Sexy Calamidades vivía en una época donde la elegancia, las formas y los modales eran una prioridad para que una señorita prosperará en un mundo reinado por una sociedad de doble moral. Que ella bien conocía, pues mas de una vez, tras la murga moral de aquellos que en apariencia eran perfectos, acaban hundiendo sus mas preciado tesoro entre las piernas de Sexy, para poder justificar su estupidez.
Sexy compartía la casona de su tía difunta con Pedro, un muchacho de piel esculpida, de ojos profundos de mirada triste, Un día tomando te, Sexy volcó todo una caja de pasteles sobre Pedro, culpable de su despiste, le invito a te, desde entonces eran inseparables, como dos hermanos unidos por la lucha.
La casa era casi un museo, lleno de recuerdos, muebles de una grandeza olvidada en el hilo palpitante del tiempo, que solo dejo un legado de suculencia, y una opulenta veracidad. En el piso de arriba tras unas escaleras majestuosas, casi en forma de caracol estaba su habitación de decoración densa de otra época como el resto de la casa el mismo resplandor le envolvía dejando a su verdadera profesión dormida en el resquicio de la puerta. En su refugio una princesa inmaculada que desborda belleza y desprende un moribundo y nostálgico interior, que se arrastra para no ser vista, se disfraza al salir al exterior.
Los rayos de la tenue luz de la mañana invernal, era testigo del lanzamiento seguido y nervioso de una mujer insatisfecha y caprichosa que solo quería alegrar su silueta.
Pedro se había refugiado en una de las esquinas de la cama Pink su puadle francés.
-Querida, ¿Es necesario tanto alboroto? mientras alzaba las manos en el aire para coger en el aire, la lencería de sexy, doblándolo curiosamente y colocándolo ordenadamente sobre la cama. – Sexy, ya esta bien, las mujeres sofisticadas no tiran su corsetería por la alcoba, son mas practicas, se arreglan y encargan mas, querida.
Sexy ya exhausta, le miro con ojos desafiantes diciendo, pero bueno, porque no se me habrá ocurrido esa idea antes.
Pedro con gran destreza había colocado todo la corsetería en sus cajones pertinentes, en la cómoda isabelina, la verdad, es que Pedro era como un ángel de la guarda para Sexy. Aunque el muchacho de poco mas de 20 años se Moria por Sexy, cada milímetro de su piel era motivo de alabanza, mas de una ocasión se había despertado perdido en su mirada, desatando su imaginación que a veces se colaba por el gemido inconsciente de un sentimiento que cada día que pasaba era mas complicado de enmascarar.
El era conciente que una Señorita como Sexy, nunca le tendría en consideración, pues su edad era uno de los grandes obstáculos, y el hecho de que todavía cabalgaba hacia la hombría completa.
Escogió modelito para la diva, que ya perfumada encorsetada y con sus medias bien sujetas a la liga se disponía a vestirse.
Ya en la calle principal, contoneando sus caderas, marcando el paso con sus estílelos, su cabellos danzaban bajo su sombrero, todo sus movimientos era sugerentes y ella lo sabia.
Pedro siempre le recriminaba, sugerente querida, no vulgar, así podrás beber de las copas mas finas, siempre discreta, siempre profesional. Sexy soltaba una carcajada, y le susurraba al oído de Pedro eres un viejo en la piel de un niño.
A sexy le encantaba pasearse por los grandes almacenes Hardstone, podías encontrar todo lo que una mujer sofisticada necesitaba, lo que le preocupaba a Sexy era el hecho que el corsé que ella quería quizás no existiera, lo cual tampoco suponía un gran problemas pues, siempre podría encargarlo, elegir las telas, diseñarlo haciéndolo único.
Tras un mostrador artesanal de marcos de madera, y de cristal reluciente, le sonreía una señora de mediana edad, muy elegante. Sexy se quedo sin palabras cuando cruzo miradas con ella, era como si la conociera, si su perfume le fuera conocido y le hacia que sus largas piernas temblaran de excitación. Su mente, volaba, ella de repente se encontraba detrás de la espesa aterciopelada cortina que colgaba detrás de la Dependienta.
Sentía como el aliento y la piel de la dependienta recorría su espalda mientras que la desataba el corsé que llevaba puesto. Con delicadeza colocaba sus finos dedos tras las cuerdas rozando su sonrosada piel.
Hasta que, ya suelta, gira a Sexy para encontrarse con una mirada devoradora, dotes de picardía, al levantar la prenda, saca su metro para cogerle la medida.
-No sabia que para cogerme las medidas habían que hacerlos desnuda, querida.
-Jadeo Sexy.
-Así es más personal, mas intimo, y no hay barreras. ¿No crees?
