Hace tiempo que por miedo a contraerme alguna enfermedad venérea decidí dejar de ser tan putita. “¿Pero cómo hago si me encanta tanto?” pensé. “Ah, ya sé, me compraré un consolador”. Entré a una tienda de juguetes sexuales, y después de mirar todos los aparatos que habían ahí, decidí comprar el más grande. Parecía un pene realístico, pero negro, con unas venas bien hinchadas en la parte de arriba y liso por debajo. La cabeza era un poco más grande que el resto del falo y los testículos parecían chiquitos comparado al gran tamaño del pene.
Al salir de la tienda, había un moreno en un auto que me habló y al acercarme vi que se estaba haciendo la paja. Le dije que no, y me subí a mi auto, pero me insistía tanto que cuando me dijo que por lo menos le dejara ver lo que había comprado, se lo mostré. El consolador era tan enorme que se quedó con los ojos abiertos y me dijo “dale, el mío no te va a resultar problema entonces.” Le volví a decir que no y me fui.
Llegando a la casa donde me estaba quedando me fui al baño y después de ponerle bastante lubricante al consolador, lo paré en el piso y mirándome en un espejo que había puesto detrás de mí, puse la punta del aparato en mi ano. Cuando me metí la cabeza sentí un dolor agudo, y hasta las piernas me empezaron a temblar, pero me relajé y esperé un momento, y poco a poco empecé a subir y a bajar hasta que en poco tiempo me estaba metiendo casi todo el falo entero. Verme en el espejo era algo realmente espectacular. Mis nalgitas blancas, lampiñas, con mi ano estirado al máximo por una verga negra que era tan ancha que hasta sobraba un espacio de dos centímetros al rodearla con mis dedos y que tenía un largo de más de treinta centímetros, hacían un contraste más bello de lo que he visto en muchas películas. Me puse a imaginar cómo hubiera sido haberle dicho que sí al moreno del auto y dejar que él me lo estrenara mientras yo estuviera mamándole la verga. Me emocioné tanto que empecé como a cabalgar super rápido mentiéndolo y sacándolo totalmente, hasta tener un orgasmo fantástico. Después de terminar, quedé mirando a mi anito rojo y dilatado pulsar y contraerse lentamente, hasta que pronto me volví a excitar, y, por lo tanto, volví a brincar sobre ese tremendo falo de hule por casi una hora.
Desde entonces me cojo con él por lo menos una vez por semana. Lo he hecho hasta afuera, en lugares públicos, aunque cuando no había nadie, por supuesto. Me encanta hacerlo en la naturaleza, en el bosque, aunque siempre es conveniente usarlo donde tenga agua para limpiarme al alcance, cerca de un arroyo por ejemplo, por si me ensucio un poco. Cuando lo hago en casa, me encanta hacerlo mirando una película porno, y cada vez que le dan una embestida anal a una actriz, me meto el consolador de la misma manera. Como en muchas de esas películas sacan unas cogidas bestiales, también disfruto igual que las putas de los pornos. Y bueno, por lo menos me saco las ganas sin correr el riesgo de contagiarme con algo.
Hola: lei tu relato y me excito bastante, como me gustaria ser ese consolador y sentir tus paredes anales en mi camote, que no es por dartelo a desear pero es grande y grueso, ojala podamos tener algun encuentro, soy un muchacho sano y no tendras problemas por infecciones ni nada, te mando un beso erotico.