Débora, la esposa adúltera.
Hace algunos años viví durante un corto tiempo en el condado de Mitchell, un área rural al sur oriente del estado de Georgia. Pasaba en esos momentos por problemas bastante difíciles, trabajaba en un teatro en donde el director nos causaba daños psicológicos y emocionales por lo mal que nos trataba. Mi novia me había abandonado dejándome también muy mal, bien afectado, por lo que mi hermana y su esposo habían sugerido que me fuera a Chicago, al sur, por seis meses para ayudarlos a construir su casa de madera. Me ofrecieron darme alimentación, y hospedaje a cambio de mi trabajo.
En Illinois no tenía nada que hacer, estaba aburrido con este empleo, y ya que me dieron la oportunidad, acepté inmediatamente, también para huir del intenso frío que estaba haciendo allá.
Mientras construían en el sitio, alquilaron una pequeña casa en un pueblo llamado Camilla, municipio capital del condado, único pueblo grande que había en un área de miles de kilómetros cuadrados a la redonda. Allí, en la casita, dormía en el segundo piso. Para mantenerme ocupado y ganar un poco de dinero, conocer algunas mujeres del pueblo, decidí poner un centro de entrenamiento y dar cursos de teatro para aquellos de ese lugar que tuvieran interesados, centrándome principalmente en juegos o maromas.
Encontré un salón y lo alquilé para tres horas a la semana, perfecto para esto, un local interior, coloqué algunos volantes en las paredes del pueblo, y quedé sorprendido que vinieran como cuarenta personas interesadas a la primera reunión. El número de personas que deseaban el curso era demasiado y tuve que extenderlo a mas días de la semana, quedando como 25 personas para los martes en la noche. Cobraba 5 dólares por participante, por curso de tres horas. Algunos venían cada semana sin faltar ni una vez y otros solo acudían de vez en cuando.
La mayoría de los asistentes eran mujeres; unas muy atractivas, bonitas, otras coquetas, otras eran ambas cosas, y por último otras muchachas no eran ni bonitas y coquetas. Mi estudiante preferida era Débora. Le hablé a mi hermana sobre ella y se la describí como la persona con el cuerpo ideal, -catira o rubia- muy bonita, con buenas curvas, cinturita delgada, pesaba como 110 libras. Desafortunadamente era casada lo cual quería decir que, aunque era la mas sobresaliente dentro de las mas bonitas, no era una muchacha a la que le gustara coquetear.
El esposo vino con ella al curso las primeras dos o tres semanas –también estaba inscrito- pero se notaba mucho que la única razón por la que estaba aquí era para acompañarla. Tenía muy buen físico, total, tímido, parecía torpe, sin coordinación, no tenía imaginación ni iniciativa, y francamente, no servía para la actuación.
Gracias a Dios abandonó el curso muy rápidamente. Ella, en cambio, era una buena actriz, y no lo digo por lo sexy que era. Sus movimientos eran naturales, actuaba los libretos justo en el momento en que debía, con gracia, inventiva, carisma, y su bella presencia, los cuales le ayudaban muchísimo en las obras. Con la combinación de su talento y su belleza, cuerpo agraciado, ella podría prepararse para tener buen éxito en el difícil mundo de la actuación profesional.
Yo pasaba mucho tiempo pensando en ella, esperando a que llegara el día martes, cuando con seguridad la volvería a ver. Ya se me acercaba la hora de irme o regresarme a mi ciudad de origen así que ya no estaría mas en el pueblo. Me quedaban como diez días y soñaba con la sexy Débora, por lo que me di cuenta que debía que comunicarle mis sentimientos por ella y lo mucho que la apreciaba, como una despedida. Le escribí esta carta que aparece abajo -se la coloqué en un sobre el cual metí debajo del limpia parabrisas de su carro la tarde de su última clase:
"Estimada Débora:
Te he estado observando desde cerca en los últimos meses y hay dos cosas que quisiera decirte. Ambas podrían causarte mucha sorpresa, pero te voy a pedir que leas con mente abierta y sin ninguna clase de problemas o prejuicios.
Primero, quiero decirte que con tu belleza y tu talento, creo que podrías encontrar un buen empleo con buen sueldo y trabajo fijo como actriz en la televisión. Mi consejo es que valdría la pena que hicieras un viaje a Nueva York y consiguieras un papel en una telenovela. Yo se que no es lo mismo decir que hacer, pero realmente pienso que vas a tener éxito. Regreso al norte del estado dentro de algunos días y no puedo irme sin decirte otra cosa, y es que me siento atraído por ti de manera increíble. Simplemente eres maravillosa, muy bonita. He soñado haciéndote el amor toda la noche, y lamento que no te lo haya dicho mas antes. He disfrutado conociéndote cada día mas. La mejor de las suertes para ti en todo lo que hagas.
Marcos Urbina
Creo que no te veré de nuevo después de nuestro último curso.”
