INCESTUOSA RELACIÓN… (III)
Original de
EROS
Para Daniela, los días pasaron lentamente. No hubo novedades. Andrés volvió, su llegada le trajo recuerdos de la historia incestuosa con sus hijas. Pero le había jurado que no pasó nunca más una situación igual. Que no se volvió a repetir. Danny, no estaba en condiciones de decir nada. Siguió su rutina con Andrés. No supo nada del padre de Julito, además, hacía tres años que no lo venía a ver a su casa, a pesar de que pasara ese miércoles por el colegio. Pero, era el único que tenía un juego de llave de su vivienda. Se despreocupó. Continuó su vida normal. Al trabajo, del trabajo a casa, el muchachito al colegio. Una mañana, en su PC- varios meses después – un anónimo: “siempre quise tenerte así”, con un adjunto... miró, por si alguien la observaba. La oficina era grande y ticleó sobre el adjunto. Dos de las fotos, aparecieron en claros colores, nítidamente. Todo su cuerpo desnudo. Sus hermosos senos entre las manos de alguien cuyo rostro no se distinguía, que la tenia enculada con semejante miembro... Había tenido el tiempo suficiente de acercar la cámara a sus pezones, un bello primer plano, todo perfecto. Abajo había unas líneas: “si las quieres todas, escríbeme”
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No sabía qué hacer. Era la primera vez que se le presentaba un problema y no se animaba a enfrentarlo. ¿Por qué borró la carita de Julito? ¿Quién era? ¿Por qué tanto misterio? Se imaginaba lo que pretendía, fue claro pero ¿cómo hacer para provocarlo y hacerlo salir de su escondite? Lo único, la dirección electrónica. No hizo ningún comentario con Julito. Sus vidas ya no fueron normales. Trató de alejarlo lo más posible al niño de tanto contacto físico, que sufrió mucho el jovencito. Decididamente, habló con el hijo y le propuso que mediante una beca que iba a recibir en el trabajo, quería que siguiera sus estudios en un Instituto religioso de prestigio, porque no podía pagar más el colegio donde iba hasta ahora y además, los libros serían muy caros. A regañadientes, Julito aceptó e ingresó a un colegio religioso, de donde saldría dos veces al año, pero estaba bastante lejos de la ciudad donde vivían. Es decir, volvería cada fin año a estar con la familia. Los abuelos pusieron el grito en el cielo. Se enojaron mucho, pero en definitiva, Danny era la mamá, ella decidía. Y así fue como llegó el momento del destete. Los abuelos, lo llevaron al Instituto, quedaba en la provincia de Córdoba. Julito no quiso que lo hiciera su mamá. Quedó como interno becado en esa enorme institución que era exclusivamente para seminaristas
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Danny, sufrió mucha la separación. Lo mismo pasó con los abuelos.
Su vida lentamente fue dando un vuelco. Un día, decididamente se dió permiso para concretar con Andrés. Era sábado, él le había dicho que hasta la noche no iba a llegar, debía terminar unos trabajos en casa. Ella con el propósito darle una sorpresa y hablarle de su decisión de vivir juntos, se encaminó hacía la ciudad en que vivía su novio, que quedaba bastante alejada del lugar de su residencia... Viajó temprano, quería llegar con tiempo para almorzar juntos. Tren, luego dos ómnibus y al final varias calles caminando. Al llegar, estaba todo cerrado. Tocó el timbre varias veces. Nadie atendió. Se lamentó, haber hecho semejante viaje para nada y peor no haber anunciado su visita. Le dió rabia y cruzó la calle, frente a la vivienda de Andrés había una plazoleta. Tomó asiento en un banco de mármol bajo los árboles, abrió su bolso para buscar unas pastillas y de pronto tropezó con un llavero, que no era el suyo. Recordó entonces que Andrés le había dejado ese juego de llaves, para demostrarle que quería que vivieran juntos. Se sonrió. Volvió a cruzar la