Amigos. Me presento. Mi nombre es Marco. Soy, italiano, vivo sólo en un albergue infantil con otros chicos de mi edad y tengo 13 años. La historia que les voy a contar me sucedió hace un mes aproximadamente y les aseguro que es una de las más fogosas, ardientes y espectacularmente lúbricas que han leído.
Estudio en el Alighieri y me considero un chiquillo muy tranquilo. Cumplo mis asignaciones, hago mis tareas de la escuela, juego trompo, fútbol y hago carreritas con mis amigos en el barrio, salgo a pasear, escucho música rock. En fin, todo lo que un adolescente de mi edad haría.
Pero por otra parte, por mi manía de andar subiéndole la falda a las niñas que son mis amigas (con su consentimento, eso sí) y por andar tocándolas en el baño mis amigos me consideran mayormente un chico travieso y algo mañoso. Desde esa vez mis amigos me pusieron el mote o sobrenombre de "El Fosforín"
Y eso era porque me encendía fácilmente cuando veía a alguna chica, fuera mocosa o no, en vestimenta o actitud provocativa y seductora.
Un día, no obstante, ocurrió algo que cambiaría las cosas por completo. Llegó el Campeonato Mundial de Fútbol y en la noche anterior al domingo de la final entre España y Holanda aposté algo muy picante, fogoso y ardiente, como a mi me gustaba que fueran las cosas. Y reunido en un parque con mi pandilla de mocosos, dije a mis amigos:
-OK patas. Si gana España el mundial les prometo que tengo sexo por primera vez con la primera chica que se cruce en mi camino.
-¿Qué? ¿Estas loco? ¿Que lo vas a hacer con la primera chica que veas? ¡Y qué tal si es fea! ¡Te van a dar pesadillas! Me bromeó mi amigo Jim.
-No creo. Vas a ver que la primera chica que pase por aquí va a ser una hembrita rica y super pechugoncita y apretadita que me va a decir: Nene. dame por el culito. ¡Dame duro! Le dije.
-Si, como no. Al que le van a dar duro pero una cachetada es a tí por fosforín. Me contestó.
-Vas a ver. Vas a ver que el "maestro" te va a enseñar. Discípulo. Respondí.
-Ok. Ok. Quiero ver la escena que vas a hacer. Ja ja ja ja. Me increpó.
Yo le hice una mueca de sacarle cachita o piquita y le dije que vencería porque estaba seguro que sería la super sexy Elenita la que se cruzaría primero en mi delante. Ella era la chica más popular del barrio y era tal y como la describí más arriba: pechugonita y apretadita, muy quebrada de cuerpo y de cintura chiquita. Con unos senos talla gigante. Bueno. Yo no se de tallas de brasieres, obviamente porque soy varoncito, pero con decirles que eran como melones, ¡Ya podrán sacar sus cuentas ustedes de cuánto medirían!
Elenita, no obstante en la realidad ya no era pequeña. Era más bien una chica griega de 20 años que comparados con mis 13, resultaba muy mayor. Me conocía y me quería a mi como a un hermanito menor. Me cuidaba y era muy tierna, dulce y super traviesa y alegre.
Pero lo que más se comentaba en el barrio era que estaba muy buenota. Había posado para 3 revistas de lencería fina y también para magazines nudistas de renombre. Le apasionaba el nudismo y había conseguido, felizmente digo yo, una autorización policial para salir a la calle completamente desnuda los fines de semana. ¿Cómo lo habría logrado? ¡Qué me importa! Lo que importaba era que dejaba ver su generosa figura sin pudor ni la opresiva verguenza a todos los varones cada domingo y el de la definición del Mundial no fue la excepción.
Sus medidas eran de diosa. Tenía 97 de busto, 58 de cintura y 89 de nalguitas. Todos detenían su mirada ella. Si no era en sus pechotes, era en su culito o incluso en su carita de pícara con ojos claros. ¡Uf! ¡Estaba esculpida por una mano casi celestial! Diseñada exclusivamente para que le dieran fuerte por delante y por detrás.
