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Hola!! Heme aquí nuevamente y trayendo otro relato a ésta página.
Lo que comentaré a continuación es un resabio de mi actividad nocturna (taxista) que en este caso, se prolongó hasta avanzadas horas de la mañana.
En mi ciudad existe una zona que prevalece respecto al resto por su actividad nocturna, allí se concentran pubs, boliches y confiterías bailables. Obviamente los fines de semana se transforman en el eje de nuestra actividad laboral y es natural observar largas colas de vehículos como el mío a la espera de pasajeros y pasajeras.
Así las cosas, recibimos a tempana hora, llamadas de nuestra central para retirar pasajeros en domicilios particulares y llevamos a nuestros clientes al lugar de su agrado. En tanto, tratamos de averiguar quienes son, su posible horario de retorno para ganarnos el derecho de llevarlos nuevamente a sus casas al finalizar la noche.
En uno de aquellos recorridos, fui abordado por tres señoras de unos 45 años aproximadamente que concurrían a un pub donde la concurrencia responde a un grupo de edades que va de los 35 a los 55 años.
Las tres lucían chispeantes, se notaba que previamente habían pasado por algunas copas.
¿Adónde las llevo chicas?
Vamos a la Barraca, estamos de festejo.
Ok, ¿cumpleaños?
Nooooo, divorcio.
Reconozco que la respuesta me sorprendió un poco, pero en estos momentos, nada es demasiado extraño en este mundo.
Empecé el tradicional recorrido hacia la zona de actividad mientras efectuaba un sutil interrogatorio para ganarme el viaje de retorno...
¿Tienen idea aproximada del horario de retorno o vuelven con algún galán?
Naty y yo volvemos casi seguramente acompañadas, ¿vos Gaby?
¿Yo? Ni idea, depende del festejo y quien trate de reemplazar al desgraciado ese...
Mirá, si te interesa, podemos arreglar y sobre la hora que creas que salís me pego una vuelta por el boliche y si estás en la puerta te llevo. OK?
Dale, no te prometo nada, pero si se da me traes vos.
Dada la situación, ya comencé a trabajarme a Gaby para ganar la vuelta y decidí ignorar un poquito a sus socias de andanzas.
Cuando atravesábamos la zona céntrica, Naty pidió detenernos en un quiosco pues necesitaba comprar cigarrillos y chicles. Al volver del comercio, se sentó en el asiento delantero y sin mediar palabra, se dispuso a encender un cigarrillo.
Naty, no se puede fumar en los taxis – dijo Gaby
Por eso me senté adelante, para que crean que está fuera de servicio y me deje fumar el muchacho – respondió Naty.
A ustedes ¿les molesta? – pregunté
No, si fumamos las tres – respondió Gaby.
Ok, si convidan las dejo fumar, pero ni hablar de esto –afirmé
Tranqui, no te vamos a buchonear... –confirmó Naty
Negri, ¿cómo te llamas? – preguntó Gaby
Si, si. Sabes nuestros nombres pero no sabemos el tuyo. – cuestionó Adriana.
Rubén, pero para las clientas de siempre, El Negro.
Ok., Negri a la salida si te vemos nos subimos a tu coche y listo – aseguró Adriana mientras bajaban.
Lo hablado hacía suponer que ese había sido inicio y final de la relación, por lo que me fui a conversar con unos compañeros de trabajo mientras esperábamos los primeros pasajeros salientes de las confiterías.
Aprovechamos a contarnos cosas entre nosotros, sobre los pasajeros y quienes creían tener asegurado retornos para no quitarnos trabajo unos a otros organizando los turnos de salida en función de los horarios prefijados. Habrán pasado dos horas aproximadamente cuando dos mujeres se acercaron a nuestro centro de reunión, dando una de ellas inequívocas muestras de haber consumido más alcohol del aconsejable.
Chicos, ¿está el Negro? – sonó la voz de Naty.
Si, ya te lo llamo – confirmó Julián.
Gracias
Julián se acercó a la rueda de mate y me avisó que dos "viejitas" me buscaban. "Una tiene un pedo fenomenal, casi no se puede tener en pie" aseveró. Tras agradecerle el aviso fui al auto y ahí estaban Naty y Adriana.
Negri, la tarada esta se tomó una mezcla y la volteó. Ayudame a llevarla a la casa, ¿si?
