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Cuando desperté por la mañana, Alba estaba junto a mí y Lidia estaba en la otra punta de la cama. Como casi todas las mañanas, mi polla se levantó empalmada, por lo que no perdí la oportunidad y empecé a tocar aquel cuerpo desnudo y a arrimar mi verga a su trasero. Alba abrió los ojos, me miró y susurrando me dijo…
- ¿Qué haces? Lidia se va a despertar y verás.
Yo seguí insistiendo, y ella echando un poco su culo hacia atrás me ofreció todo su coño. Mi pene entró poco a poco, no quería que se despertara Lidia. Cuando se la introduje hasta el fondo, empecé a moverme despacio para no hacer ruido. Alba empezó a gemir en silencio, me miraba, me sonreía y me susurraba…
- ¡Sergio para! Como se despierte, nos vamos a enterar los dos.
Yo no podía parar, me apetecía follarme a aquella mujer. Su cuerpo era puro pecado, y el follar con ella era algo espectacular, su coño se apretaba cada vez que sentía placer, provocando que yo tuviera que empujar más duro para que mi polla siguiera entrando. Alba cambio de posición despacio, y se sentó encima de mí metiéndose toda mi verga hasta lo más profundo de su vagina. Yo le acariciaba sus tetas que eran preciosas, pero ella cogió mis manos y las puso en su cuello. Cuando el orgasmo le llegó las apretó hasta casi cortarle la respiración Esos nuevos juegos sexuales eran superiores a mí, y consiguieron que me corriera brutalmente, inundando nuevamente a aquella mujer con toda mi leche.
Alba se levantó y fue al servicio. Yo me acerqué a Lidia y la abracé. Ella me agarró los brazos y me dijo…
- No estaba dormida, espero que te lo hallas pasado bien. Esto me lo vas a pagar con creces.
Me quedé de piedra, me había follado a Alba en la misma cama donde estaba Lidia, y no me había dicho que parara. Mil preguntas pasaron por mi cabeza, pero no dije ni una palabra, simplemente me tocaba esperar.
Después de desayunar, nos fuimos directamente al aeropuerto, nuestro avión salía a mediodía. El vuelo fue perfecto. Intenté besar a Lidia un par de veces, pero no hubo manera, creo que estaba muy enfadada. El avión aterrizó cuatro horas después y Alba fue la primera en marchar. Cuando nos quedamos solos, Lidia me dijo…
- No te quiero ver más, lo que me has hecho esta mañana no tiene perdón, si siguiera contigo tendría que hacerte sufrir para sentirme bien, y te quiero mucho para hacerte eso.
Yo no supe que decir ni que hacer, me sentía fatal. En el fondo sabía que tenía razón. Después de todo lo que había pasado esas semanas, que más me daba un polvo más o menos. Ya dicen que la avaricia rompe el saco. Lidia se subió en un taxi y se marchó. Yo hundido, sin saber qué hacer, regresé a mi casa, y me tumbé en la cama. Miles de pensamientos invadían mi cabeza, recordaba todo lo que me había pasado, eso me producía una mezcla de sentimientos increíble. Por un lado, estaba triste porque Lidia me había dejado, y por otro estaba excitado por las experiencias vividas.
El lunes me dirigí al trabajo montando una excusa creíble para decirle al jefe, pero al llegar me llevé otra sorpresa. Me habían echado del trabajo, no me dejaron ni dar explicaciones. Después de dos años en la empresa, estaba en la calle sin finiquito y sin absolutamente nada.
Como había cambiado mi suerte otra vez, en menos de veinticuatro horas, había perdido a Lidia y había perdido mi trabajo. No quería volver a casa, no sabía qué hacer, y las horas se me hacían interminables. Era el peor día de mi jodida vida. Pensé en ir a hablar con Alba, pero tampoco sabía dónde vivía. Entonces cogí el teléfono y llamé a Lidia. Ella me cogió el teléfono y me dijo…
- No quiero hablar contigo.
Yo le dije que no me colgara, y le explique lo del trabajo. Ella entonces me contestó…
- Te lo mereces, eres un egoísta. No te conformaste con lo que tenías y mira lo que te pasa. Ahora lo sufrirás solo.