Volviendo al tema, esperé al día siguiente y como era de esperarse cruzaba los dedos para que se me hiciera realidad la apuesta y así fue. ¡Qué bien! ¡Ganó España! grité emocionado y cuando no acababa de salir de mi casa para celebrar en el parque reunido con mis amigos, tocaron el timbre. ¡Ding dong!
Abrí la puerta y ¡Oh por Dios! ¡Era ella! ¡Era precísamente Elenita la que estaba en frente de mí! No sabía que hacer. Vacilé dos segundos y ella gritó feliz:
-¡Wau! ¿Sabes lo de España? ¿Lo sabes? ¿Lo sabes? ¡Yipi! ¡Ha campeonado! ¿Vamos a celebrar?
-Q q que ¿Que? le respondí titubeante sin poder disimular que mis ojos se habían clavado en sus enormes senos de pezoncitos puntudos.
-Vamos a festejar chiquito tontín. ¡No estés allí paradote viéndome lo que me ves como un mañoso y vamos! me dijo.
-¡Eh! ¡Que no soy ni chiquito, ni mañoso ni tontín y por decir eso no voy a ir contigo! ¡Y has de saber que ya tengo 13! ¡Chau! Contesté muy enfadado.
Y cuando estaba a poco de cerrar la puerta molestísimo porque me habían dicho niño, que es lo peor que pueden decirle a alguien de mi edad, porque lo de tontín y lo de mañoso no me interesaba, Elenita me cortó lo que iba a decirle confesándome algo que me dejó de una pieza y colorado como un tomate.
-Umpf! Eres un aburrido. Y yo que quería acompañarte. Tus amigos me habían hablado de una apuesta ardiente que hiciste, y me dio curiosidad de saber qué es, pero como no quieres salir.
-Y ¿C C Cómo lo sabes ah? le dije intrigado.
-Ya sabes. Tu amiga Elenita siempre se entera tarde o temprano. Todo pasa por mis orejitas. Ji ji ji ¡Oye! ¡Me estás viendo de nuevo!
-¿Yo? ¡Viéndote qué!
-Mis tetitas, oye. No te hagas el zonzo. ¡Uy! ¿Te gustan? Te dejo jugar con ellas si me acompañas a celebrar.
-¿Contigo así en pelotas? ¿No te importa?
-No. Soy muy juguetoncita. ¡Ya! ¡Vamos!
Si. En serio. Ella era muy traviesa. A pesar de sus 19 era adorable como si fuera una niña grande y le encantaba experimentar cosas nuevas sin importarle qué era. Una vez la vi masturbándose en un baño público totalmente desnudita como casi siempre andaba y al verme espiándola se sonrió y me sacó la lengua.
Decidí acompañarla. Nadie hablaría mal de eso porque todo el mundo la veía salir calata a la calle y si nos veían a los dos, nos creían que éramos hermanos o algo así.
Al volver de las celebraciones que duraron hasta la noche, fui a la casa hogar en la que vivo y entramos Elenita y yo. La vivienda aún estaba vacía. Mis patas habían acordado dejarme solo para que pudiera hacer lo que quisiera con la chica, y el administrador del albergue, que para suerte mía era español, estaba todavía de parranda.
Era temprano, como las 7 de la noche y solamente estábamos en la casa los dos, cuando Elenita decidió tomar la iniciativa. Me llevó a la sala y lentamente me comenzó a quitar prenda por prenda. Mi temperatura corporal se elevaba violentamente hasta los mil grados a pesar del frío que hacía y muchas gotas de sudor me recorrían la espina de la espalda desde el cuello hasta la raya del culo.
Como ella ya estaba completamente calata, es decir sin una sola pieza de vestimenta, pero muy lasciva me ahorró muchísimo tiempo y calentura. Así fue como ella se concentró en mi solamente. Dejé mi mochila tirada en el piso, y ella me despojó de mi chaleco, desabotonando después uno a uno los botones de mi camisa.
