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Categoría: Incestos

Mi hermana me ayudó a prostituirme

Continua mi relato: Lora y yo descubrimos las hormonas, las empecé a tomar y después Lora me las inyectaba, mi cuerpo comenzó a transformares y con ayuda de anti andrógenos se feminizó bastante, lo que me ocasionó no menos de 4 broncas con mamá y un par de agresiones físicas de papá. El caso es que me veía y sentía cada vez más mujer, a mis escasos 19 añitos me gustaba estar el mayor tiempo con mi hermana y aprender de ella lo más posible. Papá se volvió a ir de la casa, cosa ya nada rara para nosotros sus 5 hijos y 1 nietecito de menos de 2 años el hijo de Lora.

Ella de verdad era un bellezón, con el culo parado, tetas increíbles, blanca pero con cierto color apiñonado, unas piernotas de hembra, una cara y unos ojazos que la ponían como centro de las miradas donde quiera que se parara. Yo me parecía a ella en una versión menos afortunada pero, por lo general estaba muy complacida de mi cambio. Nunca me sentí hombre ni me gustó jamás serlo, mi alma de mujercita afloró con gran fuerza con la ayuda de las hormonas. Mi pene hasta ese momento no representaba un problema para mí, lo doblaba y listo, además Lora había desarrollado una especie de fijación con mi transformación, una vez que me maquillaba y vestía se excitaba y cada que podíamos Lora y yo nos acariciábamos.

Aunque sabíamos que no estaba bien que dos hermanos se toquen parecía que nacía en ella un extraño deseo por mí pene, lo hacíamos cada cierto tiempo, a Lora le motivaba vestirme lo más hermosa posible y esconder mi pene en mi perineo para después tocarlo hasta quedar a reventar y masturbarme y a veces no parecía no poder contenerse y se lo llevaba a la boca donde lo saboreaba como una paleta hasta hacerme venir, se tomaba mi semen y se quedaba tranquila, a mí ya no me estaba gustando esa situación porque yo la amaba y la amo pero como hermana. Los vecinos poco a poco comenzaron a aceptarme como la “hermana” de Lora. Aunque precisamente por mi feminización no me atrevía a ir a la escuela a hacer el examen de matemáticas y tampoco buscaba un trabajo, lo que yo quería era conocer un “novio” perfecto, que me amara y me llevara con él a otra ciudad donde seríamos felices.

Sin embargo el escaso dinero y la necesidad en casa nos hizo a Lora y a mí hablar un día de cómo podíamos ganar dinero, para ello nos dimos cuenta que o trabajábamos o nos poníamos a coger por dinero. Yo le dije a Lora que un sujeto que tenía una tienda cerca de casa y cuando no había nadie más en la tienda que los dos, me decía cosas calientes y que si yo quería me daría regalos por estar un rato con él en un motel, yo le decía que sí pero no cuando. Lora así, se puso ropa sexi, se maquilló muy linda y se fue a la tienda, para su suerte el fulano estaba solo y me contó que se le salieron los ojos nada más de verla, le dijo mil cosas que le regalaría y Lora solo chacoteó con el tipo, luego me pidió que fuera yo a verlo vestida muy sexi, me puse unos jeans entalladísimos que me daban muy buena cola, una blusita de tirantitos sin brasier para que mis pequeñas tetitas se notaran bien paraditas, unos huaraches y el largo cabello me lo dejé suelto. Entré a la tienda y esperé que saliera una señora, fingí mirar el refrigerador de vidrio, en cuanto la vieja salió Don Pascual me miró y me dijo: acaba de estar tú hermanita, que cada día está más linda, pensar que ya le dieron fuego ha de ser molesto para ti ¿No crees? No, para nada respondí. Si está hermosa es claro que los hombres la van a buscar, pero usted no tiene ninguna posibilidad con ella ¿Y contigo sí? ¿Es usted puto? No, no cómo me dices eso. Pues porque yo soy puto y si le gusto usted entonces, lo es ¿No? Bueno, lo que pasa es que tú eres muy mujercita, de verdad que quien no te conozca pensaría que eres de verdad mujer como Lora ¿Le parezco bonita? ¡Mucho! Yo soy bastante mayorcito para darme cuenta de que a ti te van los machitos, dime una cosa ¿Saldrías a un lugarcito por ahí conmigo si te regalo algo bonito? ¿Algo..? Sí, lo que tú quieras ¿Le parece mañana Don Pascual? ¿De veras? No le estoy diciendo que no ¿O qué dice? Pues ¡Sale mañana! Nos pusimos de acuerdo de la hora y todo y regresé contenta a contarle a Lora ¡Pinche viejo caliente! ¡Sácale bien el dinero! ¿Cuánto le cobraré? Pues, unos 500 pesos.