calzada. Fue derecho a la puerta. Introdujo la llave y abrió. Le volvió la alegría a su rostro. Entró, cerró nuevamente con llave y fue derecho a la cocina. Se preparó un te y prácticamente desayunó con unas galletas que traía para el viaje. Encontró el diario de la mañana sobre la mesa y comenzó a leer. De pronto. Percibió auditivamente algo que le llamó la atención. Le dió miedo. Alguien había en la casa. Le aceleró el corazón y lentamente, sin hacer ruidos salió de la cocina con la intención de huir del lugar, llegar a la calle. Un murmullo. Gemidos. Exclamaciones de placer, la hicieron detener. Escuchó tras la puerta de uno de los dormitorios. Su pecho parecía que iba a estallar cuando oyó nítidamente un grito de dolor. Quedó estática. No supo que hacer. En la habitación había gente. No podía ser otro más que Andrés haciendo el amor con una mujer. Se inmovilizó:
- Bueno.... tranquilita.... siempre duele la primera vez... – la voz tranquilizadora de su amante - ... ahora va a venir lo bueno... aflójate toda... en un momento el dolor se va a convertir en placer... asiiii... ves... ya no duele.... ¿tengo razón?.... ¿querés más?....- y oyó los gemidos de dolor, trasformarse en delirantes gritos de placer:
- No te detengas.... por favor..... Maaaassss.... no te detengas... ¡¡ayyyyy, que inmenso placer!!... - y un final placentero se unió en un grito lujuriante entre macho y hembra. Danny, sintió que se mojaba y decididamente, se encaminó a la salida, justo en el momento en se abrió la puerta de calle y se enfrentó con Lucianita, que entraba con un bolso con mercadería. Daniela, como una luz se alejó corriendo por la vereda de ese barrio, sin rumbo. Estaba todo claro. Su amante, seguía teniendo sexo con sus hijas. Ella no podía enfrentarse con esa realidad. No lo soportó y no era por prejuicios ella lo hizo durante años con su hijo y rompió con Andrés. No atendió más sus llamados. Terminó todo. Muy tarde, llegó a los brazos de su mamá. Lloró desconsoladamente. Era rabia lo que sentía. Su madre comprendió y le propuso que dejara la casita donde vivía, sola, desprotegida y que regresara a la casa materna. Esperó un tiempo, se le hizo insoportable la soledad. Se decidió, y fue a vivir con la mamá. A partir de entonces comenzó la otra vida de Danny.
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Regresaba muy de madrugada. Dejó de ser la señora respetada de la oficina, para convertirse en “algo no imposible de obtener”... Fue ofendida muchas veces. Se arrepintió de haberse separado de Julito, que ya no le escribía y le había prohibido que fuera a verlo. La desesperanza hizo presa de ella. Esa forma de vivir de cama en cama, la aburrió y decididamente volvió a su vida anterior. Ir al trabajo y volver a casa. Vida familiar. Cenar a horario, acostarse temprano, desayunar, y volver a su trabajo. Una noche, no soportó más la horrible angustia y en la sobremesa, luego que el esposo de su madre se acostara, descargó su dolor y contrición sobre cosas que había hecho mal. En un triste acto de remordimiento, contó a su madre todo lo ocurrido. Hasta las fotografías, menos que fuera Julito. Charlaron mucho. Descargó tanto dolor. Su inquietud se disipó. Su madre la comprendió y le dijo:
- ¿No te molestó más con las fotos?...
- No, mami...
- ¿Te puedo decir algo?...
- Si, dilo... ¿qué?...
- Entre sábado y domingo, vamos las dos a limpiar tu casa... a ventilarla...
- ¿Para qué, mami?
- El asesino, siempre vuelve al lugar del hecho...Escribe a su mail... invítalo que te devuelva las fotografías, sin mencionar que vuelves a tu casita... y comienza pasar alguna que otra noche en ella. Que te vean los vecinos los fines de semana. En lugar de comer aquí, vamos con Aurelio a comer contigo allá... ¿qué te parece?...
-Es que ya tengo miedo a la soledad...