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Dos días antes de salir de viaje, yo había llevado el carro al mecánico para que le hicieran cambio de aceite y asegurarme de que haría el viaje completo sin accidentarse y que no me causara problemas en el camino. El taller mecánico estaba cerca, por lo que me fui caminando hasta la casa. Cuando llegué me senté en el sofá a descansar y a leer un libro. Estaba haciendo bastante calor, por allá como en 1985, y no era raro porque era el mes de abril, al sur de Georgia, cuando mas caliente está. Mi hermano y mi cuñado habían salido ese día para supervisar la construcción de la casa por lo que como no habían carros estacionado afuera, parecía como si no había nadie en la vivienda. Estaba leyendo cuando oí un ruido suave, y la casa tembló ligeramente, lo que quería decir que alguien estaba subiendo por las escaleras de madera hacia el porche. Fuí hacia la puerta principal para ver quien acababa de llegar: ¡Era Débora!! vestida con unos pantalones Capri de un amarillo claro, con cremallera o cierre a un lado, y una blusa bastante apretada con franjas rozadas y amarillas que mostraban su hermoso busto. Se puso roja cuando me vio, obviamente sorprendida o paralizada de la sorpresa porque ni siquiera le di tiempo de tocar el timbre, y dijo:
-Ay, Marcos, eres tú!!! Creí que no había nadie en la casa y te iba a dejar esta carta.
Vi que sostenía un sobre con mi nombre
en la parte de adelante.
-Solamente te lo quiero entregar y luego irme, Marcos.
-¡No, no, espera! No te puedo dejar ir así como así. Sería yo muy mal educado. Entra por favor, está haciendo mucho calor y te puedo brindar un vaso de te frío.
-Ay, no, no te molestes, Marcos. Está bien, nada mas te doy esto y me voy.
-Débora, no es ninguna molestia, yo solamente estaba sentado en la sala leyendo. Ven, entra -le insistí.
Ella estaba muy indecisa, pero por
fin entró. Se sentó al borde del sofá mientras yo le traía la bebida.
-Entonces, déjame ver la carta –dije sonriendo.
La pobre muchacha parecía demasiado nerviosa. La verdad es que era demasiado bonita, su cabello rubio liso estaba separado a la mitad y le caía hasta los hombros. Su cara en forma de corazón (su cabello liso daba esta impresión a la gente) dejaban ver unos ojos grandes azules, una nariz ligeramente respingada, una boca dobladita hacia arriba con labios gruesos, curvilíneos, y los mas bellos rasgos bien definido y acentuados entre su nariz y la parte de arriba del labio superior. Usaba una máscara o maquillaje que mostraban su pestañas, naturales, porque no tenía ribor o máscara en estas. Dijo:
-Ay, quisiera… -Se detuvo y me entregó el sobre.
Me senté al otro extremo del sofá, a su izquierda, abrí el sobre y saqué una hoja de un papel rosado:
"Estimado Marcos:
Gracias por tomarte el tiempo en escribirme. He disfrutado mucho todas las sesiones de teatro y también he aprendido mucho. La verdad es que pensaré un poco sobre tu consejo o sugerencia.
También he soñado haciendo el amor contigo toda la noche. Sería maravilloso, pero soy casada y sería bueno que pensaras en que he tomado mi matrimonio muy en serio.
Adios,
Débora Martínez.”
¡Bueno!! Esto era de esperar. ¡Pero ella también me deseaba!! Si yo jugaba mis cartas correctamente en este momento, en veinte minutos le podría meter ese dedo en la cuca y tal vez otra cosa. Había la posibilidad porque ella mencionó la frase: "Me gustaría pensar de nuevo en las promesas en mi matrimonio, si realmente he jurado ser muy fiel"
No -dijo: "Yo tomo mi matrimonio muy en serio"
¿Entonces como es la cosa? Como estaba haciendo mucho calor, yo tenía puesto una especie de piyamas, sin camisa y sin interiores, lo único que tenía que hacer era lanzar a un lado y quedaba desnudo frente a ella. Pero no debía apresurarme: ella vendría sola.
Temía que mi adrenalina empañara mi juicio o razonamiento y yo cometiera el error de acelerarme. Había que pensar rápido: era una nota muy corta y no debía pasarme todo una vida leyéndola para analizarla. No había tiempo para esto. Así que decidí tomarla tal cual como decía, sin ningún plan preparado. De esa manera podría ser mas flexible en mi respuesta, en mi actuación. Le eché una ojeada a la chica. Ella miraba hacia el suelo. ¡¡Dios mio, si era tan bonita!!
Tomaría la decisión de no tocarla, me decidiría, en el momento en que ella se quejara y dijera: -No, para, no sigas!! Déjame tranquila!
Entonces sería muy caballeroso y no
la tocaría, pero solo si no me rechazaba iba a buscarla porque tenía que cogérmela, eso era mío.
No le quitaba los ojos de su cara, buscando alguna pista de que deseaba algo conmigo, o alguna reacción en aquella muchacha y le dije:
-Bueno, yo no esperaba esta visita tuya. Te agradezco que hayas tenido la valentía de traer una carta a mi casa, y luego entrar sabiendo que yo estaba aquí solo y que la leyera. Me emociona pensar que ambos nos atraemos entre si, ¿no es así?
No dijo nada ni se movió, así que seguí
hablando:
-Hay una cosa en tu carta que me llama mucho la atención y tengo la curiosidad de saber qué es. Y es que dices que te gustaría pensar si has tomado tu matrimonio muy en serio, si deberías ser fiel, Débora. Dices que en realidad tomas tus votos en serio.
Ahora era el momento de actuar con calma, porque era un momento muy delicado y decisivo.