Eso me hundió aún más, no sabía qué hacer, donde ir. ¿Cómo la he podido joder así? Soy un estúpido. Así entre paseos llenos de lamentaciones me dio la noche y regresé a casa.
Serían las doce de la noche cuando sonó el timbre de casa, y al abrir era ella. Un vuelco me dio el corazón, estaba preciosa, más aún que la primera vez que la vi, El pelo recogido, un maquillaje suave, y un vestidito muy corto rosa, hacían que aquella mujer pareciera una veinteañera con ganas de fiesta. Yo no supe reaccionar, ella entonces me dijo…
- ¿Puedo pasar?
Yo le conteste que sí. Se sentó en el sofá y le di una cerveza. Estuvimos hablando un buen rato, hasta que ella me dijo…
- Anda cállate ya, pesado. Te he echado de menos ven y bésame.
Yo lo hice instantáneamente, el beso fue erótico y sensual. La besé en el cuello, la besé en sus pechos que sobresalían por encima del vestido. La tumbé en el sofá y le quité la ropa interior, Cuando ya tenía su coño frente a mi boca, me separó la cabeza y mirándome fijamente a los ojos, me dijo…
- Jamás vuelvas a hacerme eso. Si quieres follarte a otra me lo dices, lo hablamos y lo planeamos. Quiero estar en todas tus fantasías sexuales, y quiero hacerte muy feliz.
Eso me excitó aún más, quería comerle toda su flor de sexo, pero volvió a decir…
- Para que veas cuanto te quiero, también he invitado a Alba para que venga a consolarte, y aquí tienes este dinero, para que pases hasta que empieces a trabajar para mí.
Me dio un sobre lleno de dinero, y me había ofrecido un trabajo. ¡Mi suerte volvía a cambiar! Entonces me acerqué a su coño, y lo besé como el primer día, se lo lamí hasta que sus jugos empezaron a salir. De nuevo Lidia se estaba corriendo en mi boca.
Entonces se puso en pie y se quitó el vestido, quedándose solo con el sujetador y los zapatos, La imagen era espectacular, su cuerpo, sus piernas, sus tetas… Todo era digno de mirar, no se podía pedir nada más a una mujer. De repente el timbre de la puerta volvió a sonar, y Lidia dijo…
- Ya abro yo. Tiene que ser Alba.
Abrió la puerta y entonces apareció el tipo que discutió con Lidia en aquel parque. Al verlo Lidia se giró hacia mí, y dijo.
- ¡Sergio!
Fue lo único que llegó a pronunciar antes de que aquel ruido ensordecedor la hiciera caer. Yo estupefacto no supe que hacer, solo miraba como aquella sangre tan roja, brotaba de su perfecto cuerpo. Jamás había visto tanta sangre, mi cuerpo se descomponía por momentos, mientras aquel tipo se acercaba a mí. Pensé que era el final, sentí un fuerte golpe en la cabeza. ¡Ya está! ¡Ya he muerto!
Cuando desperté estaba esposado a una camilla, a punto de subir a una ambulancia, junto a mí Alba y dos inspectores de policía leyéndome mis derechos. Alba me contó lo sucedido, me dio un beso en la frente y desapareció.
Y aquí estoy otra vez solo, como os dije al principio. Aquí en esta habitación de hospital, escribiendo mi confesión para la policía. Sin trabajo, sin Lidia, con un sobre lleno de dinero en mi casa, y acusado de asesinato. Como puede cambiar tu vida en cuestión de días, la verdad es que estas últimas tres semanas todo ha sido como una puta montaña rusa. Estoy acabado, hundido, desesperado...
De repente, se abrió la puerta de la habitación, y Alba entró.
- Buenos días Sergio, la has jodido bien. Espero que lo que me contaste anoche sea verdad. Voy a ser tu abogada, si todo sale bien saldrás de esta, y después ya hablaremos de lo nuestro.
Bueno parece que no está todo perdido, todavía me queda Alba que aquí esta, besándome tan apasionadamente que me está provocando una erección. ¡Joder! Soy un enfermo de sexo, soy un adicto, incluso en estas circunstancias tan jodidas, no pienso en otra cosa que en follarme a esta abogada buenorra. Si me quitaran las esposas y me dieran cinco minutos más de libertad…
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