- Vuelve a ser la de Antes, Danny... la señora Danny, respetada, querida y tal vez odiada, pero vuelve. Cambiamos las cerraduras... y no entrará nadie más que nosotros. Algunos fines de semana invita a tus amigas... vuelve a hacer vida social... Ponte linda como hace un año atrás- Va a volver Julito para éstas vacaciones que te vea bien, porque ahora has envejecido diez años, mujer... – se miraron madre e hija. Danny rompió a llorar y dijo que Julito la había llamado:
- No va a venir para las vacaciones a pasarlas con nosotros...
- ¿Por qué?... - se preocupó la abuela_
- Por que está entusiasmado en hacer un curso de introducción como seminarista y el próximo año, rendiría para la carrera religiosa....
- ¡Nooo!...- lloró la abuela - ... ¿qué pasa en la cabecita de mi nieto?... –y se abrazaron llorando.
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Daniela, respetó el discernimiento de su madre y volvió a su vieja vivienda. Tenía mucho miedo. Algo presentía. Sabía que podía ocurrir lo inesperado, lo peor. Se hizo la fuerte y soportó nuevamente la soledad. Envió a aquella vieja dirección electrónica, dos líneas:
- “Quedo aguardando las fotos. Dígame cuánto dinero quiere”...- pero ésta vez lo hizo desde su casa. Reactivó la vieja PC con la que jugaba el niño. No necesitó muchos días y llegó la respuesta.
- “deja la puerta sin llave y las luces apagadas, yo me encargaré de prenderla. Después de la media noche te las llevo. ¿Cuando? ¡No lo sé! Cualquier tiniebla me cubrirá. Ten paciencia y aguarda. Eso sí. Cubre tus ojos y desnúdate, ese es el precio. Solamente quiero mirarte, olerte, no dejar un milímetro de tu piel sin pasar mi lengua y te iré dejando en un sobre tus fotos cada noche que vaya”. Iba a llamar a su madre esa misma tarde cuando regresó del trabajo, pero no lo hizo. No podía decirle nada, sería violentarla y tomar decisiones que podrían escandalizarla. Calló. A partir de esa noche, después que volvía de cenar con su madre y Aurelio, dejó la puerta abierta. Comenzó a acostarse totalmente desnuda y puso un rollo de cinta adhesiva preparada sobre la mesa de luz. Cada noche se fue preparando para el sacrificio. Pasaron varios días y sus oscuras noches. Sin novedades. Llegó la época de las vacaciones. Julito pidió que fuera su abuela a verlo. No preguntó por mamá.
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Por fin, una noche oyó suaves pasos. Como si alguien se desplazara sobre almohadones. Luego el silencio. Nadie entró. Preguntó
¨- ¿Por qué no entra?... – la respuesta fue un enceguecedor haz de la luz de una potente linterna. Se dió cuenta. Ella no veía a nadie. Era observada desde la oscuridad y entonces, tomó la cinta adhesiva y se cubrió los ojos -... ¡ya estoy lista... tal cual me lo pidió! Espero no me lastime... – un suave chistido le pidió silencio. El fantasma de la noche le ató sus muñecas cada una a un lado de la cama, con tela adhesiva, para imposibilitarle hacer maniobras que pudieran quitarse la venda de los ojos y mirar su rostro. Puso en una se sus manos un sobre. Ella al tacto se dió cuenta que eran fotos. Se relajó. Estiró bien sus piernas. Termino de descubrirse todo el cuerpo, empujando con sus pies las sábanas hacia el piso. Luego, escuchó el sonido de la perilla de la luz y se dió cuenta que había encendido todas las luces de la habitación. Una respiración jadeante, suave, de aliento agradable, comenzó por su cuello gozando el perfume de su piel. Su lengua fue metiéndose en cada intersticio de su cuerpo, iniciando su recorrido en sus oídos. No intentó besarla, fue recorriendo cada milímetro de epidermis dejando un rastro delicado de su saliva. Fue y vino varias veces. Luego comenzó por besar como si lo hiciera con una pluma, sus ojos sobre la tela adhesiva. Daniela, sin saber por qué, comenzó a perder el miedo. Quiso hablar y él, le apoyó el índice sobre sus labios, pero no pudo contener un lánguido gemido de placer y sacando su lengua mojó sus labios resecos. Siguiendo el maravilloso camino soñado, sin hablar el hombre, le hizo notar de su enorme satisfacción, mientras ella, ante tan delicadas caricias, abrió sus piernas... pero la suavidad de la lengua del enigmático individuo, ahora intentó recorrer los pezones duros como piedra de esa hembra que estaba dispuesta a todo. Quitó con suavidad, delicadamente sus pórtasenos y afloraron esos enormes botones marrones, hinchados, que pedían a gritos los mordiera, los succionara. Desde adentro, brotó con angustia el nombre tan amado:
- Julito... mi vida.... ¡cuánta falta me hacés!... – y comenzó a contorsionarse como una boa trituradora. Lo abrazó con sus piernas, atrayéndolo hacia ella y comprobó que estaba enrropado totalmente le suplicó que se desnudara. Él, extraño casi maravilloso para ella, como si fuera portador de sensaciones traídas de otra dimensión, tapaba su boca y mordía más y más sus pezones. Le susurró palabras hermosas. Gozaba oír ese murmullo que tañía a música casi paradisíaca, dibujando obscenas y diversas formas de un tremendo placer de otro mundo, que quería desesperadamente probar. Ya no lo rechazaba. Ya no le dió esos sentimientos de nauseas del principio, ahora lo deseaba. A su edad era la primera vez que se escurrían entre las piernas sus ardientes líquidos, por el sólo hecho de escuchar tan angelicales, bellos y apasionados balbuceos que penetraban profundamente enloqueciendo su libido y pedía, suplicaba más favores placenteros:
- No sé quien eres... ya no me interesan las fotos.... guárdatelas todas... pero, por favor, hazme sentirte... ¡quiero gozarte con todos mis reflejos! ... – y siguió gimiendo, suplicas fogosas y sacaba su lengua buscando esa lengua que tanto placer le estaba ofreciendo. Y pidió que la mordiera, que hiciera lo que quisiera con ella... ya no le interesaba querer saber quien era, solamente deseaba sentirse penetrada, fagocitada por tanta pasión desplegada en todo su cuerpo. Entonces, apreció con enorme interés cuando sus manos comenzaron a quitarle la pequeña bombachita transparente color negro, gritaba nuevamente sus orgasmos. Los lloraba como agradeciendo a lo desconocido, de sentir tanto placer. Se imaginó unas manos blancas, por el tacto con dedos gruesos, pero con una suavidad inconmensurable, cuando comenzó a correr ese tipo de tanguita hacia sus pies. Se imagino una boca rellenada con el negro de su braguita y luego advirtió cómo se acercaba él hacia su cabecera y apoyó sobre sus labios, su boca cubierta por la tela de su tapa vagina. El mago del placer comenzó a meter entre sus labios ardientes de mujer necesitada de deleites, empujando con su lengua, trozo a trozo la tela negra, con fuertes olores de sus flujos que no cesaban de escapar desde sus ovarios. Saboreó la saliva de ese magnifico semental, al cual se imaginó como a un rey de otro planeta. De pronto las manos desconocidas comenzaron a desatar su muñeca derecha, dejándola floja, para que ella pudiera liberarse de su atadura. Un silencio, El clic de la llave de las luces. Pasos. Puerta que se cierra. Y luego nuevamente el mutismo total.
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Una increíble sensación de algo nuevo comenzaba a aflorar en su corazón. Presentía haber tropezado con el cielo. Como si sus manos hubieran sido liberadas en el blanco camino lupanar para hembras puras a las que se les reservaban los mejores donceles en tálamos de rosas. Tal vez algún semental virgen la aguardaba. No sabía qué era lo que pasaba por ella. Recién se dió cuenta que había despertado de esa hermosa realidad, cuando sobre su escritorio notó cuántas tareas tenía acumulada en su oficina. Controló todo. Intentó llamarse a la realidad, pero igualmente su corazón estaba pendiente de esa noche que había gozado solamente con caricias y susurros cargados de lujuriantes y dulces palabras obscenas. Su incontinencia sexual hizo que fuera varias veces esa mañana al baño a refrescarse y lavarse sus partes pudendas, ya que un fuerte aroma de sus flujos cubrían su despacho, sus compañeras la encontraron esparciendo un rico desodorante ambiental. Era tal el brillo de sus ojos, que le preguntaron qué le estaba ocurriendo, pues parecía que su mirada grataba de un amor inconcebible. ¡ SE ESTABA ENAMORANDO DE UN BALBUCEO, DE LA RESPIRACIÓN DE UN MARAVILLOSO INÉDITO? Al volver a quedar sola con sus tareas, lo pensó una y mil veces: “¿qué te pasa corazón?”...