Mientras cogiendo las medidas de su contorno, la lengua de la dependienta de perdía, en los pezones de nuestra amiga. Sus manos se alzaron en busca del valle perdiéndolo, y sus bocas formaron un perfecto oasis de excitación…mientras que sexy se sentó sobre la butaquita del vestidor, Mariana, descubría un mando. Detrás de las puertas del armario de espejos que estaba allí, salía una especie de mesa, donde se amarraba en cruz, Mariana, tenia un látigo suave de varias puntas, que con suavidad le daba en los caches de Sexy , hasta dirigirla sobre su cruz de metal. Des pues de atarla…entero su boca en el clítoris de sexy la cual grito, metió dos dedos en un coño que goteaba, -umm, esto hay que dilatarlo mas, con el mando en la mano giro a sexy de forma que su coño estuviera de cara a la pared. Dio otro clip, descubriéndose un artilugio con una rueda de consoladores de todos los tamaños. Mariana se coloco sobre Sexy, metiendo su coño en su boca, presionándolo sobre sus labios. Mientras que de la rueda de consoladores, se desplazaba uno de un tamaño considerado, redondeado, formado como de bolas endurecidas, vibraban, se movían. La cruz se abrió, para estirar mas la apertura de esa cueva maravillosa que casi echaba vapor…Mariana le había cubierto la boca, así sus gemidos gritos se ahogaban en la bola de algodón colocado en su boca.
-Quiero meterte mi puño, sentir como te corres sobre ella…
Pedro, se dio cuenta que sexy había vuelto a su mundo de fantasía, sabia que donde estuviere, iba a ser intenso aun así sin mostrar interés alguno. Es mas, era divertido ver como la dependienta chapurreaba a una figura, de mirada perdida que yacía inerte y ausente en esta dimensión Su figura esbelta y alta se desplazo a un segundo plano, se acomodo en uno de los cómodos sillones dispuestos para los maridos, o acompañantes que no disfrutaban con el arte de las compras. Para apaciguar sus nervios o agobio. Se les invitaba a un te con pasta para que su espera fuera menos pesado. Su fantasía era rota por un dolor agudo en el omoplato, como un pellizco del aburrido Pedro, que la hacia aterrizar casi sin aliento en la realidad, sonrío con una mirada de secreto palpitante, recobro la destreza.
Antes de que la dependienta pudiera gesticular una sola letra, Sexy, empezó a divagar.
-Tenía en mente un corsé, que evidentemente me realzara mi cintura, con enganches fuertes para mis suspensores. Pensé en una tela resistente pero con clase, elegante pero a la vez llamativo. No quiero un corsé que sea de los colores tradicionales, quiero algo alegre, sensual que no sea un simple accesorio, ¿ si me entiende?
La dependienta, Mariana busco la mirada, de Sexy para asegurarse que podía hacer sus sugerencias, además de acompañarla por todo el almacén recogiendo todo lo preciso para hacer una imagen en un corsé original, que realzara todo lo que realmente importa.
-Lo que usted anhela es un corsé victoriano o quizás con aire francés, eso ya lo iremos viendo sobre la marcha, no tenemos ese tipo de corsetería en el almacén pues pensamos que cada mujer, quiere uno suyo personal único. El secreto de la belleza no solo es el envoltorio que elegimos para exhibirla sino también las partes mas intimas que deben ir envueltos en telas hermosas y sugerentes porque así tu interior se sentirá en paz con el exterior.
Sexy, sonrío a la dependienta, la que con su brazo suavemente invitaba sutilmente a Sexy que la acompañara, calamidades estaba absorta en sus fantasía, probando en su imaginación esa pieza esencial con el toque de los dioses para que cualquier mujer pudiera aunque fuera por unos instantes sentirse como la ninfa mas deseada del olimpo.
Pedro se hundió aun mas en el sillón tras ella, esquivando con su taza de te un bolso de piel que caía sobre sus rodillas y el fular. Se sentía agrio, pero aliviado con no tener la tortura de tener que dar su opinión sobre prendas que jamás podrían acariciar sobre la piel amelocotonado de sexy, suave como la seda virgen, los dedos de aquel amante afortunado se vuelve adicto a su tacto, al aroma de su traje de cumpleaños, hasta aborrecerlo, con el tiempo querer volver a palpar, un efecto que Pedro no llegaba a comprender, al menos hasta ese momento, pues todavía la inocencia imperaba con dificultad por su alma. Las fantasías oscuras, pasiones prohibidas llenas de violencia, ruido y desenfreno. Como resultado una cama impregnada de sudor, que se pega gustosamente sobre las sabanas, seduciendo el aire con fragancias de puro placer.
Sus fantasías todavía iban cargadas de puro amor, de un romanticismo juvenil donde el deseo es una demostración de un acto cargado de sentimientos, que a veces distorsionan e intensifican el origen de dicho placer.
-¿Había pensado en algún color, encaje, o terminaciones? Balbuceo Mariana, la dependienta. Hemos traído de la india unas sedas que son, por no decir, salvajes. Mariana acomodo a Sexy, mientras que chasqueo los dedos a las muchachas que había por ahí.-Sacadme las nuevas telas que recibimos ayer- alzo la voz con tono demandante, dirigiéndose a ellas.