Pasamos a mi dormitorio y ahí ella fue más fogosa todavía. Me quitó los botines. Desabrochó y arrancó la correa del pantalón jalándola de un mordisco. Me bajó el pantalón y me dejó en calzoncillos. Yo usaba unos calzoncillos azules que quedaron tirados en el suelo. Retiré primero una pierna y un pie, luego el otro pie y finalmente quedé desnudo y dispuesto a lo que sea con ella, desde lo más sublime hasta lo más obsceno. Principalmente para lo último.
Y me la empezó a chupar. Primero la cabecita rosada y pequeña que tenía y luego todo el cuerpo de mi pene. Les confieso, con mucha verguenza por cierto, que soy de mecha corta y la tengo de 7 u 8 centímetros y al erectarse se me subió hasta los 10. Tanto roche me dio que le dije a Elenita:
-Muñequita. ¿No te importa su tamaño? Es, es.
-¿Chiquitito?-Respondió.
-Si.-le dije.
-No me preocupa. Además dicen que los pinchos chiquitos excitan mucho a las chicas en su clítoris por detrás al entrar a la conchita. Y como sabrás el clítoris es nuestra parte más calientita. Si me soban ahí me pongo muy cachondita. -Contestó.
-¿Entonces no hay problema?
-Ninguno, bebé, ninguno.
-¿Bebé?
-Si. Ji ji ji ji.
-Traviesa. Te daré como te mereces. ¡Toma ricura!Chupa duro. Chupa. ¡Chupa!
Y me la chupaba ella muy obediente como una perrita en celo primero la puntita rosada, redondita, abultada y brillante. Luego todo lo demás. Primero despacio. Luego como un rayo. De rato en rato lamía poniendo una carita de niña rebelde que me volvía un lobo y me hacía aullar estremeciéndome. Me sentía venir y le decía por ratos: ¡Para un ratito! Y ella paraba. Era muy excitante. Yo, caliente como un horno hervía y me sacudía de pie con ella de rodillas jugueteando con mi cosa a su antojo.
Pasamos 5 minutos así hasta que me dijo: ya fui generosa contigo. ¡Ahora devuelve! Tírame en la cama y dale a mi cosita. Lame esa rajita. ¡Lame mi rajita por favor! Y yo jugando con ella me hacía de rogar. Ella me suplicaba más. ¡Porfa! ¡Dame! O sinó lloro.
Todo era parte de un juego de rol. Ella ponía su cara de pucherito y yo le decía: Está bien. Voy a hacerte la sopita. ¡Yee! Decía ella muy feliz. ¡Soy tuya! ¡Hazme gozar!
Pero en el fondo no era tan fácil durar mucho tiempo con ella. Tener ese cuerpazo de infarto enfrente de mi con sus espectaculares medidas, su falsa carita inocente, su piel suave como piel de durazno y blanca como leche y su sedoso cabello largo rubio oscuro.
Sus tetas redondas de pezones rosaditos y sobre todo su coñito apretado y rasurado me hacían estar cerca del orgasmo con solamente contemplarla. Con solamente ver esa anatomia me ponía arrecho y quería ya tirarme encima de ella para penetrarla.
la tiré en la cama, aunque creo que ella se tiró, no se. Se echó de espaldas abriéndome sus piernas elevadas. Yo primero le hice el cunnilinguis o el sexo oral con la lengua, Sopeaba rico ese coño vaporoso que ardía y temblaba a cada lametón mío. La recorría de arriba abajo y me detenía en su rosada cúspide, en la cima del monumento de su feminidad. Su clítoris lo recorrí suavemente en el contorno hasta hacerlo erectar. Su vulva, encambio, era cerrada y delgadita y tuve que abrirla un poco. Noté que ya no era virgen.
-Ah! ah! que delicia! ah! me encanta! Ahí! Ahí! dame! Uf, que rico! gemía Elenita entre electrificantes contorsiones sobre la cama.
