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CAPÍTULO IV
Las manos masculinas cayeron sobre el trasero levantado de la madura, manoseándolo y clavando los dedos en el mismo hasta provocar en ella un largo sollozo de placer. Llevándola contra él, la abrazó con fuerza tomada de la espalda para bajar las manos nuevamente hacia el trasero y los muslos deseados. Bien cogida como la tenía la levantó con facilidad tomada por la cintura y, apoyándola en la mesa, la tumbó sobre la misma mientras ella se dejaba quitar amablemente el pantalón cayéndole por los muslos y las piernas hasta acabar tirado a un lado.
Hazme el amor, cariño… lo deseo tanto –tuvo que reconocer notándose la garganta reseca.
Separándole las piernas Dani metió la cabeza en busca del tesoro que la mujer guardaba entre ellas. La mujer se incorporó hacia delante para así poder ver lo que el joven le haría. No aguantaba más, deseaba que la hiciera suya por completo, entregarse a aquel joven muchacho al que su vecina le había ofrecido en bandeja sin sospechar las ideas que llenaban su turbia mente. Con los ojos entornados pudo ver como le pasaba despacio la lengua por encima de la braga haciéndoselo desear aún más.
¡No me hagas sufrir más… cómemelo entero nene, no seas malo conmigo! –casi gritó temblándole el cuerpo de tan excitada como estaba.
Con pasmosa tranquilidad la hizo levantar las piernas para despojarla de las braguillas que cayeron al suelo siguiendo el mismo camino tomado momentos antes por el pantalón. Ahora sí se encontraba completamente desnuda frente a Dani que se puso a besarle la pierna subiendo por ella hasta alcanzar el muslo mordisqueándolo y lamiéndolo amorosamente. Los labios recorrieron la parte interna de los muslos chupándola, besándola y haciendo pequeños circulillos con la punta de su lengua, acercándose peligrosamente pero sin atacar en ningún momento la entrepierna. Luego deslizó la lengua por la ingle para seguir subiendo hacia el vientre y la barriga de la mujer llenándola de tímidos besitos. Ella no paraba de gemir y suspirar con cada una de las caricias que el jovencito le dedicaba. Finalmente doblando las piernas disfrutó viéndole hundir la cabeza en busca de su sexo.
Estás cachonda perdida –exclamó echando un último vistazo al empapado coño que se le ofrecía.
Es culpa tuya. Tú me has puesto así de loca –respondió ella mientras esperaba el contacto con aquella lengua que tanto la haría gozar.
Los pelos de la barba la raspaban cada vez que rozaba la piel sensible haciéndosela sentir escocida e irritada. Sacando la lengua, Dani puso los labios sobre su raja besándola ligeramente y luego de forma mucho más decidida. Pasándosela repetidamente por encima de la rajilla la lamió con suavidad de arriba abajo. Ella lanzó un grito, estremecida de puro placer por la sorpresa de aquel contacto. El joven amante se entretuvo unos segundos jugando con los pliegues de los labios de la vulva. Haciendo presión abrió los labios y metió la lengua entre las paredes de la vagina escuchándola jadear y pronunciar palabras llenas de erotismo y calentura cada vez que empujaba. Bebió y bebió los cálidos jugos que el sexo de la mujer le entregaba con cada roce de su lengua. Mariví era bien fogosa y Dani pronto lo comprendió gozando el aroma a sexo que desprendía. Acercando la nariz respiró el agradable olor a hembra ardiente, a hembra cachonda y necesitada de caricias. Eso la hizo gemir aún más, retorciéndose como una perra mientras cogía la cabeza del chico apretándola contra ella.
¡Qué gusto me das… sigue muchachito, sigue… qué bien lo haces, mi amor!
La lengua continuó lamiéndola y jugando con los labios de su vagina, mezclando los jugos femeninos con el calor de su saliva, pasando la lengua una y otra vez hasta hacerla sentir un escalofrío corriéndole por todo el cuerpo. Un dedo se introdujo en la vagina empezando a follarla con facilidad gracias a la humedad femenina. Otro dedo acompañó al primero haciendo mayor presión para escarbar juntos los rincones más oscuros de la jadeante mujer. Follándola con la lengua consiguió que se excitara mucho más, la tenía loca pero no tenía prisa tomándoselo con calma y saboreando cada centímetro de su cuerpo.
