El agua cristalina de un río majestuoso toca suave y deliciosamente mis pies, y la piedra desnuda y fría sobre la cual estoy sentada hiela mis entrañas. La selva virgen me inunda con sus colores, rumores, aromas y con toda su fuerza; y en medio de todo ello sólo soy pensamiento. El se escapa de mi cuerpo y es llevado por la brisa, a través del follaje de los seres verdes y silenciosos que me acompañan; y te alcanza. Ahora está contigo. Con absoluto deleite recorre tu cuerpo y lo detalla hasta aprehenderlo como una completud e infinitud de formas y texturas extremadamente irresistibles al tacto.
Mi pensamiento avanza, va más allá, a las profundidades de tu cuerpo, que violentado por la fuerza de los instintos se rinde y se entrega dulcemente a estos contactos sublimes.
Estás a merced de mi pensamiento, penetrado por él; ungido por él; eternamente acariciado por él. Dentro de él, eres libre, sano, feliz, hermoso, como las palabras que siempre me regalas, y que yo valoro como uno de mis más grandes y mágicos tesoros.