazo de bienvenida. El dedo gordo, fascinado por una humedad que lo ilusiona, busca anhelante el manantial de donde surge. Con la delicadeza de una caricia se mueve por el recinto hasta que encuentra una leve ranura, y, osado, se aventura en su interior, quedando prisionero en membranoso calabozo que destila flujos enervantes que lo magnetizan. Presiones isócronas le hacen adivinar el alborozo de la carcelera por la inusitada incursión. ¡Y es la sonrisa alegre y el pícaro mirar de Paquita, heraldo gentil que pregona jubiloso lo bienquisto de esta turbadora picardía!
El goce que siento por disfrutar ante tanta gente, sin que nadie se percate, de los recoletos tesoros de Paquita, me transportan a un mundo pletórico de sexualidad, y dejándome llevar por esta exaltación le advierto a Paquita:
-Cuando vayas a gozar, dilo. ¡Quiero ver en tus pupilas reflejarse el orgasmo! Y, por dios, si no quieres promover una conmoción en el público, contén tus chillidos.
-¡Bueno! -acepta; y ríe como si le propusiera una broma.
Mientras el dedo del pie está embebido en el embrujo de bucear por la exultante caverna, yo vuelvo al relato interrumpido
(Continuará)