-Si tomas tus votos matrimoniales en serio, entonces, ¿por qué estás aquí? Si no los tomas en serio, te hago la misma pregunta: ¿Por qué viniste si eres casada?
Guauuuu!! Nunca había seducido a una persona de esa manera.
Dejó de mirar al suelo , levantó la mirada para verme y dijo con mucha tranquilidad: -No se. Se que no debería estar aquí contigo, pero no puedo irme. No todavía.
Algo me decía: “Sigue, Marcos. Todavía no ha dicho que no.
Aún no habíamos llegado al punto de no regreso de una u otra manera por lo que creo que necesitaba que la ablandaran un poquito. Era el momento de hacer algo.
-Bueno, creo que yo se por qué estás aquí -Extendí mi mano y con la parte de atrás le toqué la pierna algunos centímetros por encima de la rodilla.
Por momentos pareció encogerse en el momento en que la toqué. Pensé que me daría una cachetada, pero en lugar de esto hizo presión mi mano con la pierna, con fuerza. No me empujó para que me retirara de ella, estaba de acuerdo con lo que hice. Si!! ¡Gracias, Dios mio!! Ya la tengo!!
Empecé a darle golpecitos en la pierna en lugar de tocarla y luego me cambié al sofá hasta que quedé sentado a su lado.
Con mi mano izquierda llegué hasta su cara para volteársela hacia mi. Muy lentamente me le acerqué y le di un beso. Ella me miró con sus grandes ojos y susurró:
-No debería quedarme mas contigo, Marcos.
A pesar de lo que dijo no hizo ademán para ponerse de pie.
-Eres… -le susurré en el oído y suavemente la besé en la boca. Una serie de encuentros labiales, cada uno con nuestras bocas ligeramente abiertas, mas abiertas que la anterior, el beso un poco mas largo que el anterior. Lentamente metí un poquito mas la lengua, y en un minuto ya nos estábamos besando muy apasionadamente. ¡Qué sabroso! Esto iba a ser bueno. Me la iba a coger, segurito que si. Debía actuar con cuidado para no dañar todo. Con paciencia la traté bien como a ella le gustaba.
Anticipándome a los placeres que nos esperaban, mi huevo se había puesto semi-erecto, pero como la bata de dormir era muy grande -bombacha- en la parte de abajo, por los momentos tuve la suerte de que ella no se daba cuenta. No quería asustarla y bajé la mano hasta sus senos.
-Marcos, no deberíamos… -dijo.
-Somos…tú sabes… -le contesté, dándole un suave apretón en el seno ¡Qué firmes y duros eran!! Ella no me lo impidió, de manera que comencé a masajeárselos. Sentí como el pezón se le puso duro debajo de la blusa. Impulsivamente coloqué mi lengua en su oído y comencé a lamérselo bastante duro. Sabía agrio por la cerilla, pero a ella le gustó porque gemía, respiraba con dificultad y se retorcía.
-Ay, Marcos. Eso me pone loquita!! Se siente tan delicioso!!
Noté que sus piernas se habían separado un poquito, así que pensé era el momento de proceder a otra cosa:
-Mira, en realidad no estoy seguro de cuando mi hermana y su cuñado van a regresar a casa, así que es mejor nos vayamos a donde tengamos privacidad, a mi cuarto para que no nos encuentren acostados en el sofá.
Las paredes eran delgadas como un papel y eso no sería ninguna privacidad pero por lo menos no nos verían. Me puse de pie, la tomé por la mano y la jalé para que se pusiera de pie, y luego caminamos hacia la puerta de mi habitación.
-Marcos, lo que estamos haciendo es malo. No deberíamos… -dijo.
Como respuesta, le abrí la puerta y como un galán, incliné la cabeza invitándola a que entrara. Ella accedió y se sentó muy a la orilla de la cama. Era el momento de hacerle ver bien claro cuales eran mis intenciones.
Me desenganché las elásticas de mis overoles y con habilidad, los lancé sobre mis hombros y dejé que los pantalones cayeran por si solos al suelo. Di un paso para salirme de ellos, completamente en pelotas. Mi huevo estaba caliente, grande, parado, casi completamente parado. Ella trataba de respirar normalmente, he hizo un movimiento: abrió las piernas un poco y colocó su mano sobre las piernas:
-Por Dios, Marcos!!
Ella parecía que no podía quitar los ojos de mi machete!!
-¡¡Dios mio, Marcos, qué grande y parado lo tienes! -dijo de nuevo -es mas bonito de lo que había imaginado!!
Se quedó tranquila, con la boca un poco abierta, roja, y ahora miraba mi huevo y luego a mi cara. No podía saber si esta pasividad en ella era real o si me estaba coqueteando, pero momentos después me pude dar cuenta que estaba esperando a que yo tomara la delantera, la iniciativa de cada paso a dar. Ya ella había puesto su granito de arena con haber venido a mi casa.
Aunque es algo increíblemente sexy que una persona esté completamente vestida mientras la otra esta desnuda, yo realmente ya quería verle su cuerpo y ponerle las manos encima de su piel, y suavemente la puse de pie. –Déjame desvestirte -le dije esperando una respuesta negativa, que susurrara:
-No, Marcos, esto no es correcto, lo que estamos haciendo.
