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"Mi book de fotos necesita renovarse. La suerte me dió la oportunidad de hacerlo y de paso, pasarlo bien. "
Llevo varios años empeñada en ser modelo. Tengo mi book de fotos en un álbum que guardo con cariño y las amplío frecuentemente. Las fotografías me las hace un fotógrafo que conozco desde hace tiempo.
Asistí a una entrevista en la que solicitaban modelos.
En la sala de espera conocí a María, de mi misma edad, que también asistía al casting. A pesar de ser competidoras, congeniamos enseguida. Quedamos en ir a comer juntas después de la entrevista.
A ambas nos rechazaron por ser demasiado jóvenes. Buscaban a chicas mayores.
Comimos en un restaurante cercano y allí nos intercambiamos los book. El suyo era precioso. Las fotos realzaban su cuerpo y se respiraba un aire de erotismo que mis fotos no tenían. María me comentó que al mío le faltaba algo. Me argumentó la importancia de que las fotos fueran buenas y la necesidad de estar publicadas en internet.
Sus argumentos me convencieron. Me dijo quién le hacía las fotos. Era un joven fotógrafo de renombre.
Le expliqué que mi economía no me permitía pagar a un profesional de tanto nivel.
Entonces me contó su secreto. Ella tampoco andaba sobrada de dinero pero había hecho un trato. A cambio de las fotos del book, se dejaba hacer fotos un poco más subidas de tono. El fotógrafo modificaba su cara con el Photoshop y así no se la reconocía.
Mi cabeza empezó a darle vueltas al asunto. Le pregunté a María si creía que yo podía hacer lo mismo.
María no me contestó. En su lugar, sacó el teléfono de su bolso y marcó un número.
- Hola Juan, soy María. Estoy con una amiga muy guapa que le gustaría hacerse unas fotos para su book. Económicamente está como yo. ¿Podrías darle el mismo trato que a mí?
Tras unos instantes y sin colgar el teléfono, María me pregunto:
- ¿Tienes tiempo ahora? – ¡Me dice que vayamos ya!
- ¡Si, si! – respondí apresurada, como temiendo que se arrepintiera.
Cogimos un autobús que nos llevaba cerca de su estudio. En menos de 20 minutos nos presentamos allí. Durante el viaje me estuve preguntando si hacía lo correcto. No tenía muy claro en qué consistían las “fotos subidas de tono”.
El estudio estaba en la primera planta de un edificio de oficinas. Subimos en el ascensor y al llamar nos abrió una guapa chica que nos saludó muy amablemente. Conocía a María y nos dejó pasar. El estudio era grande y despejado. Muy luminoso. Una serie de biombos que no llegaban al techo separaban los ambientes. A la entrada había unos sofás que servían como sala de espera. Todo muy moderno. Alguna mano con mucho gusto, había hecho un buen trabajo. Era evidente que le concedían mucha importancia a la imagen. Eso es lo que yo necesitaba.
No tardó en salir el fotógrafo, Juan. Era joven, guapo y con buena presencia. Saludó, le plantó dos besos a María y luego se acercó a mí – Hola soy Juan – y me soltó también dos besos.
- ¡Seguirme! – dijo, dándose la vuelta y caminando hacia el interior. Llegamos a un espacio que parecía un despacho. Allí, sin preludio, me preguntó directamente:
- ¿Quieres que hagamos lo mismo que a María? Te haríamos las fotos del book gratis a cambio de otras fotos más eróticas que luego retocaría para que no se te reconozca... Entiendo que eres mayor de edad …
- Sí, más o menos. Sí, soy mayor de edad – le contenté un poco cohibida. No tenía mucha seguridad sobre mi decisión.
Juan se percató de mis dudas e intentó dejarme más claro el asunto.
Las fotos eróticas exigirán desnudos como es natural y también…
Me pareció que estaba a punto de perder una oportunidad y entonces le corté envalentonada:
- ¡No hay problemas! Me lo imagino.
- Bueno, si todo está claro, creo que lo mejor sería empezar.
Se acercó al teléfono fijo y marcó un número.
- Ana, llama a Carlos y Oscar,… que tenemos trabajo – al parecer se lo decía a la chica que nos había recibido.
- ¿Ese es tu book? – me preguntó señalando el álbum que llevaba en la mano - ¡Déjamelo! - añadió dando por hecho que así era.
