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Categoría: Orgías

UNA ORGIA NECESARIA

Hay cosas y situaciones en la vida de un hombre que de verdad no valen la pena ni comentarlas pues podrías convertirte en el hazmerreír de todos los que te conocen, pero en esta oportunidad, aprovechando que esto es totalmente anónimo y puedo escribir a mis anchas sin preocuparme del que dirán los demás, me atrevo a contarles mi historia.
Cuando conocí a mi esposa ella tenía 19 añitos y yo 55, al principio todo marchaba a las mil maravillas pues mi vitalidad respondía a todos sus reclamos, no teníamos hora para meternos en la cama a follar, lo hacíamos hasta varias veces en el día, pero los años han ido pasando, mis fuerzas comienzan a agotarse, hoy ella está en la flor de su vida, recién acabó de cumplir los 30 y yo ya tengo 66. Nuestras relaciones sexuales se han ido espaciando poco a poco, de verdad que ya no siento los mismos ímpetus que antes y me cuesta bastante trabajo lograr una buena erección por más que ella se esfuerza en lograrlo. Las veces que lo logra no dura por mucho tiempo y casi siempre me vengo antes de que ella llegue a su primer orgasmo, teniendo la mayoría de las veces terminar haciéndose una buena paja.
Mi querida Raquel no obstante esta situación me ha resultado ser la mujer más fiel que he conocido en la vida, incapaz de traicionarme ni con el pensamiento, en varias oportunidades, ni por celos ni por dudas la he puesto a prueba dejándola ir sola a algunas fiestas o actividades con sus amigas y a pesar de que muchos hombres se le han acercado ni siquiera les ha dirigido la palabra. Todas nuestras amistades comentan sobre su fidelidad hacia mi, lo que me hace venerarla y adorarla con la misma intensidad de los primeros días de casados. Se que en su interior ella sufre con esta situación, pues lo ha comentado con una de sus más íntimas amigas que también lo es mía bajo el juramento de no decírmelo para no hacerme sentir mal ni perjudicar nuestras relaciones.
El día de su cumpleaños dije le haría un lindo regalo, ella como siempre no estuvo muy de acuerdo pues no le gusta que yo ande tirando la plata en regalos. Le expliqué que mi intención era llevarla a cenar a un restaurante y después iríamos a la disco, la idea le pareció formidable pues hacía ya algún tiempo no salíamos a ninguna parte. Le pedí que para la ocasión vistiera sus mejores galas, un vestido blanco muy corto y sexy, pero que no se pusiera medias ni pantys, quería que luciera muy exótica, el toque final lo daría unos zapatos de tacos muy alto que tiene que la colocan a mi altura.
En el restaurante me fijé como varios hombres, aún acompañados por sus respectivas parejas no le quitaban la vista de encima, podían verse claramente sus hermosas y bien torneadas piernas y parte de sus muslos, el escote delantero del vestido contribuía a realzar su bella figura. En particular había un mozo de muy buena figura y presencia sentado en la barra del bar que solo le quitaba la vista de encima cuando cruzábamos nuestras miradas. En lo adelante no le quité la vista de encima vigilando cada uno de sus movimientos, mi mujer no había ni reparado en su presencia pues solo hacía mirarme, decirme cosas dulces y acariciar mis manos.
El joven se levantó de su sitio y se dirigió hacia el sanitario, también me levanté y fui detrás de él. Mientras el orinaba me situé frente al espejo y comencé a peinarme dando tiempo que saliera. A los pocos minutos se situó al lado mío frente al espejo y cuando me vio trató de salir lo más rápido posible del lugar, sujetándolo por un brazo le pedí hablar con él un instante. De su boca comenzaron a surgir ni se sabe que cantidad de excusas por haber estado observando a mi mujer, pero me confesó que le llamó bastante la atención por su porte y delicadeza. Me pidió no hacer de aquello un escándalo pues el tenía una buena posición social y no le convenía verse involucrado en ningún problema de esa índole. Logré que el joven recobrara su calma, le expliqué que esas no eran mis intenciones, entonces se dispuso a escucharme muy atentamente. Me pareció una persona noble, seria y discreta en quien se podría confiar y decidí contarle mi situación. Poniéndome una mano sobre el hombro me dijo que verdaderamente lo sentía, pero con una mujer así parte de la vida estaba reconfortada.