Pero no sucedió así: se quedó callada. Coloqué mi mano detrás de ella, le desabotoné la parte de atrás de la blusa y se la saqué por los brazos. Su brasiere era blanco, de lazos, y con uno pequeño azul claro que adornaba la parte de adelante. Este lazo hacía que sus senos quedaran juntos para que ocuparan menos espacio, y la verdad es que era una prenda maravillosa. No me aguantaba y no esperé para chuparle uno de esos pezones. Luego bajé hasta sus pantalones Capri, le desabroché el botón, le bajé el cierre, y se los bajé hasta las caderas, luego hasta el suelo. Sus pantaletas hacían juego con el brasiere. Le sostuve la mano para ayudarla mientras ella se las sacaba con los pies. Su piel era completamente perfecta, sin arruga, color miel, suave, blanda y muy clara; un bello muy fino en sus brazos y estómago.
Yo estaba demasiado excitado. Sus curvas eran de una proporción perfecta, una muchacha muy contorneada, redondita. Cuando le introduje la mano de nuevo por detrás para desenganchar el sostén, ella dijo:
-Marcos, no. Esto no debe ser… Es malo.
-Yo se, pero es que eres muy…
-El gancho se salió del ojal fácilmente y ella utilizó sus brazos para ayudarme a quitarle el brasiere. Sus tetas ya estaban a la vista, al descubierto. Dios mio, esta muchacha era maravillosa, sus curvas, cuerpo duro y firme, bien perfecta. Sus pezones eran pequeños, muy rosados buenos para chuparlos. Me aguanté para no mamárselos allí mismo.
Todo a su tiempo, pensé. Todo a su tiempo. Ya casi llego.
Metí mis manos por los lados de su torso y le bajé las pantaletas. Cuando quedaron mas debajo de sus caderas, obtuve mi primera vista de su cuchara: su pelos parecían como seda, un rubio claro, en la parte de arriba de su bello púbico, suavemente mas oscuritos a medida que se aproximaban hacia el clítoris, en donde había una abundante vello marrón.
Yo quería cogérmela ya mismo y casi lo hago. ¡Gracias, Dios mío!! Me bajé frente a ella para ayudarla a salirse de las pantaletas y la besé ligeramente justo por debajo de su barriga. Ella contestó con una risita.
-Tienes un cuerpo estupendo -le dije.
-Hasta es mas bonito de lo que me había imaginado.
Traté de que dijera algo sobre mi huevo:
-Estoy realmente excitado, -dije mostrándoselo.
Suavemente le di un golpecito en la barriga con mi cabeza para que se sentara en la cama: -Acuéstate.
-Marcos, esto no está bien, no puedo.
Ambos sabíamos que este era un intento demasiado débil de decir que no, que no serviría de nada, porque era inevitable lo que seguiría.
-Yo se, pero estamos… acuéstate.
Me obedeció, le doblé y abrí las piernas y comencé a besarla cerca de sus caderas. Rápidamente le separé las rodillas y luego al medio de sus piernas.
La carne, piel suave de la cuca, es una de mis cosas preferidas en una mujer.
Su cuca olía y mi huevo estaba listo para tirar. Cuando me aproximé a la cuca ella dijo:
-Marcos, ¡No, por favor!!
-Sentí que mi corazón me dolía de desengaño, descorazonado, desmoralizado. Pensé que me iba a decir que ya no íbamos a seguir, que termináramos y se iba a retirar.
-No me gusta eso. Hagamos otras cosas.
-No hay problema -yo estaba contento de no seguir comiéndomela si ella no quería, porque de todos modos habían otros lugares en donde besarla. Le solté las piernas y luego me monté sobre la cama a su lado. Nos acostamos de lado, besándonos, y con mi mano izquierda le acariciaba el cuerpo, acercándome cada vez mas a su sexo, a su panocha. Lentamente, suavemente, le acaricié la barriga, el abdomen, entre las piernas, el culo, pasando la mano sobre su cuca pero no tocándosela. Ella empujaba las caderas hacia arriba contra mis manos, buscando que la cuca hiciera contacto con estas. Me fu a los senos. Sus pezones eran bonitos y firmes, carnosos, como cereza. Le mordí suavemente uno y ella gimió. Cuando por fin metí mis dedos por debajo de su muy mojada raja de la mota y dentro de su panal, ella gimió mas alto. Metí los dedos dentro de ella con firmeza y se puso a gritar mas alto.
-Débora, he estado soñando contigo, deseando este momento. No puedo creer que esto esté sucediendo.
Mientras mis dedos rotaban sobre su punto "G", ella comenzó a retorcerse y cuando metí la lengua otra vez dentro de su oído pensé que se iba a caer de la cama, se revolcaba sobre la cama como loca. La tranquilicé quitando la lengua de su oído y me monté sobre ella, listo para tirar.
-Ya me tome la pastilla anticonceptiva, así que me puedes acabar adentro si quieres -dijo la chica.
Eso era lo que yo quería oír. Ella se acostó de espaldas, subió las rodillas y me coloqué en posición sobre ella. Yo tenía el huevo como roca, y no necesitaba guiarlo con la mano. Le empujé la cabeza contra los labios vaginales y suavemente se lo introduje todo con un empuje sublime y largo. Estaba como inspirado, me sentía en la gloria.
