Mi nombre es Jenny y tengo 16 años. Voy a contarte una historia, la de mi amiga Samantha.
A Sam la conozco desde hace años, cuando coincidimos en la misma clase de primer curso del Instituto, y además las dos somos animadoras del equipo de rugby. Es una chica de pelo castaño, delgada y más o menos de mi estatura, simpática y muy dulce, y antes de que todo esto comenzara bastante tímida, ahora ya no.....
Después del último partido de la liga escolar del año pasado, que fue por cierto agotador, estaba yo sentada en un banco del vestuario, las demás se habían ido ya, cuando entró Sam. Le pregunté amistosamente dónde se había metido para tardar tanto, si el partido había acabado hacía veinte minutos, y me respondió que había estado ayudando al entrenador en la típica rutina post-partido. Además de guapa e inteligente Sam era muy buena.
Mientras me miraba sonriente, me levanté y empecé a desnudarme con descaro, primero la camiseta verde y amarilla, luego las zapatillas, la falda.....Aparentemente era como todos los días después de un partido o un entrenamiento, pero aquello formaba parte de mi plan.
Saqué una toalla de mi bolsa, y bajandome lentamente las bragas, caminé hacia las duchas. Antes de llegar, me detuve y miré hacia atrás.
Ella estaba aún allí, inmóvil, mirándome.
¿No vienes, cielo?, le pregunté en voz baja y dulzona. Pero antes de que pudiera decir nada, me acerqué y comenzé, no sin reparo, a quitarle la camiseta.
Me ha cohibido un poco la forma en que me has mirado antes de terminar de desnudarte, me dijo un poco vergonzosa.
Lo siento, Sammy, dije sonriente, y en ese momento, mientras le quitaba la prenda, pasé furtivamente mis manos por sus pechos. Un sonido ahogado salió de sus labios, como cuando estás medio dormido y te sientes bien.
Cuando terminé de quitarle el ajustado jersey me dijo que le dejara hacer el resto. Se agachó para quitarse las zapatillas y los calcetines y luego a media altura, se deshizo de la falda y de las bragas, unas rojas de sport muy ceñidas.
La miré de arriba a abajo, ese pelo recogido en dos hermosas coletas, el pecho detrás de un sujetador blanco sin encajes, y ese coñito rasurado y tostado entre dos muslos bien desarrollados.....una chica preciosa, ¿verdad?.
Silbé en broma, y luego noté que ella se ponía como un tomate.
Quítate el sostén y vamos a refrescarnos, le dije mientras me volvía para ir a las duchas.
Instantes después, cuando estaba abriendo el grifo, apareció toalla en mano.
Se puso en la ducha contigua a la mía, y en silencio, comenzamos a disfrutar del relajante chorro. En un momento dado, decidí acercarme a ella. Puse la mano en su espalda, y con falsa inocencia empecé a frotársela.
Ella, en lugar de rechazarme, volvió a cerrar los ojos, no sin sentir algo de vergüenza, según el color que adoptaron sus mofletes. Pasé mi mano una y otra vez por su suave y húmeda pìel durante unos largos instantes, aprovechando para darle esporádicos masajes en el cuello, quizás tan efectivos que entre ellos y la ducha no se estaba dando cuenta de que mi mano, en cada viaje, se acercaba cada vez más al culo.
Entonces, en una de esas, se lo pellizqué.
Dio un brinco sobresaltada, eso si que no se lo esperaba, y me miró con ojos como platos mientras las gotitas de agua corrían por su bonita cara.
Sam, era una broma, el entrenador lo hace a veces con los chicos, me apresuré a decir, y era cierto, el mister solía dar pellizcos en el culo a los del equipo para animarles.
Lo sé, rió, pero no pensé que fueras a hacerlo.
De todos modos, me ha gustado.
Al decir esto, ya no se puso tan roja como de costumbre.
Además, y eso si que yo no me lo esperaba, me dio ella uno a mí. Se lo devolví. Le iba a dar otro cuando en el aire mi mano chocó con la suya, y como por inercia, los dedos se entrelazaron. Sin tampoco querer precipitar las cosas, me solté y le dí otro pellizco. Luego, sonriéndole pícaramente, volví a ponerme bajo mi chorro. Sabía que esa flor estaba empezando a abrir sus pétalos, sólo era cuestión de tiempo, pero debía tener cuidado.
Cerré la ducha y tras coger mi toalla salí fuera. Apoyada en una jamba de la entrada, empecé a secarme, primero el pelo, la cara,.....cuando llegué a los pechos dramaticé bastante, como si mi vida dependiera de ello,.....el pubis, las piernas..... Al terminar fui a sentarme al mismo banco donde había estado antes.
Por su parte, ella acabó de ducharse y con la toalla en la cintura fue donde mí, pero en lugar de sentarse se quedó de pie.
¿Te parezco guapa, Jenny?, me preguntó de pronto.
La miré con ternura y picardía, no cielo, guapa no, preciosa.
Entonces se sentó y me pasó el brazo por el hombro. Suspiró y luego me dió un sonoro beso en la mejilla. Noté que me estrechaba progresivamente contra ella. La miré a los ojos. Seguía sonriendo como siempre lo había hecho, pero ahora tenía los ojos muy encendidos.
Le acaricié el pelo, y ella me besó la mano. Entonces murmuré suavemente.
Volví a pellizcarle el culo, y ella me devolvió el pellizco. Mientras reíamos, aproveché y le dí un beso en los labios. Casi no se puso roja, pero un leve gesto de rechazo si que apareció en su rostro.
Te lo habría dado en la mejilla, pero ahí son mas dulces, repuse.
Al oír esto sonrió ampliamente y, sin mediar palabra, me devolvió el beso, metiéndome ligeramente la lengua en la boca. Después esperé a que pasaran más cosas, pero, como si se le hubieran acabado las pilas, lo único que hizo fue secarse y vestirse, no muy inocentemente eso sí, y marcharse. Yo me quedé pensando en lo que había pasado, para planificar mi siguiente actuación.
Firmado: Jenny
AHHHHHHHHH me llego a doler la barriga de ser tan FOMEEEEEEEEEEEEE........ el cuento. Te pido un favor? no escribas mas cuentos, nos harias un gran favor a todos los que visitamos esta pagina... CHAO FOMEEEEEE......