Así así, ¿dónde aprendiste a hacerlo así?... me tienes cardíacaaa…
Llevando la punta de la lengua a la parte superior de su raja, el joven pudo sentir el diminuto botón que lo aguardaba sediento de caricias. Sin avisar lo chupó con fuerza presionando sobre el mismo para continuar enterrando la lengua contra el clítoris una vez separados los labios del coño. Durante largo rato así lo hizo, devorándolo con rapidez y sin descanso. Ella se agitó temblándole las piernas mientras respondía lanzando pequeños grititos acompañados de frases inconexas y sin ningún sentido. Ciertamente la hermosa veterana se encontraba en la gloria, pasándolo en grande con la limpieza de bajos que le daban.
¿Quieres que siga? –preguntó él disfrutando de aquel rostro contraído por el placer.
Sigue maldito, sigue… no te pares ahora… ¿no ves como me tienes?
Ella gemía con la mirada perdida, mordiéndose los labios para no gritar. Apretando el clítoris con los labios, lo atrapó mordisqueándolo luego suavemente provocando en Mariví un nuevo orgasmo, explosivo y salvaje. Berreó sin poder aguantar su placer, masturbándose inquieta y creyendo enloquecer al sentir como un segundo orgasmo se unía al primero.
Me meo… me meo toda –avisó dejando caer sus líquidos por los suelos mientras movía la mano a gran velocidad entre los gritos desesperados que daba.
Su joven amante la vio caer derrengada sobre el suelo, gimoteando débilmente al recuperar las fuerzas de aquel enorme placer vivido. Cansada pero feliz buscó con los ojos la mirada del macho que tanto la había hecho sentir, vibrando como nunca la había hecho vibrar Alfredo y aún menos su esposo. Dejándose tomar por los brazos del muchacho, se besaron como dos enamorados en su primera cita uniendo los labios con delicadeza y sintiendo el calor del cuerpo del uno en el del otro. Dani le habló de forma dulce, acariciándole el pecho y mesándole el pelo con los dedos, echando el flequillo a un lado para limpiarle la frente cubierta por tímidas gotas de sudor.
Quiero follarte, nena. Quiero follártelo hasta que digas basta.
¿Eso quieres, cariño? Me encanta que me lo digas tan abiertamente. Yo también lo deseo pero primero deja que coja una cosa. No quiero que me dejes preñada, solo nos faltaba eso –comentó tomándole la cara entre las manos para volver a caer bajo el influjo de aquellos tentadores y ardientes labios.
Espera aquí un momento que enseguida vuelvo –exclamó separándose de él para ponerse en pie y desaparecer corriendo pasillo adelante.
Pronto volvió del baño con dos preservativos en la mano uniéndose nuevamente a él en un beso largo y agotador. Alargando la mano en busca del miembro masculino, lo acarició moviendo los dedos a lo largo de aquel duro tronco pero aún no dispuesto para un nuevo combate.
Déjame, mi vida… déjame que te la ponga bien dura otra vez –pronunció aquellas palabras antes de llevar la cabeza entre las piernas de su joven amante al que hizo gemir nada más sentir la boca femenina rodeando su apetecible sexo.
Tras un rato de estar lamiendo y jugando con aquella polla, tomó en la boca la goma para cubrir, con rapidez y maestría, medio pene para enseguida acabar haciendo la armónica con la boca y los dedos hasta alcanzar la base. El músculo se veía frente a ella orgulloso y enhiesto en espera de una boca que lo hiciera gozar. Mariví así lo hizo mamándolo y succionándolo con cara de vicio, haciendo que el muchacho la llamara perra y cosas de esas. Poco a poco iban intimando más y más, animándose a tratarse con mayor confianza y familiaridad.
Vaya tranca tienes… te recuperas pronto, nene… eso me gusta –le dijo mientras lo masturbaba rodeando el mango con decisión al tiempo que su cabeza iba mucho más allá imaginando todo lo que iba a disfrutar con el hijo de su amable vecinita.
Buena mamona estás hecha. Continúa comiéndomela… sí chúpamela toda, cabrona.
Ella siguió haciéndolo mirándole con aquella cara de morbo que tanto había gustado al joven, entrecerrando y entreabriendo los ojos para no perder detalle de los gestos placenteros de su compañero, tragando polla hasta el final para sacarla al momento observando la gruesa cabezota a la que golpeaba con suaves caricias de su lengua…
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