Ella abrió bien los ojos cuando comencé a bombearla, sacándolo y metiéndolo dentro de su estupenda cuca. Ay, Dios!! Ella lo sentía bastante, le gustaba. La cuca era apretada y le daba a mi huevo un precioso y firme masaje, adentro, afuera, adentro, afuera. Me encanta cojerme a mujeres casadas mas que a otras. El hecho de que ellas sepan que es malo lo que están haciendo, que son infieles, hace que para mi sea placentero.
Un poquito después cuando me arrodillé, le levanté las rodillas, y se las sostuve agarrándola por debajo de la cintura de manera que le quedara solamente la parte de arriba de la espalda, los hombros y la cabeza sobre la cama. Como era pequeña, de baja estatura así quedó bien cómoda y yo podía ver bien mi huevo que desaparecía al hundirse dentro de los labios de su cuca. Ella gemía con dulzura, trataba de respirar un poquito, me miraba y sonreía.
Después de algunos minutos en esto, en un momento en que dejó de luchar buscando aire, me dijo:
-Marcos, acuéstame otra vez.
Comenzó a restregarse las tetas en círculos y a apretarse los pezones un poco. La cuca la tenía tan mojada, deliciosa y suculenta que yo no tardaría en acabar, lo sabía, pero esperé a que ella llegara primero. Me apoyé en un codo extendí la mano y comencé a darle en el clítoris muy suavemente, alrededor y alrededor en pequeños círculos: -ay, Dios, me vas a hacer acabar!!!
Comencé a cogermela mas rápido, dándole con la suavidad de una pluma sobre su rosita pequeña con mi dedo: -Ay, Dios, Marcos!! Voy a acabar, aaaayyyy!!!! Ya casi, ya casi, aaayyyyy!!!! Por favor, así, así, dame!!!
Le metí mi lengua de nuevo en el oído y eso la hizo venirse de una vez. Gritó y se montó sobre mi como un pequeño caballo en un carrusel. Nunca había experimentado esta clase de empujes y metidas que de repente brotaron de dentro de ella, como volcán. Yo estaba seguro que iba a encogerse y caerse, pero de alguna manera se quedó con mi bayoneta clavada mientras sus calientes jugos salían por borbotones sobre mi huevo, por lo que parecieron minutos sin fin. Todo su cuerpo se puso rojo. Cuando sus movimientos cesaron gradualmente dejó de retorcerse pudo entonces respirar, le saqué el dedo del clítoris y mi lengua del oído, y me puse a trabajar en esa cuca intensamente junto con mi huevo, buscando mi orgasmo. No se llevó mucho tiempo. Estiré mis piernas para tener buena fuerza y se lo metí bien, martillándola duro. Cuando la leche salió disparada dentro de su deseosa, ávida, insaciable cuca, miré en silencio a sus ojos que estaban bien abiertos; parecía estupefacta, boquiabierta, como pasmada por la fuerza de mi orgasmo.
Caí sobre ella y luego de unos minutos de estarnos moviendo suavemente mientras mi huevo retomaba su tamaño normal, ella dijo de repente:
-ay, Marcos. Tengo que irme. No debí quedarme aquí contigo. Discúlpame.
-No tienes nada de que preocuparte, preciosura -le dije. –eres muy bella y atractiva. Creo que se veía muy bonito con nuestros cuerpos pasando ese momento tan rico. Eso es todo. No tienes por que preocuparte. Lucías bonita.
Ella se retorció para salirse de abajo de mi y rápidamente se vistió. Estaba molesta y preocupada y ya me parecía que se iba a poner a llorar sobre mi hombro. No quería que esto ocurriera.
-Tiramos bien bueno, ¿Vas a dañar todo?
-No le digas a nadie lo que hicimos, Marcos, oíste? -suplicó la muchacha parada en la puerta del cuarto, ya vestida, lista para irse.
-Claro que no! guardaré el secreto.
Te veré en la televisión, seguramente. Recuerda mis consejos.
La mujer se fue, dejándome un dulce recuerdo y un maravilloso olor de jugos de cuchara que mi cuñado notó porque hizo un comentario cuando llegó a la casa.
FIN
Traducido por Marcos Urbina
Traduttore_traidore
CUENTO ORIGINAL EN INGLÉS:
Debbie, Adultery, wife.
A few years ago I was living for a while in Mitchell County in very rural southwest Georgia. I'd been through a rough time, what with a psychologically and emotionally abusive director at the theater where I had been working and
being badly dumped by a girlfriend I was really keen on, so my sister and her husband had suggested I get out of Chicago for six months and move south to help them build their house out in the sticks. They offered to feed me and house me
in return for my labor. I had nothing going for me in Illinois, and, given the opportunity to avoid a winter, I readily agreed. While they were building, they had rented a small house in Camilla, the county seat, and the only town of any
size for some miles around. I slept in the second bedroom.
To keep my hand in with acting, to make a little money, and to meet some women, I decided to set up the Camilla Theater Workshop for interested locals, focusing on improv and games. I found a perfect indoor sports hall to rent for three
hours a week, put up some flyers around town, and was amazed to attract over 40 people for the first meeting. Numbers tailed off a little over the weeks, but there were about 25 people every Tuesday night. I charged $5 per participant for
a three-hour workshop. Some people came every week without fail, others from time to time.
