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La Nochebuena llegó y como todos los años mi esposo Raúl quiso celebrar con su familia. Generalmente pasamos el 24 en casa de sus padres y el Año Nuevo en casa de mi familia. La verdad es que a mí no me hacía ninguna gracia estar en su casa pues su madre y sus hermanos son un poco simplones y la velada suele ser por demás aburrida.
Después de la cena con su madre y sus dos hermanos le pedí que nos fuéramos pues estaba muy cansada, la verdad es que no quería pasar horas y horas hablando de trabajo, enfermedades ni del pasado. Pero Raúl insistió y pasamos a la sala. Afortunadamente su madre se fue a dormir y nos quedamos mi esposo, sus hermanos y yo platicando, esta vez más animados que antes.
Por supuesto que no faltó el alcohol y como a las dos de la mañana ya estábamos un poco mareados, sobre todo Raúl quien solo toma en estas fechas o cuando la celebración es muy importante.
Como a las 2:30 Raúl se quedó dormido en un sofá y mis cuñados y yo continuamos charlando. La plática no tenía un tema específico pero de alguna manera sentí que ellos trataban de llevar el tema hacia el sexo. Finalmente comenzaron las preguntas indiscretas y yo, sin querer comenté que mi vida sexual era un poco aburrida. Ellos dieron muestra de interés y siguieron preguntando hasta que estuvieron bien enterados de detalles muy íntimos.
Para entonces yo me había desinhibido completamente y ellos más aún. Sin darme cuenta ellos se fueron acercando cada vez más hasta que los tres nos encontramos en el mismo sillón. De pronto Juan puso su mano en mi pierna y Alfredo pasó su brazo por mi hombro, yo no me inmuté pues lo tomé como un gesto de comprensión, pero cuando Juan comenzó a acariciar mi pierna ya no me pareció tan fraternal. Poco a poco metió la mano bajo mi falda acariciando por sobre mis medias y a mí me comenzó a entrar un sentimiento de culpa mezclado con el deseo.
Por su parte Alfredo recorría mi espalda desde la nuca hasta la cintura provocando en mí un cosquilleo muy placentero. Observé a mi marido y medí qué tan dormido se encontraba. Me pareció una locura pero una parte más fuerte de mi tomó la iniciativa.
Me recargué hacia atrás y alcé la cabeza. Pareció ser la señal que esperaban y de inmediato Juan empezó a besarme el cuello mientras metía la mano hasta mi pubis. Por su parte Alfredo empezaron a masajear mis senos. Me sentí completamente liberada y puse cada una de mis manos encima de sus penes, estaban duros y sentí que mi party se humedecía.
Entonces Alfredo se puso de pie y abrió el zíper de su pantalón. Yo entendí la idea y le ayudé a sacar su animal que parecía a punto de estallar. Juan no quiso quedarse atrás y también se puso de pie mostrándome un pene aún más grande. Ambos se pusieron frente a mí y yo, sin complejos de ningún tipo comencé a darme gusto con las vergas de mis cuñados, metía una y otra alternadamente en mi boca sedienta de carne, mientras con las manos estimulaba sus testículos y la base de sus miembros.
Después de un rato me levanté y me quité la blusa dejando al aire mis senos. Los pezones estaban duros y mientras ellos se apoderaban de mis tetas yo seguía moviendo mis manos alrededor de sus penes. Juan se colocó detrás de mí y mientras acariciaba mis pechos desde atrás, Alfredo comenzó a subir mi falda dejando al descubierto mis piernas enfundadas en medias color tabaco. Se agachó y comenzó a besarme las piernas mientras con una mano bajaba mi panty. Finalmente quedé sólo con las medias.
En ese momento lo único que pensaba era que había nacido para eso, me sentí una puta y solo esperaba a que se decidieran a penetrarme, pero ellos parecían tener mucha experiencia pues hábilmente hacían crecer mi deseo.
Llegó un momento en que me fue imposible seguir callando mis ansias y sin pensar en los riesgos dije: "Háganme lo que quieran... cójanme" Sin embargo ellos continuaron con el manoseo sin hacer caso de mi solicitud. Repetí mis palabras pero ellos siguieron indiferentes. Sin comprender por qué actuaban así me separé de ellos y me recosté sobre el sillón mostrando mi sexo, con las manos separé los labios vaginales invitándolos a poseerme pero aún con eso permanecieron inmóviles mirándome con una mirada de superioridad. No pude más y les supliqué, les rogué para que terminaran con lo que habían comenzado. Sólo entonces Juan pareció reaccionar, vino hasta mí y de un sólo movimiento metió hasta el fondo su estaca. Comenzó a moverse haciéndome sentir la mujer más dichosa del mundo.
Se movió así durante unos minutos y le cedió su lugar a Alfredo, pude comparar el calibre y la longitud de los dos. Alfredo me colocó de lado y mientras continuaba su trabajo, Juan se sentó y puso su sexo a unos cuantos centímetros de mi cara. La tentación era muy grande y abrí los labios para apoderarme de su enorme masa de carne. Así estuvimos unos minutos hasta que Juan se levantó. Caminó hacia mi trasero y Alfredo se salió de mí. Entendí que querían cambiar de posición y como una perra en celo me puse en cuatro patas. Juan acercó su cara a mis nalgas y comenzó a morderlas mientras sus dedos entraban y salían de mi conchita. Poco a poco sus caricias orales llegaron a mi ano y empezó a meter la lengua dentro de él. Mientras tanto sus manos seguían jugando con mi vagina. Una vez que tuvo los dedos perfectamente lubricados, comenzó a meterlos dentro de mi culito también, Alfredo mientras tanto movía su pene dentro de mi boca mientras me tomaba por los cabellos. El goce que sentía en ese momento era tal que no me di cuenta cuando Juan dejó a un lado sus caricias y lo siguiente que sentí fue un dolor tremendo en mi ano. Quise gritar pero Alfredo me tomó con más fuerza por los cabellos y sólo pude emitir un gemido mezcla de placer y de dolor. Aunque el dolor no cesaba me moví con más fuerza disfrutando al máximo.
Entonces Alfredo se separó y se acercó a Juan. Algo le dijo y se deslizó por debajo de mí. Nunca creí que algún día experimentaría algo así. Alfredo colocó el pene en mi conchita y me penetró. Sincronizaron sus movimientos y por primera vez fui penetrada por ambas cavidades. No quería que esto acabara pero no pude evitar la sucesión de orgasmos que me vinieron en esa posición. Como si yo fuera una muñeca me llevaron de una posición a otra y pude disfrutar de esos machos en cada una de ellas... me cabalgaron y los cabalgué; me hicieron suya las veces que quisieron y fueron dueños de mi cuerpo. Por primera vez sentí que me habían cogido de verdad. Me dijeron las obscenidades que quisieron, me hicieron sentir como una puta de verdad y me hicieron repetir mis ruegos una y otra vez. Para cuando dieron las 4 de la mañana había tenido tantos orgasmos que me encontraba sin voluntad alguna, entonces Juan sacó su miembro y Alfredo hizo lo mismo, yo bajé del sillón y me arrodillé frente a ellos. Con las manos y con la boca les agradecí todo lo que me habían hecho... y finalmente quedé con la boca llena de semen.
Después de vestirnos tomamos una última copa y me dijeron que no sería la última vez, por supuesto que acepté. Desperté a mi marido y manejé hasta la casa disfrutando aún de ese regalo de Navidad.
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