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Luego de estar cinco años de novio me casé por primera vez a los 23 años. Aún no había concluido mis estudios y tenía un trabajo muy mal pagado. Pero es que veníamos cogiendo con Katy desde hacía tiempo y a ella le molestaba que lo hiciéramos sin estar casados.
Por supuesto que no podíamos ni pensar en comprar una vivienda; allí fue que Amanda, la madre de Katy nos propuso que viviéramos con ella. Era viuda desde hacía años y Katy era su única hija.
Mi suegra era una auténtica bruja pero, a sus cuarenta largos, todavía merecía que se la mirara. Alta, rubia de peluquería, ojos claros, buenas tetas sostenidas por corpiño, un culo mediano y de buen ver, piernas buenas hasta la rodilla, y flacas de allí hacia abajo; la había visto algunas veces en malla enteriza cuando fuimos a la playa en un verano.
La convivencia no presentaba mayores inconvenientes. Yo estaba la mayor parte del día afuera, por mi trabajo, la facultad y el hospital al que concurría también los sábados para compensar las horas en que no podía hacerlo durante la semana. Los domingos generalmente salíamos con Katy enseguida de almorzar y no regresábamos hasta la noche tarde.
La casa de mi suegra tenía dos dormitorios y nosotros ocupábamos el más amplio.
Katy, con su situación resuelta por el matrimonio, ya no se sentía en pecado y había retornado a sus prácticas religiosas con más fervor que antes. Y así fue que me consultó por su asistencia a un retiro espiritual que se iniciaba en la tarde de un viernes y concluía en la tarde del domingo. La alenté para que fuera, no quería sumar mi oposición a mi falta de religión. Y ese viernes la acompañé hasta el lugar donde se haría el retiro.
Al regresar encontré a mi suegra cocinando para ella y yo. No era demasiado hábil entre las ollas, pero yo estaba cansado y hambriento. Amanda cocinaba con una bata algo corta, al mirarle los muslos generosos una chispa se encendió en mi verga juvenil. La perspectiva de no poder coger durante el fin de semana me tenía preocupado, ya que la noche del sábado era la que más aprovechábamos con Katy.
Y bien cenamos con mi suegra, traté de ser muy amable con ella, y me fui a dormir.
Al día siguiente fui al hospital por la mañana pensando que hallaría con quién echarme un polvo compensatorio, pero no encontré ninguna de las mujeres de allí que hubieran podido satisfacerme. Así que por la tarde regresé a la casa de mi suegra vencido y caliente. Había almorzado en el comedor del hospital por lo que al llegar me di un baño y me acosté un rato a descansar.
Me levanté, dos horas después, dispuesto a tomar unos mates. En piyama fui a la cocina, puse el agua a calentar, y cuando tuve todo listo me senté en el living. Amanda que trajinaba por la casa en tareas de limpieza se acercó, llevaba la misma bata corta del día anterior.
¿Me convidás?
Cómo no suegrita.
Se sentó frente a mí cruzando las piernas, la bata se subió lo suficiente dejándome ver el nacimiento de sus muslos inmaculados. Conversábamos de varios temas, yo trataba de rozar su mano a cada mate que le daba; hasta que me contó de sus doce años de viuda y de su soledad, ya que aunque había tenido pretendientes nunca quiso aceptar ninguna clase de galanteos.
Mi poronga reaccionó y noté que Amanda miraba como crecía mi erección que pronto se hizo notoria. Ahora también ella me rozaba la mano a cada mate.
Haciéndome el distraído como en la vehemencia de la charla, apoyé mi mano en su rodilla descubierta, se estremeció un tanto pero dejé allí mi mano unos instantes.
La vez siguiente subí un poco con mi mano por el muslo suave.
Sergio ¿qué hacés?.
Te acaricio Amanda, porque hace rato que me tenés loco.
Pero soy la madre de tu esposa, además soy una vieja para vos.
Sos la vieja más linda del mundo, y la que me tiene más caliente.
Mi mano ya estaba bien adentro de su bata, y mi boca muy cerca de la suya. Acercamos los rostros y juntamos nuestras bocas en un beso que no tenía nada de casto ni de puro. La lengua de Amanda invadió mi boca tanto como hizo la mía con la suya.