- Necesito que te quites la ropa – dijo dirigiéndose a mí en un tono muy profesional.
Miré a María buscando su aprobación. Me hizo un gesto afirmativo. Agradecía que ella estuviera presente, me daba algo de seguridad.
Juan ojeaba el book e intuía en su cara un cierto gesto de desaprobación. Era evidente que no le gustaba.
Me quite la blusa y la falda y me desprendí de los zapatos. Mi ropa interior, blanca y de tejido ligero y elástico, me queda muy bien. Era de tipo clásico y me sentía cómoda con ella.
Permanecí así esperando instrucciones.
Juan acabó de ojear el book y levantó la vista hacia mí. Abrió los ojos a modo de interrogación y comprendí que no era suficiente.
Ante la atenta mirada de Juan y María, me quité el sujetador dejando mis pechos a la vista. Sé que son bonitos, no necesito el sujetador para que permanezcan en alto y mis pezones apuntan un poco hacia arriba. Tras un instante de indecisión, continué con las bragas.
Permanecí desnuda intentando disimular un cierto rubor.
- No te avergüences, tienes un cuerpo muy bonito – dijo Juan. – Hay que arreglar algo – prosiguió – Sobra vello.
¡Vaya! - pensé – ¡Si me había depilado antes de la entrevista!
- Me refiero al de las ingles – añadió, como si hubiera leído mi pensamiento.
Me miré la zona. Habitualmente lo llevo muy recortado y esperaba ver algo exagerado pero no. Estaba como suelo llevarlo, pelo corto y solo alrededor y encima del sexo, formando un triángulo. Todavía recuerdo los tiempos en que deseaba que apareciera ya que era un símbolo de ser mayor.
- Sobra todo – aclaró. Y si dar tiempo a responder, volvió a llamar por teléfono y pidió material de preparación.
Apareció Ana al instante empujando un carrito con ruedas repleto de material de cosmética.
- Vamos a aprovechar para hacer unas fotos – dijo Juan – Ven conmigo.
Me acercó a una silla moderna de plástico blanco y me hizo gestos para que me sentara.
Obedecí y me senté recatadamente con las rodillas juntas. Ana se acercó y empezó a maquillarme.
Al acabar me dio un espejo de mano y pude contemplar el resultado. Nada que ver con lo que yo me hacía. Juan se me acercó.
- Haremos unas fotos sólo de detalle para tener referencias. Tú, relájate, no tienes que hacer nada.
Se acercó a mí y con una mano en cada una de mis rodillas me abrió las piernas hasta que no pude más.
- No seas vergonzosa. Entre las piernas tienes lo mismo que todas las mujeres – dijo en un tono cariñoso – El tuyo es muy bonito – Añadió adulador.
Permanecí en esa postura, esperando el siguiente paso.
No tarde en hallar la respuesta. Se acercó a mí con un recipiente de agua que cogió del carrito. Tras meter su mano en el agua la llevo sobre mi pubis y empezó a mojar la zona. Repitió la operación varias veces para dejar el vello bien mojado. Dada mi postura, exageradamente abierta de piernas, y la posición vertical de su mano, uno de los dedos se paseó, arriba y abajo, entre los labios de mi vagina.
No sé si era casual o lo hacía conscientemente para probarme. Aguanté estoicamente. No era nada que no me hubiera hecho yo misma y además no iba a perder la oportunidad que tenía.
- Esto lo hago personalmente por dos razones. – dijo – Así conozco con detalle la reacción de la modelo. Me interesa para la sesión de fotos.
Había dicho dos razones pero solo mencionó una. Esperé unos instantes a que completara las razones. Al ver que no decía nada más, pregunté con la voz entrecortada:
- ¿Y la segunda…?
- Me gusta y me pone cachondo. - respondió sin cortapisas.
¡Será cabrón! – Pensé mirando su entrepierna – aprovecha la situación para que se le ponga dura. Un alargado bulto bajo sus pantalones me indicaba que era cierto.
Sentía la zona totalmente mojada y mi sexo algo excitado, cuando se detuvo y tras secarse con una toalla, tomó una cámara que había allí cerca. Realizó varias fotos en dirección a mi coño.