Dale, la sentamos adelante y la atamos con el cinturón de seguridad así no cae.
No, mejor la recostamos atrás – indicó Naty.
Tras acostar a Adriana, partimos camino a su casa. En el trayecto Naty, me relató lo sucedido y como su amiguita le había amargado la noche con su ocurrencia de consumir dos tragos de alta graduación a fondo blanco. Llegamos a casa de Adriana y la bajamos, mientras Naty abría puertas y cerrojos, yo cargaba a la tomadísima Adriana que balbuceaba vaya uno a saber qué. La sentamos en la cama y las dejé a solas para que la cambiase y colocase dentro del lecho.
Instantes después, Naty apareció en la puerta principal hecha una furia. Al intentar acostarla, la amiga le había derramado parte de su ingesta sobre la ropa, manchándola de manera importante y maloliente.
Te vas a ganar otro viaje, llevame a casa que me tengo que cambiar. Mirá como me dejó esta guacha – me decía mientras se señalaba la pollera y parte de la blusa.
Bueno, pero ¿te quedás allá o volves al boliche?
Vuelvo, pero me vas a tener que esperar.
Nos fuimos rumbo a su casa. Al llegar informé por radio que me demoraría pues estaba en espera de una pasajera y por lo tanto saldría de circulación, dando por sentado que Naty me invitaría a pasar a su casa, cosa que efectivamente sucedió.
Me doy una ducha, me cambio y volvemos. Ponete cómodo, servite algo si querés mientras me esperás.
Gracias, te espero con un pucho y una cerveza.
Debo reconocer que me sorprendió tanta confianza en tan poco tiempo, pero me dispuse a esperar mientras curioseaba en las cosas que estaban a mi alrededor. Las fotos que aparecían en algunos portarretratos no mostraban imágenes masculinas, solo a mi pasajera y una muchachita de unos 18 o 19 años.
Sentí cerrarse el grifo y pregunté si estaba bien o necesitaba algo a lo que respondió negativamente. "Destapame una cervecita así la tomamos antes de salir" concluyó.
Así lo hice y giré hacia la mesa donde estaba esperando anteriormente y la visión me sorprendió. Naty estaba parada junto a la puerta cubierta por solo una toalla amarrada alrededor de su cuerpo húmedo.
Empecé a mirarla con otros ojos, ya me había detenido en su figura bastante bien formada pero no la imaginaba así. Se sentó cruzando las piernas y dejó entrever sus muslos, le acerqué la cerveza y me senté frente a ella.
¿Qué le pasó a tu amiga, no se aguantó el trago? – dije tratando de descomprimir la situación
No, la tarada no había comido lo suficiente, está a dieta y se nota que el alcohol la volteó.
Ya iban un poco alegres camino al boliche.
Si, habíamos tomado algo en lo de Gaby y se pasó de rosca.
Contame, ¿quien es la chica de la foto? ¿tu hija? –pregunté
Si pero no está en la ciudad se fue de veraneo con la familia del novio, entonces aprovechamos y nos fuimos de juerga las tres divorciadas.
¿Hace mucho que estás sola?
¿Sin marido? 10 años, me cambió por una brasilera que conoció en un viaje de negocios. Carne joven y con más fuego en las venas y en otro lado, je je je
La risita sonó de compromiso y me dejó vía libre para jugarme un avance. Me paré y consultando el reloj le conté de la necesidad de volver.
Ya veo, las viejitas no atraemos. Me cambio y te dejo ir a buscar nenas. – dijo con un tono mezcla de bronca y desilusión.
No, no es eso. Avisé que bajaba y si no retomo contacto van a empezar a buscarme mis compañeros, por los robos.
El señuelo había funcionado, Naty quería algo más que un viaje. Bajé al auto y comenté a mis socios que tenía una situación 169 (código que damos cuando bajamos por "motivos particulares"). Cuando volvía hacia el hall de entrada al departamento de Naty, la ví cerrando la puerta de su morada. ¡Qué linda cola tenía! Se había puesto un pantalón bastante ajustado que la remarcaba, no era Miss Mundo pero estaba bastante interesante. Me apresuré a entrar al hall al tiempo en que la luz se apagaba y sin preámbulos la tomé por la cintura, la giré hacia mí y le estampé un beso violento y profundo que la sorprendió pero aceptó de muy buen grado, ya que entreabrió sus labios dejándome explorar su boca con mi lengua mientras le manoseaba esa cola grandecita.