Pasé a explicarle entonces que no era por mi, sino precisamente por ella, que me daba lástima su situación y sus reiteradas insatisfacciones sexuales, que como regalo de cumpleaños, quería que esa noche fuese feliz. El joven me miraba un poco extrañado porque no entendía el sentido de mis palabras, no quise ahondar más en detalles y le pedí si no le parecía mal nos acompañase en la mesa. El aceptó con sumo placer y salimos juntos del sanitario, al llegar a la mesa se lo presenté a mi esposa como un compañero de trabajo que hacía poco tiempo estaba con nosotros, ella lo saludó afablemente y agradeció su compañía. Mientras terminábamos de cenar surgieron varios temas de conversación que giraban casi siempre sobre los negocios, el joven era bien ducho en esa materia. Podía percatarme como por instinto sus ojos iban directamente al escote de Raquel, en una de esas mirados su mirada su cruzó con la de ella y sus mejillas enrojecieron de rubor.
Cenando y hablando dos tomamos tres botellas de un buen vino que ofertaba el restaurante. Cerca de las once de la noche le propuse continuar con nuestro plan de ir para la discoteca y ella que ya lo esperaba me pidió retirarnos. Aproveché la situación y le pedí a Roberto si no tenía algún otro plan para la noche continuara acompañándonos pues la estábamos pasando muy bien en su compañía, de inmediato busqué apoyo en Raquel y también ella le pidió continuase con nosotros si no tenía otro compromiso.
Llegamos a la discoteca y procuré con el mesero un lugar lo más apartado posible y donde la luz no nos molestara mucho. Nos buscó un lugar perfecto para mis planes, apenas podíamos vernos unos a otros excepto cuando cruzaban por el lugar los destellos de las luces ubicadas en el techo de la pista de baile. Para beber solicité trajesen una botella de ron con algunos refrescos y hielo. Preparé una primera ronda de tragos para los tres encargándome de cargar con bastante ron el de Raquel, al primer sorbo hizo una mueca diciendo lo fuerte que estaba aquello, le dije que eso era solo el primero, los sucesivos no le causarían ese efecto. No tardó en beberse el contenido de aquel vaso y como mujer joven al fin me pidió bailar un poco, traté de excusarme con ella por el tipo de música bastante estridente que había, con el argumento de que era su cumpleaños me obligó a ponerme en pie y bailar con ella, le pedí entonces quedarnos allí mismo frente a nuestra mesa para no hacer papelones delante de todos.
Poco a poco me fue enseñando como bailar aquello y a duras penas pude aprender algunos pasos, las piezas venían una detrás de otras sin hacer ni un segundo de receso, solo nos deteníamos para acercarnos a la mesa beber un trago y continuábamos, ya Raquel estaba bastante mareada, incluso había abandonado sus zapatos argumentando que le molestaban para bailar. En dos o tres oportunidades tuve que sujetarla fuerte pues iba de caída, eso le provocaba mucha risa. Le dije que habíamos hecho venir por gusto a Roberto, pues estaba aburrido el solo en la mesa y nosotros bailando sin cesar, pensé que de esta forma haríamos un alto en el baile y descansaríamos un poco, pero ella en las condiciones que estaba, que lo único que deseaba era divertirse y continuar bailando se acercó a él lo tomó por un brazo y sin mediar palabras lo haló hacia nuestra compañía. Roberto, joven al fin comenzó a bailar con nosotros y de verdad que lo hacía muy bien. Había unos movimientos en el baile donde las parejas se pegaban bastante y daba la impresión que follaban allí de pie, Raquel se me pegaba y hacía como el resto de las parejas, con las manos por encima de sus hombros hice señas a Roberto que se pegara a ella a bailar, el poco a poco se le fue pegando, teníamos a Raquel en medio de los dos con aquellos movimientos locos, sentía como frotaba su concha contra mi verga por momentos y después se separaba moviendo sus nalgas contra la polla de Roberto, sin querer o sin darse de cuenta estaba entrando en mi juego.
Mis manos rodeaban su cuello y las manos de Roberto sostenían firmemente su cintura, apretándola contra él cuando le llegaba el turno. Acercándonos a la mesa volvimos a servirnos otro trago y continuamos con el baile. Pase mis manos por las tetas de Raquel y tenía los pezones duros como piedra, busqué ahora las manos de Roberto y las coloqué sobre sus tetas para que apreciara aquello tan formidable. El se daba el gusto de la vida con aquellas tetas tan firmes de mi mujer mientras no dejaba de recostarle su verga en las nalgas, ya Raquel casi no se recostaba a mí, estaba dedicada por entero a Roberto en sus movimientos. Las manos de Roberto ya se habían encargado de acariciar las nalgas de mi mujer mientras la besaba por el cuello.
