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El culo de la pequeña Trizia

Cuando tuve la primera de Patricia (Trizia desde hace un tiempo) apenas tenía quince años. Era la criatura más dulce que uno pueda imaginarse. Una niñita rubia de ojos verdes. El pelo liso y siempre recogido en una coleta a su espalda.
Era una criatura bella de labios finos pero preciosos. Pertenecientes a una boquita pequeña. Eso sí, los ojos eran enormes. Trizia iba a un colegio de monjitas. Las hermanitas las obligaban a vestir siempre con un uniforme impecable: de falda de tablillas por encima de las rodillas. Blusa blanca y jersey gris. Siempre debían ir bien peinadas.
Los padres de Trizia pertenecían a una familia de clase media. Ella era administrativo y él trabajaba en una sucursal bancaria. Les daba lo justísimo para pagar las letras del chalé que tan precipitadamente se habían comprado.
Trizia tenía dos hermanos. Su hermana Andrea de doce años y Jaime de seis.
Todo en la familia feliz iba perfectamente. Todo perfecto.
Pero llegó el día en el que Jorge se fijó en la pequeña Trizia. Jorge iba al instituto de bachillerato que quedaba justo frente al colegio de monjitas al que asistía Trizia.
Jorge era un chico bastante indeseable. De padres divorciados hacía siempre lo que le venía en gana. Ya llevaba un año consumiendo ácidos y fumaba marihuana constantemente. Era un chico bien parecido, de pelo más bien largo y alborotado. El sueño de cualquier niña de la generación MTV.
Desde hacía un tiempo se había hecho amigo del camello local. Un tipejo que empezó traficando en Galicia tabaco y ahora se dedicaba a los ácidos y la coca. Desde hacía unos meses había convertido a Jorge en su contacto dentro del instituto. Por lo cual contaba siempre con un buen dinero en el bolsillo.
Por eso se podía comprar ropa cara y una bonita moto de 250 cc. Eso sumado al dinero con el que sus padres disputaban su cariño le facilitaban muchos las cosas.

Por eso cuando puso sus ojos en Trizia tuvo claro desde el primer momento que sería suya. Y que intentaría hacer con ella y de ella lo que le viniera en gana. Por ello se dejó caer por la puerta el colegio de monjitas cada tarde al terminar las clases para verla salir.
Enseguida comenzaron los corrillos alrededor de Trizia. Las amiguitas de turno que revoloteaban a su alrededor diciendo incoherencias y odiándola en el fondo por haber sido elegida por aquel pequeño dios en la tierra que aquel melenudo pastillero era a sus incautos ojos.
Tras unos días de rituales de cortejo se estableció contacto entre ambos. Tontearon mientras charlaban. Trizia no paraba de contemplarle las melenas salvajes que él no dejaba de acariciarse mientras le soltaba incoherencias.
La convenció para que fuera al parque con él. Y allí fueron después del colegio.

Sentados en el parque Jorge se situó muy cerca de ella, que estaba extasiada y aterrorizada.
- ¿Te gusta el cine Patricia?
- Claro.
- ¿Cuál es tu actor favorito?
- Leonardo di Caprio – dijo con una cándida sonrisa en la cara .- es que es tan guapo...
- Mañana echan Romeo y Julieta aquí al lado, es una reposición. Podríamos ir a la sesión que hay justo después del cole. ¿Te apetece?
- No sé... – aunque sabía que lo deseaba más que nada en el mundo.
- Entonces te paso a buscar con la moto mañana ¿vale?
- Bueno...
Se pusieron de pie y se llegaron hasta la moto. Ella con los ojos clavados en el suelo. Él delante de ella. Le puso la mano en la barbilla y se la levantó llevando sus labios junto a los de ella.
Ella fue entonces la chiquilla más feliz del mundo. Y el corazón le saltaba mientras él se subía a la moto. Mientras se marchaba le siguió con la mirada.
Mientras iba en la moto sus pensamientos eran bien distintos (o quizá no tanto). No paraba de pensar en el culo de Patricia. Era tan hermosos como él pensaba antes de sentarse a su lado. Aunque a ella le acomplejaba un poco a los chicos les encantaba. Eran unas nalgas grandes pero muy muy firmes. Ni un gramo de grasa había en ellos. Ë no había podido evitar la erección mientras la dejaba caminar delante de él. Se quedaba asombrado viendo como la falda de cuadros del colegio escondía tan carnoso tesoro. Y, poco a poco, otra idea muy perversa iba creciendo en su mente.