En un pestañear, Mariana, le mostró el primer rollo, que era de azul con un brillo que tornaba la tela de un tono esmerada. Después de otros tonos vivos, apareció la tela soñada, era de un malva suave, dependiendo de cómo se difuminaba la luz aparecían flores del paraíso con tonos más oscuros y mariposas. Era de gran belleza, una maravilla textil, el encaje debía ser negro, no muy compacta, tenia que tener una transparencia sutil, para que se apreciara la otra tela, la puntilla de los bordes debía ser frondoso, quizás se podría poner un belcro para ocasiones especiales incorporarles unas plumas, o una cola mas exótica dependiendo de la ocasión…
Dos semanas mas tarde, mientras se sumergía en las templadas y aromatizadas aguas de su bañera de porcelana que embellecía un baño de cristaleras decoradas con rosas trepadoras que a través de sus colores la luz se tornaba sensual y embriagadora. Los pétalos se pegaban inocentemente a la piel tersa y suave de sexy. Sus pezones puntiagudos sobre salían de las perfumadas aguas, como si huyeran de su no protagonismos. La ducha era la aliada más leal de nuestra desnuda dama, el silencio, la soledad de un baño inundado por la cálida luz de los grandes ventanales, y seducida por los vapores de un baño mágico.
Bajo el agua, desenroscaba el teléfono de la ducha, lo hacia así, como si de un rito fuera. Dejándolo caer en el fondo de la bañera, sus dedos rebeldes, se escurrían entre sus entrepierna, palpando suavemente, un clítoris dormido, que al simple tacto del chorro del agua templada que recorre, como chorro de reconocimiento su coño ya dilatado y un ano con ganas de marcha.
Levanta los pies anclando los en los extremos de la bañera, en su bolsita de baño rebusca nerviosa sus bolas que había comprado en su fugaz visita a Singapur. Con un movimiento suave, entre gemidos, se fue introduciendo poco a poco las bolas, apretaba las paredes de su vagina contra ellas, el chorro del tubo de la ducha, salía con mas presión, sexy se removían de puro placer, con la mano libre se extraía con lentitud haciendo suave movimientos circulares hasta se asomaban por la grieta rehinchada, enrojecida de excitación. De vez en cuando, sacaba el chorro de agua recorriendo sus pechos redondos, parándose unos instantes en sus pezones engrandados, haciendo que el chorro de agua rebotara sobre ellas, gemía, su mente se había escapado con la emoción, desencadena volvía a enterrar el latiguillo, en su pubis, sus manos se perdían, con el juego del chorro del agua, una bola otra hasta que el orgasmo estallo. Tras la puerta, en la oscuridad del pasillo, en un forzado silencio, pegado contra la pared estaba Pedro, se sostenía con una mano sobre la mesa del pasillo, escondido tras el bouquet de flores, Recuperando el aliento, limpiando con su pañuelo los testigos de su tan castigada soledad, volvía su normalidad.
Espero los minutos prudentes para que Sexy se envolviera en su albornoz, para tocar la puerta y ser participe del paquete de los Almacenes Hardstone. La puerta se abrió a una estancia llena de vapor, y una sexy con los mofletes sonrosados y una sonrisa de satisfacción.
Por un instante, su mente recorrió ese baño cada baldosa envidioso de lo que ellos habían presenciado, se paseo por los contornos de la bañera en su vivida imaginación, rota por una voz, estridente, llena de impaciencia…
-Pedro, PEDRO!.-Que?.Venga, no lo abriremos en el baño para que el vapor lo arrugue, y no lo podamos apreciar…
Pedro volvió en si, se sentía culpable por haber sucumbido a su instinto mas básico, una bestia no reconocida, se había presentado ante el. Aun así se recompuso y como un autómata siguió los pasos de Sexy por el pasillo.
El envoltorio con papel de seda, era un detalle que realzaba la belleza de aquella prenda tan hermosa, casi daba pudor removerla para ver que maravilla se escondía tras de el. Con el pulgar y el índice con sumo delicadeza, retiro el papel, para ver una verdadera obra de arte. Se amoldaba como un guante, la tela era de una suavidad sobrenatural, el mismo tacto de ella sobre la piel era ya un redescubrimiento de otros placeres escondidos para los vulgares. Disponía del tradicional cierre con cuerda en la espalda y hebillas en los laterales para moldear la cintura a deseo.
Los bordes vestían una puntilla de seda negra con las mismas flores de la tela, que tras de ellas se escondía belcros para añadir otros accesorios. Era feliz, porque los suspensores se hallaban a la justa altura para que el encaje de la media se asomara solo lo necesario, para que la línea de la costura, realzara sus gemelos.
Ya estaba preparada para su siguiente invitado, que además de caprichoso era difícil de sorprender. Aunque Sexy Calamidades, era capaz de innovar en la rutina mas absoluta, pero no porque lo planeara sino virtuoso despiste desembocaba en situaciones, dispares donde ella siempre, y digo siempre reinaba…