Al terminar, cogió el bote de espuma y apuntando entre mis piernas apretó el botón de aplicación. Yo espera una espuma blanca pero apareció un gel de color verde que se depositó en la zona.
A continuación, Juan, de nuevo con una mano, extendió el gel sobre mi sexo igual que había hecho con el agua. La suavidad del gel repartido por mi sexo y en especial entre mis labios vaginales me estaba produciendo una excitación apaciguada por la vergüenza que me daba la situación.
Contemplaba su acción y de vez en cuando miraba a María buscando su aprobación. María permanecía en pie, sonriendo y me transmitía confianza.
Se lavó y secó de nuevo con la toalla. Volvió a tomar la cámara e hizo una serie de fotos de mi sexo recubierto de espuma.
Al acabar, tomó la cuchilla y empezó a rasurar con cuidado y delicadeza. Con una mano estiraba mi piel mientras que con la otra pasaba la cuchilla en dirección opuesta.
Era hábil e intuí que no era el primer coño que afeitaba. Aquello duró poco. Durante un rato estuvo revisando con detenimiento y eliminando cualquier rastro de vello que pudiera quedar. No se cortaba lo más mínimo. Paseaba sus dedos sobre mi sexo y abría este descaradamente estirando desde uno u otro lado de mi raja. Mi sexo, por la excitación se abría fácilmente dejando ver su interior.
Al acabar, con agua limpia, eliminó los restos de espuma. De nuevo su mano pasaba arriba y abajo por la zona rasurada y sin ningún recato. Yo notaba que mi sexo no estaba normal (tampoco lo estaba el suyo). Había reaccionado al tacto y sentía un ligero palpitar en la zona. Esperaba que Juan no se hubiera dado cuenta de mi excitación. - ¿A quién quería engañar? – Hasta el más inexperto apreciaba que el estado de mi coño no era el normal. La media sonrisa de María me convenció que ella, a esa distancia, si lo notaba.
Juan volvió a tomar la cámara y en ese instante escuchamos el timbre de la puerta.
Juan empezó a hacer fotos a la nueva apariencia de mi sexo. Con los dedos de la mano libre estiraba hacia los laterales para obtener una visión del mismo abierto y volvía a fotografiar. Mentalmente yo deseaba que se diera prisa y acabara. Sólo me faltaba que entrara alguien allí y me pillara sentada en pelotas en aquella silla y con el coño caliente.
Antes de que pudiera reaccionar, aparecieron dos tíos muy guapos con pinta de modelos.
- Hola Juan – dijo uno de ellos.
- ¿Qué tal? – preguntó el otro.
Ni el más mínimo gesto de asombro sobre mi presencia ni mi situación.
- Son Carlos y Oscar. Modelos de la agencia. Han venido para hacer las fotos. Son de confianza. – me dijo Juan.
Aquello me aclaraba alguna cosa pero no me tranquilizó. ¿Las fotos iban a ser acompañada? No quise hacer la pregunta pero me temía que sí. Si Juan me había puesto a cien ¿Qué me iban a hacer estos dos?
Juan acabó de hacer fotos, se acercó a un armario, lo abrió y extrajo un vestido blanco, corto y ligero, con tirantes. Me lo dio y me dijo que me lo pusiera. Me lo puse sin ropa interior porque la mía la había recogido Ana.
- ¡Vamos al estudio 4! - dijo Juan. Todos le seguimos, María a mi lado, los dos modelos detrás de nosotras.
El estudio 4 estaba despejado. Una gran cama en el centro con sólo sábanas blancas y una ancha pared del mismo color era la zona de fotos.
Juan no perdió el tiempo y me colocó junto a la cama, en la posición que deseaba, un pie encima de ella y la rodilla doblada. En esa posición, al ser el vestido tan corto, mi sexo quedaba a la vista.
Se acercó con la cámara pero no disparó ninguna foto. Parecía contrariado.
- Estas muy fría. – dijo dirigiéndose a mí. Así no podemos hacer nada.
- Chicos, calentarla un poco. – añadió dirigiéndose a Carlos y Oscar.
Era cierto. Mientras me depilaba había notado cómo me ponía cachonda. Después, la presencia inesperada de aquellos dos y la incertidumbre de lo que iba a pasar, me había eliminado la excitación.