En un momento inesperado Raquel pidió sentarse para descansar un poco, de lo mucho que me alegré pues tenía los pies como dos brazas de candela. Sentados a la mesa bebimos otro trago y Raquel pidió que nos marchásemos de aquel lugar pues hacía mucho calor. Mi plan obviamente no había dado resultado y nos marchábamos sin lograr mi propósito. Cuando salimos de la discoteca Roberto vino a despedirse de nosotros, mi mayor asombro estuvo cuando Raquel le decía que habíamos salido de allí, pero que la fiesta por su cumpleaños no había terminado aún, que todavía era temprano. Estando todos de acuerdo en eso comenzamos a proponer lugares donde ir, pero ninguno acomodaba a la homenajeada, entonces de pedimos que ella decidiera, optó por ir para nuestra casa.
Al llegar me pidió preparara otros tragos como los de la discoteca mientras ella se encargaba de poner la música, mis oídos no daban crédito a lo que escuchaban, era la misma música de la discoteca. Después de beber el primer vaso pidió que continuáramos bailando como lo estábamos haciendo allá, yo también me quité los zapatos. Poco a poco fuimos cogiendo el mismo tono de baile y los mismos movimientos frenéticos de antes. Pensé en esos momentos que era la hora de todo o nada, le pedí se quitara el vestido pues estaba muy sudado y no demoró en dejarlo caer a sus pies mostrando sus hermosos senos erguidos y con los pezones bien duros, quedaba vestida solamente con su finísima tanga. Roberto jugaba con sus pezones mientras la besaba por el cuello y los oídos, ya comenzaban a sentirse algunos suspiros que escapaban de su garganta, me apresuré en quitarme la ropa y pedí a Roberto que lo hiciera también, que no tuviese pena en hacerlo.
Cuando Roberto se quitó el pantalón no llevaba nada más puesto debajo, por lo que su verga salió disparada como un resorte, a diferencia de la mía que apenas lograba endurecerse. Raquel se sacó la tanga y quedamos allí los tres completamente desnudos bailando al compás de aquella enloquecedora música, volvimos a pegarnos los tres para continuar bailando. Roberto prosiguió con sus caricias y noté cuando sus manos separaban las nalgas de mi mujer y le metía su verga en la chocha desde atrás. Cesaron los movimientos alocados de Raquel para cambiarlos por unos rítmicos círculos de su cintura a la vez que empujaba hacia atrás. Discretamente me separé de ellos, tal era su excitación que ni se percataron de ello. Cambié la música por otra un poco más suave. Roberto la estaba disfrutando como se merecía y ella aceptaba su oferta.
Parado en una esquina de la sala contemplaba como Raquel disfrutaba aquel momento. Cuando abrió sus ojos y me vio parado observándolos se separó de Roberto y vino hacia mi y abrazándome me dio unos cuantos besos. Le pedí que regresara donde Roberto, que eso era parte de mi regalo. Roberto comprendiendo la situación se acercó a nosotros y tomándola por la cintura la separó de mi volviendo a clavarla por detrás. Ahora fueron directamente a la alfombra, ella boca abajo con sus nalgas empinadas dejaba que se la metieran hasta lo más profundo, daba golpes en la alfombra con sus puños cerrados y gritaba se la metiera hasta el fondo, el joven la arrodilló para más comodidad y era increíble de la forma que la bombeaba, ella gemía, suspiraba, gritaba hasta tal punto que nuevamente volví a poner aquella música estridente y subir el volumen casi al máximo para no ser escuchados desde la calle.
--¡Cójeme el culo por favor, cójemelo como hacía mi marido!—, Roberto no dudó en obedecerla y su verga se abría camino por aquel culo que tantas veces yo había disfrutado, lo bombeaba una y otra vez. Raquel estaba insaciable aquella noche, mientras más le deban más quería. Algo sorprendente comenzaba a suceder, mi verga se estaba endureciendo y de una forma como hacía tiempo no me sucedía. Apurándome no fuera a recogerse de nuevo me coloqué debajo de Raquel con bastante dificultad para no interrumpirlos y mientras Roberto la bombeaba por el culo mi verga entraba por su vagina bien mojada. Formidable la doble penetración que le estábamos propinando, Raquel gritaba cada vez más de placer, se retorcía y su cintura giraba en todas direcciones, jamás la había visto tan frenética y excitada.
--¡Denme toda su leche…ahora que voy a venirme, asi…asiiiiii…. asiiiiiiii…yaaaaaaaaaaa coño, ya me estoy viniendo, cojan leche par de maricones, cojan mi leche bien calientita!!!—, Roberto también comenzaba a dar gritos de satisfacción, la metía y la sacaba con más fuerza hasta que se vino en el culo de mi mujer, esta al sentir la leche de Roberto penetrar por su culo se volvió como loca gritando y dando golpes en la alfombra, aquella situación había logrado que mi verga se mantuviese dura y pude tener una feliz y abundante corrida en el coño de mi mujer. Empapados de sudor los tres rodamos por la alfombra buscando un poco de aire fresco y quedamos allí tendidos por un buen rato.