Logró despegarse unos segundos y solo dijo "acá no, mejor adentro".
Abrió como pudo, mientras seguía acariciando su cola y buscaba sus pechos pequeños. Apenas travesamos la puerta, pareció desatar una fiera hambrienta que llevaba dentro. Me revolvía los pelos mientras me metía su lengua tan profundo como podía, reconozco que debí luchar con el botón y cierre de su pantalón que liberaron algunos rollitos escondidos tras la presión. Usaba una tanguita que fue blanco de mis tirones tratando de llegar rápidamente a su rajita para humedecerla.
En el forcejeo caímos sobre la alfombra del living y allí la lucha fue mutua por liberarnos de cuanta prenda hallábamos en el camino a la desnudez. Aún en la oscuridad pude hallar su Monte de Venus depilado y me sumergí llevando mi lengua a lo más profundo, torturando su botón de placer con mis dientes. Comenzó a gemir y a pedir más.
Tenía un sabor distinto a los que conozco, una fragancia a frutillas que me embriagó y me cautivó de tal forma que me dedique casi exclusivamente a succionar cada milímetro disponible. Tiraba de mis cabellos y me hundía con fuerza entre sus piernas, tenté meter un dedo en su cola pero con un movimiento brusco lo quitó obligándome a seguir mamando sus jugos, ya mezcla salada y afrutillada. Llegó a un orgasmo brutal que casi me cuesta la respiración por la presión que hizo sobre mi cabeza, luego se aflojó y me dejó libre.
Aproveché el momento y sin mediar palabra alguna, la clavé mi verga a fondo cosa que la hizo sumir en un grito ahogado por un beso. Fueron dos o tres bombazos hasta que pareció recobrar fuerzas, giró sobre mí y se dedicó a cabalgarme en forma tan violenta como mi penetración. La presión que ejercían los músculos de su vagina contra mi verga era mucha y me aceleró de manera notable. Apretaba sus pechos fuertemente como respondiendo a esa violación de la que estaba siendo objeto, gemía como poseída hasta acabar en un grito.
Con ese orgasmo, se serenó. Aplacó su violencia, parecía desfalleciente y así cayó sobre mi pecho. Me dedicó un beso suave y delicado y me susurró al oído:
¡Cuánto hacía que no culeaba así!, Todos mis amantes han sido suaves y delicados, deseaba y necesitaba ser dominante y violenta. Gracias por dejarme hacer.
Por dejarte hacer casi me matás. Al menos sacame una duda, ¿cómo tenes sabor a frutilla en la conchita?
¿Te gusta? Es un brillo con sabor para labios que me regaló Gaby. Ella lo usa en sus labios y yo en la conchita para que me la chupen hasta hacerme acabar. No muchos se animan a chupar una conchita vieja y así los estimulo.
¿Tenés muchos amantes? ¿Te la chupan seguido?
No, solo he tenido 3 en diez años y vos sos el segundo en chupármela. Chupas muy bien.
Gracias, cuando quieras solo tenes que llamarme a la central y nos juntamos a coger.
Eso será cuando yo lo decida, no vengas a buscarme. Ahora, nos bañamos, vos te vas y yo me acuesto a descansar.
¿Así de fácil?
Si, yo impongo las reglas. Vos las aceptás y seguimos, caso contrario se acaba todo.
Y así sucedió, me dejó ducharme, pagó los viajes y tras estamparme un beso muy profundo me palmeo la cola casi empujándome fuera de su casa.
Aún perplejo por la situación me subí al vehículo, volví a habilitar el radio y tras saludar me dirigí al lugar de encuentro para esperar la salida de los boliches. Me daba vueltas por la cabeza como me había tratado Naty y sus decires.
Llegué al lugar de parada habitual con la idea de comentárselo a Julián, pero no estaba. Me fumé un cigarrillo tratando de reorganizar lo sucedido cuando una voz conocida me saco del letargo en que estaba sumido.
Negri, ¿estás libre? – dijo Gaby con tono de tristeza.
¿Eh? Si, perdoname, estaba con la cabeza en otro lado. Subí.
¿Me llevás a casa?
Parecía al borde del llanto, pero no quise ni preguntar. Ya me había hecho el héroe con la amiga y casi me pega, por lo que preferí callar.