Carlos y Oscar se acercaron a mí. Ensimismada en mis pensamientos me había perdido algo. Estaban desnudos. Pude apreciar sus cuerpos cultivado por el ejercicio. Nadie tiene un cuerpo tan formado sin esfuerzo. Me llamó la atención su escasez de vello. Sin duda se depilaban. El sexo también sin un sólo pelo. Sus miembros eran apreciables y estaban erectos. Me dio la sensación de que se habían tocado para ponerlos a tono o Ana a quien también había perdido de vista, les había ayudado.
¿También a estos los depilaba Juan o le encargaba el trabajo a Ana? – Sonreí por el pensamiento malicioso que había tenido.
Mi sonrisa se heló cuando, sin mediar palabra, uno de ellos llevó su mano a mi sexo y empezó a frotar. Era un tacto húmedo y caliente. Me estaba aplicando algún tipo de gel. No tardé en ponerme de nuevo cachonda. Desplazaba mis labios vaginales hacia los lados metiendo un par de dedos entre ellos. Los subía y bajaba palpando y moviendo mi clítoris. Giré un poco más la pierna apoyada sobre la cama. Eso le permitía un mejor acceso.
El chico sabía lo que hacía. No me hubiera venido mal un tío así en los momentos en que tenía ganas de sexo… incluso sin ganas, ya se encargaba él de que las tuviera.
El chico sabía que ya estaba preparada pero al parecer prefirió asegurarse. Sentí como entraban dos dedos en mi interior. Girando según entraban, como si quisiera confirmar mi estado. Después se separó para dejar a Juan hacer su trabajo.
Una serie de clics apuntando a mi sexo salieron de la cámara de Juan.
Después de esto, Juan me dirigió para que me tumbara en la cama. De lado. Me levantó el vestido hasta la cintura y dirigiéndose a los chicos les dijo:
- ¡Carlos!, levántale una pierna y preparado para meterla. ¡Oscar!. Tu polla delante de su boca.
- ¿Meter qué? - pensé - ¿No será su rabo? - Al parecer yo no tengo que hacer nada más que dejar que me follen. De vez en cuando no viene mal un buen polvo y esta pareja parece que da juego.
Uno de ellos se subió a la cama y se arrodillo detrás de mí, por debajo de mis nalgas. Me tomó la pierna derecha y la elevó, dejando todo mi sexo expuesto. Con un ligero movimiento pasó su rodilla sobre mi otra pierna, dejando la mía entre la suyas.
Con delicadeza aproximó su polla hasta tocar mi coño, pero sin meterla. Notaba su glande haciendo contacto en mi raja y presionando ligeramente. Sus testículos descansando en mi pierna izquierda.
El otro se plantó delante de mi cara apuntándome con su miembro erecto. La visión era extraordinaria. Su glande descubierto brillaba como recubierto de una fina capa de líquido. El resto de su pene presentaba alguna marcada vena a rebosar de riego sanguíneo. Su piel tensa por la expansión. - ¡Vaya rabo que tiene! ¿Cómo puede ser tan grande? - Pensé.
- Abre la boca – escuché decir a Juan. Entendí que se refería a mí y obedecí.
El chico aproximó su pene a mis labios, tocándolos ligeramente. Aprovechando el movimiento metió su mano por debajo del vestido hasta llegar al pezón de mi pecho izquierdo. Lo pinzó con dos dedos y apretó. - ¡Lo que me faltaba! Que me manoseen las tetas. – pensé.
- No os mováis – dijo Juan.
Me mantuve quieta, aunque era difícil. Sentía la polla de uno sobre mi coño. Su tacto me excitaba. Tenía ganas de echarme hacia atrás y forzar a que entrara más a fondo. También deseaba acercarme a aquella que tocaba mis labios y meterla en mi boca.
Escuche el ruido de la cámara al hacer las fotos. Se movía alrededor para captar al uno y al otro.
- A medias – dijo Juan - ¿Qué quería decir? - Me pregunte. No sabía qué hacer.
Enseguida lo descubrí. El chico pegado a mi sexo se metió un poco más dentro de mí. No le fue difícil. Yo estaba muy lubricada. No sé si por el gel que me había aplicado antes, por el tacto de su miembro o porque yo estaba muy caliente. La presión que ahora ejercía en mi interior me resultaba muy placentera.