A las cuatro de la tarde, Trizia estaba en el baño del cole poniéndose un poco de carmín. Y echándose la colonia que le había robado a su madre. Nerviosa cogió su abriguito negro y corrió a la calle para reunirse con Jorge.
Y allí estaba él. Con el casco en la mano y la melena al viento. Algo se agitó en el corazón nervioso de la pequeña Trizia. Se besaron los labios y se fugaron e la moto dirección al cine.

La película se le hacía insoportable a Jorge. Pensaba que di Caprio era un pesado con cara de niña. Pero Trizia estaba abrazada a él mirando la película extasiada. Entonces Jorge no pudo contenerse más. Empezó a dejar su mano resbalar hasta la cadera de Trizia y empezó a recogerle al falda con dos dedos. Ella se sintió rara, un poco violenta. Pero no había nadie en la sala salvo otra pareja en las filas de delante. Ellos se refugiaban en la última butaca del cine. Si bien ella se sentía incómoda lo dio por bueno por su inexperiencia y lo fascinada que él le tenía.
Jorge recogió toda su faldas sobre su cintura y pasó la mano por la nalga derecha de Trizia. Era una sensación formidable. A pesar de que las manos de Jorge eran grandes no alcanzaba ni mucho menos la cacha de Trizia. Pero, como él sospechaba, no estaba precisamente fofa. Sino dura, durísima.
Una fina braguita de encaje separaba la piel de ese magnífico culo de los ávidos dedos de Jorge. Así que, tras acariciarle el culo durante un buen ratito, se arriesgó a encontrar la entrada de esas bragas. Llevó la mano arriba de la nalga y la pasó despacito por debajo de la tela.
La erección de Jorge era ya dolorosa. Aquella piel de aquel magnífico trasero era dulce, suave, virginal. Era un momento maravilloso. Intentaba aprisionarla entre sus dedos. Pero era firme y apenas resistía el cachete entre los mismos.
Trizia respiraba fuerte. Pero era feliz como una gatita entre los brazos de su amo. Jorge logró conquistar el valle entre las nalgas y pasó la yema de sus dedos de arriba abajo. Jorge se sentía pleno. Y una idea rondó su cabecita. Estiró más el brazo y logró acercar su dedo corazón al borde del ano de Trizia. Lo palpó suavemente. Estaba calentito y era suavísimo. Completamente virgen. Tocar ese ano que suponía rosadito y ya sabía que era abultado y carnoso le puso a cien.
Trizia se puso nerviosa.
- Para...
- Chisssss.
Le acarició la cabeza con la otra mano y la besó la frente. Ella se calmó y cerró un poco los ojos. Entonces él insistió en su ano. Pasaba con mimo la yema de su dedo por aquella boquita recién descubierta. Notaba como el ano de Trizia palpitaba involuntariamente. Emitía un calor muy agradable. Y era suave como acariciar unas sábanas de seda. Arriesgó un poco más e introdujo con un mimo exquisito la punta del dedo a través del esfínter de la sorprendida quinceañera. Trizia se revolvió. Él sacó el dedo de su ano (lo poquito que había metido) y le acarició la nalga para clamarla. Cosa que surtió su efecto.
Pasado un rato Trizia tenía la falda de nuevo en su lugar y se sentía extraña aunque relajada. Todo lo atribuía a su poca experiencia con los chicos.
Terminó la película y Jorge la llevó a casa. La besó tiernamente y ella se sintió feliz y deseosa de volverle a ver. Su historia apenas acababa de comenzar...
Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
  • Media: 5.63
  • Votos: 41
  • Envios: 2
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Eddy González
invitado-Eddy González 19-11-2003 00:00:00

Promete, promete. Me ha sabido a poquísimo. Síguelo cuanto antes porque me ha sabido a poco. Ánimo. Llevas buen camino.

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