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Antes de retirarse, buscó en su CPU, mensajes comerciales de la empresa y tropezó con lo inesperado: “me has hecho muy feliz. Fue una noche que jamás olvidaré. Tanto esperé ese momento, que solamente me limité a rendirle homenaje a mi ilusión. Si me deseas a mí, dibuja un corazón, si deseas tus fotos haz una cruz, si buscas un jovencito ponlo, sino no respondas, ya he logrado mi mayor sueño”. Ella reenvió el mail agregando: “No me interesa nada de los que dices, solo te quiero a ti. Te deseo. Mis líquidos fluyen con solo recordar lo de anoche. Que importancia tiene que sea joven, que seas hermoso, que seas mayor o un anciano, si te reconoceré por la suavidad enloquecedora de tus caricias y tus susurros. Ven, te estaré esperando dispuesta a que hagas conmigo lo que quieras, seas quien seas. Has quedado muy dentro de mí y no soportaré mucho tiempo sin tenerte. Mis puertas seguirán abiertas esta noche”... Daniela envió el mensaje, y ya mas tranquila, regresó directamente a casa de su madre.
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Cenó con Aurelio. Luego éste la llevó a su casa tras echar una mirada por si había algo raro en la vivienda. Danny, estaba nerviosa, no quería charlar con nadie. Le dijo que iba a ducharse, que cierre la puerta al irse y así lo hizo el hombre que regresó a su hogar dejando sus recomendaciones. Más tarde, ella, cubierta por una salida de baño, se dispuso a acostarse, primero fue y abrió todas las puertas. Luego apagó las luces. Prendió un cigarrillo, hacía mucho que no fumaba, pero su ansiedad era tal que ya comenzó a sentir entre sus piernas como corrían sus líquidos seminales y sintió la necesidad de acariciar su clítoris hasta desahogar su fuerte temperamento. Los repetidos orgasmos la tranquilizaron... y se quedó dormida con sus dedos en la vagina... Luego pasos. El característico ruido del corte de la cinta adhesiva y recién se despertó cuando ésta se pego sobre sus ojos:
- ¡Hola... – brotó de sus labios con una dulce sonrisa. Cuando el fantasma de la noche intentó contener sus muñecas, ella lo contuvo con un - ... ¡No, por favor!... no lo hagas... dejame el placer de acariciar tu piel... no intentaré mirarte... ¿qué importa quién eres? Lo que importa es lo feliz que me haces...- El desconocido liberó sus muñecas y tocó sus brazos. Notó que estaba en musculosa. Volvió a sentir el perfume de sus carnes, volvió temblar de placer por la suavidad de sus manos y el suave aliento junto a sus oídos. El susurro aquel irrumpió nuevamente en su corazón y fue ella la de la iniciativa. Estiró sus brazos, lo atrajo hacia ella y le entregó su boca con desesperación. No pudo resistirse. Comenzó a desnudarse. Ella lo presintió y lo primero que tuvo entre sus dedos fue una verga enorme, gruesa y dando pulsaciones como un corazón agitado.
- Dejame... quiero comerlo... esta noche no me lo vas a negar... – y notó de qué forma ese miembro creció entre sus dedos y cuando lo llevo a su boca, casi no pudo entrarlo, lo mínimo estaba saboreando una bella polla, una hermosa pija de no menos de 25 centímetros por 8 de diámetro, no tuvo tiempo de rendirle homenaje cuando sintió enormes chorros de leche caliente llenando su fauces y tragando todo por temor a asfixiarse...
FINAL TERCERA PARTE DE “INCESTUOSA RELACION”