Increíblemente mi verga aún se mantenía erguida, toda aquella morbosidad había resultado como una especie de medicina para mi problema, Raquel se me acercó y al verla comenzó a besarla y acariciarla. Me dio las gracias por tan formidable regalo confesándome lo mucho que necesitaba hacerlo, pero por nada del mundo hubiese sido capaz de traicionarme. Lo hizo porque yo me encontraba presente y había sido el autor de aquella pequeña orgía, pero que de verdad hacía mucho tiempo lo necesitaba. Recostada a mi, con una pierna por encima de la mía nos mantuvimos un rato descansando, hasta que Roberto se unió nuevamente a nosotros, con su verga restablecida y volvió a colocarse detrás de Raquel recostándole la verga a sus nalgas.
--¡Ha sido una noche increíble, que clase de mujer más fogosa tienes!—, Su verga buscaba nuevamente la chocha de Raquel y la muy zorra levantaba la pierna que tenía apoyada sobre mi para facilitarle la entrada. --¿Te la vas a follar de nuevo?—, le pregunté a Roberto, el solo asintió con la cabeza mientras acariciaba las nalgas de Raquel, comenzaba nuevamente a meterla y sacarla de aquella vagina caliente y aún chorreante de mi leche, Raquel se estremecía por completo ante cada una de sus embestidas. Su boca buscaba la mía y nos enlazamos en un largo beso hasta que la excitación la obligó a separarse, me pidió le chupara las tetas y la besara mientras se colocaba boca arriba con sus piernas bien separadas, Roberto volvió a clavarla, se la metía y se la sacaba de una forma descomunal, Raquel me apretaba con fuerzas gozando aquellas embestidas.
--¡Esto si es gozar amor mío…nunca habría podido ocurrírsete un regalo mejor que este!—, --¡Gózalo amor mío, disfruta tu regalo de cumpleaños…hace tiempo se que eres una mujer insatisfecha y quiero recompensarte todo ese tiempo…--. –¡Dame duro Roberto, métemela hasta los cojones, sácame toda esta leche que tengo dentro…así…dame duro maricòn que te estás aprovechando de una pobre mujer necesitada…gózame así…asìiiiiii….¡que rico madre mía…que rico lo que estoy sintiendo…voy a explotar…no pares coño…no pares…quiero que me lo dejes en carne viva pero no pares…¡Voy a venirme otra vez…dame tu leche Roberto, lléname completa, asi que me vengo…así coñooooooooo…..me vengooooooooo. Ahora abrazaba a Roberto con furia, buscaba su boca desesperadamente, sus lenguas iban y venían de una boca a otra mientras sus leches se unían en el interior de mi mujer.
Era una escena formidable, hasta tal punto que mi verga se mantuvo erecta todo el tiempo contemplándolos y terminé por hacerme una paja derramando la leche sobre el pecho de mi mujer, ella se la restregaba por todo el cuerpo y saboreaba sus dedos. Después de un merecido brindis con lo que quedaba en nuestros vasos decidimos ir a bañarnos para refrescar un poco. Raquel quiso que lo hiciéramos los tres juntos y así lo hicimos, ella se encargó de enjabonar y limpiar bien nuestras vergas, después entre los dos le dimos un buen baño y la secamos, la cargué hasta la sala y la deposité sobre el sofá.
Sentados todos en la sala y con nuestros vasos llenos nuevamente comenzamos a platicar sobre la experiencia vivida esa noche, Roberto no cesaba de asombrarse pues nunca había imaginado una cosa así. Raquel por su parte no cesaba de darme las gracias por tan hermosos momentos. Yo solo pedí a ambos una absoluta discreción prometiéndoles que pronto volveríamos a hacerlo, pero que ese sería nuestro secreto. Poniéndonos en pie con el vaso en la mano los levantamos en alto y juramos por la más absoluta discreción. Después los tres nos abrazamos dimos cada uno un beso a Raquel y nos sentamos nuevamente a continuar charlando…
Datos del Relato
  • Autor: Plastilina
  • Código: 4806
  • Fecha: 15-10-2003
  • Categoría: Orgías
  • Media: 5.06
  • Votos: 128
  • Envios: 37
  • Lecturas: 2932
  • Valoración:
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Eduardo
invitado-Eduardo 20-07-2020 05:29:45

Ojala ubiera yo podido hacer esto.. los trios son sublimes

ANFETO
invitado-ANFETO 15-10-2003 00:00:00

El viejo que con joven se casa bien a ciencia cierta lo sabe: que ella le honrará en su casa, pero fuera... ¿quién lo sabe...? ("Una orgía necesaria", de Plastilina)

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