El recorrido se inició normalmente y como era quien más lejos vivía de las tres, prometía prolongarse un poco. Al llegar a la zona céntrica, me hizo detenerme en un quiosco. Bajo del coche y volvió a él con cigarrillos en mano. Repitiendo lo hecho por su amiga en la noche se sentó adelante, sacó un cigarrillo, lo encendió y me lo alcanzó al tiempo que trataba de sacar otro del atado. Lo encendió, aspiró profundamente y comenzó a hablarme sin solución de continuidad ni interrupciones de mi parte.
¿Sabés lo que me pasó? Primero se descompone Adriana, después desaparece Naty y para completarla se apareció mi ex con su nueva pareja. Una amiga mía de años, que desde hace unos 6 meses no hacía más que esquivarme y no contestaba mis llamadas telefónicas. El turro me corneaba con la guacha ésta, que sabía hasta que le tenía que hacer de comer para hacerlo calentar y que te la ponga toda la noche... Si yo le dije todo, se lo serví en bandeja.
Fumaba como un vampiro y se le caían las lágrimas mientras contaba con lujo de detalles como le informó a su ex amiga del método para conquistar a su ex pareja.
Pero esto no se va a quedar así, les voy ha hacer la vida imposible. Ninguno me dijo nada, no se animaron. Seguro que hace como dos o tres años que me corneaba porque a mi me cogía una vez al mes el turro, siempre cansado o con viajes de esa maldita empresa.
No paraba de hablar e insultar a ambos, estaba fuera de sí. Hasta que hizo un silencio repentino, que solo fue cortado por dos sollozos profundos y un golpe seco contra la ventanilla del auto. Frené bruscamente con la intención de llamarle la atención por lo hecho con el vidrio, pero no pude. Se había desmayado y su cabeza había dado contra el vidrio.
Traté de hacerla reaccionar y no respondía. Giré y me dirigí a la primer clínica que hallé a mi paso. La cargue en brazos y entré a la sala de guardias solicitando asistencia Una enfermera me ayudó y recostamos a Gaby en una camilla.
Tras las preguntas de rigor, qué había pasado, si sabía si había ingerido algo y quién era yo, se encerraron con un doctor que revisó a Gaby y tras estabilizarla, me llamó para indicarme que debía quedar en observación por una hora aproximadamente y que me comunicase con algún familiar.
Respondí que solo era una pasajera, que no conocía familiar alguno de ella, solo su dirección. En esas condiciones, me ofrecí a esperar que reaccionara y luego la llevaría a su domicilio, pensando en avisar a Adriana o Naty más tarde. Eran las 6 de la mañana.
Retorné al vehículo, avisé a central que me retiraba hasta la noche siguiente y volví a la sala de recuperación. Fue una hora interminable.
Al cumplirse el horario previsto, el doctor me comunicó que ya podía retirarse que se había tratado de un shock nervioso potenciado por la ingesta de alcohol pero no traía mayores consecuencias.
Gracias por ayudarme, no tenías obligación de hacerlo.
No es nada, ahora te llevo a casa, me aseguro que te des un buen baño y te metas a la cama. Tenés que descansar.
Le pasé un brazo por la cintura y la ayudé a llegar al auto. Mientras caminábamos, volví a sentir el aroma aquel. El mismo que irradiaba la conchita de Naty y para que negarlo, me excité al instante. Como pude traté de disimularlo, pero creo que no escapaba a ella la situación.
Gaby es morocha, mide 1.68 aproximadamente, una figura rellenita y curvas menores arriba y mayores abajo, similar al formato de una guitarra. Esta descripción les da la pauta de que ya la observaba con otros ojos.
Llegamos a su casa, y por suerte no había vecinas indiscretas a la vista que pudieran hacer preguntas a futuro. Entramos, aún siendo su apoyo recorrimos la sala de entrada y luego de un pasillo corto ingresamos a su habitación.
Tenía una cama de buenas dimensiones, mullida sobre la que traté de depositarla suavemente, pero mi torpeza natural hizo que fuera la pista de aterrizaje de ambos.
Nos reímos de lo ocurrido y nos quedamos mirándonos por unos instantes. Volví a aspirar ese perfume que brotaba de sus labios y tras correrle el cabello del rostro nos quedamos allí rendidos al cansancio.
Nos entre dormimos, por espacio de casi una hora...
