“Pronto verás. Ven conmigo que a tu mujer la van a venir a coger un grupo de diez hombres pingones dentro de un rato. Los mismos del otro día.”
“¿Los que siempre vienen los martes?”
“No, acuérdate que esos nada más son ocho. Los que vienen son esos negros que tardan una hora en acabar y la hacen gozar a tu mujer como ningún otro grupo ha podido. Yo creo que ha de ser por lo grueso que tienen las vergas, ¿no crees? Yo creo que tu mujer fue la primera experiencia sexual que tuvieron muchos de ellos. A parte se la cogen a mil millas por hora. ¿Te acuerdas? ¡Ese sí que es un espectáculo! No sé cómo aguantará tanto, aunque sé que tú también podrías con ellos putita. Acuérdate nada más cómo la volteaban de una posición a otra en un abrir y cerrar de ojos. Mi favorita fue cuando la hicieron caer sobre un pingazo tieso que le entró por el culo hasta que los huevotes del muchacho se aplastaron contra sus nalgas. Más te vale que las escenas que estamos grabando contigo se vendan lo suficiente para que podamos justificar el perdonarles lo mucho que estamos ganando prostituyéndolos.
Y en eso salí al auto con ellos llevando la misma minifaldita que siempre me hacían ponerme al salir a la calle. Al subirme al carro con ellos, me explicaron que el primer desafio consistía en filmar una escena donde habían veinte trabajadores de construcción, todos sudados, sucios y malolientes trabajando en una obra. Yo tendría que entrar y pedirle a uno que me dejara mamarle la verga y al fin de cuentas todos se iban a dar cuenta y pedir su turno.
Al llegar saludaron a unos trabajadores de una obra de construcción y tuve una fuerte sospecha que eran obreros de verdad y no actores. Por lo visto habían hecho algún tipo de trato con ellos así que… empezaron a filmar, Me acerqué a uno de ellos de la manera más sexi que podía y le pedí en voz alta que por favor me dejara mamarle la verga. Se hizo el sordo obligándome a pedírselo tres veces en una voz cada vez más alta.
Cuando la sacó miré que era de buen tamaño y que traía la piel intacta. Pensé que en verdad era una verga muy atractiva y se me paró la mía imaginandome a mi mujer enfrentandose al mismo desafio. Me arrodillé y abrí la boca de una manera sugestiva mientras le acariciaba su palo con la puntita de mi lengua. Jalé la pielcita hacia atrás descubriendo un capullo morado por lo hinchado que estaba. Empecé a darle una buena mamada en la que me perdí totalmente y al abrir los ojos para ver como me caían los chorros de leche sobre mi cara, me fijé que ya todos los obreros estaban ahí viendo. Me dijeron que ya que me gustaba tanto me iban a conceder el deseo de dejarme mamarles las vergas a todititos de ellos. Así que me pasé todo el día mamando verga, y aunque perdí la cuenta, sé que hubieron diez por lo menos que al cansarse de esperar o al ver como levantaba la colita, me dieron uno tras otro por ahí. Ni siquiera tuvieron que levantarme la faldita por corta que era. Me dejaron totalmente embarrado de leche, y para acabarla, empezaron a mear, primero uno y de repente habían más hasta que formaron un círculo que me rodeaba totalmente. Tambien me metían los palos de diversos martillos y cosas por el estilo mientras me hacían pedir que me dieran más duro y que me metieran cosas más grandes. Creo que hasta le hablaban a sus amigos por celular para que venieran a aprovecharse de la situación. Me acuerdo que aun con algo tan tremendo, me sentí super cachondo mirando hacia arriba y viendo tantas vergas enormes echándome chorros de semen y pis. Al terminar uno, llegaba otro a bañarme y hasta me hacían abrir la boca y las nalgas para tratar de atinar.
“Felicidades” me dijo uno de los morenos cuando el camarógrafo paró de filmar. “Pasaste la primera prueba.”
Sin tan siquiera dejar que me pusiera mi ropa me subieron de nuevo al auto y me llevaron a una casa muy lujosa. Me dijeron que pasara al baño y que me tomara una ducha que apestaba. Cuando salí de la ducha busqué una toalla con que secarme, y vi que había una colgada de la manija de la puerta. Pero cuando agarré la toalla, gran sorpresa que me llevé, porque en vez de una manija para abrir la puerta sólo había un hueco de unos 10 centímetros de diámetro, y una verga que prácticamente llenaba todo el espacio. No tenía ni la más mínima idea de cómo era el dueño de ese gran falo, pero me dí cuenta que seguramente era el segundo desafío, así que me arrodillé y empecé a mamárselo. Aguantó apenas unos cinco minutos y estalló con una gran cantidad de leche caliente. Enseguida apereció otro palo venoso atravesando la puerta y aún flácido llenaba una gran parte del hueco de la manija. Cuando se lo empecé a lamber, se puso tan hinchado que el hueco le quedaba chico y se le hinchó más y más por la falta de circulación.