Eso era un dineral en esos tiempos. Esperé con miedo pero también con ansias el siguiente día, por fin amaneció, la rutina de ayudar a mamá en los quehaceres y preparando el desayuno antes de que se fuera a trabajar me mantuvieron ocupada y callada, mamá lo notó pero, no me dijo nada, ella necesitaba conseguir dinero para pagar la luz y el gas que estaba a punto de agotarse, la luz la cortaban al día siguiente y la paga de mamá sería hasta el sábado que estaba aún a 3 días de distancia. Cuando mamá salió me quedaba una hora y media para bañarme, maquillarme y vestirme, además debía tomar un camión para llegar hasta la parte oriente de la ciudad al motel que el viejo de Pascual me indicó el día anterior, Lora me ayudó y de repente me dijo: ¡Ya sé cómo vas a llevar al viejo al paraíso y le vas a sacar su dinero! ¿Cómo? Ven al cuarto (ya dormíamos las dos y mi sobrinito en ese cuarto desde hacía un año) Sacó su último uniforme de la escuela secundaria, lo puso sobre la cama y me dijo ¡Póntelo!

Me puse primero la blusa blanca y el vestido, que mi hermana le había subido la falda, unas calcetas blancas y sus zapatos de la escuela negros, rápidamente me deshizo el chongo y me peinó hacia atrás con bastante brillantina y me hizo una coleta apretadísima sujeta por el moño color guinda, el uniforme era de cuadritos blancos y guindas (como marrón rojo) Me puso unas pulseras de colores y un reloj de mamá, así transformada en una colegiala y solo acompañada de una pequeña mochila y 3 pesos para mi pasaje me salí a la calle, lo único que no llevaba era el escudo de la escuela en el pecho.

La gente me miraba como a una chiquilla más, debo decirles que siempre representé menos edad de la que tengo, además los rasgos míos son de por sí femeninos y con las hormonas me veía muy nena. Satisfecha de mí misma me trepé al autobús. Llegué a la calle del motel y saqué de la mochila un rompevientos de papá de color azul para que no se me notara el uniforme. El viejo caliente ya estaba por ahí haciéndose el tonto, llegó en su motocicleta y con una seña me pidió que me acercara, me trepé y entramos de un jalón al motel, un tipo nos señaló una cortina pesada, me bajé a correrla solo un poco para que entrara la moto y por fin nos metimos al cuarto. Me quité el rompeviento y casi le da un infarto al vejete, me miró y se sentó en la orilla de la cama. Como una niña me paré enfrente de él con la mirada dirigida al suelo. Me trajo y comenzó a besuquearme y acariciarme sobre el vestido las nalgas. Se bajó el pantalón con todo y calzoncillos y se sentó mostrando un asqueroso vello en piernas y panza.

Su pene estaba ya bien parado, me arrodillé con carita de nena humillada y me lo metí a la boca, el vejete se recostó un poco apoyado en sus gordos codos disfrutando de esa boquita pintada de colegiala, se veía que el maldito estaba gozando esa mamada como nunca había gozado en su vida, casi me lo echa adentro de la boca. Me haló y me sentó en sus piernas de espaldas a él, me bajó un poco las diminutas pantaletitas de encaje rosita y me comenzó a meter sus gordos dedotes en mi culito (me puse bastante vaselina antes de salir de casa) La verdad es que yo también estaba gozando ese masaje anal, ya bien dilatadita me puso en cuatro casi en la orilla de la cama y ¡Vega, de un tirón me la metió hasta el fondo! ¡Era una verga gorda y cabezona! Sentí la gloria como nunca había sentido, el cabrón me estaba cogiendo con ganas. Luego paró un pco lo sacó y se acostó en la cama, me encime en él y viéndole su cara horrorosa y con barba rasposa, busqué su pene y lo dirigí a mi ano, me ensarté esa cosota y comencé a moverme ¡Qué rico sentía!

Luego de un rato así noté que sus ojos miraban hasta el fondo de los míos, estaba atento a mis gestos, por lo que comencé a gemir como una putita ¡Para, para! Dijo, ahora voltéate boca arriba, me abrió las piernas y me haló lo más alto que pudo, me metió de nuevo ese pene enorme (sentí que me cagaba pero, no era solo la sensación) El cabrón vejete tomó mi pene y comenzó a acariciarlo, mientras me metía cada vez más adentro el suyo ¡juro por Dios que estaba a punto de reventarme! Con sabiduría hizo que termináramos juntos, me llenó el culo de semen y el mío lo embarró en mi vientre. Al momento de venirse dijo: ¡Lora, Lora mi niña! Cuando le conté a Lora solo sonrió, luego me platicó que el vejete una vez cuando ella tenía como 12 años, le levantó la faldita y le tocó la paloma encima de las pantaletas, le regaló un refresco y un pastelillo. ¿Cuánto te dio? Me dio $ 350. Pesos. Le hubieras sacado más. Es muy tacaño el vejete. Pero creo que a ti te daría hasta mil pesos. Continuará.

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