Ya mis dos manos recorrían sus muslos por afuera y por adentro, ella abría sus piernas permitiendo que llegara hasta su concha.
Sergio, estoy avergonzada, pero no puedo parar, estoy muy caliente.
¿Y quién habló de parar? yo lo que quiero es seguir.
Nos fuimos para mi dormitorio que era el que tenía cama de dos plazas, por el camino me fui sacando el piyama y llegué en slip. Al lado de la cama le quité la bata, no llevaba corpiño y pude ver que sus tetas se mantenían paradas. Ya acostados juntos le saqué sus calzones enormes para deleitarme con el tacto de su cuerpo blanco y suave, muy suave.
Ella se apoderó de mi verga para pajearla a su gusto.
Qué dura y qué grande.
Vas a ver que linda la vas a sentir cuando te la meta.
Bajé a chuparle la concha, su marido no se lo había hecho nunca eran muy convencionales. Separé sus labios vaginales con la lengua y encontré su clítoris, estaba duro y mojado, lo homenajeé con lengua y dientes, dándole suaves mordisquitos.
Me gusta, nunca me lo había hecho nadie. Seguí que se siente muy bien. Me vas a hacer acabar ya.
Para eso estoy Amanda, quiero hacerte gozar como te merecés.
El primer orgasmo le llegó con un grito, y vibró de la cabeza hasta los pies. Se arqueó tanto en la cama que pensé que se iba a quebrar. Luego se desplomó agotada.
Quiso retribuir mi atención chupándome la verga, por lo que me pidió que le enseñara. Yo estaba demasiado caliente como para exponerme a una lección de fellatio. Le dije que dejáramos eso para después.
Me dediqué ahora a sus tetas, los pezones ya estaban desde hace rato bien erectos y calientes. La recorrí entera con mis manos. Los muslos eran espléndidos, y el culo estaba más firme y duro que las tetas. Mis caricias la pusieron a mil.
Cogeme por favor, no aguanto más, te quiero sentir en mi concha.
Ya la vas a tener entera.
La ubiqué boca arriba, con una almohada bajo sus caderas y las piernas apoyadas en mis hombros. Tomé mi poronga con una mano y se la restregué por la entrada de su concha que estaba muy caliente y mojada.
Penetrame no jugués más. Estoy muy caliente.
En un solo envión se la puse entera, dio un grito de dolor.
AYYYYY ¡qué grande!
Me quedé quieto hasta sentir que su vagina aceptaba mi verga dilatándose lo suficiente. La empecé a coger con delicadeza, movimientos cortos de mi pija entrando y saliendo apenas de esa concha que estaba muy estrecha y cálida. La tenía toda adentro y ambos nos sentíamos muy bien.
Ella aceleró el ritmo, le había gustado su primer orgasmo y quería otro urgente. Nos movíamos los dos cada vez más rápido.
Agggggg Ahhhhhh Uhhhhhh acaboooo ooootraaaa veeezz.
Acabó con gran estrépito, gritos y gemidos. Yo le volqué toda mi leche en la concha porque sabía que no había problemas de embarazo. Katy me había contado que cuando ella tenía un año a su madre le detectaron un tumor border line en un ovario, y un médico antiguo y conservador, para asegurarse le extirpó ambos ovarios y el útero. Barbaridades que se cometían no hace tantos años.
Esto es maravilloso Sergio, me has hecho gozar como nunca nadie lo hizo. Bueno te confieso que solamente cogí con mi esposo. Y el pobre nunca logró regalarme un orgasmo, oí hablar mucho de eso, pero no supe qué era hasta hoy.
Bueno, no es para tanto. Algún día te tenía que llegar.
Es que tu poronga es el doble de la del pobre Aníbal. Y además la sabés usar, él me cogía sin calentarme, era más dolor que placer. Y siempre en la misma posición, era casi aburrido, como un deber. Y para peor después que me operaron me convencieron de que ya no debía tener más sexo, porque no podía concebir y no iba a sentir ningún placer.
Ay Amanda, que mal que te trataron. ¿Ves ahora que estaban equivocados?
Sí, y te lo debo a vos. Por fortuna me dejé convencer de coger con vos. Ahora te debo la vida.