Desperté con una pierna de ella sobre mi cuerpo a la altura de mis genitales y un brazo cruzado sobre mi pecho. Su blusa desprendida en sus dos primeros botones dejaba asomar buena parte de sus pechos y formaba un pequeño canalito; no llevaba sostén, ya que lo había quitado en la guardia del hospital. Podía verse el comienzo de las aureolas de sus pezones color rosada intenso y la posición de su pollera dejaba al descubierto gran parte de su muslo casi hasta el nacimiento del elástico de su braga de encaje blanco.
Contemplé detalladamente su figura y traté de librarme de su brazo y pierna en forma delicada, pero despertó sobresaltada.
Pareció recordar algo, y por unos instantes me miró con una sonrisa mezcla de picardía y somnolencia.
Voy a ducharme, ¿calentas el café?
Ok, si no te sentís bien me llamás enseguida.
Me dedicó una sonrisa más amplia y trató de pararse para dirigirse al baño de la habitación, tambaleó con su pollera que caía al suelo y la dejó con su cola casi al desnudo.
Fue demasiado para mí. Salté de la cama para tomarla en vista de su segura caída. Pero no la tomé por los hombros, sino directamente con una mano en la cintura y otra en su cola. La acaricié delicadamente, volví a cargarla y la deposité en la cama con mi cuerpo sobre el de ella como una traba que evitase su huída.
La besé y comencé a manosear sus pechos mientras trataba de enderezarme muy poco como para liberarme de mi pantalón. Quiso resistirse pero no la deje, le comí el brillo con sabor de sus labios y dirigí una mano directamente a su entrepierna para acariciar su triángulo sexual. Forcejeó unos instantes pero mi peso le ganaba a su debilidad.
Ya entregada, me dejó hacer. Arranqué los botones de su blusa, liberando sus pechos en los que sumergí mi lengua y me dediqué a mamarlos despiadadamente primero uno y luego el otro, en tanto mis manos ya se divertían en su sexo, hundiéndose en la profundidad de su apretada rajita, tironeando sus vellos y clítoris simultáneamente.
Llenó la habitación de quejidos y gemidos, la torturaba con pellizcos y mordiscos hasta empezar a bajar por el canalillo en busca de su pelambrera.
Al llegar a ella, su resistencia había concluido. Sus manos jugaban con sus pezones erguidos mientras yo devoraba sus labios y hundía mi lengua en ella, tal si fuera un pene ingresando y saliendo repetidamente en su vagina. Giré sobre su cuerpo colocándome sobre ella en la posición 69, pero no quiso mamármela y si la colocó entre sus pechos masturbándome con ellos de manera firme y lenta.
Pedía más, pero su voz se entrecortaba por la excitación. Me tomó por la cintura y trataba de girar sobre mi cuerpo, parecía ahogada. Con un esfuerzo logró su cometido y se colocó sobre mí.
Tenía sus pechos húmedos por mi líquido preseminal, restregaba mi verga sobre ellos y besaba levemente el tronco de ella pero sin llegar al capullo.
Chupala, es toda tuya – le repetía.
Jamás lo hice, no me animo. Me produce asco.
Te va a gustar, saboréala como si fuese un chupetín – insistía
El sabor no me agrada, es salada
Ponele el brillo de labios, te va a encantar.
¿te parece?
Si mi guacha, y chúpala hasta gastarla
No me fuerces, lo voy a intentar.
Se despegó por unos instantes de mí, mientras yo seguía pegado a su conchita, parecía no acabar nunca de tanto en tanto soltaba más flujo de lo normal pero no había un indicio de orgasmo.
Volvió a colocarse sobre mí, y algo frío recorrió la punta del capullo para luego recibir calor y humedad proveniente sus labios. La alternancia de frío y calor me demoraba en la llegada, pero los movimientos de su vientre se hicieron más veloces y la presión de sus piernas aumentaba anunciando su llegada. En pleno orgasmo hundió mi tronco hasta lo más profundo y el contacto de la calidez de su lengua con mi capullo encendió los motores y mi explosión llegó violenta y abrupta inundando su boca completamente. Pareció ahogarse pero no la quitó de allí, mientras llenaba mis labios con sus jugos, fueron diez a quince segundos de intercambio de fluidos muy abundantes. Quedamos rendidos, uno tendido sobre el otro.
El sol comenzaba a filtrarse por la ventana, y hacía contrastar la oscuridad de la habitación con el brillo de sus labios húmedos y un hilo de sudor que bajaba por la zanjita de su cola en busca del orificio de su ano.
