Todos los días cuando regreso de la Universidad, a pocas cuadras de allí, hace algún tiempo ya, precisamente en la esquina donde doblo para ir a casa, me acecha un negro que sólo de verlo da terror, mide más de 2 metros, tiene unos brazos que a las claras se aprecia es levantador de pesas o algo similar, pues su musculatura no dice otra cosa. La otra tarde, cambiando un poco mi rutina diaria y para ver si lograba quitarme aquel negrazo de encima, salí un poco más tarde, casi oscureciendo. Aquel negro siempre me recitaba de memoria cosas que por obligación casi me había aprendido como si fuesen una lección de alguna de mis asignaturas, en sus palabras me detallaba todas y cada una de las cosas que me haría si yo estuviese dispuesta a salir con él, que él daba cualquier cosa por tenerme aunque fuese una sola hora y cosas por el estilo. Bueno, aquella tarde, casi oscureciendo como les había dicho llegué a la esquina y… ¡el negro no estaba!... ¡que alivio para mi!... pero no había caminado ni 20 pasos cuando de pronto … ¡zaz!... apareció aquel tremendo negrazo delante de mi, normalmente el solía caminar a mi lado mientras me decía aquellas barbaridades, pero en esta ocasión, tal vez por todo el tiempo que le había hecho esperar, un poco molesto, me cerraba el paso y no me dejaba avanzar, me decía las cosas de costumbre y yo instintivamente las iba repitiendo como para que se diese de cuenta que todo aquello me tenía bastante cansada. Viendo mi actitud comenzó a molestarse y las cosas me las decía ya en un tono más enérgico y violento, en el momento en que menos lo esperaba, aquel negro abrió su pantalón y me mostró su verga casi erecta, al ver aquello casi me desmayo, la cabeza me dio vueltas tan solo de mirar aquella cosa tan descomunal. No les miento si les digo que tendría unos 40 o 45 cm. De largo y unos 8 o 9 cm. de grueso. Me quedé estupefacta ante aquella verga que jamás imaginé pudiese existir una de ese tamaño. El negro la sacudía delante de mi de forma vertiginosa hasta que logró se le pusiera tiesa como un palo. Yo permanecía inmóvil ante aquel espectáculo y para más desgracia no pasaba ni un gato por aquel lugar a quien pedir ayuda o tratar de salir corriendo. Pensando en como saldría de aquello, me tomó por sorpresa nuevamente y agarrando una de mis manos la llevó directamente a su verga para que la palpase. Mi susto y miedo fue aún mayor, pero al sentir el calor y las vibraciones de aquel artefacto terminé por agarrárselo, allí en medio de la acera. Con su verga en mi mano aquel hombre me empujó hacia la entrada de un edificio que estaba cerca de nosotros, sin darme de cuenta yo mantenía bien agarrado su aparato y a él le gustó, me apoyó contra la pared y me decía desesperado que lo masturbara rápido y después me dejaría.
Por tal de terminar con aquella situación cumplí lo que me dijo, pero necesité hacerlo con las dos manos pues una sola no alcanzaba a rodearla completa. Comprendió que mi posición era bastante incómoda para aquello y optó por colocarse de espaldas a mi para darme mayor facilidad. Tenía un agradable olor a perfume que hasta por un momento me olvidé de que prácticamente estaba siendo violada y me empeñé en hacer lo que me pedía con tanta lujuria. Mis brazos comenzaban a cansarse, pues el trayecto que debía recorrer entre una y otra bajada era considerable. Sentí como aquel hombre comenzaba a temblar y a estremecerse, moví un poco la cabeza para verle la verga y de ella comenzaron a salir unos chorros espectaculares que daban directamente en la pared que teníamos frente, cuando calculé que ya había concluido de soltar todo lo que tenía dentro lo solté, me fui deslizando poco a poco y cuando llegué a la acera emprendí una veloz carrera hasta mi casa. Aquella noche soñé con la verga de aquel hombre y su descomunal tamaño, les confieso que tan solo recordarla llegué a humedecerme y terminé por masturbarme.
Al día siguiente utilicé el mismo ardid, como siempre, allí estaba el negro esperando por mí. Resuelta y decidida avancé hacia él, pero para mayor asombro aún, en esta oportunidad no me dijo ni… ¡buenas tardes!... Continué avanzando y fue como si yo no existiera, solo me miraba sin pronunciar palabra alguna, su cara reflejaba tal vez un poco de culpa o de lástima hacia mí. La intriga me mataba, como era posible que aquel hombre que tantas cosas me decía a diario ahora yo pasara por su lado y no me dijese nada a pesar de lo sucedido el día anterior, me sentí en ese momento hasta humillada, como si lo que le hice no hubiese sido lo suficiente como para satisfacerlo.
Me detuve… viré la cara y lo observé detenidamente… él me miró y continuó inmóvil… retrocedí y por voluntad propia penetré en la entrada de aquel edificio donde él me había llevado… no hizo ademán alguno por seguirme… Casi indignada lo llamé… él miró hacia todas partes y vino junto a mi… me preguntó que yo quería… casi a punto de gritar por la humillación le ordené sacara su verga y me la mostrara nuevamente… el sin mucha demora obedeció, aquel trozo de carne estaba flácido e inerte, lo tomé entre mis manos y comencé a sobarlo con rapidez, pero no respondía ante mis estímulos, sólo logré reanimarlo un poco pero no como yo lo había visto con anterioridad. Me coloqué de espaldas a la pared y levantándome la falda le dije que me la metiera en mi chocho. Sentí como aquella cosa semi blanda me iba invadiendo las entrañas, pero no sentí dolor alguno ya que no estaba lo suficientemente erecta como para eso, me producía una sensación agradable y comencé a mover mi cintura hacia todas direcciones, aquel negro me sujetó por la cintura y se movía al mismo compás mío, sentí como algo se iba hinchando dentro de mi, era como si me estuviesen inflando un globo dentro de la vagina y cada vez me penetraba más.
Llegó un momento en que comencé a sentir dolor y detuve mis movimientos, pero el continuó metiéndola y sacándomela a buen ritmo. Empecé a gemir de dolor y placer al mismo tiempo, había tenido un orgasmo pero ya el dolor me impedía disfrutarlo, le rogué encarecidamente me la sacara pues me estaba haciendo daño y me pidió continuar tan sólo unos segundos, pues ya iba a venirse, le pedí no lo hiciera dentro de mí pues no teníamos protección ninguna, pero no alcancé a terminar lo que le decía cuando sentí como aquella manguera lanzaba sus chorros y me bañaban hasta las entrañas. Cuando terminó de venirse y me la sacó tuve que agacharme y dejar que todo aquel líquido saliese de mi vagina, pues me la había llenado completa, me salía leche a chorros.
Me limpié como pude los residuos que tenía por las piernas y salí de aquel lugar, allí continuaba él recostado con un pie apoyado a la pared y de forma muy discreta me decía adiós con su mano. Estuve tres días sin poder asistir a clases de la inflamación con que quedé, pero después de aquel día el negro no volvió a decirme nada más y jamás volvió a meterse conmigo.