La punta estaba toda morada y se había hinchado hasta hacerse del tamaño de uno de mis puños. Trataba de metérmela a la boca, casi como si fuera un concurso o algo parecido, pero tuve que conformarme lambiéndola y chupándola de un lado y luego de otro. Despues de tirar chorros de leche caliente por doquier, se hinchó aún más, hasta darme miedo de que se le iban a reventar las venas o algo, pero poco a poco se le fue achicando hasta que pudo liberarla de esa prisión. Y siguieron más y más y más hasta que me dolía la lengua y los labios y tenía un montón de jugo de macho en el pelo y en la cara, y no hubo ocasión en las próximas seis horas en que no había otro pene que apareciera instantáneamente, brincando con ganas de meterse a mi boca. Escuchaba música y risas, y había olor a licor, cosa que me hizo adivinar que estaba en algún tipo de fiesta.
Me fascinaba notar que cada una era única, con formas diferentes: puntas que eran lo doble de grueso que el resto, otras que eran lo opuesto, Alguna curviaba hacia la derecha, o a la izquierda, o hacia atrás, o hacia enfrente. Habían algunas que tenían la forma de un arcoiris, y otros derechitos. Cada vez que aperecía otra me parecía una maravilla y tomaba nota mental de cada detalle: ¡cómo le punzan las venas! ¡que sabor tan único! Y así un sin fin de detalles que terminaría adorando con mis labios, garganta, y lenguita. Y sin tener la menor idea de lo feo o guapo que era el hombre.
Después de muchas horas de lo mismo empecé a reconocer algunas que venían para la repetición. Como mis labios y mi lengua quedaron totalmente acalambrados, las comencé a tragar hasta el fondo, y luego las sacaba hasta que casi salían de mi boca y dejaba que me follaran la garganta, y aunque me provocó arcadas en varias ocasiones, hacía que terminaran más rápido haciéndolo así. Hubieron varias veces que la erupción me agarró de sorpresa y sentí como inundaban mi garganta con lechita caliente, luego casi siempre se caían varios chorros como de cuchara sopera, que se agregaban a la mascarilla que ya traía. Hubieron varias ocasiones en las que no pude más y mejor les puse la colita ahí para dejar que mi boquita descansara. De repente ninguno se asomó por el hueco y ya no escuchaba música. Y no sé, se escuchaban así como movimientos raros.
De repente alguien abrió la puerta, era Rishard, uno de los organizadores del juego que se volvía cada vez más insorportable.
“Ya casi te deshaces de nosotros para siempre.” Pero me lo dijo con una sonrisa muy, pero muy pícara. “Solamente falta una prueba más. Ven, sigueme al patio trasero, que ahí te espera tu prueba.
Al salir afuera me di cuenta por las miradas que todos sabían que yo era el que les había hecho sentir maravillas. Luego me di cuenta que era bastante obvio ya porque estaba cubierto de lechita. Al llegar al patio vi que había un padrillo hermoso, negro, con una verga flácida que colgaba medio metro casi tocando el piso. Tenía también unos huevos del tamaño de toronjas grandes que en el momento estaban siendo frotados por un chico bastante joven. El bastón, bate, tronco, no sé cómo describirlo exactamente… se puso tan tieso e hinchado… facíl un metro de largo, como el tamaño de un brazo.
Supe imediatamente de qué se trataba. Me puse debajo del padrillo, y aunque tuve mucho miedo al principio que me fuera a patear, pronto me di cuenta que le encantaba sentir mi boca tratando de chuparle su enorme palo carnoso. Lo malo era que apestaba bastante y tenía un sabor muy feo que jamás podré olvidar. Al recibir las últimas instrucciones casi me desmayo, bueno, al tratar de cumplirlas más bien. Con unos veinte hombres mirando, me eché un salivazo en la mano y me unté el anito. Agarré ese tremendo palo con una mano temblorosa, y traté de metérmelo. Por grueso que era no había modo de hacerlo, hasta que de repente el padrillo con una tremenda embestida movió su cadera hacia delante y me lo encajó con una fuerza que me dejó tumbado. El padrillo duró muy poco tiempo, pero al empezar a botar leche me entraban chisguetes como si me hubiera metido una manguera de alta presión que me está llenado completamente.
Me caí rendido. Algunos de los presentes me echaban burla, y otros me preguntaban si me encontraba bien. De repente vi una cara muy conocida, ¡Mi querida esposa! Pobrecita lo que habrá sufrido ella. Vi que me iba a dirijir la palabra.
“No puedo creer que te la hayas creído. Que tonto eres putito. Yo a ti te puedo tener de esclavo y nada más, y yo voy a coger con cuantos quiera. Pendejo, ¿Cómo piensas que nos van a dejar en paz si están aquí porque yo quiero. No podría estar sin ellos sabiendo cómo me pueden hacer gozar como tú nunca pudiste hacerlo. Pero gracias querido porque fue tu idea. Desde que cité a ese moreno a llegar ahí la vez que fuimos a acampar al río, supe que sí eras un enfermo y demasiado puto para acabar. Encima pensaste que no me había dado cuenta y lo hiciste a mis espaladas. Así que por tonto y putito. Espero que no te lo olvides.“