Me encantaba la imagen de esa cola brillante por el sudor, no lo dudé y traté de beber aquel líquido que bajaba por ese surco. Fue como si la encendiese nuevamente, convulsionó y comenzó a buscar la elevación de mi flácido amigo con su lengua.
Vamos a ducharnos y pienso darte algo que a nadie he dado – me dijo.
Si Diosa, sorprendeme.
La seguí mientras acariciaba su cuerpo, nos bañamos lavándonos mutuamente con nuestras lenguas entrelazadas y saboreando nuestra piel. Quise penetrarla allí mismo pero me detuvo.
Todavía no, volvamos a la cama y allí tendrás todo.
Quiero hacerte el amor, cubrir cada uno de tus agujeros...
Volví a la habitación, ella fue hacia uno de los armarios y trajo consigo dos envases de plástico, uno con un contenido transparente y otro dorado.
Me cedió el transparente y se quedó con el dorado. Acarició como una experta mi miembro y lo elevó con mucha facilidad. Estando yo aún de pié, ella se sentó en la cama abrió el pote y espació sobre mi miembro aquel contenido y comenzó a succionar desesperadamente, lo saboreaba y se relamía. Me sorprendió su actitud, alcancé el pote y su aroma delató el contenido, había derramado miel y la estaba comiendo. Evidentemente los sabores dulces le agradaban. Cuando logró un buen tamaño en mi herramienta, la soltó y se subió a la cama colocándose en posición perrito; abrió sus piernas y me ofreció el pote de miel:
Llename de miel y chupame, cuando esté bien mojada, haceme la cola con paciencia que es virgen.
No tardé más de 4 o 5 segundos en untarle la miel y comenzar a chupar, se mojó rápidamente, pero pidió más y así lo hice. Al cabo de unos minutos nadaba en flujo y entendí que era el momento. Tomé el segundo pote y esparcí parte del contenido en su cola, la vaselina fría le produjo un respingo y le froté mi herramienta sobre su orificio. La dilatación era lenta pero continua, entraba muy despacio mientras parecía desgarrar paredes, pero ella gemía y pedía más lo que me impulsaba a seguir en mi trabajo. Demoré casi quince minutos hasta penetrarla totalmente. Descansamos unos instantes, dándole a su cuerpo tiempo para amoldarse a la situación y comenzamos un mete y saca lento que fue cobrando velocidad en tanto su ano se dilataba. Gemíamos, nos apretábamos, yo acariciaba su conchita con una mano mientras ella se aferraba a la almohada para ahogar sus gritos.
Fueron minutos de gloria que culminaron con un bestial orgasmo que lleno la habitación con un gemido y sus entrañas con semen. Me despidió de su interior son violencia y permaneció abierta a mí, cosa que aproveche para hundirle mi miembro en su conchita.
No tenía más fuerzas para bombear y caí rendido sobre ella, la tumbé de costado y nos dormimos así, con mi miembro dentro de ella.
El sol entraba por la ventana con más nitidez cuando despertamos, abrazados y rendidos por el cansancio.
A duras penas pudo caminar hasta el baño donde abrió la ducha y se sentó en la bañera.
Me duele horrores, pero me encantó
Me exprimiste, pero lo disfruté enormemente
¿Cómo sabías lo del brillo para labios? ¿Ya lo habías usado?
Nno –titubeé- Me lo imaginé
Ahh... porque lo usa Naty, para que se la chupen. En algo que me contó.
No me lo hubiera imaginado, mirá vos los gustitos de tu amiga
Si te portas bien conmigo, te voy a invitar alguna noche para que compartas nuestras fiestas con Naty. Ella me calmaba la ansiedad mientras duraba el juicio de divorcio, para no perder la casa. Si me enganchaban con un tipo, me rajaban.
¿Hacen fiestitas?
Si, con Naty y Adriana.
Nos bañamos, tomamos un café ambos desnudos y tras vestirnos nos despedimos con un beso, asegurando que nos volveríamos a ver.
Era casi mediodía, estaba destruido. Subí a mi auto, recordando cada tramo de la noche.
El martes por la madrugada, sonó el teléfono de la central. Era Gaby pidiendo mi coche, pero eso será motivo de otro relato....
Alejandro Gabriel Sallago.
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