Quizás la capacidad de hacerse invisibles a nuestros ojos provoca esta equívoca sensación. Quizás el grisáceo color del cielo hace que ahora lo veamos mejor y que algún Dios perdido proclame "lloro, luego llueve". Pero la realidad de las nubes existe y resiste. Niebla que se come la luz del sol. Frío de invierno que ataca en vendaval. Detrás de las nubes se alzan los reinos más mágicos de la literatura. Castillos de fantasía flotando en el aire, seres que, por no cumplir, ni siquiera cumplen la ley de la gravedad y una gran cantidad de dioses de todas la generaciones que gobiernan su trocito de cielo. Aquí en la Tierra sólo vemos las nubes porque las nubes siempre están.
Pequeños pasos que conducen al cielo. Camino doloroso en espiral, infinito (...). Al final del camino, la fuente de los deseos brota sin parar. La justicia llora.
El dinero brota en abundancia de las heridas de la desgracia. Un flash de "paparazzo" recoje las últimas lágrimas. En la peluquería, una maruja recorta una foto y se la guarda, sin que nadie se percate. La deposita en una secreta carpeta donde habitan otros seres bidimensionales en momentos de desgracia. Una malévola sonrisa de satisfacción aparece en los labios arrugados de esta criatura. Con esta ya van cincuenta, la patética venganza está completa.
Al otro lado del mundo de las ideas, por encima de las nubes, una criatura de dudosa genética prepara un momento de pánico para la humanidad. El ejército de los 12 mutantes empieza a hacerse temer. Intrepidos periodistas de papel reciclado investigan las causas de este intento de exterminar los últimos hombres libres. Pero al otro lado, donde los hombres miserables pisotean a sus semejantes (que no idénticos), criaturas con un extraño mecanismo de sensibilidad se dirigen a un Punto situado estratégicamente delante del edificio Rosa para comprar unos relatos falseados de la maternidad. Brota la vida i el dinero inunda las sucursales de venta.
Un hombre libre mira a las nubes, busca respuestas. Desde allá arriba se debe ver diferente, piensa. Los seres fantásticos que viven en las nubes, probablemente creados por la imaginación humana, ven los pasos en falso de los humanos. Asisten atentos a la última batalla del hombre. Degeneración, los últimos pensadores de la resistencia se rinden. Desesperación, el pensamiento único es una droga dura que calma el dolor. Autodestrucción, se activa el más perverso de los mecanismos de supervivencia.