Mi padre salía invariablemente de casa a las 6 de la mañana para ir al trabajo, entonces yo iba y me metía en la cama con mi madre.

Era costumbre desde siempre, mi madre dormía con un camisolín muy corto y sin bombacha ni corpiño, ver su culo hermoso y su peluda concha era lo más natural. Yo me abrazaba a ella y sentía su culo muy pegado a mi verga, que muy pronto estaba dura, la arrimaba a su zanja y allí quedaba quieto sin moverme.

Alguna vez mi madre se movía como acomodándose para que yo empujara, hasta que un día no me aguanté más y comencé a empujar suavemente, entonces ella dice, “por allí no todavía, métela en la concha”.

No creía yo lo que estaba sucediendo, me estaba cogiendo a mi madre, así un buen rato tratando de no acabar y prolongar el placer hasta que fue una explosión de leche dentro de esa concha.

“Ay nene” dijo mi madre, “que acabada te mandaste”, y rápidamente se volvió hacia mi verga y la chupó con ganas.

A partir de ese día lo hacemos casi todos los días, y esto comenzó hace cinco años y espero no termine en mucho tiempo.