Most of the regulars were women; some were attractive, some were flirts, some were both, some were neither. My absolute favorite was Debbie, whom I described to my sister as my physical ideal. She was very blonde, very pretty, very curvy, tiny waist, 5'3", no more than 110 pounds. Unfortunately she was married, which
meant that, although she was number one in the attractive category, she did not feature in the flirting one. Her husband joined her at the first two or three workshops, but it was clear the only reason he was there was to keep her company. He must have had a big dick, because otherwise I couldn't begin to imagine what she saw in him. He was very ordinary-looking, and a total dork,
awkward, shy, uncoordinated, unimaginative, and frankly useless at acting. Thank goodness he gave up attending very quickly. She, on the other hand was a really good little actor, and I'm not saying that just because she was so sexy. She was
a natural. She had great comic timing, grace, inventiveness, charisma, and presence. With the combination of her talent and her looks, she would be well armed for success in the tough world of professional acting. I found myself
thinking about her a great deal of the time, and looking forward to Tuesdays, when I would be sure to see her.
My time down south was coming to an end. About 10 days before I was due to leave, I had a sexy dream about Debbie, after which I knew I had to communicate my feelings to her. I wrote this letter, which I put in a sealed envelope tucked
under the windshield wiper of her car the evening of the last workshop.
"Dear Debbie,
I've been watching you closely over the last few months and there are a couple of things I have to tell you. Both might come as something of a shock, but I'm asking you to read this with an open mind.
The first is that, with your looks and your talent, I think you could find well-paid and regular work as a TV actress. My advice, for what it's worth, is that you head up to New York, and get yourself a part on a soap opera. I know it
is easier said than done, but I do really think you can succeed.
I'm heading back north in a few days, and I can't leave without saying the second thing, which is that I am incredibly attracted to you. You are simply gorgeous. I have dreamt of making love to you all night, and regret that I've been unable to say anything sooner.
I've enjoyed getting to know you a little.
Best of luck always in whatever you do.
Joe x"
I fully expected never to see her again after that final workshop.
A couple of days before heading back north, I had taken my car to a mechanic for an oil change and a once-over to ensure that it would make it back to Illinois safely and reliably. His shop was near the house, so I had walked home, and was
taking it easy on the couch, reading. It was a hot day, in the mid-80s, not unusual for April in South Georgia. My sister and brother-in-law had gone out to their property for the day, so with no cars outside the house it appeared as
though no one was home. As I was reading, the house shook gently, meaning someone was walking up the stairs to the front porch. I went to the front door to see who was there. It was Debbie! She was dressed in soft yellow Capri pants
with a side zipper, and a fairly tight pink and yellow striped top that showed off her bust nicely. She blushed deep red when she saw me, obviously startled, and said, "Oh, Joe, it's you. I didn't realize anyone was home. I was just
leaving you this letter." I saw then that she was holding an envelope with my name on it. "I'll just leave it and go."
"No, wait, I can't let you just run off like that. How rude would that be? Come in, please, it's a hot day, have a glass of iced tea."
"Oh, no, I don't want to bother you. It's OK, I'll just go."
"Debbie, you're not bothering me, I was just sitting reading. Come in, I insist."
She was hesitant, but eventually agreed to come in. She perched on the edge of
the sofa while I brought her a glass of iced tea.
"So let me see this letter, then," I said, smiling. The poor girl looked
terribly nervous. She really was incredibly pretty. Her straight blond hair was
parted down the middle and fell below her shoulders. Her heart-shaped face (the
impression was strengthened by her hairstyle), featured big, big blue eyes, a
slightly turned up nose, a sweet bow mouth with full, curvy lips, and the
cutest, sharply defined teardrop shape between her nose and her top lip. She
wore mascara so you could see her eyelashes, but no other makeup. She said, "Oh,
I wish I-" but then stopped herself and handed me the envelope. I sat down at
the other end of the sofa from her, to her left, opened the envelope, and pulled
out a sheet of pale pink paper.
"Dear Joe,
Thank you for taking the time to write to me. I have enjoyed the workshops very
much, and I've learned a lot. I'll have to think about your suggestion.
I have dreamt of making love to you all night, too, night after night. I can't
imagine anything more wonderful. But I am married and I'd like to think I take
my vows seriously.
Goodbye.
Debbie x"
Well! This was quite unexpected. She was lusting after me, too! If I played my
cards right, I'd have my fingers and maybe more inside her within the next 20
minutes. There were possibilities in her use of the phrase 'I'd like to think I
take my vows seriously.' Not 'I take ...' I knew I could exploit that. But how?
As it was a hot day, all I was wearing was a pair of overalls, with no shirt and
no underpants either. I could just whip the overalls off and be naked in front
of her. No, too brash, she'd just run. I feared that the adrenaline rush was
clouding my judgment. Quickly, now. It was only a short note, so I couldn't
pretend I was taking ages to read it. I decided to play it as it came, with no
set plan. That way I could be more flexible in my responses.
I glanced over at her. She was looking down at her feet. God, she was so cute! I
made my mind up that the moment she said 'No' or 'Stop,' I would do the
gentlemanly thing, but until that point, I was going to go for it. With my eyes
glued to her face, looking for some clue or reaction, I said, "Well, this is
certainly unexpected. I acknowledge you for having the courage to bring the
letter over to my place, and then to come inside when you knew I was here and
would read it. It's kind of exciting to think that we're both so attracted to
each other, isn't it?" She didn't speak or move, so I went on. "There's one
thing in your letter that has me a little curious, Debbie. You say you'd like to
think you take your vows seriously. You don't say that you actually do take them
seriously." Easy, now, this is the critical moment. "If you do take them
seriously, why are you still here? If you don't, I have the same question: Why
are you still here?"