Y me atreví a preguntarle:
-No eres virgen ¿Verdad?
-No. Lo hice la primera vez con un chico pero que era muy malo. Me torturaba, me pegaba y me trataba mal, no como tú que eres lindo. Él era un malvado. Snif, snif, Prefiero no recordar. y se puso a llorar.
-Oh no. ¡No! ¡Perdóname! ¡Espera, lo siento! Yo.
-No te preocupes. Tu eres lindo. Te quiero. Ven acá. Échate encima y abrázame fuerte. Apachúrrame para que se me pase lo llorona.
Y me acerqué a ella. ¡Ohh! ¡Tenerla desnuda debajo de mi era algo mágico! ¡Increíble! Y olvidándome de mis temores la comencé a consolar. Primero la abracé con fuerza y ella a mi. ¡Qué rico! Esa sensación de piel contra piel era fabulosa. Ambos desnudos y sobándonos uno contra el otro. Ella sudaba y yo también. De tanto frotarnos sentí cómo mi verga se endureció muchísimo al acariciar su ombligo. Ella se ruborizaba y gemía diciéndome:
Ahh! Ahh! ¡Te amo chiquito. te amo!
No pude evitar ver sus suculentos y apetitosos senos que tenía debajo de mi rostro como globos del cielo y sin dudar los acaricié suavemente con las yemas de los dedos y después lo hice con sus pezones en círculos y pellizcando pero suavemente sin hacerle daño.
Uy! ¡Qué rico! ¡Dale a mis globitos, dale! ¿Te gustan mucho mis tetitas? ¿Si?-me habló Elenita.
-Tetotas dirás. ¡Si! ¡Oh! ¡Ah! ¡Uf! ¡Me encantan!
-Entonces chúpamelas y aprieta, pero suavecito. No seas malvado como el otro. Sobre todo chupa bien con tu boca como si fuera un biberón.
-Ya. Está bien. Voy a chupártelas bien rico. -Le contesté.
Y le comencé a chupar y lamer los pezones. Apretaba sus pechos con dulzura y ella también lo hacía por ratos. Nuestro calor corporal subía. Gotas llenaron nuestras espaldas y vientres. Sus senos comenzaron a sudar un aroma delicioso y a mi me encantaba su olor a miel.
Fue entonces cuando me susurró al oido que quería que la penetrara. Yo no le puse peros y tomándola de la cintura tuve que bajarme un poco, porque ella era bastante más alta que yo. Como a la altura de debaje de sus senos coloqué mi cabeza, lamiendo su vientre brillante por ratos. Entretanto ella subió sus piernas y las abrió para que yo le diera en la pose del misionero.
Yo dudaba si mi pene le entraría y ella se dio cuenta de eso, por lo que me habló:
-Olvídate del porte.Métemelo y te crecerá. Ah! ¡Yo estoy muy calientita por dentro y mi humedad te la pondrá el doble de larga, ya verás!
-Está bien. Ahí voy. Agárrate que ya te la meto. Ooh!!
Cogí con una mano la cabeza de mi pinga remolona y la cabecita redonda, rosadita y carnosa se la encajé en su conchita larga y delgada que al simple contacto se contrajo con placer.
-Ahh! La quiero dentro! Estoy cachondita! Gimió.
Le di primero suave, luego rápido. Pero no pude durar lamentablemente más de 5 minutos dentro de ella. Su calor era sofocante pero delicioso. No se si después llegue a probar otras vaginas pero me enamoré de la suya. tan rugosita por dentro, tan apretadita y con hartos jugos que si, era cierto, me pusieron el pincho como de 14 centímetros, ¡Cuando yo erecto no pasaba de 9!
La concha de Elenita se contraía velozmente y apretaba como una profesional, dejando salir a ratos sus jugos que empapaban totalmente el cuerpo de mi trola. Yo, con el calor que eso me producía, le daba más y más y trataba de metérsela dentro hasta que sentí algo duro al fondo, como una pared. Le pregunté que era y ella entre suspiros me dijo que era la entrada de su útero.