Esta charla me la había hecho parar nuevamente. Además en esa época se me paraba sola a cada rato, podía echar hasta cuatro polvos sin dejarla ablandar.
Ya la tenés lista otra vez. ¿Querés que te la chupe? enseñame.
No suegrita aprender a mamar lleva tiempo, y yo te quiero volver a coger ya mismo.
La puse en cuatro patas y volví a entrar en su concha, esta vez no le dolió nada aunque le entraba muy ajustada. Le dejé el comando a ella que se movía muy bien, yo me limitaba a acariciarle el culo y los muslos. No necesitaba estimularle el clítoris, mi suegra estaba muy caliente.
Tuvo dos orgasmos antes de que yo volviera a acabarle adentro. Luego fue al baño a lavarse la concha que derramaba mi leche a raudales.
Cuando regresó ya la tenía parada otra vez y apuntando al techo.
Sergio, me vas a matar a polvos. ¿ Decime qué te gustaría ahora?
Ahora te la quiero poner por el culo.
NOOOOO, nunca me han hecho eso. Y vos la tenés muy grande, me vas a romper el culo.
Eso es precisamente lo que quiero, romperte el culo. Animate y no te vas a arrepentir. La primera vez te va a doler un poco, pero luego lo vas a disfrutar y me lo vas a agradecer.
Sin darle tiempo a pensar busqué una crema que me sirviera de lubricante y empecé a trabajar en su ano con mis dedos, con la mano libre alternaba entre una teta y el clítoris. Le miraba el culo y más me calentaba, y más decidido estaba a hacerlo mío.
Cuando la dilatación fue suficiente la puse en posición, boca abajo y con una almohada bajo el vientre, el culo se me ofreció en pompa, le pedí que se abriera las nalgas y me exhibió el ano marrón y dilatado. Le apunté con el glande hasta que hizo contacto, y se lo apoyé fuerte. Cuando ya estaba seguro de mi blanco me recliné sobre ella sosteniéndome con una mano sobre la cama.
La entrada del glande le provocó un grito de dolor.
Sacamela que no aguanto. Siento que me cago, me duele mucho.
Aguantá que es un momento
Seguí empujando mientras le entraba poco a poco. Movía la pija hacia fuera y hacia adentro, ganando milímetros en cada operación. Ya había logrado meterle la mitad.
Te digo que me cago, no te la aguanto, es mucho para mi culo.
En silencio se la terminé de poner de un golpe y me quedé quieto. Mi suegra gritaba de dolor y lloraba. Opté por volver a su clítoris, esto la calmó. Apoyé mi cuerpo sobre el suyo y, con ambas manos la pajeaba, le acariciaba las tetas. Mi verga siempre dentro de su apretado culo.
La excitación la hizo empezar a moverse, yo no hacía nada. Sus leves movimientos eran suficientes para que mi poronga se sintiera cogida por ese maravilloso culo.
Cuando ella ya estaba lista para otro orgasmo, esta vez manual, aceleró sus movimientos. Acabamos casi al mismo tiempo.
Estuvimos veinticuatro horas cogiendo, hasta que tuvimos que ir a buscar a Katy a la parroquia donde terminaba su retiro.
El domingo Amanda aprendió a mamar una pija por la mañana. Por la tarde tuvo su primer orgasmo anal.
Seguimos cogiendo al menos una vez a la semana, los miércoles, por los cinco años que duró mi matrimonio con su hija.
No dejó de ser una bruja, cuando Katy me reprochaba mis infidelidades se sumaba a las reprimendas.
Es cierto, la engañás con cualquiera a mi pobre hija.
Y la tarde anterior había estado cogiendo con ella por la concha el culo y la boca.
Debo reconocer que me dio el culo infinidad de veces, al contrario de Katy que me lo mezquinaba.
También que me la mamó y se tragó mi leche con frecuencia, cuando su hija se la había tragado sólo una vez. Era raro lo de Katy, le fascinaba mamar, hasta el punto de tener orgasmos mientras me la chupaba; pero una sola vez me permitió que le acabara dentro de la boca y se tragó un poco de mi leche. Recién años después de divorciados se puso a la altura de su madre. Pero eso ya lo conté en otro relato "Un Culo Postergado".
Sergio.
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