Sheesh. This was about the most convoluted seduction spiel I'd ever made. I
wasn't sure if I could keep track of it myself! She looked up from her feet,
turned her head to me and said quietly, "I don't know. I do know I shouldn't
stay, but I can't leave. Not yet."
Keep going, Joe, she hasn't said no yet. We weren't quite at the point of no
return, one way or the other. She needed a little more softening up. Time for a
move. "Well, I think I know why you're here." I reached over and with the back
of my right hand touched the outside of her leg a few inches above the knee. She
seemed to shrink from the touch momentarily - I thought she might be about to
slap me - but then she pressed back against my hand with her leg, fairly
forcefully. She wasn't pushing me away, she was responding. Yes!!! Thank you,
God! I got her!! I started stroking her leg, now, instead of touching it, and
then I shifted down the sofa till I was sitting right beside her.
With my left hand I reached up to her face and turned her head towards me. Very,
very slowly I moved in for a kiss. She looked at me with big eyes and whispered,
"I shouldn't stay, Joe." She didn't pull back, however.
"You are, though," I whispered back, and gently kissed her on the mouth, a
series of short meetings of lips, each with our mouths slightly wider open than
the previous one, each a little longer than the last. I slowly gave her a little
more tongue, and in a minute we were kissing pretty passionately. Oh, yes. This
was going to be really good. We were going to fuck, I knew it. I knew I couldn't
mess this up now. Patiently, though, don't rush it, just reel her in nice and
easy. In anticipation of the pleasures to come, my cock had gotten semi-erect,
but the bagginess of the overalls meant that for the time being she was unaware
of it, luckily. I didn't want to frighten her away. I moved my hand down to her
breast.
"We shouldn't, Joe," she said.
"We are, though," I replied, giving her tit a gentle squeeze. It was so
wonderfully firm! She didn't stop me, so I started to rub it. I could feel her
nipple hardening under her clothes. Impulsively I put my tongue in her ear and
started licking it fairly hard. It tasted bitter, but she really liked that,
gasping, wriggling, moaning.
"Oh, Joe, that drives me nuts! It feels so good." I noticed that her legs had
parted a little, so decided it was time to make another move.
"You know, I'm not really sure when my sister and brother-in-law are going to
get home, so maybe we should get ourselves a little privacy in my room instead
of having them find us on the sofa." The walls were paper thin, so if they did
come home, whatever we'd be doing wouldn't exactly be private, but at least they
wouldn't see us. I stood up, took her hand, pulled her to a standing position,
and walked over to the door of my room.
"We shouldn't, Joe," she said. By way of response I opened the door for her with
a gallant little bow. She went in and sat on the very edge of the bed. It was
time to make my intentions perfectly clear. I unclipped the suspenders on my
overalls, with a flourish threw them back over my shoulders, and let the pants
fall to the floor. I stepped out of them, stark naked. My cock was hot, big,
almost fully hard. She gasped, but her only movement was to open her legs a
little and put her hand in her lap. "Oh, my God, Joe!" She couldn't take her
eyes off my boner. "Oh, my God, Joe," she said again. "It's even more beautiful
than I had imagined." She sat still, her mouth open a little, flushed, now
alternating her glance between my dick and my face. I couldn't tell if her
complete passivity was for real or if she was teasing me a bit, but after a few
moments I twigged that she was expecting me to take the lead every step of the
way. She had done her bit just by showing up.
Although there is something incredibly sexy about one person being fully clothed
and the other naked, I really wanted to see her body and get my hands on her
flesh, so gently I pulled her to her feet. "Let me undress you," I said,
expecting her to whisper 'We shouldn't, Joe.' But she stayed silent. I reached
behind her, undid the buttons down the back of her top, and slid it off her
arms. Her bra was white, lacy, and had a tiny light blue decorative bow in
front. It pushed her breasts together enough to make a small but quite heavenly
cleavage. I could hardly wait to suck on those tits. I moved down to her Capri
pants, undid the button and the zipper, and slid them down over her hips and to
the floor. Her panties matched the bra. I held her hand while she stepped out of
the pants. Her skin was absolutely flawless, honey-colored, smooth, soft, with
very pale, very fine hairs on her arms and belly. I was incredibly turned on.
Her curves were just the prefect proportions.
As I reached behind her again to unclasp her bra, she said, "We shouldn't, Joe."
"I know, but we are." The hook and eye came undone quite easily and as she held
her arms out for me to take the bra off, there were her tits in plain view. God,
they were gorgeous, curvy, firm, just perfectly shaped. Her nipples were small,
very pink, made for sucking on. Somehow I resisted the temptation to start doing
that there and then. All in good time, I figured. Nearly there now. I slid my
hands down the sides of her torso and rolled her panties down. As they cleared
her hips I got my first glimpse of her mound. Her pubes were silky-looking, pale
blonde at the extremity of her bush, smoothly darkening toward her clit, where
they were a rich chestnut brown. I wanted to fuck her so badly, and I was about
to. Thank you, God! I squatted down in front of her to help her step out of her
panties, and kissed her lightly just below the belly button. She giggled. "You
have a magnificent body," I said. "It's even more beautiful than I had
imagined." I deliberately echoed her words about my dick. "I'm really excited."