En ese mismo instante me encontré con la polla del otro dentro de mi boca. La cerré ligeramente y usé la lengua para recorrer su glande. Noté un líquido que se mezcló con mi saliva pero no dejé de mover mi lengua. Se defendió pellizcando el pezón que tenía agarrado y tirando de él ligeramente-
- ¡Quietos! – dijo Juan.
¿Cómo que quietos? – Pensé - ¿Cómo voy a estar quieta si me han metido una polla en el coño y otra en la boca? Me esforzaba por estar quieta porque lo que me pedía el cuerpo era empujarlo hasta que chocara con el suyo y no pudiera entrar más. Los tres permanecimos inmóviles en esa posición mientras Juan se movía alrededor nuestro haciendo fotos generales y de detalle.
Se me ocurrió una pequeña maldad. Soy capaz de controlar los músculos del interior de mi coño, descubrimiento que hice de muy jovencita, cuando empezaba a masturbarme.
Comencé a apretar y soltar con mis músculos a aquel intruso que se permitía el lujo de meterse en mi cuerpo y estarse quieto. Miré de reojo al chico y le vi haciendo esfuerzos por aguantarse.
Otra serie de clics indicaban que Juan hacía más fotos. Yo ya no miraba a nadie. Estaba concentrada en no delatar mi placer. Escuché a Juan decir “Adentro” y en ese momento la polla que tenía en mi sexo penetró hasta el fondo y sentí los testículos del chico pegados a mi nalga. Casi doy un grito por la sensación que me produjo, pero me contuve. Mi lengua se vio comprimida por el empuje del otro. Permanecieron así durante unos segundos, lo suficiente para que Juan hiciera una serie de fotos y después empezaron a moverse el uno y el otro. Yo les dejaba hacer y permanecí abandonada a lo que hacían. Cerré los ojos. Estaba disfrutando.
Juan seguía fotografiando desde todas partes. – ¡Vía libre! – grito.
De repente sacaron sus pollas de mi cuerpo. Me reclinaron en la cama y me quitaron el vestido. Uno de ellos se tumbó en la cama boca arriba con su pene erecto apuntando al cielo. El otro me cogió y me colocó encima. Yo colaboré buscando con mi coño hasta que entró su miembro completamente dentro y él elevó sus manos hasta agarrar mis tetas. Empecé a moverme adelante y atrás con un ritmo frenético mientras el movía mis pechos hacia arriba y abajo apretándolos. El roce de mi clítoris con el nacimiento de su pene cada vez que me movía adelante me provocaba un escalofrío.
El otro se colocó detrás de mí. Me empujo de los hombros obligándome a inclinarme hacia delate. Note su pecho sobre mi espalda y su pene sobre mi culo. Sentí el mismo calor del gel que me habían aplicado sobre el coño pero esta vez sobre mi ano. Un dedo penetró tímidamente y después lo hizo un segundo. Instantes después y tras varios intentos por fin localizó la entrada y empujó con su miembro y siguió empujando hasta no poder más.
Oía de fondo los clics fotográficos. Yo no me podía contener. Me estaba corriendo. Empecé a gemir y agitarme. Durante casi un minuto, no cesé de sentir aquel placer eléctrico.
Poco después tanto uno como el otro se corrieron en mi interior. El calor de su semen en ambos orificios me resultaba placentero.
- Sacarlas – dijo Juan. – Tu no te muevas – añadió dirigiéndose a mí.
Permanecí inclinada hacia delante, mientas el semen caía de mis agujeros. Sabía que mi sexo estaba abierto y palpitaba. Juan se acercó a hacer fotos de detalle.
Después de aquello y lavarme un poco, Juan se dedicó a hacerme la fotos para el book.
Hoy he ido al estudio y me han enseñado el resultado.
Las fotos porno (las llaman eróticas o subidas de tono para disimular), son preciosas. Me he vuelto a poner cachonda solo de verlas. Nunca había visto mi coño con tanto detalle y no sabía lo visible que son mis labios vaginales cuando estoy cachonda. Hoy me conozco un poco más.
Respecto al book, es maravilloso. Nada que ver con lo que tenía antes.
Está claro que no hay nada como un buen polvo para salir sexy en una foto.
Acabo de estrenarlo y ya estoy deseando reeditar el book.
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