Así, al rozarle el fondo de su coño yo la gozaba y ella también. Me abrazaba, se tocaba los senos y a si misma se chupaba los pezones. Yo entraba más. Oh! Ohh! Toma pequeña! Toma! Ahh!
-Dame! Oh, que arrecha que estoy! Oh! Oh! Me voy! No! gritó ella con un grito que se podría oir a kilómetros. Habían pasado 15 minutos desde que empezamos en la habitación, cuando se vino en un chorro amarillento que estoy seguro que era su orina, aún cuando ella le llame eyaculación femenina. De lo que si estoy seguro es de que estabamos super excitados.
Y cuando estaba ya a punto de correrme le pregunté dónde lo quería. Yo estaba temeroso de embarazarla si me corría dentro de ella, pero me respondió:
-Oh! Ahh! No tengas miedo. Yo tomo pastillas y nada va a pasar. Confía en mi. Yo no te voy a mentir nunca.
-¿En serio?
-Si. Tuve sexo con otros chicos antes y ninguno me dejó encinta. Todos me hicieron internas.
-Ok, si así lo quieres. toma que se me viene, se me viene, oh!
-Ah! Qué rico, ay!! ahh! fecunda mi conchita y llénala con tu jugo. Quiero sentir tu lechita corriendo dentro de mí! ah!
Y Elenita no paró de decir eso cuando mi cuerpo se estremeció de pies a cabeza. Mi pene se sintió muy duro y como atravezado por un rayo eléctrico y al instante un abundante chorro blanquecino salió de la cabeza de mi verga, por primera vez ya no para ir a dar a la palma de mi mano, sino al interior de la vagina de una chica de 19 ¿Era un sueño? ¡No, era real!
Mi esperma cremosa, lechosa, calientita la sintió ella muy bien y la atesoró con amor. Se fue a estrellar en una descarga violenta con la entrada de su útero, bañando en el trayecto los costados internos de su coño que se contraía abrazando mi pene con fuerza para no dejarlo salir.
Ah! ¡Me vengo otra vez! ¡Me vengo! Ohh! Me gritó ella mientras tenía un orgasmo. Mi torrente de pasión la inundó de ardor mientras sudábamos llenos de felicidad. Al cabo de un instante saqué mi pene de la conchita de Elenita y vi cómo el fluido de mi leche comenzaba a salir como un menudo chorrito blanco.
- Ahh! ¡Ya sale! ¡Espera! No. ¡No! ¡Que no se escape! ¡Quiero que lo lamas!¡Lámelo! Tienes que lamerlo y chuparlo! Luego me echas ese esperma en la boca y me besas, ¿Ya? -Me habló ella.
Yo no podía creer lo que me pedía que le hiciera, pero estaba tan cachondo que le chupé el coño y entró a mi boca mi propio jugo que salió del interior de su coño. Era amargo, pero me puso muy excitado. Luego como me pidió se lo eché en su boca y ambos nos besamos con un beso lleno de calor, ternura, pasión y sobre todo de abundante leche de mi pequeña verga.
Esa noche fue inolvidable. Jamás olvidaré a la chica mayor, a la tetoncita ricura que me hizo hombre a los 13 y ella, estoy seguro que nunca olvidará al primer mocoso que tuvo sexo con ella y que se corrió dentro de ella.
Ocasionalmente nos encontramos en la calle. Ella me sonríe y se sonroja. Yo también. Estamos esperando otro momento para repetir la historia. En cuanto suceda, se los relataré también. Así que estén pendientes. Pero sólo les contaré si prometen votar bien por mi relato que más que relato es una confesión verídica.
obvio pues jorge, qué crees, que tengo 13??? quieres que metan a la carcel a la chica de 20 del relato??? jajajaja es un cuento!! no es real!!! jajajaja. además qué importa mi edad eh?? eres del FBI acaso??