I gently butted her belly with my head, and she sat back on the bed. "Lie down."
"We shouldn't, Joe." We both knew that this was a pretty weak attempt to stop
what was by now inevitable.
"I know, but we are. Lie down." She did so, and I picked up her leg and started
kissing the inside of it down by her ankle. I quickly moved up to her knee, and
then to the inside of her thigh. The soft flesh there is always one of my
favorite places on a woman. I could smell her cunt and my dick was so ready to
fuck.
As I approached her pussy, she said, "Joe, don't, please." My heart fell. I
thought she was about to tell me we were through. "My-I don't really like it.
Let's just do other things." No problem, I was quite happy to forego eating her
if she didn't want me to. There were enough other places to kiss her, after all.
I let go of her leg and clambered up on to the bed beside her. We lay on our
sides, kissing, and with my left hand I caressed her body, moving ever closer to
her sex. Slowly, gently, I moved around her belly, her thighs, her butt, passing
my hand over her quim but not touching it. She pushed her hips up towards my
hand, seeking cunt contact. I moved my mouth away from hers down toward her
breasts. Her nipples were nice and firm, rubbery, chewy. I bit down gently on
one and she moaned. As I finally slid my fingers down over her very wet slit and
into her honey box, she moaned louder. I pushed my hand up inside her fairly
firmly, and she moaned louder again.
"Debbie, I've been dreaming of this for so long. I can hardly believe it's
happening." As my fingers rotated on her g-spot she started squirming and when I
stuck my tongue back in her ear I thought she would fall off the bed, she was
thrashing around so much. I quieted her down by removing my tongue, and rolled
on top of her, ready to fuck.
"I'm on the pill, so you can cum inside me," she said. Just what I wanted to
hear. She lay back with her knees up and I positioned myself over her. My cock
was rock hard and needed no guidance from a hand. I pushed the head up against
her lips and gently slid in all the way in one sublime, long thrust. She opened
her eyes very wide as I began pumping in and out of her glorious little cunt.
Oh, God, did she feel good. She was really tight, giving my cock a nice firm
massage, in and out, in and out. I love fucking women who are married to someone
else; the fact that they know they shouldn't be doing it with me just makes it
all the more pleasurable. After a little while I knelt up, pulled her hips up,
and held onto the underside of her thighs so she had just the top of her back,
her shoulders, and her head on the bed. She was small enough to make this pretty
comfortable, and it gave me the most wonderful view of my dick disappearing into
the rich folds of her pussy. She was making the sweetest little gasps and moans,
looking up at me and smiling.
After a few minutes of this, between gasps she said, "Lie me down again, Joe."
She started rubbing her tits in a circle and pinching her nipples a bit. Her
cunt was so wet and luscious I knew it wouldn't be long before I came, but I
wanted her to first. I propped myself on an elbow, reached down, and started
stroking her clit very gently, round and round in tiny circles. "Oh, God, you're
going to make me cum!" I started fucking her faster, all the while feather-light
with my fnger on her little rosebud. "Oh, God, Joe, I'm gonna cum. Ahh, aaah,
I'm almost there. Oh, please, yes." I stuck my tongue back in her ear and that
sent her over. She screamed and rode me up and down like a horse on a carousel.
I'd never experienced the kind of incredible thrusts that were suddenly erupting
from deep inside her. I was sure that she was going to writhe right off me, but
somehow she stayed impaled as her hot juices gushed down over my cock, seemingly
for minutes on end. Her whole body was flushed red. As her movements gradually
subsided into squirms and she caught her breath, I took my finger off her clit
and my tongue out of her ear, and went to work on her cunt in earnest with my
dick. It didn't take long. I stretched my legs out to get good torque and
hammered into her. As the cum came rocketing up into her willing pussy, I
silently looked into her eyes which were open wide; she looked surprised,
almost, at the power of my orgasm.
I collapsed on top of her and after a few minutes of gentle motion while my cock
resumed its normal size, she suddenly said, "Oh, Joe. I must go. I shouldn't
have stayed. I'm sorry."
"There's nothing to be sorry about, sweetheart," I said. "You're gorgeous, you
think I'm gorgeous, we said so with our bodies and had a fantastic time. That's
all." She wriggled out from under me and quickly got dressed. She was upset and
I was really hoping she wouldn't start crying on me. We'd had a great fuck. Why
spoil it?
"Don't tell anyone about this, Joe, OK?" she pleaded as she stood by the bedroom
door, fully clothed, ready to leave.
"Sure. Your secret is safe. See you on TV, I hope. Remember my advice." And she
was gone, leaving a sweet memory, no regrets for me, and a wonderful smell of
cunt juice that my brother-in-law remarked on when they got home a couple of
hours later.
That was abut four years back. A couple of weeks ago I was reading TV Guide, and
there on the Soaps page was ... her picture. She had done it! She had taken my
advice and gone into acting. Debbie Mason had been nominated for a Daytime Emmy
for playing an ingenue in some crappy daytime soap and was just as cute as ever.
Nice to know that I'd fucked a starlet on her way up.
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